10.30.2010

TERESA DOVALPAGE: EL DIFUNTO FIDEL

La médium escribiente
(Fragmento de la novela El difunto Fidel,
obra ganadora del V Concurso de Novela Corta
de Rincón de la Victoria, 2009)
Leer reseña crítica de Félix Luis Viera

Las botánicas miamenses venden fe y esperanza. Y hasta caridad, si es lo que el cliente necesita y tiene con qué pagarla. El aire de estas tiendas huele a incienso, a agua de Florida, a rosas y a veces a tabaco y a ron. Cuando ponen música, casi siempre es un toque de tambor o un bolero meloso.
Las olas de Yemayá es una de las botánicas más reputadas de toda la ciudad. Queda en pleno corazón de la Calle Ocho y su dueña responde al sonoro y rimbombante nombre de Encarnación Raynier de los Rosales. La susodicha es médium escribiente, oyente y vidente, según reza su tarjeta de visita, muy bien impresa en cartulina mate. Debajo del logo (una bola de cristal rodeada de estrellas) está el lema, el slogan publicitario que no puede faltarle a ningún negocio que se respete: “el cliente pone la fe; los santos ponen la solución”.
Encarnación ha decorado el establecimiento a fin de lograr un efecto de Disneylandia espiritual. Un cuadro de La Mano Poderosa cuelga de la pared junto a un grabado a todo color del Ojo de Dios. En los anaqueles negrean azabaches y platean crucifijos made in China junto a estatuas de yeso que representan bien o mal a las vírgenes de la Caridad, de Regla, de Fátima, de Guadalupe, del Carmen y hasta de Medjugorje. Hay perfumes astrales, herraduras de cobre, piedras de cuarzo y de imán, espejos de Feng Shui, Budas plásticos, gatos chinos de la suerte y calderos de Santería. En un librero coexisten Biblias, volúmenes de astrología y de tarot, novenas y estampas de cuanto santo aparece en el Santoral, además de algunos apócrifos como un tal San Carajulián. También se ofertan gitanas y negritas a muy buen precio ––muñequitas de plástico, mal pensados.
Y todo lo preside la imagen de un querubín de dos metros de alto, con cachetes rosados, ojos cerúleos y alas grises. Si Fra Angélico lo ve, excomulga al pintor. Pero Encarnación lo tiene por una obra de arte y no lo vende ni aunque le ofrezcan diez mil dólares. (Es un decir, nadie le ha ofrecido ni diez mil quilos todavía.) A la izquierda del querubín mueve sus manecillas plásticas un reloj lumínico con una ilustración de Harry Potter y la piedra filosofal en medio de la esfera. Pero nada de toques de tambor aquí, pues la dueña se desvive por la música mexicana. Hoy se ha levantado con ganas de oír a Vicente Fernández, que entona a todo pecho El rey:
Yo sé bien que estoy afuera
pero el día que yo me muera
sé que tendrás que llorar.
Una joven que lleva gafas enormes, a lo Madonna, empuja la puerta y se detiene en el umbral. La acompaña una mujer mayor, un poco apolismada por los años, que con una simple frase:
— Alabao, qué calor... ––revela su cubanidad.
Las dos se quedan mirando al Ojo de Dios como si éste guardara en su pupila azul (¡perdóname, Gustavo Adolfo!) la solución a la crisis actual. Encarnación las saluda con la mejor y más seráfica de sus sonrisas.
— Luz y progreso, hermanas, pasen adelante.
Una vez frente a la médium, las recién llegadas la observan con curiosidad. Bastante hay que observar en ella, desde el cabello largo hasta la cintura y teñido de rojo, pasando por el seno ubérrimo y a medias descubierto, hasta los pies calzados con babuchas doradas. Parece un árbol de Navidad fuera de temporada. Encarnación cumplió sesenta años el mes pasado y está un poco pasada de peso (la cercanía al Café Versailles es perjudicial para la figura) pero su vocación de diva carnavalesca puede más que los dictados de la moda y del almanaque.
— Aché para ustedes ––continúa, a fin de infundir confianza a las clientas en perspectiva.
— Mire, yo... ––tartamudea la vieja—. Esto… nosotras...
— ¿Buscan algo en particular? Aquí tengo: hierba de mejorana para abrir el mañana; pétalos de campana que todo sana.
Y rompezaragüey con semillitas de mamey.
— Déjese de rimas idiotas, haga el favor ––la interrumpe la chica camuflada de actriz hollywoodense—. Mi padre ha muerto, ¿sabe?
— Mis más sinceras condolencias ––Encarnación pone cara de circunstancias—. ¿Y qué edad tenía el difunteado?
— Iba a cumplir cincuenta en agosto. Pero, ¿qué tiene eso que ver? ¿Por qué me lo pregunta?
— Ay, hija, por curiosidad, no te molestes. ¿Y qué quieres, darle una misa espiritual?
— Nada de misas. Lo que me hace falta es saber cómo se siente en el más allá. Si...
— Si nosotras tuvimos culpa de que se difunteara ––interviene la otra, que de repente empieza a soltar mocos y lágrimas a chorro.
Justo en ese momento el coro de Vicente Fernández repite aquello de llorar y llorar. Encarnación se apresura a apagar el equipo de música.
— Déjeme que le cuente, señora ––prosigue la mujer—, déjeme que le diga...
— Cállate, mami ––la corta la más joven—. No te pongas a dar información sin venir al caso ni al pelo.
Encarnación, indignada (o haciéndose la indignada) se encara con ella:
— Yo no necesito que nadie me dé información porque tengo unos espíritus súper claros, que saben hasta donde el jején puso el huevo. Así que no ofendas por gusto que tú no me conoces.
La chica asimila el regaño y se ablanda enseguida, como todas las boconas cuando les hablan fuerte.
— Disculpe, señora, disculpe. Es que estoy muy nerviosa. Yo nunca me he metido en estos asuntos y...
— Lo que queremos averiguar ––dice la vieja—, es cómo ocurrió en realidad la muerte de mi marido.
Aquello le pinta feo a Encarnación y decide quitárselas de encima.
— Un momento. Si se trata de un crimen mejor acudan a la policía, que para eso está ahí. Aunque yo soy legal, y mis espíritus también, mi licencia de trabajo dice que esto es for entertainment only. Por pura diversión y sin compromisos. Y con la justicia no quiero problemas, ni de broma. Adiós y váyanse por la sombrita.
— ¡Ay, no me diga eso! ––exclama la vieja—. ¡Usted tiene que ayudarnos! No nos deje embarcadas, por el amor de Dios.
— Aquí no se trata de ningún crimen ––explica la muchacha, más calmada—. El forense determinó que había sido un accidente, así que por el lado de las autoridades no tiene nada que temer. Pero mi padre estaba un poco deprimido últimamente. Y mami piensa que… que se lanzó a propósito contra un camión de vegetales para salvar a la familia de la ruina.
— Esa sospecha me tiene el alma destrozada ––murmura la vieja.
Encarnación se compadece. Ella es así, sentimental.
— Bueno, tal vez les pueda echar una mano. En casos como el suyo, yo uso mis dotes de médium escribiente.
— ¿Qué quiere decir eso?
— Que los espíritus me dictan sus vivencias desde el más allá y yo transcribo…
La joven pone mala cara otra vez.
— Óigame, ¿cómo que sus vivencias, si están muertos?
— Es un decir, muchacha, no seas tan… literal. Quiero decir, que me cuentan cómo fueron sus experiencias antes de morir, y hasta les mandan mensajes a sus familias si se les ha quedado algo en el tintero. Yo copio todo ce por be, lo paso a mi computadora y se lo doy ya impreso a los clientes.
— ¿Y cuánto cobra usted por su trabajo?
— El precio lo discutimos más tarde.
— ¡Lo que sea, hija, lo que sea! —solloza la vieja—. Con tal de no seguir con este reconcomio por dentro, yo le pago lo que me pida.
— ¿Cómo se llamaba el difunteado? —pregunta Encarnación.
— Fidel —contesta la joven.
— Philip —dice su madre.
Encarnación resopla.
— Se me ponen de acuerdo porque así no nos vamos a entender.
— Fidel, Fidel.
— ¿El apellido?
— Carballo —responden ambas a la vez.
— ¿Y cuándo se desencarnó?
— La semana pasada.
— Está bien, todavía tendrá los recuerdos frescos. Porque mientras más tiempo pasan por allá, más difícil es obtener detalles de importancia. Para decesos tan recientes la tarifa es sólo veinte dólares el folio. En una sesión regular, un espíritu me dicta de diez a doce folios, de modo que el precio total depende de cuán larga o enmarañada sea la historia que el difunteado tenga que contar.
— ¿Y qué cosa es un folio, si me hace el favor? —pregunta la vieja.
— Una página, señora.
— Perfecto —dice la más joven, que es la que lleva la batuta. La otra, ovejunamente, asiente con la cabeza también.
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Teresa Dovalpage. (La Habana, Cuba, 1966). Licenciada  en lengua y literatura inglesa, Universidad de La Habana, 1990. Se trasladó junto a su primer marido a California en 1996, en donde publicó su primera novela, A girl like Che Guevara, una historia sobre los años 80 cubanos. Tras un nuevo traslado a Nuevo México, inició el doctorado en literatura hispana en la Universidad de Nuevo México. Allí vio la luz una nueva novela, esta vez en español, Posesas de La Habana (2004), un retrato (en sus propias palabras, “distorsionado”) de su propia familia en Cuba. Dicha novela recoge mucho del folclore centro-habenero y transcurre durante el año 2000. Tras una incursión en el mundo del teatro con La hija de la Llorona, publicó su segunda novela en español, Muerte de un murciano en La Habana (2006), obra finalista del premio Herralde.

10.29.2010

Una interrogación colosal

(Entre 15 y 20, Rita Martín entrevista a Alberto Garrandés)


Foto de Alberto Garrandés en Grecia
 A Alberto Garrandés me une la metáfora y el símbolo, y puede que la amistad de 30 años que mantenemos con un gozá familiar se corresponda con una o múltiples transfiguraciones de ese lenguaje que se construye e instala gracias a un regusto obstinado por la palabra. Uno de los momentos que más recuerdo de Alberto es el silencio en el que gustaba retrotraerse dentro de la conversación de un grupo animado y soltar, de repente, un comentario centro al blanco de lo que se decía. Otro recuerdo son sus preguntas, breves y pesadas, buscando el placer y la teoría. Preguntaba ya mucho en sus inicios como escritor sobre el sexo, dirigiendo sus interrogantes, en lo fundamental, a las mujeres que tan jóvenes y curiosas como él, quedaban ratos tratando de responder, por ejemplo, uno de sus teoremas literarios y de vida: cómo ser consciente de cada paso sexual para demorarlo hasta el infinito y describirlo minuciosamente. Tales cuestiones invadieron al narrador y no es azaroso que este asunto se hiciera parte esencial de su escritura. Y como mismo el sexo era pensado hacia una infinitud que no termina con el orgasmo, Alberto gustaba (y gusta) de plantear el tiempo y los modos en que éste es desafiado por esa montaña que pervive siglos después, y ahí entraba, claro, el lenguaje metaforizado, desafiante y la imaginación.  Ya el lector de Grafoscopio ha leído varios textos de Alberto Garrandés y entre otras cosas estará diciendo que Alberto es parte de la familia, que no necesita ninguna presentación. Es cierto. Así que ya los dejo, sin más, con este diálogo en el que intenté hacer algo diferente: dejar a mi amigo con las preguntas para que fuera él, ahora, el que intentase responder:

