9.07.2013

JORGE DOMINGO CUADRIELLO: POEMAS DE NADIE DE RITA MARTIN

Cortesía de Espacio Laical 3/2013

Si se trazara un arco imaginario desde el primer cuaderno de poemas de Rita Martín, Estación en el mar (1992) al presente volumen, que según la autora reúne “varios libros breves, cerrados en sí mismos y, por ello, independientes, autónomos”, podrían anotarse diferencias sustanciales, rupturas que remiten a la voz, a temas y estilos, así como a la economía de medios expresivos en la escritura del poema. Aquel cuaderno respondía a la visión de una joven habanera que, sin haber traspasado los límites de su entorno geográfico, nos hablaba de “tiernos lirios” y de un “nupcial instante de mi cuerpo, / unido a la dulzura” (“Tiempo sobre el mar”), pasaba por ciertas experiencias que le hacían afirmar que “hace tiempo no se ven primaveras” (“Alas viste corazón”), además de declarar en esa misma composición, no sin humildad: “Yo nunca poseí, yo nunca supe / y el pensamiento es aire, y estas mis palabras/ sólo pueden ser imagen, fantasía, papel que se repleta”. El presente volumen, que integra su poesía a partir de 1992 y ha visto la luz veinte años después, presenta a una poeta en su madurez.
   Sin el propósito de llevar a cabo todo un análisis del proceso evolutivo de la producción poética de esta autora, deseamos señalar aquellos aspectos diferenciadores que ahora se nos presentan. Porque han quedado muy atrás entusiasmos como este: “Amor, dentro de breves días / será la primavera” (“Estación en el mar”), para ser suplantados por versos que responden a una mirada mucho más profunda que por momentos manifiesta cierta inclinación hacia la observación reflexiva y en otras ocasiones se vuelve hacia el interior con el fin de expresar estados de ánimo marcados por la soledad --“Solo es nuestra / la pura soledad” (“Conversación con Dulce María Loynaz”)- la angustia de diluirse en el anonimato –“he padecido la certidumbre / de no tener un nombre” (“Sin nombre”)-, el desencanto –“Eso es la vida: / un recuerdo y un olvido: una imagen / ausente de pasados y una esperanza al lanzar la piedra / sobre la que caes, a ella atada / desde la niñez, ya para siempre” (“Los fragmentos quedaron desprendidos”)-, la certeza de poseer una carga de experiencias y de anhelos considerable –“He venido de lejos y he soñado / (...) extraño lugar del que regreso” (“He venido de lejos y he soñado”)-, la sensación de inutilidad y de derrota –“Como la quinta rueda eres / (...) No gimas: aún tienes las piernas / seguras y tus manos recuerdan el lenguaje / que los ojos aprendieron. Todo perdido: / Nada falta en la vida que quisiste” (“Rueda Nro. 5). Todos estos ejemplos—pertenecientes a un período cubano-- y otros más que harían interminable esta relación, en gran medida explican la exhortación que hallamos en el poema inicial del volumen: “Señor, Señor, estoy tan sola / que miro tu bondad en mi agonía. / (...) Señor, Señor, estoy tan sola / que pido a tu amor la nueva vida” (“Las horas”).
   La lectura de esos poemas y los otros que escribe en Estados Unidos parece indicar que la autora avanza al tacto, rozando los bordes, deslizando insinuaciones, sugerencias tan solo esbozadas, reconociendo incluso inseguridades como creadora –“Estos versos / que nada significan” (“Palabra de este tiempo”). Sin embargo, en algunos momentos va directo a la diana. Así lo vemos en “Vitrales. Plazas. La bahía”, cuando en el último verso confiesa: “El deseo de volver a pisar /tierra cubana”. Porque desde la distancia la perspectiva conoce de alteraciones y afloran sentimientos que quizás años antes se consideraron prescindibles.
   Poemas de nadie tiene muchos puntos en común con los patrones más visibles del discurso poético femenino de las autoras cubanas establecidas en los Estados Unidos, como la asimilación de aspectos de la realidad norteamericana y las referencias dictadas por la añoranza; pero no deja de mantener un asidero firme y vital con nuestra Isla. Para corroborar esa afirmación basta con leer atentamente estos versos de Rita Martín: “La Cuba secreta, la noche / de Martí, las eternas aguas: / pura invención del mediodía”.

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