Faltan apenas días para que
concluyan las discusiones en torno al Proyecto de Reforma Constitucional. El
mismo ha acaparado la atención de expertos, intelectuales, académicos,
activistas y de otros sectores de la sociedad cubana. Las redes sociales
también han servido de plataforma a estas reflexiones. A mi juicio, su
principal ganancia reside en la variedad de escritos que han visto la luz en
medio de esta discusión. Estimables, no sólo por su cantidad sino también por
la variedad de sus miradas, acotaciones, y re-lectura del contenido jurídico de
importantes conceptos como ciudadanía, patria, nación, Estado, matrimonio,
familia, propiedad, etc. Y que hacen del mismo en uno de los debates más
estimulantes de las últimas décadas y un pre-texto para imaginar la nación que
queremos.
Un suceso difícil de imaginar si
tenemos en cuenta el mutismo e indiferencia que, hasta hace pocos meses, prevaleció
entre nosotr@s en torno a la marcha del Proyecto de Reforma Constitucional cuya
redacción parecía detenida o postergada por quienes tenían la responsabilidad
de llevarla a cabo. ¿Qué se iba a reformar? ¿Cuándo se iba a reformar? y ¿cómo?
¿Cuáles serían los límites no transgredibles de dicha reforma? Sólo el silencio
como respuesta.
Algunos, alarmados, se referían este
proceso como “el más opaco y menos transparente”. Los pocos que se aventuraron
a buscar información sobre el destino de un documento que compete a tod@s los
cubanos tropezaban con un velo de especulaciones. Lo cual me lleva a conjeturar
que los lamentables descuidos estilísticos y falta de prestancia que muchos han
constatado en su redacción responden a la premura y al compromiso público por
sacar a la luz un documento cuya elaboración estuvo detenida por mucho tiempo.
Semejante indiferencia de la
mayoría de la población cubana por el destino de un documento y de un proceso
de Reforma Constitucional del cual no se tenía más noticia y que fue anunciado desde
el 2013. Cuando a raíz del proceso de fortalecimiento de la institucionalidad
desarrollado en el país, y las demás medidas que han sido aprobadas en los
últimos años, el Buró Político acordó crear un grupo de trabajo, presidido por
Raúl Castro Ruz, con el objetivo de estudiar los posibles cambios a introducir
en el orden constitucional y hacer corresponder la Constitución con nuestra
realidad.
Por un lado, ponía de manifiesto
la ausencia de un sentimiento constitucional y de su poca fe en un documento
urgido de un balance crítico al cual muchos consideraban una norma jurídica no
aplicable en la práctica. Por otra parte, vivimos momentos donde las
expectativas que prevalecen en la sociedad cubana es la de sobrevivencia, “luchar
para el diario” y donde una gran mayoría sólo piensa en cómo sobrevivir sin
importarle el otro. Donde la cotidianidad del país es el desvío de la norma
institucional. “¿Cómo construir un Estado de derechos o un sentimiento
constitucional en medio del desgaste de las organizaciones políticas y sociales
inmersas en un socialismo burocratizado y la desidia de ciudadanos acostumbrados
a aceptar sin cuestionar y que no saben participar?"--se preguntaba, por
entonces, un profesor de Derecho Constitucional.
Fueron estas razones, las que
motivaron la realización del taller “Futuro constitucional cubano” que en
octubre del año pasado organizó el Centro Cristiano de Reflexión y Dialogo,
Cárdenas-Cuba con un grupo de intelectuales, líderes religiosos, académicos en
su mayoría profesores de Derecho Constitucional donde se habló de establecer
acciones y crear grupos de presión que desde la sociedad civil obligaran a
terminaran con el silencio que existía en torno al estado de la anunciada
Reforma Constitucional.