Razones para la escritura
se escribe gracias a la fascinación que producen las palabras
R.M.: ¿Por qué se escribe?
A.G.: Podría decir que escribo porque de pronto se acumulan ciertas formas y razonamientos dentro de mí. No sé si soy claro en eso: “dentro de mí”. Supongo que se trata de una manera de decir. Y se escribe gracias a la fascinación que producen las palabras cuando un escritor intenta colocarlas al nivel de una emoción, de una forma. Hay un regusto por el lenguaje, y también esa sensación, recurrente, de que existen signos que dibujar, historias que contar y explicaciones que dar. La lectura, si uno se entrega de verdad a los libros, produce una especie de adherencia a diversos mundos de la imaginación. Estudié —y esto ya es un síntoma— en la Facultad de Filología de la Universidad de La Habana, y, por ejemplo, mi impulso primario al escribir ensayos es el de decir por qué un fenómeno literario tiene interés y por qué colma mi expectativa. Ese interés puede ser asimétrico, puede tal vez ser muy relativo, o puede simplemente recluirse en el ámbito de la belleza o adquirir categoría de enigma… y entonces siento necesidad de explicar, de dar explicaciones, y de compartir una experiencia de lectura que compromete una actitud vital y una actitud estética y conduce al entusiasmo.
Como dice Virginia Woolf en Las olas, nuestro enemigo mayor es la Muerte, la falta de tiempo
Con las ficciones sucede algo más: cada cierto tiempo determinada historia hace valer su imperio y su poder sobre mí. Entonces no hay mucho que hacer además de escribirla. Por supuesto, cuento con una reserva emotiva y sentimental que se articula con la experiencia vital. Si ella sirve para contar, o acaso para contar con eficacia, con solvencia de estilo, no lo pienso dos veces y acudo a ella. Soy en cierta medida autobiográfico, aunque al mismo tiempo invento bastante. Pero mi experiencia vital es abundante y hay vivencias de cuya fuerza gravitatoria no puedo (ni quiero) escapar, y eso es algo que alcanzaré a relacionar siempre con mi ambición creativa, en el trasfondo de la cual no existe otra cosa que la necesidad de perpetuar lo vital… Como dice Virginia Woolf en Las olas, nuestro enemigo mayor es la Muerte, la falta de tiempo. El tiempo que queda es asunto no de la emoción trágica, sino del sentido común. Escribo a causa de mi desconcierto vital, que es constante. Y como tengo cierto dominio del lenguaje, entonces puedo expresar ese desconcierto de diversos modos y aceptablemente.
Cuando mueres el tiempo se te acaba. Prefiero decirlo así: terminación del tiempo. Como ese pintor extraordinario, Lucian Freud, que no pintaba —decía él— desnudos, sino personas desvestidas.
la verdad como imaginación, la literatura como origen de la literatura…
R.M.: ¿Cuál fue el origen de novelas como Cibersade, Fake y Las potestades incorpóreas?
A.G.: Resulta curioso que muchas personas, no sólo tú, estimen o crean firmemente que Cibersade es una novela, cuando en realidad no es sino un libro de “instalaciones narrativas” donde el concepto de relato clásico tiende a abolirse casi por completo. Tal vez por medio de esa explicación ya estoy convenciéndome a mí mismo del carácter novelesco de Cibersade… aunque no estoy muy seguro. Pero qué vamos a hacerle a eso. A veces escribo novelas y a veces tan sólo libros. Creo estructuras, las articulo una y otra vez hasta que aparece un libro. Y, fuera de ese libro, sus partes no dicen mucho, o no dicen tanto. Y así ocurre, supongo, en Cibersade, que es una pieza restrictiva, una pieza modular (con modulaciones) un tanto “altanera”, como ha dicho el narrador Rogelio Riverón. El origen de Cibersade es, por tanto, inatrapable: ese libro, su esencia, soy yo mismo, o mis fantasmas más perentorios en una región estética y somática (el mundo del inconsciente, por ejemplo). Y, por supuesto, el Marqués. Cibersade no es más que un punto de coincidencia, un punto de “masa crítica”. La sugestión sexual, la verdad como imaginación, la literatura como origen de la literatura… esos son sus grandes temas.

