10.14.2018

MOISES ASIS: VULNERABLES: UNA HISTORIA MIAMENSE DE AMOR (FRAGMENTOS)



Disponible en www.createspace.com/7232493


No robarás (7)

El sur de la Florida es el lugar preferido de retiro de ancianos que vienen de todas partes de los Estados Unidos y Canadá, además de la enorme concentración de inmigrantes que pueden comunicarse en inglés, español, creole haitiano, sánscrito, persa, portugués, ruso, francés, cantonés, alemán, vietnamita, hebreo, ucraniano y otras lenguas, y encontrar excelentes proveedores de servicios y autoridades que les van a entender. En Miami-Dade y los condados vecinos de Monroe, Collier, West Palm Beach, Broward y otros, viven muchísimos ancianos, y allí los cazan explotadores inmisericordes que sólo buscan privarlos de su ingreso de jubilación y de su patrimonio. El precepto bíblico de “No robarás” (Éxodo 20:12) parece caído en el olvido cuando las víctimas son ancianos y adultos vulnerables.
Dickens tuvo ocasión de investigar unos 4000 casos y algunos fueron muy dolorosos, le hirieron para siempre. Él recordaba sobre todo a aquel octogenario educado, decente, amable, Fernando, que acababa de enviudar. Su esposa, Verónica, falleció instantáneamente al chocar su automóvil mientras lo conducía. La policía acudió a la escena del accidente y encontraron que Verónica no tenía asegurado su automóvil.
--Imposible--le dijo Fernando. Desde hace casi 20 años nosotros tenemos asegurados los dos automóviles y la casa en Riverside con la misma compañía y siempre pagamos los seguros en tiempo, a través del mismo agente de seguro, que se ha hecho muy amigo nuestro, viene a nuestra casa para ahorrarnos el esfuerzo, yo le escribo o simplemente firmo los cheques y nunca ha habido ningún problema. 
     En una ocasión, Fernando había tenido un accidente, llamaron al agente de seguros y éste pagó inmediatamente por todos los gastos. El agente les había mostrado una cara amistosa, los visitaba, incluso, les traía frutas como regalo, y Fernando y Verónica confiaban en él. Pero no sabían que la agencia de seguros había dejado de existir en los pasados 15 años, y el agente continuó embolsándose durante tres lustros el pago de las primas por inexistentes seguros de automóviles y de casa, así que los documentos eran totalmente falsos.
     En pocas horas Dickens logró identificar completamente al perpetrador de la estafa. Tenía sus fotos, su nombre, dirección, fecha de nacimiento, número de seguro social, historia delictiva, registros en la Corte, información sobre los carros que había poseído, sus números de placa e identificación, y más. Envió a la Policía y a la Fiscalía una y otra vez copias de todos los cheques cobrados y de toda la evidencia documental y testifical sobre los delitos. El detective asignado al caso de explotación le dijo a Fernando que la Policía no podía hacer nada…
--¡Pero sabemos quién es el perpetrador, su foto, su licencia de conducción, su dirección, y tenemos todas las evidencias testificales y documentales de que cobró decenas de miles de dólares a nombre de una agencia inexistente!--le dijo Dickens una y otra vez al Detective y a la Fiscal.
Pocos días después Dickens supo del fallecimiento de Fernando: había vertido un contenedor de gasolina sobre su cabeza y se había prendido fuego mientras estaba solo en casa.



