3.12.2020

RITA MARTIN RESEÑA The Merchant of Havana. The Jew in the Cuban Abolitionist Archive by Stephen Silverstein

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Cortesía de Hispanófila 186, Junio 2019, páginas 160-162
Desde el propio título, The Merchant of Havana (2016), Stephen Silverstein[1] se hace eco de la obra shakespeariana, The Merchant of Venice –presumiblemente escrita entre 1594 y 1598– ya que este retrata también tanto la percepción social del ya simbólico prestamista judío, Shylock, como de la judeofobia iniciada en Europa y trasladada a América en todas sus posibles variaciones, entre las que sobresale la visión cristiana que señala al judío como un sujeto moralmente degradado. Si The Merchant of Havana ya tiene el mérito de investigar el lugar del judío en los archivos del abolicionismo de la Cuba colonial –y dejar implícita la pregunta de la localización de este en el resto de América– sobresale igualmente en su valor crítico del discurso e imaginario coloniales de lo cubano y en sus audaces contribuciones interpretativas a la literatura de la Isla.    
            Distribuido en cuatro capítulos, The Merchant of Havana. The Jew in the Cuban Archive, presenta, primeramente, la noción de judío –o el concepto ficticio de este– así como la judaización de cualquier comerciante, fuese inglés, español peninsular u otro. Sab (1841) de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) es útil en el segundo capítulo para realizar un estudio de las inscripciones y disposiciones establecidas en lo racial dentro del imaginario cubano. El tercer capítulo discute la alquimia etnográfica dentro del proyecto de nación dando paso a un capítulo cuarto y final que anuncia una Cuba de diseño imposible para la différence y en la que, a la par de la judeofobia imperan la negrofobia y la mulatofobia –podríamos añadir la homofobia– todas estas religiosa y socialmente estigmatizadas.
            En este libro bien organizado, cuyas partes se complementan provechosamente, el lector puede encontrar los argumentos principales tanto en la breve introducción como en los dos primeros capítulos, en los que se demuestra eficazmente cómo en el imaginario nacional cubano ha predominado la identificación de lo judío con lo extranjero y, en consecuencia, se ha afianzado un discurso de blanqueamiento étnico en virtud de un privilegio de lo español. La exclusión de lo foráneo, designado y descrito en múltiples ocasiones como lo judío construye un doblete social judío/extranjero –o viceversa– que gravita no solo en una comprensión que rechaza las nuevas realidades socio-económicas sino en un entendimiento de la moral que describe al judío –y al extranjero– como “persona irreligiosa o desmoralizada, impía. (1). Una definición crítica para penetrar los “exclusivos límites” del imaginario cubano de la época y que le permite a Silverstein, en el segundo capítulo, indagar de otra manera en la literatura cubana en la que Gómez de Avellaneda sobresale al describir en Sab cómo se percibe la usura y la impiedad del personaje inglés Jorge Otway. Para Silverstein, "Jorge Otway need not be called a Jew by name: his Judaized life history, body, and manner of thinking were more than enough evidence for the nineteenth-century reader's highly acute racial radar (36).
            The Merchant of Havana adelanta en la introducción una fantástica indagación de los archivos del abolicionismo y da cuenta de que las pasadas sanciones de la Iglesia católica contra los judíos que poseen o tratan con esclavos resultan claves en el nacimiento del antisemitismo cubano. Anota Silverstein cómo un pensador cubano de la época, Francisco de Armas y Céspedes (1821-1903) enfatiza que “el fundador del pueblo judío era propietario de esclavos” mientras que “la ley de Moisés informa de las circunstancias características de la servidumbre en ese pueblo” (7). En contraposición, continúa Silverstein, de Armas y Céspedes presenta la Iglesia católica en un afán abolicionista que combatía la institución esclavista a través de “influencias puramente morales” (7). Un razonamiento ventajoso para la aristocracia criolla de la Isla que temía tanto el gesto insurreccional del esclavo como su emancipación misma, al punto que, puede recordarse el hecho histórico de que Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874) buscaría posteriormente el apoyo de Norteamérica para, una vez obtenida la independencia, contener, cualquier manifestación de inconformidad del negro.
            A pesar de que la población judía en la Cuba del siglo diecinueve no era significativa, la leyenda del judío cómplice del esclavismo se instala en beneficio del poder eclesiástico y de una Cuba española que niega la otra Cuba que había comenzado con anterioridad su prosperidad económica –y su distanciamiento de lo peninsular– dentro del libre comercio, paradójicamente llevada a cabo por criollos enfrentados a la administración de la metrópoli.  A la altura del siglo XIX, se trata, en palabras de Silverstein, de una reorganización socio-económica, consecuencia de la expansión cubana del azúcar que fue estimulada por métodos de producción industrializados de capital extranjero y comercialización en un mercado mundial.
            Esta reorganización socio-económica evidenciaba, por una parte, la bancarrota de propietarios nacionales y, por la otra, exponía, el impulso de una clase comercial junto con el establecimiento de una burguesía nacida en el extranjero, que sería descrita como judía. Tal definición con la que se instala el desdén por el libre comercio, se localiza dentro de la realineación del colonialismo en Cuba cuyo discurso positivista confería una superioridad al proceso de dominación de la "raza europea", y al cual se añade la competencia entre España e Inglaterra. Estas ideas traducidas a la trama cubana marcarán en unidad cerrada el rechazo a lo extranjero y a lo judío –vía re-identificación de las actividades comerciales con el judaísmo– la adhesión al “blanqueamiento racial” y la “re-españolización” cultural de la nación. The Merchant of Havana de Stephen Silverstein acusa recibo de esta problemática colonial que puede leerse, además, en la literatura cubana decimonónica a través de textos que se desplazan del romanticismo (Sab) al realismo costumbrista (Cecilia Valdés 1839), pero que, en su opinión, confluyen, en crear un imaginario en el que lo extranjero como lo judío –o viceversa– se comprende a través de descripciones despreciativas tanto de orden moral como físico. Luego de The Merchant of Havana, será difícil seguir leyendo las marcas de género, raza e identidad de lo cubano sin atender al personaje del mercader extranjero –o judío– que discute el inmovilismo del discurso oficial contra la movilidad de una sociedad participativa más allá de los límites impuestos. No sería ocioso señalar la utilidad de The Merchant of Havana en la deconstrucción de una sociedad que durante casi dos siglos –en diferentes etapas, colonial, republicana o castrista– lo cubano es lo extranjero –o lo judío– en dispersos países y dispersas capitales.


[1] The Merchant of HavanaThe Jew in the Cuban Abolitionist Archive. Vanderbilt UP, 2016. 205 pp. ISBN: 978-0-8265-2109-5

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