J.W.Polidori
¿Qué sucede cuando intentas ser El Otro y la Historia ya ha dicho cómo fue El Otro? 
Fake es una historia sobre la relevancia vital de un mito literario: lord Byron. ¿Qué sucede cuando intentas ser El Otro? ¿Qué sucede cuando intentas ser El Otro y la Historia ya ha dicho cómo fue El Otro? Lo único en que puedes hacer es homenajear las formas, parodiar los hechos, intervenir en la representación de una representación. Por otra parte, me atraía mucho reescribir el momento en que nacieron dos relatos importantes del mundo gótico: El vampiro, de J. W. Polidori, y Frankenstein, de Mary W. Shelley. Pero el origen de Fake es absolutamente visual. La novela toda constituye mi entrega a la visualidad de sus referentes. Y, claro, se trata además de una novela erótica donde hay intercambios (más mentales que físicos) a la manera de eso que en el mundo de la pornografía se llama threesome. Ese tipo de intercambio está, para mí, lleno de semiosis y de reelaboraciones fugaces de la identidad. No puedes tratarlo con ligereza (ni siquiera en una jornada de inocente disfrute sexual entre tres) ni pensar que el escritor que lo incorpora en su obra tiene una mente salaz y pretende “ser” sucio… Suelo moverme en los límites de la pornografía con cierta comodidad porque conozco sus códigos y su historia en el audiovisual y en la literatura, y por esa razón me divertí mucho escribiendo Fake, donde los personajes quedan atrapados por la fascinación de la historia “seria”, la historia prestigiada por la cultura. Y siempre hay que recordar la presencia de un poderoso fascinus: el de lord Byron, hombre talentosísimo y sin fronteras (de ningún tipo).
no era consciente de que estaba contando una historia sobre el caos y la simetría
Las potestades incorpóreas es una novela simbolista, un bastidor donde hay una tela donde alcancé a pintar la historia de un amor interrumpido por la locura de los otros, o que acaso sólo podía manifestarse gracias a la locura de los otros. Me basé, sin haberlo visto entonces, en uno de los segmentos de la película Aria, el que dirige Franc Roddam sobre el Liebestod de Tristán e Isolda, de Wagner. ¡Y creo que hice una especie de ópera! Cuando escribía no tenía idea o no era consciente de que estaba contando una historia sobre el caos y la simetría. La simetría y el orden de una vida voluntariamente entregada a la reclusión, contra el caos de la vida social y la incoherencia de la conducta humana. Sin embargo, dentro de la simetría, el amor surge y estalla en el interior de los sueños y los gestos del erotismo —o sea, estalla para producir una especie de caos—, y esa es la razón por la cual esta novela busca reconstruir eso que llamamos felicidad. Escribir Las potestades incorpóreas fue reconocer otra vez que en la esencia de los grandes amores está la tragedia, porque un gran amor no repara ni en dilemas sociales ni en paradojas filosóficas ni en crisis políticas ni en la bomba atómica.
no sólo me pierdo, sino que me extravío y apenas puedo regresar a lo real
R.M.: ¿Cómo describiría el proceso creativo en Ud.? ¿Se debe hablar de esa desprestigiada palabra que es la inspiración o de espiración? ¿Estar dotado es perderse como decía Jean Cocteau?
A.G.: ¿Perderse? No sabía que Cocteau hubiera dicho eso. Cocteau es admirable por varios motivos. Y le daría la razón, al menos en lo que a mí concierne. Porque suelo perderme, dentro de mí mismo, cuando escribo ciertos libros. Y en ocasiones no sólo me pierdo, sino que me extravío y apenas puedo regresar a lo real, al menos en los términos en que lo real es auténticamente real.
Casa de lord Byron en Villa Diodati
Cuando me entrego a la ficción, escribo de golpe todo, hago un borrador bien aderezado y lo lleno de marcas enigmáticas. La inspiración me sacude, me invade en un instante… y me lanzo a escribir. Pero cada libro tiene su musa, cada texto su soplo. El más inspirado ha sido Las potestades incorpóreas, y por eso tenía mucho control sobre esa historia. Tanto que pude escribirla como quise, sin respetar siquiera el orden. De hecho, escribí el final mucho antes de llegar al centro de la trama. Y, al “perderme”, de veras me pierdo. Cuando escribo puedo “ver” ciertos paisajes. Soy capaz de “ver” a lord Byron caminando por los corredores de Villa Diodati, puedo “ver” el desierto (que nunca he visitado) de Las potestades incorpóreas y puedo incorporar el soma de algunos personajes cuando tienen sexo. Inspiración y espiración, sí. Recibir y devolver. Respirar, inhalar, exhalar. Naturalmente, después viene un proceso espantoso, pero igual de disfrutable: los borradores van saliendo cada vez más limpios. Cada una de mis novelas tiene detrás no menos de 5 borradores completos. Donde termina la inspiración, que se presenta con cierta violencia, empieza la espiración. Y donde acaba el rapto empieza el cálculo. De modo que tal vez pueda decir que soy un dotado perdido, ¿no?
Soledad y multiplicidad
En mi caso es mejor así: ser interrumpido de vez en vez
R.M.: ¿Solamente aislándose por completo se puede trabajar? ¿Cómo supera los malos momentos de bloqueo o página en blanco?
A.G.: Antes me aislaba un poco. Pero nunca me ha gustado quedarme solo en casa para trabajar. Puedo hacerlo, pero no me gusta estar solo. He vivido los más recientes 20 años de mi vida rodeado de fantasmas y prefiero, por ejemplo, ser interrumpido por mi hijo, como sucedía hace 7 u 8 años. Ahora no me interrumpe porque es un chico discreto, a no ser que necesite un libro, quiera copiar algo de música, alguna película de mi colección o hacerme consultas, la que sean, cosas estas que disfruto muchísimo…
En mi caso es mejor así: ser interrumpido de vez en vez. Jamás he sido la mejor compañía de mí mismo. En familia es mejor todo.
sólo escribo en estado de entusiasmo
El rapto del cual te hablaba, una noción un tanto romántica, se define como una circunstancia creativa muy especial, y precipita en mí la fabricación de sustancias parecidas a las endorfinas, así que me vuelvo bastante invulnerable y puedo trabajar en casi cualquier medio. Tengo la suerte de no ser exigente en ese sentido, porque además he aprendido, a fuerza de sacrificios, a escribir en condiciones extremas. Y como sólo escribo en estado de entusiasmo, como acostumbro decir, no tengo bloqueos. Mis bloqueos son anteriores a la escritura en sí misma, porque cuido mucho el tono. Nunca escribo de veras sin tener precisiones bien sólidas en cuanto al tono que usaré. Es algo semejante a lo que en inglés se llama mood. Pondré un ejemplo: he venido haciendo “ensayos de tono” para encontrar el que sería verdaderamente adecuado en una novela sobre Heathcliff, el personaje de Wuthering Heights, de Emily Brontë. Pero no logro hallarlo todavía. Sé con precisión qué voy a contar, pero necesito saber primero cuál debería ser el volumen y las características de mi voz, su “armadura de clave” —para decirlo como se lo plantearía un músico—, su tesitura, etc. Y sólo sabré qué busco cuando lo encuentre.
Convénzanse de que ser feliz significa ser libre, y ser libre significa ser valiente.
R.M.: Para Pessoa su ser “participaba de todos los hombres (…) una suma de no-yos sintetizada en un yo postizo. ¿Y para Ud.?
A.G.: ¡Interesantísimo! Eso significa entregarse y seguir siendo el ajeno, el otro, para poder ver… Pues sí: soy muchos hombres y, al cabo, soy mi yo postizo. Me he sorprendido viviendo en otros mundos, con otras máscaras, e involucrado en otro tipo de vida. Porque mi ser es finito, tengo 50 años y el sentido común me dice que envejecer es un proceso sin pausas y lleno de miserias. Hay una frase de Tucídides que me gusta mucho y que viene a relacionarse con esto que acabo de explicarte: Convénzanse de que ser feliz significa ser libre, y ser libre significa ser valiente. En la base de todo está la valentía de vivir. Y si estás convencido de que eres un escritor —eso lo sabes tú misma: eres una escritora—, no puedes menos que serlo de verdad, asumiendo los riesgos del lenguaje.
Tengo la convicción de que la vida visible y “propia” es
tan sólo ese segmento que emerge a la luz y se exhibe…
Esa es una pregunta bien extraña. Y tendría que volver a esa frase de Virginia Woolf y remontar el tiempo, cuando todavía me asombraba al percatarme de que hay espacios y vivencias que me obsesionan de un modo constante, como el mar, ciertas playas, ciertos parajes en los que me siento muy cómodo aunque no forman parte de mi experiencia “manifiesta” de la vida. Tengo la convicción de que la vida visible y “propia” es tan sólo ese segmento que emerge a la luz y se exhibe… lo otro, continuidad y pretérito misterioso, no se ve, no se prodiga, va por debajo y mantiene una condición subterránea que es como una fatalidad ineludible. De manera que Pessoa tiene razón: mi yo participa de todos. O eso querría yo, desde la literatura y, en ocasiones, desde la vida.
Oficio
mi consejo es uno sólo: emoción y rigor hasta el final
R.M.: Pensemos en estas acciones: escribir, romper, corregir, editar… ¿Consejos para escritores de novela y poesía?
A.G.: El lenguaje es un sistema, en efecto, pero también es el resultado de invenciones sucesivas… el lenguaje es origen, pero de pronto, bien mirado, es destino, consecuencia. Cuando llegas a esa conclusión, sabes que te va la vida en la escritura. Me han preguntado por qué me complico tanto. Cada quien tiene sus complicaciones… la mía, o una de las mías, es esa: saber o creer saber bien que el lenguaje es la transcripción inexacta, ineficaz, de la experiencia, lo mismo la vital que la intelectual, lo mismo la que es comprobable que la que es imaginaria… Si sabes eso, si sabes que el lenguaje es el principio y la ceniza de todo —hasta de la música que acabas de escuchar—, estarás en condiciones de enfrentarte a una verdad (bueno… me refiero a algo que para mí es una verdad): la novela y la poesía son, al cabo, estados… no dejan de ser géneros ni de pertenecer, por separado, a la épica y a la lírica, pero son estados, maneras de condensación de la experiencia… y, naturalmente, hay que romper, corregir y editar porque una obra literaria es su qué y su cómo. El qué importa mucho, pero igual lo encuentras en la vida común. El cómo no es algo de la vida común, sino tejeduría cultural, artificio verbal. Yo siento, por momentos, la leve acusación de que soy un escritor demasiado “rápido” y demasiado “fecundo”. Detrás viene la coletilla de que produzco demasiado. En fin, lo único que sé es que no soy perezoso y sé romper, corregir y editar. De mi novela Días invisibles tuve un primer borrador de trabajo en 2003. Tardé unos 6 años en ponerla a punto y se publicó a fines de 2009. Y no es que sea perfecta, pues no busco la perfección. Busco la virtud del estilo, su solvencia, su apremio en el lector. El tipo de historia que quise contar allí lo exigía así. Por eso mi consejo es uno solo: emoción y rigor hasta el final.
Entre la profesión y la necesidad, me quedo con la necesidad
R.M.: ¿Escribir es una profesión o una necesidad?
A.G.: Ambas cosas. Sin embargo, también escribo cuando voy por la calle o cuando miro con interés algún fenómeno humano o de la cultura. Ahí está la escritura, que no es solamente escribir. Entre la profesión y la necesidad, me quedo con la necesidad. De momento sólo aventuraría que uno es un escritor no por los libros, sino por otra cosa. Tal vez por la necesidad de las ficciones, que es un misterio, o por la hiperconciencia que tienes de que tu intercambio con el mundo termina en el lenguaje y no pasas de largo ante ese fenómeno sino que te quedas frente a él observándolo con curiosidad.
La falta de autenticidad. El aburrimiento
R.M.: ¿Qué es preciso evitar en literatura?
A.G.: Como bien conoces, cada texto tiene su índole, sus exigencias, sus límites y hasta su color y su relieve… ¿qué evitaría yo en literatura? La falta de autenticidad. El aburrimiento. El desaliño compositivo. Tres dificultades que son lacras que son estigmas de los que hay que huir siempre.
Identificaciones de la literatura
la literatura está muchísimo más allá, aunque la posesión de un oficio siempre “contamina”
R.M.: ¿Es la escritura una salvación ante la neurosis y la locura?
A.G.: Estás preguntándome algo tremendo, la interrogación es enorme. Mi modesta experiencia me dice que no. Cuando he tenido “problemas” —nada de neurosis ni de locura, hasta donde sé— la literatura lo único que ha hecho es potenciarlos en otra dimensión para que se transformen en cosas diferentes y así poder lidiar con ellos, de un modo más austero, tomando distancia. Así ocurrió mientras escribía Kashmir, o mientras escribía “Durando” (lo que llamo mis salmos paganos, en Cibersade). Es natural que ciertos sucesos de la vida “transiten” hacia la literatura. Pero hay que tener cuidado con eso porque necesitas conocer muy bien cuál es el momento adecuado del tránsito, que jamás es terapéutico. Si te enfrentas a eso antes de tiempo, fracasas. Me ha sucedido ya. Y si lo haces mucho después, notas que algo se ha esfumado. Una situación personal muy intensa no es ni con mucho, en el momento en que tiene lugar, la mejor “materia prima” de la escritura literaria. La pasión del amor puede llevarte, digamos, a escribir de inmediato textos llenos de delirios eróticos y fantasías lascivas. Ahora que tenemos el e-mail y los chats, esos contenidos son bastante comunes. Pero la literatura está muchísimo más allá, aunque la posesión de un oficio siempre “contamina” —hablo de toques de literariedad. Ahí tienes las cartas lujuriosas de Joyce a Norah. ¡Cómodamente lujuriosas! En la práctica de la literatura hay una fase de cálculos linguoestilísticos, una fase por la que uno debe pasar sin ensueños vitales contiguos ni angustias personales. O por lo menos debe uno ser capaz de apartar todo eso, o alcanzar a “disecar”, con el tiempo transcurrido, los ensueños y las angustias. Y sin embargo… no estoy seguro de la verdad de las afirmaciones que acabo de hacer. De ninguna manera. Porque la existencia y las excepciones vitales se imponen brutalmente cuando tienen que imponerse. Y ante ellas no hay literatura que valga.
Se trata, supongo, de mi vigilia ensoñada
R.M.: ¿Qué coordenadas encuentra entre sueño, filosofía y escritura?