Graciela enviudó y tenía una casa espaciosa con varias habitaciones en North Bay Village, así que invitó a su hija menor y a los pequeños nietos a mudarse con ella. Se sentía muy sola, y esta hija no salía de un problema para meterse en otro con las drogas y con los amantes abusadores que, con frecuencia, la golpeaban y hasta la hacían vivir en la calle y prostituirse. A la hija de Graciela la conocían más por los extensos moretones y laceraciones que siempre tenía en todo su cuerpo y cara que sin ellos. La joven había caído en el submundo de las drogas y de los ciclos de abuso doméstico. Rehusaba buscar apoyo en su familia, por vergüenza a veces, por temor a sus hombres las más de las veces. Más de uno de sus amantes la había obligado a hurtar y a hacer cosas mucho más reprobables. Había vivido con sus hijitos en la calle, en shelters o refugios y en tugurios infernales.
--No digas nada a tu hermana--le pidió Graciela a su hija. Yo estoy vieja y no sé cuántos años más voy a vivir. Mejor te traspaso ahora la propiedad de la casa a través de un Quit Claim Deed y en un futuro ya la casa está a tu nombre, no tendrás que pagar por ningún trámite ni compartir la casa con tu hermana en una declaratoria de herederos.
     Y así fue. Lo que no sabía Graciela es que pocos meses después quedaría desamparada. Sufrió una caída sin importancia y tras pasar pocos días en el hospital, la enfermera llamó a la hija para avisar que una ambulancia llevaría a Graciela a su casa, pues estaba dada de alta por el médico. La hija dijo que Graciela no vivía en esa casa, y el Quit Claim Deed así lo probaba. Graciela se convirtió en desamparada.
--Ésta es mi casa legalmente, aquí vivo yo sola con mis niños. Graciela no vive aquí. Pueden enviar a alguien a recoger la ropa y pertenencias personales de mi madre, lo siento pero ella no puede vivir aquí.
                                                                     

--¡Por favor, ayúdeme! ¡No puedo más!--llamaba cada varios días Adrián, el nonagenario propietario de una casa en Miami Gardens.
     Muchos años de duro trabajo, de pagar rigurosamente todas las deudas y tener una historia impecable de crédito y vida frugal. Desde hacía mucho tiempo su esposa, Miriam, y él habían pagado la hipoteca y ahora con los retiros de ambos en teoría podían vivir decorosamente y en paz.
     La felicidad nunca es completa. Adrián era muy delgado y sufría de problemas respiratorios, y Miriam sufría de demencia senil, pero no en una etapa avanzada.
     Un nieto de Miriam, descendiente de un hijo que ella tuvo en un matrimonio anterior, en su viaje de Alaska a Miami, les pidió quedarse con ellos durante dos semanas pues la esposa había conseguido un trabajo como enfermera en la Florida. Miriam y Adrián dijeron que sí, y el nieto se instaló en la casa con su esposa embarazada y su hijo de tres años.
--Dijeron que serían solamente dos semanas, pero ya llevan aquí tres meses y no tienen intención de irse. Ponen el aire acondicionado central a una temperatura muy baja y yo tirito pues el frío me molesta para mi problema respiratorio. Yo subo la temperatura en el termostato y el nieto de mi esposa lo baja. Hemos tenido discusiones tremendas, he llamado a la Policía pero los policías no hacen nada. Me dijeron que fuera a la Corte y pidiera una orden de evicción y de alejamiento, gasté varios cientos de dólares y llevo meses esperando por un fallo del Juez. Yo creo que el nieto de mi esposa está esperanzado que yo me muera en uno mis ataques de asma y le va dando de largas al asunto. No se van y no me hablan, tengo enemigos dentro de mi casa y lo peor es que mi esposa tiene Alzheimer y no se da cuenta de la situación, defiende al nieto y no quiere que él, su esposa embarazada y el niño de ambos se vayan. ¡Por favor, ayúdeme!
                                                                     