A raíz de aquel encuentro publiqué
en mi muro de Facebook un texto donde compartía algunas transcripciones e
impresiones de lo allí discutido y la necesidad de llamar la atención sobre
algo que nos competía a tod@s y sobre la cual se cernía la mudez,
incertidumbres y especulaciones. La problemática como la nota de Facebook pasó
inadvertida. Sólo recuerdo el comentario entusiasta de Julio César Guanche cuando
la compartió.
Hago este recuento porque me
parece revelador de algunos posicionamientos que me interesa analizar y que
tienen que ver con la emergente sociedad civil cubana, los movimientos
ciudadanos y el activismo que realizamos desde espacios no institucionales. En
primer lugar, no somos capaces de interpelar al Estado más bien esperamos que
sea el Estado quien nos interpele. En segundo término, la poca esperanza en la
posibilidad de un cambio que invade a la sociedad cubana en general y que al
parecer ha contaminado a muchos sujetos y actores vinculados al activismo
social. “Para qué, si de todas formas, diga lo que se diga, nada va a cambiar”.

Curiosamente las reacciones a
favor o en contra del Artículo 68 parece ser el punto hacia el cual confluyen
estas actitudes. Para algunos colegas, vinculados tanto al activismo antirracista
como LGBTI con quienes he conversado, las discusiones sobre dicho Artículo: “son
una cortina de humo elaborada como una estrategia de los medios oficiales para
inviabilizar otros aspectos cuya discusión resultan cardinales”. Para otros, “no
es más que una artimaña de la Iglesia Católica y del Estado para encubrir sus negociaciones
y la voluntad de la primera por expandirse en el espacio de la enseñanza, los
medios de difusión, etc.”
Como si las innumerables declaraciones,
documentos, entrevistas, acciones públicas, emplazamientos que van de la
descalificación en todos los sentidos a la ofensa fueran tan sólo una reacción coyuntural
y no formaran parte del resurgimiento en la escena nacional de un pensamiento y
una subjetividad patriarcal y fundamentalista, que se están revelando con más
claridad compulsada por esta coyuntura legislativa. Como sugiere Víctor Fowler
en un texto publicado hace unos días en Facebook. Lo significativo de esta
contienda es que ha generado dinámicas sociales hasta el momento inéditas
dentro del espacio público y la emergente sociedad civil cubana.
Por lo que sería oportuno
analizar este fenómeno como una lucha por el poder simbólico. Donde lo que está
en disputa, como diría un sociólogo tan aguzado como Foucault, es el monopolio por
el poder de hacer ver y hacer creer, hacer conocer y hacer reconocer. Propongo
adentrarnos por el escenario de esta contienda.
En una entrevista coral realizada
por Lirians
Gordillo para la página digital Asamblea
Feminista. Debates feministas desde la Cuba de hoy a propósito de la Declaración Oficial
emitida por cinco iglesias evangélicas donde se refieren a la “ideología de
género” como un hecho ajeno a nuestra tradición y a los valores revolucionarios, Ailynn Torres
Santana anota: “lo que es obvio
es que gozan de jerarquía y oficialidad para cosechar su palabra. Esta
oficialidad y jerarquía es lo que les hace pensar que pueden tener influencia
en el pueblo cubano y las personas foráneas que apoyan el movimiento LGBTIQA”. Y más adelante alerta: “Que
esas raíces florezcan, es lo que no podemos permitir. Es necesario estar
alertas a la manipulación y el caos que crean en las personas, porque esa es su
estrategia sembrar la duda porque lo absurdo es obvio".
El comunicado al que alude está
fechado el 28 de junio y fue firmado por cuatro reverendos y un obispo, líderes
de Liga Evangélica de Cuba, Convención Bautista Occidental y Oriental, la
Iglesia Metodista en Cuba y la Iglesia Evangélica Asamblea de Dios, aunque en
la copia del documento que poseo el espacio reservado para la firma de ésta
última aparece en blanco. El texto contiene sólo tres puntos enunciados de
manera enfática y sucinta. El primero patentiza que “la familia es una institución divina creada por Dios, el matrimonio es
exclusivamente la unión de un hombre y una mujer”. El punto dos afirma que “la ideología de género no tiene relación
alguna con nuestra cultura, nuestras luchas de independencia, ni con los
líderes históricos de la revolución. De igual manera tampoco guarda ningún
vínculo con los países comunistas [...]”