A.G.: La densidad narrativa de los sueños, su holgura, su independencia y sus conexiones con la realidad de un texto —por ejemplo, lo que llamamos “realidad” de una trama, o sea, la convención por medio de la cual instauramos lo real dentro de una narración—, me permiten acceder con cierta facilidad a lo simbólico. A mí los sueños se me dan así. Con cierta naturalidad. Se trata, supongo, de mi vigilia ensoñada. Entro y salgo de ese “estado” sin mayores contratiempos. Y lo simbólico es un camino seguro para llegar a ciertas ideas que la filosofía ha convertido en dilemas metafísicos. Lo demás es escritura y la presencia —importantísima para mí, como ya dije— de un tono preciso, el tono que permite que todo fluya bien. Escenario ideal de/para todo esto fue Las potestades incorpóreas. La articulación entre sueño, filosofía y escritura era tan poderosa que nunca perdí el tono, a pesar de que extravié, durante un apagón, cerca de 20 páginas y me vi obligado no sólo a salir de esa angustia, sino a reescribirlas...
Escritura, sexo y placer, de acuerdo con la ordenación de tu pregunta,
forman un triángulo casi mágico.
R.M.: ¿Qué relaciones encuentra entre escritura, sexo y placer?
A.G.: Bueno, ahora mismo esa pregunta es el correlato de una especie de ignición creativa, porque en verdad nunca he escrito una novela dedicada por entero a una trama sexual o sexualizada, ¡y ya me lo he propuesto! De hecho acaricio algunas ideas básicas, de estructuración y diseño de atmósferas. Mi prosa de ficción y mis ensayos están llenos de sexo, es cierto, pero nunca he escrito nada donde el sexo “aparezca” en primer plano, o donde el vínculo del erotismo con el sexo constituya el eje central. Mi propósito sale de una obsesión: la fugacidad del sexo como mecánica material, y su permanencia, corrompida o enriquecida por el lenguaje, en tanto mecánica de las reminiscencias, sean mediatas o inmediatas. Lo maravilloso de ese asunto es que tienes sexo y mientras lo haces todo va amoldándose dentro de un dispositivo de activación y reactivación de reminiscencias, es decir, esa mecánica material se “desvanece” por momentos y se re-crea para desautomatizarse… y de pronto, casi sin saberlo, entramos ya en el ámbito de la ficción, la literatura, y nuestras percepciones se dramatizan de modo muy peculiar… Y quiero escribir “sobre” todo eso, dentro de una historia cuya trama sea la posterioridad reactivada del sexo en tanto relaciones de poder y sometimiento, pero no como las entiende el hardcore del sadomaso, sino en términos sentimentales, orgánicos y sociales… me refiero a una novela donde el núcleo sea el rizoma derivado del sexo, y donde no haya espacio ni tiempo… una novela “mental”, en torno a los pensamientos y sensaciones paralelos, mezclados, trenzados con desasosiego y dolor y deleite, pero justo allí, en ese intermedio que va de un grado de mecánica material a otro grado de mecánica material.
Hay personas que me preguntan por qué escribo tanto de sexo y la respuesta es sencilla: no sólo es el sexo, para mí y para mucha gente en el mundo, un reino lleno de misterios cruciales, sino que mi experiencia con el sexo es considerable sin ser desmedida o exagerada. Y si a eso adicionas el hecho de que he examinado con atención, durante años, un grupo numeroso de fenómenos ligados al sexo en la cultura —pintura y erotismo, literatura “galante”, memorias eróticas, cine ligado al sexo y al erotismo, fotografía y desnudo, pornografía, podrás comprender que el sexo, para mí, es un territorio tan fértil como el más fértil, tan oscuro como el más oscuro, y donde muchos gestos no son lo que parecen ni indican lo que indican, y, al mismo tiempo, llevan en sí mismos la perentoriedad de lo contradictorio porque en un punto poseen un sentido directo y, a continuación, son metafóricos y dibujan eso que Nathalie Sarraute llamó tropismos.
Escritura, sexo y placer, de acuerdo con la ordenación de tu pregunta, forman un triángulo casi mágico. Voy a tomarlo como un signo de que mi proyecto de novela “mental” está bien auspiciado...
No es que la palabra esté en crisis,
digo yo, sino que debe coexistir con ese poderoso mundo de imágenes
R.M.: La rapidez del cinematógrafo y de la internet… ¿cómo vincula este mundo de imágenes con la literatura? ¿Hay una crisis de la palabra?
A.G.: La crisis de la palabra es un dilema que se reitera sospechosamente y por algo será. No es que la palabra esté en crisis, digo yo, sino que debe coexistir con ese poderoso mundo de imágenes donde la internet es como una sobrenaturaleza replicante en forma de sistemas múltiples encadenados, y, por otra parte, el audiovisual, que es otra sobrenaturaleza replicante. Estoy especulando, como podrás entender. Ahora bien, sí estoy segurísimo de algo: la palabra no puede ser sustituida. ¿Por qué? Muy simple: cuando andas y desandas por esas sobrenaturalezas, lo que queda es el lenguaje, las palabras. Y nunca, por mucha rapidez que haya, por muchas imágenes que nos golpeen, en el cine o en internet, tendremos un instrumento mejor para discernirlas, atenderlas, entenderlas y comprenderlas que el lenguaje. El mundo es, por definición (y hasta por concepción), fonocéntrico, incluida la música. Porque incluso cuando intentas comprender la belleza o el significado posible de una polifonía de Bach —en las voces, las réplicas que ellas arman y las contrarréplicas—, terminas en el “absurdo” de emplear palabras para organizar esa matemática del sentimiento, que bien podría ser una sentimentalidad de la matemática, o de la simetría armónica, si es que lo que estoy diciendo posee algún sentido.
Yo veo mucho cine, de todo tipo. Y tengo mis preferencias: Godard, Jarmusch, Lynch, Jarman, Buñuel, Fellini, Hitchcock, Bergman, W. Kar-Wai, Hanecke, Pasolini, Ozon, Kim Ki Duk, Todd Field... Y hay cosas que tomo del cine. Por ejemplo, me interesa mucho la forma en que Jarman renuncia (sin renunciar de veras) al clásico emplazamiento espaciotemporal y lo sustituye por otra cuestión muy suya, muy Jarman-like. Hanecke es un genio del sentimiento moral, de Fellini absorbí un montón de cosas para “ejercer” el barroco, tengo diálogos que son Jarmusch-like, y sueños que son consecuencias de Lynch...
Sin lengua
Sólo podría conjeturar algunas situaciones concretas...
R.M.: Al llegar a EE.UU donde la lengua principal es el inglés: ¿cuál cree que fue la situación de los escritores cubanos que salieron de Cuba? ¿Cómo enfrentaron el hecho de haberse quedado “sin lengua”? ¿Qué cree de la literatura escrita “en el adentro” y “el afuera” de la isla?
A.G.: Sólo podría conjeturar algunas situaciones concretas... imagino que se trata, en alguna medida, de vivir por un tiempo largo en una especie de bisagra que articula español e inglés. Eso se ha explicado muchas veces y de diversas maneras. Pero lo cierto es que uno no se queda “sin lengua”. Habría que ver las condiciones de cada escritor, o sea, el conocimiento del idioma inglés y su capacidad para moverse en esa lengua. Puedes ser un escritor cubano en inglés, e incluso puedes ser un escritor norteamericano de expresión española. Un escritor cubano que llega a USA y se instala allí, carga en principio con un mundo de referencias que sólo tendrían sentido pleno en español, pero todo eso va matizándose porque te refieres a un proceso. Yo creo que, independientemente de la lengua franca, o la lengua básica de ese medio —el inglés—, lo más sensato es continuar siendo obstinadamente un escritor en español, ahora que el español se impone cada vez más como una lengua muy fuerte. Si se tratara de mí, sería bilingüe, pero selectivamente bilingüe porque hay textos que puedo escribir sólo en español, mientras que otros podría escribirlos en ambas lenguas, como Kashmir o algunos ensayos.
he visto que esa suerte de libertad creativa equivale a trascender (sin silenciarla)
la situación de ser “desarraigados”
No conozco bien, salvo de forma fragmentaria, la literatura cubana escrita fuera de la isla. Pero en general siento que esa situación que se llama de tantas maneras —éxodo, exilio, transterramiento— tiene un peso bien grande, de índole temática, en lo que se escribe. Aun así hay escritores que se mueven en otros ámbitos y cultivan una literatura más compleja en lo emotivo, lo sicológico y la armazón de los personajes, y he visto que esa suerte de libertad creativa equivale a trascender (sin silenciarla) la situación de ser “desarraigados” —caso de que lo sean de verdad, porque esa palabra es peligrosa— para acceder a algo más vasto, más ecuménico.
Dentro de la isla, para decirlo demasiado rápido, la literatura —me refiero a la narrativa, que es lo que me limito a observar con mayor atención— sigue estando en manos de escritores con ambición... Recientemente dije que los más creativos son los más jóvenes en términos de edad y en términos de algo que podría denominarse atrevimiento estilístico funcional —Antón Arrufat, Raúl Flores, Ena Lucía Portela, Jorge E. Lage, Ricardo Alberto Pérez, Anisley Negrín, Ahmel Echevarría, Orlando Luis Pardo, Rubén Rodríguez, Rogelio Riverón y algunos otros—, pues son, precisamente, quienes articulan mejor el trabajo del lenguaje con la singularidad de las historias y los personajes.
¿Será que de vez en vez soy, pues, un miembro del inxilio?
R.M.: ¿Cómo define el “exilio” un escritor, es decir, una persona acostumbrada a vivir diferentes exilios e inxilios, incluso, en su propia tierra?
A.G.: Esa es una cuestión que me da mucha curiosidad... No puedo hablar por otros, sino por mí. No soy, obviamente, un exiliado, ni un transterrado, ni siquiera un desarraigado material, ni pertenezco a la llamada diáspora, pero, tal como veo el asunto, la verdad es que escribiría Fake lo mismo en Shanghai, en La Habana o en Miami, y que Las potestades incorpóreas es, en su esencia, una historia que yo podría haber concebido en Atenas o New York, independientemente de algunas marcas de espacio y de tiempo que acaso emergerían con naturalidad de acuerdo con el ámbito sociocultural en que me encuentre... La Habana de Días invisibles quizás pudiera verse no como el aquí-ahora de la ciudad donde vivo, sino como La Habana contemplada desde Ciudad México o desde Buenos Aires... ¿Será que de vez en vez soy, pues, un miembro del inxilio? No lo sé. Lo que sí sé es que hay textos que escribiría siempre, lo mismo aquí, en La Habana, que en Madrid, Estocolmo o Berlín. Pero como todo hay que decirlo, diré también que he vivido unos días, por ejemplo, en Santorini... unos días que en mi mente devienen una vivencia de sacudimiento y sobresalto estéticos. Y eso da para una historia un tanto cosmopolita. Si me pongo a rememorar lo que vi e imaginé en la isla de Paros, volvería a mi relato “Mar de invierno”, o escribiría otro similar... Un escritor como yo, que ha escrito textos así, es, de cierto modo, un inxiliado. No perteneces a la mainstream, te sales de ella, renuncias a estar en ella. Pero sin duda alguna quieres expresar, al menos, un misterio emotivo y de carácter estético que se articula inevitablemente con la literatura, o con ese espacio que sólo la literatura es capaz de ocupar, de modo que no te importará mucho estar o no en la mainstream.
Me temo que te he respondido más desde el ángulo de la lógica literaria
R.M.: ¿Cuáles son los síntomas y gestiones de la literatura cubana e hispanoamericana (y cubana, claro) en el Siglo XXI?
A.G.: ¡Qué ambiciosa eres! Eso está muy bien. Y das por sentado que sé muchas cosas... Voy a intentarlo: entre los síntomas y las gestiones hay una actitud, una suerte de talante fundamental: que el texto, al fijarse, no abandone su condición de escritura, que es lo que está a punto de fijarse debido a su movilidad... y que toda esa “materia” sea congruente con dos problemas: el mundo interior como conjunto de hechos —es decir, lo que sucede en el proceso de percepción forma parte indistintamente de la acción, y se halla al mismo nivel de los hechos puros o externos— y el mundo exterior como lugar donde uno debería caber y ajustarse. Y si a todo eso le adjudicas una herencia, una tradición, ya tienes un panorama histórico de estos 10 años del siglo XXI donde lo primero que salta a la vista es otra renovación —¿cuántas más habrá?— de cierta zona de la vanguardia artística y literaria. Lo cual no quiere decir que la preeminencia de la historia —la trama, el relato— se haya terminado. Los narradores seguimos queriendo contar algo excepcional, o donde lo excepcional aparezca, o donde las excepciones sean el resultado de una mirada distinta.
Me temo que te he respondido más desde el ángulo de la lógica literaria, que desde el punto de vista de la historia, de lo real, de lo que ocurre de veras.
¿cuán real es lo real?
R.M.: Cuénteme del Premio Ítalo Calvino…
A.G.: La novela con que obtuve el premio, Las nubes en el agua, es un regreso a La Habana post-realista y transhistórica. La pregunta esencial allí: ¿cuán real es lo real?, tiene diferentes respuestas y está en el eje de una trama donde hay un hombre que investiga un crimen y se ve involucrado en lo delictivo hasta sumergirse en zonas punibles de eso que, con ambigüedad y vacilación, llamamos lo inmoral. Este personaje es, para colmo, un detective que colecciona obras de arte. Una especie de Humbert Humbert con Lolita y todo —una chica rarísima: no se sabe quién o qué es—, sólo que, a diferencia del personaje de Nabokov, este detective anda y desanda La Habana en busca de ciertas respuestas, y después hace algunos viajes, por el interior de la isla y más tarde por el norte de África, y por último vuelve a La Habana para cumplir con su destino... ¡Casi te he contado lo que ocurre!
Para decirlo rápido: Las nubes en el agua es a Capricho habanero, lo que una aproximación cubista sería a una aproximación barroca. Lo diré de otra forma. A partir de una trama como la que acabé de contarte, imagínate La Habana observada por el dueto Paul Klee-Giorgio de Chirico, cortejando a La Habana que podría observar el dueto James Ensor-Edgar Degas. ¿Te parece razonable o muy loco?
estoy sentado encima de una interrogación colosal
R.M.: ¿Una pregunta que siempre le haya martillado…? ¿Una posible respuesta para la misma?
A.G.: Muchas preguntas me inquietan, me martillan... Aunque parezco (o me has hecho parecer) un hombre con muchas respuestas, en realidad estoy sentado encima de una interrogación colosal. Y no me refiero sólo a la literatura, sino también, y principalmente, a la existencia.

