5.31.2012

ROGER SANTIVAÑEZ: LIMA 2012: MEMORIA DE UNA FIESTA DE POESIA


Testimonio personal de Roger Santiváñez
Collingswood, New Jersey, mayo 2012

Llegué a Lima procedente de Nueva York muy temprano en la mañana del jueves 29 de marzo pasado. Mientras me inscribía en el mostrador del Hotel Bolívar me encontré con Rodolfo Hassler, a quien conocía por intercambio epistolar cibernético. Rodolfo, con su dulzura de siempre, me presentó a Francis Catalano –canadiense- y a Leonardo Martínez de la Argentina, quien –ipso facto- me hizo entrega de un libro suyo. La poesía lo recibía a uno desde el primer instante. Este sería el aire que se respiraría durante los cuatro días del Primer Festival Internacional de Poesía de Lima, organizado por el poeta, traductor y profesor Renato Sandoval Bacigalupo y un eficaz equipo de jóvenes.


       Por la tarde me tocó re-encontrarme con mi viejo amigo y profesor el poeta peruano Hildebrando Pérez.  La cita fue en el Cordano –mítico bar de Martín Adán y escenario de su famosa reunión con Allen Gisnberg en 1961- frente a la Casa de la Literatura Peruana, donde estábamos programados para leer. Compartimos la mesa con Manuel Pantigoso, Julio del Valle (peruanos) , Teódulo López (venezolano)  José María Memet (chileno), Jordi Doce (español) y Carl Lacharité (canadiense). Celebro con los viejos amigos Julio León, Lucho Luyo, Fernando Obregón y la joven poeta Erika Meier.

       Más tarde en la noche asistí a un evento especial organizado por Piero Bustos y Jorge Acosta en el Centro Cultural El Averno de la bohemia calle Quilca para leer poesía y espectar el Teatro de Grupo de Fabiola Alcázar y escuchar a la banda de rock-fusión andina Delpueblo. Por allí vi aparecer en algún momento al poeta mexicano Marco Antonio Campos con su característica gorrita rodeado por la efervescente marea contra-cultural que se da cita en El Averno. Y tambien al poeta colombiano Luis Eduardo Rendón acompañado por la musa y poeta peruana Nora Alarcón.

       Al día siguiente me tocó desayunar con Jotamario Arbeláez y Marco Antonio Campos. Para mí una gran emoción volver a ver al autor de Mi reino por este mundo –uno de los más brillantes nadaístas colombianos de los 60s- Jotamario, a quien le profesaba –y todavía- afecto y admiración por ser –junto a Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar (X-504) y Armando Romero- de los más importantes poetas de aquel maravilloso y radical Movimiento Nadaísta, que –desde mi adolescencia- me ayudó a configurar lo que sería –ya en los 80s- el estado de revuelta poética denominado Movimiento Kloaka. Marco Antonio Campos –afable siempre- me interrogaba sobre El Averno, mientras discurría la suave mañana limensi sólo interrumpida  por los agudos bocinazos de los autos que llegaban a nosotros –de rato en rato- desde La Colmena.

       El viernes desde la media mañana ya estaba todo el mundo en la abovedada rotonda principal a la entrada del hotel, esperando el momento de salir hacia las locaciones de las lecturas. Comparto con José María Memet, conozco al colombiano Ramón Coté. Gran re-encuentro con Juan Carlos Mestre y conocimiento de Verónica Zondek. Veo a Domingo de Ramos y a Carlos Lopez Degregori. Saludo al uruguayo Luis Bravo, que ha traído su excelente Historia transversal de la poesía uruguaya(1950-1973). Recordamos con él nuestro todavía fresco encuentro en el festival Poetas del mundo latino que organiza en México, Marco Antonio  Campos. Debo salir en busca de los ejemplares de la re-edición de mi libro El chico que se declaraba con la mirada / Historia francórum para presentarlo en la libreria El Virrey de Miraflores. Hasta allí llego con Enrique Mendoza –joven poeta, miembro del equipo organizativo-. Todo sale perfectamente, me acompaña en la mesa mi viejo y entrañable amigo el poeta Rodrigo Quijano. Luego celebramos con una manchita en donde están Sandro Chiri, Raúl Mendizábal, Manuel Liendo, Jorge Heredia, Miguel Lescano, Rocío Ferreira, Anna Deeny, Alfredo Vanini, Ricardo Velasquez y Ayo Rivas-Plata, personaje de El chico que se declaraba con la mirada que milagrosamente apareció allí; entre los que pesca mi memoria en este instante.

       Volamos al hotel de vuelta porque esa noche es la inauguración oficial del Festival en el Parque de Lima. Mientras esperamos en la rotonda trabo conversación con Ledo Ivo, legendario poeta brasilero. Luego nos metemos en el omnibus que nos llevará hasta el Parque. Cuando subo –en la primera fila- me recibe Antonio Cisneros con un inmenso abrazo. Al fondo hay sitio y allí me veo con Edwin Madrid, el magífico poeta ecuatoriano a quien –por fin- conozco en persona. A la entrada del Parque me choco con Enrique Veástegui y es una gran alegría para mí saludar al admirado autor de Angelus Novus. Llego a la primera fila de las graderías y me siento entre José Angel Leyva –poeta mexicano- y Rosina Valcarcel. La noche se puebla de intensa poesía, pero yo no puedo quedarme más tiempo: debo irme corriendo a un canal de TV, donde me espera Manuel Escorza para entrevistarme. Pero llego tarde. Nos refugiamos en el departamento de Borka  y Paolo de Lima que me ofrecen una santa comida. Cierro la noche conducido por Teófilo Gutiérrez –mi editor- en El Directorio.