Posteriormente, el 21 de
septiembre fue emitida otra declaración la cual ha sido suscrita por aproximadamente
veinticinco iglesias evangélicas la cual contiene cinco puntos e introduce
algunas inflexiones a la fechada el 28 de junio. Por ejemplo, aclara que la
estructura binaria de la sexualidad humana “ha
sido grabada en el ADN de nuestra especie desde su aparición”. En los
puntos 3 y 4 advierten que “no somos
homofóbicos porque los cristianos no tememos, no rechazamos, ni somos
intolerantes de las personas homosexuales” más bien oramos por ellos para
que sean regenerados y transformados por medio de la fe una vez que hayan
alcanzado el arrepentimiento.
Las dos fuerzas contendientes en
estos debates (las iglesias y la población LGBTI) han compartido la misma historia
de estigmatización y exclusión social y política. Recuérdese que en la UMAP
estuvieron juntos homosexuales y religiosos. Pero al mismo tiempo divergen en
el contexto de esta Reforma Constitucional pues una está asociada a un
pensamiento conservador, fundamentalista y la otra representa el pensamiento
humanista, emancipador de una Revolución urgida hoy más que nunca de cambios
significativos en todos los órdenes de la vida económica, social y política del
país. Lo cual puede leerse como una metáfora o metonimia de las dos tendencias
en conflicto en las altas esferas del Estado y el poder político
Si bien el despegue del reconocimiento
oficial tanto a las Iglesias como de la ideología de género y las identidades
sexuales disidentes data la década de los noventa. En la actualidad se trata de
fuerzas con un empoderamiento desigual. Si, por un lado, las iglesias para su
ejercicio cuentan, no sólo de un espacio de diálogo y relativa legitimidad con
las estructuras gubernamentales, sino también mayor capacidad tanto organizativa
como de movilización, así como el apoyo económico redes y prestigiosas
fundaciones internacionales afines. Por el otro lado, hallamos a un activismo LGBTI
(no institucional) con un pensamiento, un discurso y un accionar en la esfera
pública fragmentado, centrado fundamentalmente en la capital del país e incapaz
de lograr una articulación y una plataforma común y consensuada con otras
organizaciones, instituciones y proyecto-grupo con agendas afines. Además, carente
de recursos económicos para llevar adelante no sólo su trabajo, sino también cualquier
campaña no gubernamental, y sin reconocimiento oficial y sometido siempre a
suspicacias políticas.
Zaida Capote observa un desamparo similar en el discurso académico
vinculado a estos temas de identidad de género, cuando a propósito de esta
Declaración y sus ataques a la ideología de género comenta para la revista digital Asamblea
Feminista. Debates feministas desde la Cuba de hoy.
Si el debate sobre estos temas estuviera permanentemente reflejado en
nuestros medios, si se
promoviera la libertad en todos los ámbitos de la vida, si las instituciones y
organizaciones políticas y de masas asumieran las voces divergentes y
establecieran estrategias de trabajo comunes, seríamos más fuertes hoy para enfrentar una declaración que busca
ubicarse a medio camino entre Dios y el Partido."
No nos llamemos a engaño. Muchos
de los argumentos esgrimidos en esta cruzada contra el Artículo 68 por las iglesias
católica y evangélicas--desde su voluntad por legitimar en el imaginario nacional
sus percepciones patriarcales e higienista de domesticación y disciplinamiento
del cuerpo y el deseo otro--trascienden los temas de Dios, el matrimonio y la
familia para tocar de muy cerca aspectos relacionados con el ser y devenir de nuestra
cultura, el deber ser del alma de la nación, y muy en particular a aquellos movimientos
sociales (LGBTI, feminista, afro-feminista, etc.) que proponen una agenda reivindicativa
de todos esos cuerpos y subjetividades marginados y centro de tantas opresiones.