Un caso muy triste fue el de Piedad, una arquitecta solterona que había trabajado hasta pasados los ochenta años y había acumulado algunos bienes en toda su vida: una casa enorme, un carro caro y una jugosa cuenta de banco. Nunca tuvo hijos ni se casó, y su modo de vida era frugal, así que tenía mucho dinero. Toda su atención y amor estaban destinados a sus sobrinas y sobrino. Las sobrinas eran profesionales y estaban casadas, no tenían carencias financieras, pero el pariente más joven, el sobrino, acababa de salir de prisión tras cumplir varios años por delitos relacionados con tráfico de cocaína. Después de salir en libertad continuó siendo codicioso y se vio involucrado en algunos fraudes, pero no volvió a ser encausado y no había dudas de que amaba a su tía y nunca haría nada que la perjudicara… hasta que se presentó la ocasión.
     El día en que Piedad se cayó y tenía dolor en una rodilla, su sobrino le insistió que fuera a quedarse en su casa y así ella tendría todo el cuidado y atención que necesitara y, al mismo tiempo, le daría una mano a él y a su esposa en el cuidado del hijito de ambos. Piedad estaba encantada y aceptó la invitación, sin sospechar que poco después el sobrino escribiría cheques por ella y falsificaría su firma para extraer más de $300 mil dólares de la cuenta de Piedad, e intentó vender la casa y el automóvil de ella. También la mantuvo aislada del resto de la familia. Cuando Piedad, una mujer lúcida e inteligente, se quejó del aislamiento en que estaba viviendo, el sobrino la ató a un butacón y, cuando la tía le pidió que le diera una pistola para poner fin al sufrimiento de ella, el sobrino la complació y le dio su pistola Beretta Cheetah y ella apretó el gatillo apuntando el arma en su sien… Pero la pistola no tenía balas y Piedad no pudo morir como había deseado.
     La ocasión de escapar se le presentó otro día cuando la puerta y la cerca que rodeaba la casa no quedaron cerradas con llaves y Piedad pudo correr hasta un supermercado cercano y llamar a las sobrinas desde allí, les contó la situación y las sobrinas la recogieron y llevaron a un lugar seguro.
Piedad repitió una y otra vez con lujo de detalles todo el relato escalofriante de su odisea en casa del sobrino y sobre el asunto de los cheques que él escribió y firmó falsificando la firma de Piedad. Los cheques falsificados mostraban que el sobrino había cobrado casi medio millón de dólares. Como las sobrinas y sus esposos trabajaban el día entero y hasta de noche, ella aceptó quedarse temporalmente en un assisted living facility hasta que un juez de la corte del distrito pudiera tomar una decisión.
Pocos días después, el sobrino descubrió dónde estaba Piedad y esa noche la engatusó y atrajo hacia una limusina que había alquilado y que la estaría esperando afuera. No se supo nada más sobre Piedad hasta la audiencia en la Corte unas semanas después, pero ya le habían lavado el cerebro e intimidado lo suficiente. Ella llegó a la Corte acompañada de su sobrino y del abogado de éste, y Piedad desmintió todo lo que había dicho anteriormente: le dijo al Juez que su sobrino era una persona muy buena y amorosa, nunca la ató o aisló, y mucho menos abusó verbalmente de ella, y que el supuesto incidente con la pistola Beretta Cheetah sin balas fue una broma muy graciosa pues era en realidad una pistola plástica de agua, un juguete del niño hijo del sobrino. ¿Y el dinero sacado de su cuenta de banco y los cheques falsificados? Oh, no, el sobrino amoroso estaba sacando ese dinero para reparar la vieja casa de ella. Muy cariñoso.
     El Juez permitió que el sobrino y su esposa continuaran a cargo del cuidado de Piedad en la casa de ellos, pero un guardián legal se ocuparía de supervisar semanalmente todos los gastos y el dinero que se sacara de la cuenta bancaria de ella. No hubo encausamiento penal al sobrino, pero tampoco tuvo acceso al dinero y propiedades de la tía, así que la frustración aumentó y Piedad terminó viviendo en un Assisted Living Facility, donde más tarde falleció. 

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MOISÉS ASÍS.  Narrador e investigador. Hombre de múltiples carreras universitarias en Cuba y Estados Unidos (Información Científica, Trabajo Social Clínico, Hipnosis Experimental y Medicina Alternativa). Ha realizado tanto estudios de parasicología, hipnosis y apicultura como investigaciones culturales entre las que sobresalen aquellas dedicadas al tema del judaísmo en la Isla de Cuba. A finales del 2005, cofundó la organización caritativa, educativa y científica Bees for Life World Apitherapy Network.

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