De El libro de las conversiones imaginarias
(Betania, 2014)
1
Amigo, ahora que he llegado al tiempo de
las conversiones imaginarias
de los sueños más turbios, puedo dejar a
un lado las pavesas del
/odio y los fantasmas de la esperanza
Porque
éste ¿no es el tiempo de las postrimerías?
Tiempos
de desprecio, como los llamó Tertuliano, citaba la
Ahora que los sentidos se vuelven
retrospectivos, puedo
/invocarte a ti
antigua
Diosa Blanca, y abandonarme a las confesiones que
/dicta el tedio
el
sudor legendario, como un derrotado Edipo o Virgilio
/agonizante
con
la paz del escriba, un oscuro cronista o soñador ancestral
/añorando la sombra de los mangos en flor
Lo
primero, el país de marras, la inconcebible ínsula de mi
/orfandad
Yo tuve un amigo que se leyó a Nietzsche
y se volvió loco
/como John Nach, el Emperador de la Antártida
¿Se puede leer a Nietzsche, con
impunidad, en la juventud? Yo
/nací en una isla
Nietzsche es otra isla. Él me enseñó el
valor de la lejanía, el
/puentecito roto, la montaña distante, el
eterno retorno
¿Cómo oír a Bach y, a la vez, sentir los
golpes dionisíacos en el
/piano?
Gritar:
Ariadna, te amo. Y firmar: El Crucificado
Ah, el amor como un límite, un umbral, un
imposible
Y su nombre llagado. Y Nietzsche, su seudónimo
Yo nací en una isla
Y guardaba caracoles en cajitas de nieve.
Ah, los perversos
/tesoros
las reliquias hurañas, laberintos
callados. Toda la Vía Láctea
Caracoles o estrellas. Yo quise ser astrónomo
y náufrago y
/cruzado
La
realidad, grosera. La amistad, clandestina. El afuera,
/indecible
(Me perdieron los juguetes. Me expulsaron
del jardín)
Yo nací en una isla
Siempre
fui el exiliado, el loco, el amante imposible
El
que miraba ávido los grabados de Gustavo Doré en
Sentí
tan feo el mundo, mi mundo, mi ínsula siniestra
Nunca fuiste mi patria, ¿cómo hay patria
sin Madre?
Siempre
fui el exiliado, siempre quise el regreso
Alguna vez escribí con la angustiosa
melancolía de la juventud:
Las
despedidas son tan provisorias que el tiempo las devuelve
/estremecidas
Pero:
Y tú le respondiste así porquerizo Eumeo
Y repetía las palabras sagradas como una
cantinela solitaria
Luego
añoré los Reyes, los tristes Reyes Magos. La estrellita
/allá lejos
El niño en el pesebre. El vaho de las
bestias. Y el alma en el
/establo
Era la Noche de Reyes, mi noche, mi
secreto
Pero
había que caer, de nuevo, sin amparo.
Todo roto y lejano
(Me echaron de la fiesta. Me rompieron el
corazón)
Y nacer, ¿renacer?: El pecado sin culpa,
eterna pena…
Yo nací en una isla
Pero
entonces, amigo, ¿cómo volver a nacer en otra patria
/oscura?
La antigua noche obscura, la patria que
anhelaron Juan Clemente
/y Casal
Dos patrias tengo yo…, dijo el náufrago de la playita de
/Cajobabo
Entonces
yo buscaba algún rostro, otro tacto, alguna certidumbre
algo
desconocido, las figuras danzantes en el fondo del
lago
Y lanzaba piedras al mar, al mausoleo
oscuro, buscando una
/respuesta suya
No
sabía entonces que si nada se busca, la ofrenda será
/imprevisible,
ilimitada
Pero
allí estabas tú, Diosa Triple, terrible, Medusa inolvidable
No entendí tus lecciones. Y buscaba en
los rostros, en los
/rostros amados
un aviso, algún signo, un lenguaje
lejano: la palabra perdida, la
/realidad sin nombre
(sin piedad, sin pecado). Ah, las
irisaciones de esos rostros
/varados, su indefinible angustia
el
sexo originario, un puente que borrara la atroz separación, el
/dualismo malvado
Ni
ángel ni demonio ¿Polo Febo y Celestina? Uno solo. Algo así
Yo nací en una isla. ¿Qué buscabas, María,
en esta isla extraña?