Según grafican tantos los medios
de prensa internacionales como Facebook y otras redes sociales son hasta el
momento veintiuna evangélicas las que rechazan el Artículo 68 del Proyecto de
Reforma Constitucional. Sus feligreses han colgado poster y pegatinas en la vía
pública, ha creado recuadros para que los fieles distingan sus fotos de perfil
en redes sociales, ha repartido volantes y biblias en las calles. También han pedido
autorización para convocar una marcha de protesta por una concurrida calle de
la capital bajo el slogan Por el “diseño original” de la familia “como Dios la creó”.
El pastor Lester Fernández, en medio de la ovación de unos 500 fieles
congregados en una iglesia metodista de La Habana, exclamó: “No apoyamos bajo
ningún concepto el Artículo 68. ¿Saben por qué? (...) Porque la Biblia lo condena”.
Según relata Alfredo Prieto en un artículo
escrito para la revista Oncubamagazine, los feligreses de
una iglesia vedadense se retrataron a la salida junto a menores de edad
sosteniendo un cartel donde se leía: “ESTOY A FAVOR DEL DISEÑO ORIGINAL”.
Ignacio Estrada, vicario de una iglesia luterana de Miami, comentó entonces lo
siguiente: “No podemos permitir que los
adultos manipulen a nuestros niños en campañas de odio. No podemos permitir que
ningún grupo ni sector, sea cual sea, manipule de esta forma a ninguno de estos
niños y niñas. Digamos no ahora”.
Como parte de esta cruzada no
gubernamental contra el Artículo 68, que alcanza hasta el llamado paquete
semanal, estas veintiuna iglesias evangélicas están recolectando firmas en
contra del Artículo de marras. Alida León Báez,
Presidenta de la Liga Evangélica de Cuba calcula que más de medio millón de cubanos
sean los que firmen la petición de las iglesias en contra del matrimonio
igualitario.
León Báez, otro líder
de las iglesias evangélicas cubanas ha sido más contundente: “Si no se modifica el tema del matrimonio en
el proyecto de Constitución todo votaremos en contra”. No creo que se trate
tan sólo de una amenaza. Y en un tono apocalíptico alertó: “Si se aprueba, nuestra nación va a la destrucción total”.
Estas reacciones de
las iglesias evangélicas han focalizado las redes sociales hasta el punto de
invisibilizar la postura de las iglesias protestantes o de introducir a todas
en un mismo saco. Por esta razón conversé al respecto con Rita María García directora ejecutiva del Centro
Cristiano de Reflexión y Diálogo, Cárdenas-Cuba y Presbítero Gobernante de la
Primera Iglesia Presbiteriana de Cárdenas. Aclaró que: “No se ha querido por
parte de las autoridades llevar esta discusión sobre el Proyecto de Reforma
Constitucional hacia dentro de instituciones cristianas y religiosas”. Y sobre
estas reacciones de las iglesias católicas y evangélicas ante el Artículo 68, comentó:
“[…] creo que la opción de los hombres y mujeres de
vivir juntos, de casarse, de hacer familia es propia de cada persona. Yo
siempre pienso, como cristiana, que mis respuestas a Dios se las daré yo en su
momento. Que ningún cristiano, ninguna iglesia, ninguna institución religiosa
tiene el derecho ni le asiste a creerse que hay que responder ante ellos.
Porque la respuesta ante Dios para los creyentes es personal”.
En medio de este escenario el
presidente Miguel Díaz Canel parece desplazarse con cautela. En una entrevista
sobre el Proyecto de Reforma Constitucional que le realizó Patricia Villegas
para Telesur, al seguir interrogado
sobre la reacción de los sectores conservadores en Cuba, particularmente de la(s)
Iglesia(s) ante el reconocimiento con derechos civiles a matrimonios o uniones
de personas del mismo sexo, Díaz Canel respondió que el mismo era coherente con
la voluntad emancipadora y humanista del pensamiento de la Revolución. Pero
estableció esta diferenciación: “Uno tiene sus ideas, uno tiene sus convicciones, pero
también uno está abierto a lo que aporte ese diálogo popular”.