       Al día siguiente, sábado, tengo un almuerzo con José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo: rock and roll y poesía peruana a forro en la sobremesa. Hacia el atardecer sufro un colapso nervioso y me veo obligado a encerrarme en mi habitación del hotel. No pude asistir a las actividades programadas para esa noche. El domingo amanezco mejor.  Terminaba el Festival. Voy a la lectura en el Parque Washignton donde me toca partcipar. Junto a mí está Piero Bustos, quien interpreta una canción que acaba de componer con mi poema Plegaria de mi libro Roberts Pool Crepúsculos. Allí me encuentro con Omar Aramayo y José Luis Ayala, vanguardia clásica de la poesía del sur andino del Perú. Y con Miguel Ildefonso y Vanessa Martínez que me acompañan un rato sobre el grama. Converso con Raúl Heraud y luego los radicales Poetas de Asfalto: Richy Lakra y el Primo Mugica  me entregan sus fanzines.

      Giancarlo Huapaya me hace una entrevista al vuelo, antes de saludar a Carmen Ollé y Jorge Luis Roncal, cuando ya tengo que salir volando para tomar mi vuelo de regreso a los Estados Unidos. No pude quedarme a la clausura. De paso slaudo a Mario Pera, a quien recien conozco en persona. Pera me hizo una entrevista –en profundidad-  publicada en los dias previos al Festival. Con las justas alcanzo a decirle adios a Bruno Pollack. Y ya me voy recordando a Ana Guillot, Susana Villalba, Graciela Zanini, Denisse Vega, Carlos Germán Belli, Arturo Corcuera, Marco Martos, Jacobo Rauskin, Javier Campos, Pedro Granados, Fernando Herrera, Martha Canfield,Enrique Sánchez Hernani, May Rivas, Damaris Calderón a quienes pude saludar y/o conocer durante el feliz encuentro.

      Javier Llacsacondor me despide –a nombre de la organización- cuando dejo el Hotel Bolívar. Todo fue tan veloz y vertiginoso, como esta memoria a la volada. Pero la belleza de la amistad y la camaradería poéticas permanecerán por siempre. Muchas gracias, queridos poetas. 

5.15.2012

JOSÉ LEZAMA LIMA: CARTA A CARLOS FUENTES

Cortesía de César Salgado, Profesor en el Departamento de Español 
y Portugués de la Uiversidad de Texas en Austin




Señor Carlos Fuentes

Sí, mi querido amigo Carlos Fuentes, me he leído su novela La región más transparente, y la he encontrado fuerte y deseosa, trepidando en sus símbolos y máscaras. Su lectura me ha entregado diversas consideraciones. Usted, Octavio Paz, algunos cuentistas jóvenes de México, tienen abundancia, tienen nebulosas, tienen eros. Abundancia quiere decir dones; nebulosas, verdadero cuerpo que nace; eros, fuerza suficiente para encontrar y situar de nuevo. Tienen sentido del reverso, es decir, el misterio, la verdadera fuente que se soterra y reaparece expresando. Tienen plomada, es decir, arquitectura de estilo surgiendo del acarreo en y frente a lo temporal. Plomada, lo que los griegos llamaban el logos optikós, lo que es posible con la palabra por un golpe de vista que agrupa y levanta. Tienen fuerza incorporativa, es decir, han hecho un viaje largo para reconocerse la fuerza en la expresión. Se les dirá por los tontos de siempre, el tema macabro, las influencias, lo que le deben a otros escritores contemporáneos. Banalidades del resentimiento. Todo lo que trae el aire es influencia. El fuerte se influencia por los cinco sentidos y por la geometría de seis dimensiones, por el tiempo bergsoniano y por los símbolos precristianos, por el desayuno y las playas. A Proust y a Joyce se les señalan las influencias, se les inventan otras; pero si alguno de nosotros las tienen honor referens, tenemos que ser decapitados. No haga caso de esas tonterías de la ensalivación. Su Ixca Cienfuegos, centro por donde va pasando la novela suya, mete sus símbolos considerables, consiguiendo ser un arquetipo fluyente y correal. La muerte de Mamacona, que cierra como el misterio germinativo de su raza, para volverlo a abrir en el posible toda resurrección. Su Norma, los agrupamientos y dilataciones de los momentáneos coros de personajes, tienen fuerza, acto mediante y todo lo demás. No creo que en México ni en ninguna otra parte de América, se hayan escrito muchas novelas mejores que la suya.
Las páginas de La región más transparente, me han dado un alegrón. Usted pertenece al México que puede ser abundante. No al México “pulido y discreto”.
Buen abrazo felicitante le da,

José Lezama Lima

La Habana, octubre de 1958