Te recordaba a Málaga, a tu padre con su
traje blanco de alpaca.
/Ah, María
si
esta era tu patria prenatal, tu infancia, tu secreto y tu carnal
/apego
para mí era el infierno, las praderas
malditas con un Sol en el
/centro
la
luz que borraba los rostros, que difuminaba los secretos
el
sitio de la expulsión, el lugar del naufragio, la pérdida, la
/pérdida
Amigo, tú siempre lo supiste. Es el
infierno, claro. La región de
/los hijos
Los hijos de la noche. Y los hijos
nonatos. La eterna sensación,
/el procaz desamparo
Todo partido, roto. Y la gota de láudano.
Las velas que se
/apagan. Es el infierno, claro
Después, las tentaciones ¿Hay un infierno
claro? La vida es un
/ensayo. Tú lo supiste siempre
Las
dendritas rodeándote. La amarga circunstancia. El país tan
/lejano
Profanar
los umbrales. Padecer los insomnios. Hacer sufrir al
/prójimo
Y mirar allá lejos, lo incomprensible,
huraño. Entrar al parque
/oculto
El fiel pistoletazo. El delirio en la
sien. Y la boca del pez
Las hojas del otoño cayendo lentamente
como un manto sagrado
Mas
¿qué estoy escribiendo, amada víctima? Todo rugoso, mudo
Y los dientes de perro. Tal vez. Y sin
embargo
hay un espejo claro. Los ojos de tu perro
como estrellas remotas
Tal vez. Yo nací en una isla. Muy cerca
de las líneas
de
los bordes. Hijo mío, ¿adónde te escondiste que te
busco
llorando?
¿Hay islas de perdón? ¿En Solaris? Despacio
muy
despacio miro las conversiones, los duros simulacros
(Qué pobre es el Poder. Patético el
Tirano). Hay una fuente
absorta
en el centro del patio. Allí toda la música y el esplendor
manando
en el silencio puro un alfabeto claro
Allí
el Buda perfecto. Allí el silencio. Amigo
¿no
podremos volver a la fuente secreta?
(Alánimo,
alánimo, la fuente se rompió)
Yo nací en una isla. Una isla en el amnios
Tú
lo sabías, Raúl. Porque estamos de paso: luciérnaga, cocuyo,
/rayo verde
eterno minotauro mirando las estrellas.
No hay un infierno claro
Dragonflay. En la noche (y toda noche es
sombría)
se dibuja un eclipse. Quedarse allí, soñando
rodeados por el mar y la noche y tu mano
Tu
mano como un bosque. Tu sexo como un prado
Mirar las luces, lejos. Y dormirme en tu
mano
como una hojita seca, peonía, cilantro
Pero…
Yo nací en una isla
Y no hay un infierno claro
Nos
quedan los recuerdos como fábulas, las canciones
como reinos hechizados y aquellos y aquellos ojos verdes
serenos
como un lago, los instantes perdidos y todas las visiones
el inaudito tacto, la música lejana, los
olores extraños y al fondo
en
lo imposible un sabor legendario
Yo nací en una isla
No
puedo imaginarlo
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JORGE LUIS ARCOS. (La Habana, Cuba, 1956). Poeta y ensayista. Entre sus libros publicados sobresalen: En torno a la poética de Fina García Marruz (190); La solución unitiva. Sobre el pensamiento poético de José Lezama Lima (1990); Conversación con un rostro nevado (1993); Orígenes. La pobreza irradiante (1994); María Zambrano. La Cuba secreta y otros ensayos (1997); El libro de los ínferos (1998) y El libro de las conversiones imaginarias (2014). Reside en Argentina.
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