Por su parte, Homero Acosta Álvarez,
Secretario del Consejo de Estado, durante su conferencia en la inauguración del
Congreso Internacional Abogacía 2018 fue más enfático: “En nuestra opinión, el Derecho no puede permanecer esclavo perpetuo de
rezagos sociales, aún cuando en un momento pueda entrar en colisión con parte
del espectro social. En su misión transformadora le corresponde también
impulsar el desarrollo. No
es la primera vez que se está ante estos desafíos. Recordemos en la historia
los conflictos para reconocer el derecho al voto de las mujeres, o la
instauración del divorcio o, en nuestro caso, incorporar la igualdad de
derechos entre el hombre y la mujer y la responsabilidad igualitaria de los
cónyuges, conforme a nuestro Código de Familia”.
Sin
embargo, en esta contienda el activismo LGBTI, desde su fragilidad, ha confiado
más en la voluntad del Estado como vocero de sus aspiraciones y demandas emancipatorias
que en su propia capacidad movilizadora y de negociación. Lo cual resulta
doblemente peligroso. De aprobarse el Artículo 68, ¿sería una
ganancia del Estado?, ¿de las incansables luchas movimiento LGBTI como parte de
la sociedad civil? o ¿de ambas instancias? Quiérase o no, el hecho de dejar al
Estado, en esta contienda, como vocero de sus reivindicaciones puede marcar en
el futuro un punto de giro o inflexiones en la intensidad del discurso enunciado
desde el activismo LGBTI que se mueve en espacios no
institucionales.
No hay que perder de vista que el diseño elaborado
para canalizar estas inquietudes en torno al Proyecto de Reforma
Constitucional. No es a través de una Constituyente, sino de una comisión
designada al efecto. Lo cual propicias formas más inclusivas y democráticas
para incorporar y articular las propuestas y miradas diversas provenientes de los
diferentes actores de la sociedad cubana de hoy. Las iglesias que cubanas que suscriben
estos documentos están conscientes de este hecho y lo están explotando en todas
sus posibilidades.
La Iglesia Católica de Cuba
también se ha sumado a esta cruzada. “Mi modesta opinión”, firmado por el Mons.
Wilfredo Pino Estévez, Arzobispo de Camagüey es un escrito de un auténtico
espíritu humanista y comprometido con los marginados. “Considero que todo Estado, nuestro
Estado, debe garantizar y hacer respetar los derechos de todos sus ciudadanos.
Y que la Constitución debe ir en esa línea, como ley fundamental que es. Deben
tener los mismos derechos blancos y negros, mujeres y hombres, sanos y
enfermos, de una religión o de otra, recién nacidos y ancianos, de una
provincia o de otra, cultos e incultos, heterosexuales y homosexuales, etc.”.
En el mismo su autor propone
llamar “parejas de hecho", en vez de “matrimonio” a las uniones entre dos
personas del mismo sexo. Sin embargo, el texto oficialmente publicado en la
página web oficial de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba desató la ira
de un grupo de sacerdotes quienes a manera de réplica elaboraron otro documento
titulado
“La agenda LGBTI de Wilfredo Pino
Estévez Obispo de Camagüey- Cuba” cuyo aliento recuerda los tiempos de la Inquisición
y la cacería de brujas.
En su primer párrafo afirman: “La traición a Cristo ha sido consumada, de
manos de un prelado del Oriente del país”. Los firmantes lamentan: “Horrible la deriva de estos tiempos para la
fe y la auténtica caridad. El diablo retoza, con la opinión…. No sabemos, si
llamarle en lo adelante, del compañero/ ciudadano cubano Wilfredo Pino o del
Sr. Arzobispo de Camagüey”. Agradecen que días atrás los Obispos de
Matanzas, Santiago y Cienfuegos “se han expresado de forma contraria”.
