5.13.2021

POEMAS CUBANOS DEL EQUILIBRIO


José Lezama Lima, Eliseo Diego, Rolando Escardó, 
René Dayre, Rita Martín, Odette Alonso, Damaris Calderón.


JOSÉ LEZAMA LIMA (1910-1976)
LA APARICIÓN de los trasgos, con sus anchurosas 
colchas líquidas, impiden a los animales más sutiles 
acercarse libremente para que también puedan reconocernos. ¿En la coincidencia del reconocimiento hay un misterio 
de equilibrio, en que se conjugan el arco de los imanes 
y la elipse gomosa? Cuando queremos rehacer el equilibrio, aparece el fruto dorado y la tenaz naturaleza de la tentación. 
¿Es un equilibrio o una naturaleza la levadura y la ananké? 
¿Puede la reina dar órdenes al ejército de coperos? 
La reina domina la humedad que necesita el cangrejo negro 
y tiene la clave temporal de la absorción de la tierra. 
La venatoria la coloca en el tapiz oyendo lo que nadie dice, anticipándose a los desprecios indescifrables del murmullo. El linternero quiere cobrar de nuevo sus servicios, 
que señalan la oportunidad de caer sobre los imanes y la elipse. El linternero reconoce lentamente las dos vasijas 
y púdico elemental se retira cuando comienza la tentación. 
El mensajero suda al desvestirse y los trasgos 
le aportan la media jícara y los dos imanes. 
Cuando la esfera deja de escindirse en el cuadrado 
y la conjugación del verbo reúne lo semejante con lo hostil, 
el aliento, la cantidad de aire penetrador es también un signo, rocía la indistinción de la torre negra y de la noche. 

ELISEO DIEGO (1920-1994)
RIESGOS DEL EQUILIBRISTA

Allá va el equilibrista, imaginando
las venturas y prodigios del aire.
No es como nosotros, el equilibrista,
sino que más bien su naturalidad comienza
donde termina la naturalidad del aire:
allí es donde su imaginación inaugura los festejos
del otro espacio en que se vive de milagro
y cada movimiento está lleno de sentido y belleza.

Si bien lo miramos qué hace el equilibrista
sino caminar lo mismo que nosotros
por un trillo que es el suyo propio:
qué importa que ese sendero esté volado
sobre un imperioso abismo si ese abismo
arde con los diminutos amarillos y violetas,
azules y rojos y sepias y morados
de los sombrerillos y las gorras y los venturosos
pañuelos de encaje.

Lo que verdaderamente importa
es que cada paso del ensimismado equilibrista
puede muy bien ser el último de modo
que son la medida y el ritmo los que guían
esos pasos.

La voluntad también de aventurarse
por lo que no es ya sino un hilo de vida
sin más esperanza de permanencia
que el ir y venir de ayer a luego,
es sin duda otra distinción apreciable.

Sin contar que todo lo hace por una gloria tan efímera
que la misma indiferencia del aire
es por contraste más estable, y que no gana
para vivir de los sustos y quebrantos. El equilibrio
ha de ser a no dudarlo recompensa
tal que no la imaginamos.

¡ADELANTE!
decimos al equilibrista, retirándonos
al respaldo suficiente de la silla
y la misericordiosa tierra: nosotros
pagamos a tiempo las entradas y de aquí no nos vamos.

ROLANDO ESCARDÓ (1925-1960)
EQUILIBRIOS

…Aguántenme esta tarima en donde estoy subido
que no se incline a un lado y caiga o cuelgue
mi ardoroso cuerpo.
Aguanten una pena
Aguántenme
que no quiero que pase y suceda lo de siempre
caer sin cumplir.
Aguanten la tarima
ayúdenme a aguantarla
que ya caído antes y no quiero jamás.

RENE DAYRE (1945)
EL EQUILIBRISTA
Camina despacio sobre las líneas del poema
evitando caer de bruces en la nada.

RITA MARTÍN (1963)
EQUILIBRIOS

Puedo ver mis resarcimientos escapados
la luz: tránsfuga del desperdicio
sobre las voces del equilibrista
guardada en la estatura de los vientos seculares.
Soporto el paso
se detiene cuando dos brazos lloran.
El inocente clama mi canción.
Lo exterior resucitado cava la orfandad
cuánta víspera engarrota el cuerpo.
Vuelvo
pensamientos abaten mi cabeza.
Él se escapa al descubrir que no soy la princesa.
No lloro.      Sólo miro al inmenso
Y tiendo mis manos con celo de perderlas.
Savia de la colina me alimenta
Entre los solitarios
Destino de mi ser ingrávido bendiciendo la noche 
                                         que no viene.

ODETTE ALONSO (1964)
EL EQUILIBRISTA

Ahí está la vida-cuerda floja y yo encima muñeco de trapo bruja sobre su escoba
luna tras el cristal
yo encima
brújula o caminante
saltando dinamita campo ardiendo
a cada lado del cordel.
Abajo están las fauces
los profetas
el mundo el equilibrio cuesta
abajo.
Qué va a importar el torpe manifiesto
las paredes las letras la endeblez de las uñas
la vida-cuerda floja nos sorprende
escogiendo entre el abismo 
y el abismo
a sólo un paso.
Quizás si fuera la vida-hilo de Ariadna
la vida-manantial-rosa fugaz
pero es sólo la vida-cuerda floja
y hay un equilibrista
contemplando el espacio que se ensancha
al borde mismo de su impávida pupila.
Es tan sólo la vida-cuerda floja
y hay un equilibrista
             que soy yo

DAMARIS CALDERÓN (1967)
CON EL TERROR DEL EQUILIBRISTA
...las aguas del abismo
donde me enamoraba de mí mismo.
Quevedo
Sobre el espanto del pozo
siempre pensé tocar el agua.
Nunca lavar las manos,
no mancharlas.
Sólo el pozo y mi sed.
Nunca las viejas bocas
ni los baldes usados en balde.
No el agua que titila
su confortable techo
y toda la pasión de sus ahogados.
Nunca
el ojo contemplativo.
Todo esto lo digo
con el terror del equilibrista.


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