Encuestas/Entrevistas © Rita Martin




10.26.2010

EL HOMBRE DEL VITRAL

El hombre del vitral de Sonia Díaz Corrales se presentará el miércoles 3 de noviembre, de 19:30 - 20:30 en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés, Ave 3 de Mayo. Santa Cruz de Tenerife, España.
Un fragmento de este libro se encuentra disponible en Grafoscopio


EN VENTA EN EL CORTE INGLES

SONIA DÍAZ CORRALES: EL HOMBRE DEL VITRAL

Ángela y el hombre infinito (Fragmento)

– ¿No dices nada?– No sé qué decir, Sandra.– Llevas una hora mirándolo sin decir nada.Ha amanecido por completo. Van a llegar Álex y los técnicos que vienen a limpiarlo. Descubrimos exclusivamente las partes que se están trabajando. Nadie lo ha visto en su totalidad, excepto Álex y yo, y ahora tú. El amanecer es el mejor momento para verlo.– ¿Cómo es posible que otras personas pinten o cuenten o construyan lo que uno sueña?
– ¿De qué hablas? Tenemos que cubrirlo ya.
–Espera…
– ¿Qué? ¿Vas a decir algo o no?
–Me pediste que te dijera dónde falla. ¿De verdad quieres saberlo?
–Sí…
–Es infinito, no se puede abrazar, no se puede abrazar el infinito. Un hombre que no se puede abrazar, que no abraza, ¿para qué se supone que sirve?
–Ese es el tipo de cosas que dicen los que se toman una botella de whisky. No lo es, no es infinito aunque no se pueda abrazar. Todo en él es finitud: ocho vidrieras, doce horas para volver a ver la luz del día siguiente, veinticuatro fotogramas para cada movimiento. Depende de la luz, depende de que los que le miren vean cosas en él, como un hombre común y corriente. Es pura repetición, como la vida. Solo es diferente en eso: no abrazará ni será abrazado, nunca dará o sentirá amor.
– ¿Tú lo sabes? ¿Yo lo sé? ¿Quién lo sabe? ¿Acaso el infinito no será una infinita repetición?
– ¿Qué es? ¿Qué dices?
–Es locura. Digo locuras. Y no me he tomado la botella de whisky sola. ¿O sí?
–Sí. Tenemos que cubrirlo ya.
–¿Y si le amara? Nada me lo impide. Soñaría con él como sueño con esos hombres de los cuentos. Soñaría un amor para nosotros, lleno de las cosas que son el amor.
–Está muy claro, no entiendo lo que haces.
Van a llegar y Álex se va a enojar mucho. Además, es de vidrio: no es tu tipo.
–Va desnudo y está lleno de cosas que decir.
Sí es mi tipo. Les he dado vida a otros hombres que apenas son fantasmas. ¿Quién dice que no podría dársela a él? Miraría a través de sus ojos, miraría para él. Soñaría el amor para él. A lo mejor, hasta le convencería para que se fugara conmigo y desapareceríamos juntos. Tú no tendrías más vitral, pero yo tendría el amor.
–Ángela, ¿qué dices? ¿Que podría desaparecer? Quizás podría desaparecer, pero no porque le convenzas para fugarse contigo. Si no me ayudas, no conseguiré cubrirlo antes de que lleguen.
– ¿Puedo tocarlo?
– Sí, pero con mucho cuidado.
– Desde luego.
– ¿Qué haces?
– Nada, te ayudo.
– Con cuidado, sigue.
–Ya está. Lo siento. En verdad debo haber bebido mucho.
–Ángela, ¿estás bien? Te has bebido casi una botella de whisky tú sola.
–Sí, pero estoy muy bien, me siento bien. Tanto como no recuerdo haberme sentido hace mucho tiempo.
–De verdad, ¿qué te ha parecido?
–Es infinito. Y sí es mi tipo.
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Sonia Díaz Corrales. Nació en Cabaiguán, Cuba, en 1964. Reside en Santa Cruz de Tenerife. Es poeta y narradora. Ha publicado los libros de poesía Diario del grumete (1996 y 1997) y Minotauro (1997). Sus poemas aparecen en las antologías Retrato de grupo (1989), Poesía infiel. Antología de jóvenes poetas cubanas (1989), Poetas del Seminario (1992), Un grupo avanza silencioso (1990), Mujer adentro (2000), Poesía cubana de los años 80 (1993), Poesía espirituana (1994), Anuario de poesía (1994), Mis barcos nuevamente (1996), Antología de décimas Canarias-Cuba (2000), Todo el amor en décimas (2000), y Puntos cardinales. Puente colgante. Antología de poetisas cabaiguanenses (2000). Ha obtenido los premios de poesía América Bobia 1982, Matanzas; Bustarviejo 1993, Madrid; y el Abel Santamaría 1997, de la Universidad Central de Las Villas, Santa Clara; así como menciones Caimán Barbudo, David de la UNEAC y 13 de Marzo de Universidad de La Habana. Su libro Los días del olvido, fue finalista del Premio de Poesía Viaje del Parnaso 2008.
Encuentre información relacionada con la presentación de El hombre del vitral en Grafoscopio.

10.22.2010

Premio Sajarov del Parlamento Europeo para el disidente cubano Guillermo Fariñas

Guillermo Fariñas se ha convertido en el tercer cubano en obtener el Premio Sajarov del Parlamento Europeo en un período de 8 años. Antes lo recibieron Oswaldo Payá (2002) y las Damas de Blanco (2005). Fariñas, psicólogo y periodista sostuvo una huelga de hambre de 135 días por la muerte de Orlando Zapata y ha recurrido a 23 protestas, un impulso a la democracia de un modo valiente, pacífico y reconciliatorio.    

10.21.2010

ESTRENO DE FLORES NO ME PONGAN. NOVIEMBRE 12, 13, 19 y 20


Una producción de AKUARA TEATRO

en colaboración con la

COMPAÑÍA TEATRAL HAVANAFAMA

Dirección

Yvonne López Arenal

ELENCO

MIRIAM BERMÚDEZ

E

YOAN VEGA


Música

Participación especial del maestro Aurelio de La Vega

Selección musical

Yvonne López Arenal y Mario García Joya

Diseño de escenografía

Arnaldo Simón

Producción

Alba Borrego

Asistente de dirección

Carlos Rodríguez

Diseño de luces e imágenes

Mario García Joya

Foto Fija

Iván Cañas

Realización de escenografía

Alejandro Galindo

Diseño de programa

Sandra Rincón

Notas al programa

Mayra Marrero

Diseño de vestuario

Julio Villegas

Luces y sonido

Equipo técnico de Havanafama

10.11.2010

Félix Luis Viera: El corazón del rey (Fragmento)