Lo significativo de este texto es que la manera en que su discurso
trasluce determinadas intríngulis relacionadas con una lucha de poderes dentro
del clero cubano. Obsérvese este enunciado donde invocan a la Virgen: “Contemplamos--no
sin una enorme tristeza y dolor--el cumplimiento de lo anunciado por la Sma.
Virgen en sus apariciones: ‘Cardenales contra Cardenales, obispos contra
obispos, Sacerdotes contra Sacerdotes’”. Se cuestionan: “¿Por qué razón Mons. Wilfredo Pino está
abogando por dar derecho de ciudadanía al pecado? No a la corrección del
pecado sino a su aceptación, como si de un bien se tratara, su aprobación en la
sociedad”. Le preguntan: “¿No
aprendió de niño este obispo en su catecismo que la práctica homosexual es
pecado grave, y uno de los cuatro pecados que clama la ira y venganza divina?”
El documento--intolerante,
manipulador y chancletero--termina con estas exigencias bien reveladoras: 1)
que el Nuncio de Su Santidad corrija y refrene a Mons. Wilfredo Pino; 2) a la Conferencia
Episcopal que desautoricen a Mons. Wilfredo Pino y su artículo sea retirado de
inmediato de la página web de la conferencia episcopal; 3) que los obispos
cubanos se pronuncien clara y abiertamente sobre el tema, condenando la postura
del Mons; y 4) al propio Mons. Pino, que pida humildemente perdón o bien dimita
del gobierno pastoral de la Arquidiócesis de Camagüey.
Por otro lado, haciendo gala de
un pensamiento patriarcal que intenta restaurar un sujeto homogéneo y
excluyente el Arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Dionisio García en una
declaración también publicada en el sitio web oficial de la Iglesia
Católica cubana calificó el Artículo 68 de un fenómeno “ajeno nuestra cultura”,
“imperialismo cultural”. Veamos su definición de tanto de imperialismo como de
colonialismo cultural cuyos contenidos resultan semánticamente intercambiables y
que explicita cuando culpa a la globalización de tratar “de influir para crear una cultura uniforme que acepte y adopte sus
criterios descalificando a los de los otros”. Es decir, la diferencia sólo
vale cuando afecta a la doctrina de la Iglesia. Así, tautológicamente nos
propone un imperialismo cultural mucho más asfixiante y opresivo que el que
denuncia.
Hay un hecho que me llama
poderosamente la atención y es el modo en que el discurso busca apropiarse de
términos como globalización, colonialismo, imperialismo, tan caros al discurso
político oficial. Y lo hace desde una especie de galanteo ideológico. Esta
estrategia de apropiación y resemantización del discurso ideológico de la
Revolución para luego socavarlo también ha sido empleada en esta contienda por
las iglesias evangélicas cuando en sus documentos se refieren a “nuestra
cultura”, “nuestras luchas de independencia”, “los líderes históricos de la
Revolución”, “el pensamiento de los padres fundadores de nuestra patria”, etc. Me
contó un amigo que, en Santiago de Cuba, las paradas de ómnibus y otros lugares
públicos se llenaron de carteles con frases de Fidel Castro y José Martí para
sustentar la campaña.
Ailynn Torres Santana en
esta entrevista coral “Luces para un
desembarco: ¿fundamentalismo religioso en Cuba?” realizada por Lirians Gordillo
para la página digital Asamblea
Feminista. Debates feministas desde la Cuba de hoy desmonta este
tipo de estrategia tan recurrente en las iglesias latinoamericanas. Cita el ejemplo
de Ecuador en el 2017, y los encendidos debates en torno a la implementación de
una ley contra la violencia de género. Justo entonces emitieron una Carta abierta de las Comunidades Católicas y Evangélicas del
Ecuador dirigida a las autoridades y ciudadanía en general para desviar
la atención de las polémicas hacia un discurso chovinista y conciliador que invocaba
a “la sabiduría de todas las
culturas”, “las luchas sociales de liberación” frente a todas “las formas de
colonialismo ideológico”, y llamaba a “la convivencia ciudadana en diversidad y
en armonía con la naturaleza”. Estar en contra de la referida
carta era estar contra estos sentimientos. El
documento hablaba a la sociedad desde la misma retórica ideológica del poder
político ecuatoriano para erosionarlo.
