Saludo
¡Perla del mar! ¡Cuba hermosa!
Después de ausencia tan larga que por más de cuatro lustros conté sus horas
infaustas, torno al fin, torno a pisar tus siempre queridas playas, de júbilo
henchido el pecho, de entusiasmo ardiendo el alma. ¡Salud, oh, tierra bendita,
tranquilo edén de mi infancia, que encierras tantos recuerdos de mis sueños de
esperanza! ¡Salud, salud, nobles hijos de aquesta mi dulce patria! ¡Hermanos,
que hacéiss su gloria! ¡Hermanas, que sois su gala! ¡Salud!... Si afectos
profundos traducir pueden palabras, por los ámbitos queridos llevad brisas
perfumadas, que habéis mecido mi cuna entre plátanos y palmas!—, llevad los
tiernos saludos que a Cuba rni amor consagra. Llevadlos por esos campos que
vuestro soplo embalsaman, y en cuyo ambiente de vida mi corazón se restaura por
esos campos felices, que nunca el cierzo maltrata, y cuya pompa perenne
melifluos sinsontes cantan. Esos campos de la seiba hasta las nubes levanta de su copa el
verde toldo, que grato frescor derrama: donde el cedro y la caoba confunden
sus grandes ramas, y el yarey y el cocotero sus lindas pencas enlazan: donde el
naranjo y la pifia vierten al par su fragancia: donde responde sonora a
vuestros besos la cafia: donde ostentan los cafetos sus flores
de filigrana y sus granos de rubíes y sus hojas de esmeraldas. Llevadlos por
esos bosques que jamáss el sol traspasa, y a cuya sombra poética, do refrescais
vuestras alas, se escucha en la siesta ardiente —cual vago concerto de hadas— la misteriosa armonía de
árboles, pájaros, aguas, que en soledades. secretas, con ignotas concordancias,
susurran, trinan, murmuran, entre el silencio y la calma.
Llevadlos por esos montes,
de cuyas vírgenes faldas
se desprenden mil arroyos
en limpias ondas de plata.
Llevadlos por los vergeles,
llevadlos por las sabanas
en cuyo inmenso horizonte
quiero perder mis miradas.
¡Llevadlos férvidos, puros,
cual de mi seno se exhalan
—aunque del labio el acento
a formularies no alcanza—,
desde la punta Maisí
hasta la orilla del Mantua,
desde el pico de Turquino
a las costas de Guanaja!
Doquier los oiga ese cielo,
al que otro ninguno iguala,
y a cuya luz de mi mente
revivir siento la llama:
doquier los oiga esta tierra
de juventud coronada,
y a la que el sol de los trópicos
con rayos de amor abrasa:
doquier los hijos de Cuba
la voz oigan de esta hermana,
que vuelve al seno materno
—después de ausencia tan larga-
con el semblante marchito
por el tiempo y la desgracia,
mas de gozo henchido el pecho,
de entusiasmo ardiendo el alma.
Pero, ¡ah!, decidles que en vano
sus ecos le pido a rni arpa...
pues sólo del corazon
los gritos de arnor se arrancan.
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GERTRUDIS GÓMEZ AVELLANEDA
(Puerto Príncipe, Camagüey, Cuba, 1814
-Madrid, España, 1873).
-Madrid, España, 1873).
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