El conocido poeta, cuentista y novelista cubano Félix Luis Viera presentará en pocos días su novela El corazón del rey.  Y ya la crítica adelanta que, por la panorámica que traza y cómo lo hace, Félix Luis Viera parece haber escrito la tan esperada novela de la revolución. No, por el supuesto, en el  sentido que el discurso oficialista da a ese título, sino por ser la que mejor describe esa realidad, sin otra pretensión que describirla. (Además de este fragmento, conozca más de Félix Luis Viera en la entrevista que publicamos en línea: La palabra, el libro, editados ya sea en papel o en humo, no desaparecerán y/o acceda a la reseña La memoria de un hombre sin rostro escrita por Abel Germán)
En la casa de Magalí había un poema escrito a lápiz y con letra grande en el reverso de la puerta de la calle. Un poema que cuenta la historia de un negro que vende frutas (o vendía antes, porque ya entonces apenas había frutas que vender). "El negro Juan vende frutas todo el año", dice la primera línea. Es bastante largo, si lo lleváramos a páginas cubriría como cuatro. No tiene firma al pie y ella me ha dicho que allí en la puerta lo escribió durante una visita un poeta amigo de su ex marido; no recuerda el nombre del poeta, asegura. A veces yo me paso un rato inmenso mirando el poema desde el sofá; releyéndolo. He escrito versos que luego he quemado; cuando pienso en enseñarlos siento vergüenza y terror. A veces, cuando he estado un poco borracho o borracho total, le he dicho a ella que cualquier día escribiré un poema que superará a ése que está en la puerta; que es muy bueno sin duda. Por estos días a ella le ha dado por repetir que yo la tengo como un objeto, que ella para mí no es más que un tramo de deleite, una maquinita de goce. Y también por asegurar que yo soy uno de esos tipos que tengo muy bien marcadas dos personalidades; cuánto trabajo me costará llegar a escribir algo que sirva, ha dicho, porque ella lo sabe muy bien, lo ha estudiado: los tipos que tienen dos personalidades tan perfectamente definidas, casi nunca llegan a escribir lo que pudieran, puesto que no hallan el tono, se van del eje de un capítulo a otro, de un poema a otro, o aun de una línea a otra; casi nunca pueden lograr un estilo específico. Y si ella lo sabe bien se debe a que no es una maestra de literatura cotorra, como otras, que sólo hacen repetir y repetir lo mismo, no, ella sí tiene criterio propio, conclusiones propias, ella sí ahonda, ha dicho. Luego que se me pasa la borrachera me arrepiento, si me acuerdo o si ella me lo recuerda, de haberle dicho que un día superaré a ese poema escrito en el reverso de la puerta. Me falta valor y talento, me digo entonces. Ella está diciendo que esta tarde estoy muy nervioso, más nervioso que cuando me pongo nervioso. Lo que pasa es que vinieron muchos vendedores de contrabando a estar llamando a la puerta, proponían desde estropajitos de metal hasta champú hecho en casa, pasando por aceite comestible, papas, manteca, barritas para soldaduras, flores diversas, huevos criollos, pescado de mar, jugos en conserva, neumáticos de bicicleta, mango macho, blúmeres, caramelos de menta, arroz, tintes para el cabello, ¿de dónde pueden sacar todo esto?, y todo lo traen oculto en jabas, bolsas, catauros, empaques extrañísimos que acaban de ponerlo nervioso a uno. Estos vendedores invaden sobre todo desde ahí enfrente, desde El Condado, y son unos ladillosos terribles, quieren vender de a cojones. Y cuando los veo me recuerdan mi infancia, veo en sus caras signos que me recuerdan los míos. Para más suerte en la mañana terminé de leer una novela de la que no entendí nada, nada, una novela larguísima que estaba leyendo desde hacía días, y no entendí nada. De un escritor cubano del que he leído también unos poemas, que tampoco he entendido. Sin embargo, ahora afirman unos y otros expertos que ése es un escritor grande, que marcará pauta, dicen, que dinamitará los cánones y la historia de la literatura cubana. ¿Cómo no voy a estar nervioso? Si yo no entendí nada y tantos diestros de uno y otro sitio dicen que sí entienden, y que es grandioso eso que yo no entendí. Magalí estaba de "trabajo productivo" en una fábrica, armando cajas de cartón para el embale de las mercancías. Ella no ha leído a ese escritor, pero me promete que lo hará, que le preste los libros, y después me dirá. Llegó al atardecer. Pero esto no termina: me pongo a leer un tomito de entrevistas a escritores de diferentes países que me regaló Robertón y casi todos lo que hacen es, además de hablar de sí mismos, moler una angustia aplastante; aplastante para el que lee, quiero decir. Debe ser por eso que estoy nervioso. Pero no termino: comencé esa novela que ves ahí sobre la meseta del bar, de un escritor francés que nació aquí en Cuba, y es una jodedera monumental, necesité todos los diccionarios que hay en la casa y no me dieron abasto. Y éste sí se comprende, se entiende lo que ocurre, pero es un tipo que escarba y escarba en busca de esas palabras que se han solapado a lo largo de la historia. Digo yo. La novela de este escritor me hizo recordar a la Virgen de la Caridad del Cobre, menciona a la Virgen, y entonces me acordé que la Samaritana anda con un tremendo rollo: quiere ir a pedirle un encargo a la Virgen, me imagino que el encargo sea ése de encontrar a un hombre, ¿un hombre se puede decir?, que de verdad lo quiera, que le dé el amor que dice necesita, y para pedir el encargo a la Virgen tiene que ir muy lejos, a casa del carajo, a Santiago de Cuba. ¡Como está el transporte de pésimo, ¡¿me entiendes?! ¡¿Cuánto puede costar un viaje así con los choferes clandestinos?! ¿Cómo no voy a estar nervioso entonces? Y dicen varios escritores del librito de entrevistas: escribir mata, escribir es morirse lentamente día a día, apuñalarse a fuego lento diariamente, desangrarse con alfileres, es un camino perdido que no queda otro remedio que enrumbar porque uno está loco, y los locos no tienen culpa de su locura, ¿me entiendes?, más o menos eso responden algunos de esos escritores. Claro que uno tiene que estar nervioso con esos vendedores pertinaces y todos esos desastres de las lecturas de hoy. Si vas a ser poeta, si vas a ser escritor, lo serás, no te desesperes, dice Magalí, claro que con muchos sacrificios, muchas lecturas, muchas cohibiciones, muchas, y creo que es verdad lo que dice esa gente: es una profesión impagable, es cierto, pero oye, tienes que resolver eso de la doble personalidad tan acentuada. Porque los hombres son los que mandan, agrega, son los que tienen el poder, tienen el falo, son los que penetran, por eso mandan, desgraciadamente, son los que engañan porque tienen el falo, son los que engañan porque son los que atacan, los que toman la iniciativa, la ofensiva, y el que ataca, el que convida, el que propone, el que se muestra, es el que tiene la ventaja para engañar, desgraciadamente para nosotras las mujeres, que somos las penetradas, las que quedamos a la expectativa, es así. ¿Pero a qué viene eso ahora, Magalí, si estamos hablando de otro asunto? Es que ya casi nunca podemos hablar con calma, amor, son detalles que se me quedan, que no puedo hablar con nadie, que a veces comienzo a conversar contigo y se quedan truncos, lo que quiero decirte es que por eso la mujer nunca es culpable, por muy infiel, por muy ingrata que se las venga a dar al final, nunca es culpable, siempre es la engañada, siempre ha sido la engañada desde los prolegómenos, desde que un hombre se le acercó y le dijo la primera frase de amor aparente, ¿comprendes, amor?, ésta es la cultura occidental, es así, y si te digo esto es porque varias veces me has hablado del asunto y mi opinión se ha quedado en el tintero: una mujer nunca te va a engañar, ya tú la engañaste antes, siempre la has engañado, aun antes de conocerla ya la traicionaste, ¿me explico?, ¿sí?, porque las mujeres somos muy tontas y podemos creer que estamos engañando, pero según las ecuaciones de esta cultura lo que hacemos es engañarnos cuando creemos que estamos engañando a uno con otro, cuando entonces, en realidad, nos están engañando por partida doble, ¿ves, amor?, lo que quiero decir es que la mujer, por muy perversa que pretenda ser, siempre es la buena, desgraciadamente no tiene posibilidad para ser la malvada del cuento, ¿me explico? No, no entiendo, no entiendo nada, coño, qué filosofía te traes, Magalí, ni quiero entender, si es que estoy hablando de otro tema: es que si sabes que estoy muy nervioso por todas las causas que te he dicho, ¿por qué ahora, exactamente ahora, vuelves con eso de que te tengo como a un objeto, de que en verdad te puedo querer mucho, pero como se quiere a un objeto? Ella se levanta y toma de una de las gavetas de la cómoda un carné rojo con la forma de una libreta pequeña: es que por principios quiero mantener éste, dice acercándose y mostrándomelo. Es el carné que la acredita como miembro del Partido Comunista de Cuba. Oye, qué firma tan sencilla para un hombre con tanto poder, digo refiriéndome a la firma de Fidel Castro que está en el carné. No debí sonreír con ironía al decir esta frase, dice ella, el Comandante en Jefe Fidel Castro es por derecho propio el Máximo Líder de la Revolución socialista y merece respeto. Ya ella me ha soportado demasiados improperios contra la Revolución y el Comandante en Jefe, agrega, siempre con la esperanza de que yo, ojalá más temprano que tarde, comprenda las virtudes de la Revolución socialista. Por eso se molesta cuando presiente que yo la amo como a un objeto, dice, eso significaría que no tendré intención en "arreglar lo nuestro", ¿no he pensado yo en lo fabuloso que sería vivir juntos legalmente?, es que con esta relación tan ambivalente que llevamos todo está en peligro, ¿acaso no me ha repetido suficientemente que la moral socialista está por encima de todo y un día ella se verá obligada a decidir?, ¿no se ha cansado de repetirme que como militante del Partido ella tiene que ejemplarizar? ¿Cómo es posible que esto no me ponga nervioso y sí otras cuestiones?, pregunta luego de poner el carné en la mesita de noche y se queda mirando hacia el techo y pone una mano en mi vientre. Cuando llegó del "trabajo voluntario" yo estaba en la cama, pensando en las razones que me habían hecho pasar el día tan nervioso. Ella me saludó desde lejos argumentando que venía muy sudorienta y polvosa y se metió en el baño; pero hace días que el agua no corre por las tuberías permanentemente y yo tuve que ir a llevarle un cubo que tomé de un tanque para reserva que hemos conseguido. Salió del baño envuelta en una toalla, se metió en la cama y lanzó la toalla sobre la banqueta de la cómoda. Ya está bastante oscuro y prendo la luz de la mesita de noche. Aunque parezca serenísimo ahí acostado en la cama, ella me conoce bien, dice, y sabe que esta tarde estoy muy nervioso, ella me conoce bien, repite: tengo dos estadios de nerviosismo, uno evidente, medio patético, cuando aun me brinca el párpado del ojo izquierdo; el otro como ahora, una angustia que, como en calma, me anega, es el peor. Dice ella dejando de mirar al techo, poniendo sus labios en mi hombro derecho: dale, vamos, antes de que vengan Elva y Amarilis y sus maridos, que ya no deben demorar. Ya no te volveré a hablar de ese poema del tal "Negro Juan", le digo, porque he notado que cada vez que lo hago tu desvías la conversación, creo que tú, como yo, temes que de mis manos nunca salga un poema servible como ése escrito en la puerta, le digo sacándome los calzoncillos. Antes de que vengan Elva y Amarilis, reitera ella, una descarga de semen te calma los nervios y la melancolía, yo lo sé, es así. Me acaricia el pene de arriba abajo, luego sólo el bálano, con suma delicadeza, como si sus dedos más bien estuviesen exhalando en lugar de tocar. Luego masajea unos segundos como para una masturbación y a seguidas aplica la boca en el glande, lame, se introduce el pene en su boca hasta donde le es posible, y succiona, relame mientras con una mano no deja de masajear en la base. Yo me reclino y apoyo la espalda en la cabecera de la cama, oye, Magalí, a veces siento que me paso la vida diciendo disparates, ¿tú crees que sea así? Es que están al llegar Elva y Amarilis y sus maridos, responde ella mientras se pone a horcajadas, perpendicular a mi vientre. Agarra mi pene de la misma manera que quien toma un cuchillo para apuñalarse. Miro sus ojos negros, que se hallan entrecerrados. Su piel morena chasquea en la semipenumbra. Se clava. Penetrada en esa postura, como si cabalgara, con el frente hacia mí, hay solo una palabra para definir el movimiento que lleva a cabo: relampaguea.
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Félix Luis Viera Poeta
(Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945).
Poeta, cuentista y novelista. Ha publicado los poemarios: Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Premio David de Poesía de la UNEAC*, 1976, Ediciones Unión, Cuba), Prefiero los que cantan (1988, Ediciones Unión, Cuba), Cada día muero 24 horas (1990, Editorial Letras Cubanas), Y me han dolido los cuchillos (1991, Editorial Capiro, Cuba) y Poemas de amor y de olvido (1994, Editorial Capiro, Cuba); los libros de cuento: Las llamas en el cielo (1983, Ediciones Unión, Cuba), En el nombre del hijo (Premio de la Crítica 1983. Editorial Letras Cubanas. Reedición 1986. ) y Precio del amor (1990, Editorial Letras Cubanas); las novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la noveleta Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. Reediciones 2003 y 2005). El Premio de la Crítica es el mayor reconocimiento que recibe un libro en Cuba. Su libro de cuentos Las llamas en el cielo es considerado un clásico de la literatura de su país. Varias de sus creaciones han sido traducidas a diversos idiomas y forman parte de diversas antologías publicadas en Cuba y en el extranjero. En su país natal recibió diversas distinciones por su labor en favor de la cultura. Fue director de la revista Signos, de proyección internacional y dedicada a las tradiciones de la cultura. Su más reciente novela, Un ciervo herido -que aborda el tema de las Umap, eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción y, en realidad, campos de trabajos forzados establecidos en Cuba en la década de 1960-, ha recibido un notable reconocimiento de la crítica y de los lectores y ha circulado en España, Puerto Rico, México y otros países; durante cinco meses estuvo entre los libros más vendidos en Miami y recientemente ha sido traducida al italiano por la editorial L´Ancora del Mediterráneo. En Italia ha sido objeto de un notable reconocimiento de la crítica especializada, así como de los lectores. Recientemente ha concluido su novela El corazón del rey, que refleja los primeros pasos de la instauración del socialismo en Cuba, en la década del 60, y actualmente trabaja en el poemario La patria es una naranja, inspirado en la añoranza de su tierra natal y en sus vivencias en México, donde radica desde 1995. En México, ha colaborado en diversos periódicos con artículos de crítica literaria y de contenido cultural en general, ha impartido talleres literarios y conferencias, y asimismo se ha desempeñado como asesor de variadas publicaciones periódicas.

La palabra, el libro, editados ya sea en papel o en humo, no desaparecerán


(Entre 15 y 20, Rita Martín entrevista a Félix Luis Viera)

El conocido poeta, cuentista y novelista cubano Félix Luis Viera presentará en breve, el 20 de octubre, su más reciente novela El corazón del Rey, publicada por la Editorial Lagares. Sede: Centro Cultural José Martí de la Ciudad de México D.F., México. Nos place invitarlos no sólo a esta entrevista con el autor sino a leer también un avance de El corazón del Rey en nuestro Grafoscopio. Para ello, pique en el enlace y disfrute de una prosa fuerte, extensa (515 p) y de calidad: El corazón del Rey que ya cuenta con una reseña crítica de Abel Germán:  La memoria de un hombre sin rostro.

Razones para la escritura
el escritor escribe por lo mismo que el canaricultor cría canarios
R.M.: ¿Por qué se escribe o qué significa escribir?
F.L.V.: Al menos yo escribo porque es lo que sé hacer con regular o poca fortuna, depende del lance. O no sé si debo decir que es lo que me gusta hacer. Del mismo modo que a un deportista, un cantante, un cosmonauta, un pintor o un compositor les gusta lo que hacen. Con esa pasión se nace creo. Bueno, escribir significa tanto que para qué decirte. Ya muchos autores han dado respuestas inteligentes. Para mí, entre otras razones, significa rebelarme contra algo, a la vez, claro, que alabo lo contrario. Pues nada, cada loco con su asunto, el escritor escribe por lo mismo que el canaricultor cría canarios.
el origen como simiente, génesis o algo así– es muy difícil de precisar
R.M.: ¿Cuál fue el origen de libros tales como En el nombre del hijo y Las llamas en el cielo?
F.L.V.: Coincido con quienes afirman que el origen de los libros –el origen como simiente, génesis o algo así– es muy difícil de precisar. En el caso de los dos libros que refieres, ambos de cuento, los escribí luego de haber quemado –literalmente– cinco anteriores. Algunas personas que leyeron estos originales (los quemados) decían que eran publicables. Pero yo "sentía" que no había hallado mi registro narrativo. Creo que en estos dos libros que aludes lo agarré al fin. El mundo de ese barrio que resulta en escenario de estos dos libros, era mi mundo creador en esa etapa. Hoy, desde el punto de vista sentimental, sigue siendo mi mundo. Las llamas en el cielo (1983) se demoró seis años en publicarse. Decían, quienes decían lo que había que decir, que tenía "problemas ideológicos".
la novela trata de aportar para que los investigadores que vendrán no pierdan su tiempo en las hemerotecas
R.M.: ¿Por qué Un ciervo herido? Hablemos un poco de su última novela El corazón del rey.
F.L.V.: Quizás ya he dicho demasiado sobre esta novela (y en cuanto a la otra no digas "la última", que eso sabe a féretro, mejor di la más reciente). Nada, como otros asuntos que cualquier escritor se cree en capacidad de escribir. Lo más difícil de Un ciervo herido –ya lo he dicho– era encontrar el narrador. Treinta años después del "suceso", se me ocurrió que debía ser un narrador muy subjetivo. Sólo así, en mi opinión, se podría llevar a cabo un relato donde las tragedias resultarían tan abundantes que se harían comunes.
El corazón del rey, extensa, con varios planos narrativos que creo que, quien así lo quisiera, los podría leer por separado, se desarrolla en la década de 1960, durante ese período de la implantación a la fuerza del "socialismo real" en Cuba. La novela en buena medida cuestiona la "ideología" socialista, pero creo que de manera no panfletaria. Son varios los personajes principales, los cuales se repelen entre sí porque los separan "barreras ideológicas" o "éticas". Está Robertón Pérez, el cabrón de la vida; la Samaritana, un homosexual muy humanista; la "revolucionaria" intachable; el fanático; otro que no entiende nada pero trata de ir adelante, y así. Varias historias se entrecruzan, claro, y viene a ser además un fresco de las costumbres de aquella época, y de la pérdida de éstas a partir de los cambios "revolucionarios". Se desarrolla en Santa Clara, en sus calles, sus bares, sus parques, sus hoteles de paso, los prostíbulos cerrados por decreto. Me demoré mucho tiempo en esta obra, que reescribí tres veces. La comencé el 14 de abril de 1990. Es muy difícil lo que me propuse: entre otros objetivos, abordar eso que me ha dado por llamar la "épica cotidiana" en el socialismo cubano. A un escritor de más talento que yo le hubiese quedado mejor. ¿Te imaginas qué encontrará sobre aquella época en las hemerotecas un investigador en el futuro? Nada, la felicidad de un pueblo honrado y trabajador guiado por su comandante invicto y victorioso. La novela trata de aportar para que los investigadores que vendrán no pierdan su tiempo en las hemerotecas.
hay otros autores que escriben muy bien y que son tocados con ese misticismo, de modo que hay considerarlo
R.M.: ¿Cómo describiría el proceso creativo en Ud.? ¿Se debe hablar de inspiración o de espiración?
F.L.V.: Yo le llamo excitación, eso de estar tomado, obsesionado con un idea. Una excitación como otras que existen. La inspiración no existe para mí. Al menos esa inspiración de pajaritos que cantan al oído y hadas que te indican el camino. Yo nunca he sentido eso. Pero hay otros autores que escriben muy bien y que son tocados con ese misticismo, de modo que hay considerarlo.