En fin, lo que subyace y me
aterra detrás de estas declaraciones la Iglesia Católica cubana es que sigue
hablando desde un imaginario y un pensamiento patriarcal, blanquista y
excluyente.
Veamos
cuando el monseñor Dionisio García señala que estas “ideas [el matrimonio entre
personas del mismo sexo, la adopción, etc.] tan ajenas a nuestra cultura”, se
originan en “países en los que existen grupos poderosos con gran capacidad
económica y de influencias”. (Que bien conoce
nuestras carencias). Es decir, donde
existe una comunidad LBGTI empoderada con capacidad para negociar y disputar normas; colocar sus demandas en
las grandes agendas nacionales y sus espacios políticos. Algo que en Cuba no ha
pasado ni pasará porque la mariconería, el lesbianismo, la ideología de género son
ajenas a lo que él define como “nuestra cultura”.
Por
otra parte, este enunciado también es una réplica intertextual al escrito “Mi modesta opinión”, del Mons. Wilfredo Pino Estévez,
Arzobispo de Camagüey en el párrafo
donde señala: “Incluso leí que en
toda la Unión Europea se reconocen una serie de derechos aun en caso de que la
pareja no se haya registrado ante ninguna administración. Claro está, en los
países mencionados, a estas uniones no se les llama “matrimonio” sino “parejas
de hecho”, que no es lo mismo […]”
Concuerdo con Ailynn Torres Santana cuando advierte:
“No debemos subestimar esa agenda [se
refiere al Artículo 68] ni creer que la alusión a la misma y su eventual
centralidad busca desvirtuar los asuntos ‘verdaderamente importantes’. Más
sustantivo sería analizar el escenario integralmente. Una parte corresponde a
las intensas, legítimas y necesarias luchas por ampliar e institucionalizar
derechos relacionados con el reconocimiento de las diversidades sexuales y de
género. Otra parte tiene que ver con la conformación de actores sociopolíticos
que empiezan a aparecer, en otros códigos, en la esfera pública del país. ¿Cómo
reaccionarán otros sectores de la sociedad civil y la sociedad política? Lo que
está sucediendo respecto al matrimonio igualitario puede ser un mirador
privilegiado de las reorganizaciones políticas cubanas”.
Lo
cierto es que esta confrontación--como me decía el poeta Nelson Simón en Facebook--viene
a demostrar la incapacidad del movimiento LGBTI para generar un pensamiento
desde nosotr@s. Un pensamiento capaz de hacer, hablar y teorizar desde sus
propios márgenes hacia el centro.
Estas discusiones en torno a la
Reforma Constitucional y la focalización de determinados artículos como la ley
68 sean una cortina de humo o no, están midiendo nuestra mayoría de edad como
movimiento ciudadano. Nuestra capacidad para accionar no sólo en la esfera
pública, sino para discurrir desde miradas transversales, articular alianzas y
una plataforma común y consensuada con otros miembros de la sociedad civil
cubana con una agenda similar de lucha contra la desigualdad social por razones
de clase, género, identidad sexual y raza. Y en este sentido hemos demostrado todavía
continuamos en una guardería como párvulos y lactantes.
Apruébese o no la ley 68, estos gestos
de emplazamientos de las iglesias católica y evangélica es un ejercicio de
fuerza que está enviando mensaje muy claro a la sociedad civil cubana para el
futuro: “Ustedes: negros, mariquitas, lesbianas, activistas de un día, feministas
que se dicen de vanguardia. No se tiren con nosotros porque si se tiran
quedan”.