Soledad y multiplicidad
los malos momentos –¿pantalla en blanco, verdad?– yo los invierto en leer
R.M.: ¿Existen condiciones específicas para que el creador pueda trabajar o son mitos? ¿Cómo supera los malos momentos de bloqueo o página en blanco?
F.L.V.: Cada cual necesita –o se adapta a– situaciones distintas, según he podido comprobar. Los malos momentos –¿pantalla en blanco, verdad?– yo los invierto en leer. La excitación llegará en cualquier momento. Y si un día no llega por fin, será porque ya se acabó el play; y entonces, qué le vamos a hacer.

lo cierto es que uno puede ser o tener varias "otredades". Al menos a mí me ocurre
R.M.: Borges señala una Otredad múltiple en Borges y yo. ¿Cree Ud. en esta multiplicidad de yo en el escritor o una otredad que se sabe y no se alcanza a definir?
F.L.V.: Hay muchas cosas que no se alcanzan a definir, lo mismo hechos de nuestra vida individual, digamos, que asuntos universales como el amor entre dos seres –dos seres que no son familiares entre sí, quiero decir, y que, esto es lo más hermoso, hacen comunión entre ellos–. Lo cierto es que uno puede ser o tener varias "otredades". Al menos a mí me ocurre.

Oficio
nunca se acaba un libro, "se abandona", como dijo alguien
R.M.: Pensemos en estas acciones: escribir, destruir, corregir, editar… ¿Qué es preciso evitar en literatura? ¿Cómo alterna Félix, el poeta, los géneros poesía/narrativa?
Sobre todo corregir, y volver a corregir. Aun cuando el libro está impreso uno quisiera aplicarle correcciones, variantes. Y si hay una segunda edición allá vamos para afinar de nuevo. Nunca se acaba un libro, "se abandona", como dijo alguien.
F.L.V.: Evitar salirse de lo que algunos llaman registro, otros voz y mundo, otros tono, pero que finalmente no queda muy claro. Es decir, algo que te identifica como autor, un mundo que es el que te corresponde. Y no hablo de un mundo "físico", claro, sino de algo en donde se imbrican contenido, estilo, otras expresiones de la forma y mucho más. Si uno se sale de eso, por cualquier autocensura que se imponga, el producto queda muy por debajo de las posibilidades. Hay un sello que identifica o debe identificar a un autor, y se nota cuando se sale de los carriles que lo conducen a esa "individualidad". De modo que un autor no está capacitado para determinada anécdota, como si lo está otro. Porque hay anécdotas, contenidos, líneas temáticas o lo que sea que no "pertenecen" a determinado escritor, si bien, con oficio, las puede abordar y sacarlas adelante con suficiente decoro, pero nunca alcanzará lo mismo que cuando se desenvuelve en su "mundo natural".
en la medida en que un escritor se desarrolla puede ayudar mucho en cuanto a la edición
R.M.: Hablemos del Félix editor.
F.L.V.: Bueno, poco tengo que decir, creo que en la medida en que un escritor se desarrolla puede ayudar mucho en cuanto a la edición –de libros de creación–. Pienso que toda obra requiere de la evaluación de un editor, de un editor-escritor si es posible, o de un editor que aunque no sea creador, tenga ese ojo para ver dónde falta, dónde sobra, dónde debe variarse; este tipo de editor es un artista igual que el autor del libro, y ya casi no quedan tipos así.
En este campo no he realizado muchas labores, pero me siento satisfecho por lo realizado. Creo que las mismas condiciones hay que tener para editar revistas, si bien en un orden más pragmático, puesto que éstas tienen un perfil, un público a quienes van dirigidas, una razón preconcebida. Aquí hay una norma a la cual hay que atenerse.

Identificaciones de la literatura
Más bien es una neurosis y una locura
R.M.: ¿Es la escritura una salvación ante la neurosis y la locura?
F.L.V.: No. Yo no lo creo. Más bien es una neurosis y una locura.
Soñando andamos siempre, quizás todas las personas, no sólo los creadores
R.M.: ¿Qué coordenadas encuentra entre sueño, filosofía y escritura?
F.L.V.: Soñando andamos siempre, quizás todas las personas, no sólo los creadores. La Filosofía ayuda mucho en todos los sentidos, si bien nos llega a desesperar, como "asignatura" quiero decir, a quienes somos sólo sus consumidores. Y en verdad hay máximas filosóficas que están por encima de mi inteligencia. Hay tantas obras literarias de reflexión filosófica –basadas en lo innato, no en una escuela o tendencia filosófica– que resultan formidables. Hay mucha correspondencia entre una cosa y otra. Pero figúrate, los comunistas quisieron meterle el materialismo histórico a la creación y ahí se jodió la cosa. Bueno, me da por pensar en lo que muchos llaman la "filosofía de la vida"; de aquí brotan innumerables argumentos interesantes. Recuerdo ahora que Freud no gustaba en buena medida de los filósofos, decía algo así como que eran unos charlatanes; no sé por qué.
¿Querrás preguntar el placer del sexo?, ¿el sexo como placer?
R.M.: ¿Qué relaciones encuentra entre escritura, sexo y placer?
F.L.V.: ¿Querrás preguntar el "placer del sexo?, ¿el sexo como placer?
Creo que la escritura es una mezcla de placer y angustia. Un castigo divino o algo así. No encuentro ninguna relación básica entre los tres elementos. El sexo como recurso literario puede estar en una obra, claro, pero eso es otra cosa. La relación más terrible es la de amor-sexo. Pero nadie la podría explicar, y eso es lo bueno. Entonces uno piensa que cuando los amantes ya son viejitos, y ya no tienen sexo, ¿qué los une entonces? No sé. Tal vez el sinsentido de separarse a esas alturas de la vida.
la palabra, el libro, los distintos géneros literarios, editados ya sea en papel, en humo, en lo que fuera, no desaparecerán
R.M.: La rapidez del cinematógrafo y de la internet… ¿cómo vincula este mundo de imágenes con la literatura? ¿Hay una crisis de la palabra?
F.L.V.: El cine no me gusta, es algo irreal; la ficción literaria es real. No hay crisis de la palabra en el sentido de que ahora, con la internet, quizás se lea menos en "impreso", tanto libros como periódicos, etc., pero existe más poder de selectividad, uno puede leer, ahora mismo, un texto que se publicó, ahora mismo, a 30 mil kilómetros de distancia. De modo que hay más libertad, más libertad para escoger.
Al menos en Estados Unidos ya comienzan a tomar fuerza las editoriales que dan a conocer sus obras mediante el libro electrónico. Las utilidades –en dinero, quiero decir– para estas editoriales, y para sus autores, son mayores que en el caso de las editoriales "tradicionales". Y el precio de los libros es mucho más bajo. Sólo se trata de tener un banco de datos con los lectores en potencia de las obras de tal contenido y tal estilo y enviar la promoción. Esto se halla en ciernes, pero yo le veo futuro. Claro, leer en papel es lo más placentero que hay; pero tampoco podemos asegurar que, con el desarrollo de la tecnología, no sea posible hallar una forma igual de placentera sin "papel" de por medio.
Algo que quizás resulte paradójico es que con la globalización y la tecnología, la creación literaria se está regionalizando; tal vez sea porque la propia tecnología –que incluye el avance en la producción de libros impresos– ha permitido que muchas más personas se informen sobre el hecho aquí y allá y los creadores puedan dar a conocer sus libros en pequeñas editoriales, con tiradas pequeñas. Así, puede ocurrir que uno o varios autores, por su indudable calidad, se destaquen en una región determinada, lo cual no obsta para que posteriormente trasciendan las fronteras.
Cuando apareció la televisión se decretó la muerte del teatro, la danza, los conciertos, etc. No fue así. Y la palabra, el libro, los distintos géneros literarios, editados ya sea en papel, en humo, en lo que fuera, no desaparecerán.
Hay tropos, ya lo sabemos, que no tienen ni una sola palabra en sentido figurado, y son tremendos
R.M.: Y un poco más allá, pero vinculado con la pregunta anterior: de la imagen, ¿qué le interesa como escritor? ¿Tiene algún concepto o definición propia de la misma dentro de su escritura?
F.L.V.: La imagen poética, la metáfora, el tropo –creo que sobre todo a eso te refieras-, pues tiene que ver con la personalidad del escritor, con su enjundia más bien. Hay quien la utiliza porque está en su Yo creador, hay quien trata de hacerlo forzado y no le sale. Hay tropos, ya lo sabemos, que no tienen ni una sola palabra en sentido figurado, y son tremendos. Nada, esto como otras cosas en la creación, llega, no se busca.
Pero chica, en otro aspecto, es la "imagen" lo que se ha impuesto en los últimos tiempos, después que se "inventó" una cosa tan banal como el videoclip. El mundo está jodido porque la gente ya no le "exige" a un cantante o a una cantante que cante, sino que tenga una imagen "bonita" o sexy (qué palabra tan cabrona), y que sus movimientos sean eso, erógenos, o espectaculares o llamativos en fin. Siguiendo con el tema de la música, fíjate que hasta las orquestas hacen su videoclip, y se supone que las orquestas no son para mirarlas ejecutando coreografías –que a veces dan pena, porque alguno que es zurdo bailando se va de banda–, sino para bailar con ellas en vivo o de alguna otra manera, pero no para "verlas". Así, podemos tomar como ejemplo a una señorita colombiana que berrea de arábiga manera, pero es hermosa, erógena, etc., y tiene muchos seguidores, y mucho dinero. El mundo occidental está en ruinas porque admira a una cantante que berrea. Y hay en México algún otro ejemplo, otra señorita que nunca en su cabrona vida ha cantado, pero llena los foros porque tiene esa capacidad para lucir bien, moverse bien y calentar a unos y proporcionarles no más que envidia a otras (porque muchas mujeres que admiran a "artistas" así, las admiran sin darse cuenta que es envidia lo que sienten); nunca ha cantado, te digo, y lo terrible no es que ella crea que canta, sino que se lo crea la gente. Sigo con esta "cantante" azteca: una vez intentó cantar en vivo, a pecho limpio, y por poco se le sale el útero por la boca. Permíteme desahogarme y poner otro ejemplo, pero esta vez de un varón (para no discriminar a la mujer, además): un cantante español, también famoso por la imagen, que se pasa todo el trayecto de una canción diciendo esencialmente "te amo", y cómo chilla este asesino. Todo esto se lo imponen a uno en dondequiera que vaya, y en las guaguas no hay escape, hay que meterse de todas formas a estos mercachifles En fin, la imagen, que ya, como sabemos, se sobrepone aun a las letras de las canciones, porque creo que personas como tú, Rita, coincidirán conmigo en que las letras de estas canciones son, en una agobiante mayoría, pura mierda. Pero la gente sigue a estos cantantes que no cantan y balbucen letras de hojarascas porque la sociedad occidental está descojonada. ¿Tú te imaginas a Pedro Vargas, con aspecto de indio y un cuerpo más bien cuadrado, pero con una voz fantástica, en estos tiempos? Estaría jodido, no habría manera de que se insertara en la nueva onda. Bueno, los que lean esta respuesta pueden quejarse de que el asunto de la imagen se lo dediqué casi todo a los cantantes, las cantantes, la música pop. Con toda intención, porque estas personas no pasarán a historia alguna haciendo esa mierda que gorjean, pero me jode que el mundo –occidental, debemos puntualizar siempre– esté tan excrementizado que estos tipos y tipas vivan como la Carmelina del cuento mientras los poetas se la tienen que chupar. Será envidia de mi parte, quizás; o resentimiento. Me da igual. Ya sé que el mundo no es justo, así que no sé por qué me encabrono con esto.

Fuera del juego
no puedo decir que un libro, una novela, por ejemplo, sea capaz de derribar una dictadura como la cubana. Pero al menos la afloja; de lo contrario ellos no le tendrían tanto terror a la literatura, o a la creación literaria
R.M.: Parto del criterio de que toda escritura es subversiva pero ¿podría ahondar en este concepto y en la relación de escritura y poder bajo regímenes totalitarios?
F.L.V.: En los regímenes totalitarios, ya lo sabemos, se censuran los libros que atacan al poder, o no se avienen con el Dogma en todos sus matices, como es el caso de Cuba. Es decir, el estalinismo creo que es el régimen más censor que ha existido, lo cual demuestra, entre otras cosas, su debilidad. Yo no puedo decir que un libro, una novela, por ejemplo, sea capaz de derribar una dictadura como la cubana. Pero al menos la afloja; de lo contrario ellos no le tendrían tanto terror a la literatura, o a la creación literaria. Pues resulta que un libro se mete por aquí y por allá, y así no pueden ellos prever su alcance. Un cañonazo es otra cosa, se ve venir, se ve de dónde viene y ahí va el contraataque. Y por otra parte, ya tú sabes que las dictaduras comunistas, como la que impera en Cuba, no sólo les temen y censuran a los libros "contestatarios", sino además a los que se apartan de su filosofía materialista y atea. De la misma forma que censuran las letras de canciones o los dramas que tiendan al idealismo o el misticismo, etc.
Habría que buscar con pinzas muy finas alguna pieza literaria que no fuese subversiva en un sentido o en otro. Las que alaban a un tirano, por ejemplo, subvierten el orden igual que las que lo atacan. Cuando César Vallejo dice "Esta tarde llueve en Lima como nunca /y no tengo ganas de vivir, corazón", está escamoteando el concepto bíblico del sentido de la Vida. Si te fijas en Madame Bovary, a lo largo de toda la obra corre un quejido contra una sociedad pazguata. Bécquer se olvida del alcance de Dios cuando dice adorar a una mujer "ciego, absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante un altar". Nicolás Guillén –salvando las distancias– da muestra de un exclusivo sentido de la venganza cuando escribe "no me dan pena los burgueses vencidos". Si escribes un poema que diga "su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos", estás dándole de lado, aunque no fuera en sentido literal, a los cuerpos que no son "claros". Y así, hasta el infinito. Es indefectible tomar partido, aunque aparentemente no se note, hacia uno u otro camino. Quienes dicen que en sus obras no abordan la "política", a mi modo de ver, se equivocan. Víctor Hugo, Tolstoi, Dickens, no escribían de política, pero más políticas no pueden ser sus obras.
Sin lengua
aquí hablan español, pero hay que adaptarse a un sinfín de palabras que no significan lo mismo que en Cuba
R.M.: Al llegar a México, Ud. tuvo la posibilidad de seguir comunicándose en su lengua, algo con lo que no cuentan los escritores cubanos radicados en otros países de lengua no española. Sin embargo, ¿qué otros problemas relacionados con la comunicación enfrentó Ud.?
F.L.V.: Bueno, aquí hablan español, pero hay que adaptarse a un sinfín de palabras que no significan lo mismo que en Cuba. Y que si no "copias" rápidamente la diferencia de significado, puedes buscarte problemas o serios contratiempos.
Valorando la comunicación como algo muy amplio hay que tomar en cuenta, sin duda, la idiosincrasia de un pueblo determinado. Aquí me tropecé con un concepto de la (im) puntualidad que difiere mucho del de Cuba. Asimismo, con un sentido de cumplir con lo prometido que también es muy distinto del de la Isla. Y siempre o casi siempre cierto suspense para obtener una respuesta o el resultado de alguna gestión. En lo que se refiere al ámbito intelectual, específicamente al literario, no hay nada más parecido que Gengis Kan contra Gengis Kan, es del carajo.
eso de "emigrante económico" es un eufemismo
R.M.: ¿Cómo define el "exilio" un escritor, es decir, una persona acostumbrada a vivir diferentes exilios e inxilios, incluso, en su propia tierra?
F.L.V.: Yo me adhiero a lo dicho por José Martí: "No hay patria en tierra ajena". No todas las personas ni todos los exilios son iguales, claro. Cuando alguien decide exiliarse es porque ya no resiste el inxilio, algo terrible también. Como he dicho en otras oportunidades, en la época moderna todos los emigrantes son políticos, eso de "emigrante económico" es un eufemismo. Quien emigra de su tierra lo hace por causas políticas; o sea, la política existente en su país siempre será la causante de que la economía esté en crisis y los hombres tengan que marcharse del lugar en donde nacieron y crecieron. A esto, naturalmente, hay que agregar la falta de libertades, como es el caso de Cuba. Si hoy en Cuba hubiese una economía floreciente y los ingresos del ciudadano fuesen decorosos para vivir "materialmente" bien, la gente también se iría. Si tienes a un pájaro en una cómoda jaula, lo alimentas bien y le designas un superdotado veterinario, no lo dudes: en cuanto el pájaro tenga un chance se va pa´ l carajo en busca de la libertad, donde pueda cantar lo que le dé la gana, no lo que quiera el dueño y a la hora que le convenga al dueño. En fin, la razón del exilio siempre será política. Refiriéndose al exilio, Nazim Hikmet escribió: "Pero ni aún la casa de un hermano / podría hacer olvidar la casa propia".

Antes de terminar
¿no hay impiedad suficiente cuando a una madre le arrancan a su hijo adolescente y se lo llevan para un sitio que nadie sabe dónde está, y no tiene derecho la madre a saber nada?
R.M.: Me perdona la falta de brevedad de esta pregunta; pero hay lectores extranjeros (y aun cubanos) que desconocen del siguiente tema: Ud. es de los pocos escritores cubanos que ha tratado en su crítica y en su ficción el tema de los campos de concentración (conocidos como UMAP) en la década del sesenta (de 1965 a 1968). Me gustaría entonces ensayar un espectro histórico dado que la isla de Cuba sufrió los primeros campos de concentración en el siglo XIX con el general español Valeriano Wayler (quien dicho sea de paso, inspiró a Adolfo Hitler). ¿Cuáles serían las razones para que un círculo histórico se haya cerrado y cumplido en un mismo punto a menos de 100 años? ¿Por qué la indiferencia del mundo occidental? ¿Cómo el mismo fenómeno se denuncia y rechaza como suceso en Alemania, pero ni se menciona para la Isla caribeña? ¿Qué explica la mala memoria para Cuba y sus ciudadanos?
F.L.V.: En realidad, ni lo de Wayler (¿estará bien así el apellido?, mi maestra de Historia escribía Weyler) ni mucho menos lo de Hitler, ni tampoco lo de Stalin ni los Galones Negros de Checoslovaquia se podrían comparar con las Umap de Cuba, que estarían inspiradas en algo de lo anterior pero no llegaron, ni en tiempo ni en niveles de crueldad, a aquellas expresiones de discriminación.
Nada, las cosas suceden porque suceden las condiciones o las casualidades. De no haberse implantado en Cuba el sistema comunista no se hubiera cumplido un ciclo en el mismo punto en menos de 100 años. Las Umap sólo duraron tres años, será por eso que no trascendieron como los otros fenómenos que tú citas. Asimismo, en más o menos su año y medio o dos años finales, las condiciones fueron cambiando para bien de los que estaban allí confinados. Por otra parte, el gobierno se cuidó mucho en mantener en el mayor secreto posible el tema de las Umap.
Se sabe que las condiciones cambiaron, como decía, sobre todo porque fueron detectados estos campos de trabajo forzado por aviones espías estadounidenses. Pero también algunas voces se alzaron en el extranjero cuando la "noticia" se corrió por medio de uno u otro laberinto.
Aun así, ¿no hay impiedad suficiente cuando a una madre le arrancan a su hijo adolescente y se lo llevan para un sitio que nadie sabe dónde está, y no tiene derecho la madre a saber nada? Sólo con eso basta para situar a las Umap en el pedestal de lo inhumano.
Y otro detalle amargo: quienes salían de las Umap tenían que arrastrar ese "expediente" toda la vida; como si en lugar de haber sido víctimas continuaran siendo una especie de "victimarios". Ese "baldón" aún lo arrastrarán, en caso de que todavía vivan en Cuba, hasta la muerte. Les "sale", como una mancha, en cada "proceso evaluativo" de su persona que lleve a cabo el gobierno. Esto no lo entiende nadie.
ni el mejor de los babalaos literarios podrían responder con justeza esa pregunta
R.M.: ¿Cuáles son los síntomas y gestiones de la literatura hispanoamericana en el Siglo XXI?
F.L.V.: No, no sé. No creo que nadie pueda responder esa pregunta con propiedad, nadie puede abarcar tanto. Por ejemplo, yo no sabría decirte cómo anda la literatura de Ecuador. Creo que ni el mejor de los babalaos literarios podrían responder con justeza esa pregunta.
la literatura erótica no existe
R.M.: ¿Ensayamos una definición para literatura erótica u homo-erótica?
F.L.V.: Ya lo he escrito por ahí: la literatura erótica no existe. El erotismo es un recurso dentro de cualquier obra literaria. Que en algunas piezas literarias haya más erotismo que en otras no significa que estas obras resulten un género aparte. Eso es un invento para el bien de algunos. La literatura homo-erótica no es más que el mismo drama, el mismo o los mismos temas eternos si bien sea otra la orientación sexual de sus personajes. Es lo mismo, la pasión, el amor, la traición, la muerte, el olvido, la lealtad, etc.
me sigo preguntando
R.M.: ¿Una pregunta que siempre le haya martillado…? ¿Una posible respuesta para la misma?
F.L.V.: ¿Será la casualidad, madre de que tantos destinos, vidas, sociedades cambien, algo totalmente –totalmente, enfatizo– del "más acá"? No sé, me sigo preguntando.
Encuestas/Entrevistas © Rita Martin