6.08.2010

ALBERTO GARRANDÉS: ¡Tápate eso, cochina!

Fragmento inicial de Las nubes en el agua (Premio Ítalo Calvino de novela 2010)

En la Casa de los Muertos, mientras enjuga una lágrima inverosímil e imagina faisanes dorados, rellenos de castañas bajo vaporosos y distantes crepúsculos, Gata de Angora le ordena con irritación a Flor de Cactus: ¡Tápate eso, cochina! Extrañas excepciones —gráciles rostros en la niebla, susurros discontinuos— hacen que esa noche no sea cualquier noche. El parque frente a la Casa de los Muertos, donde pervive un ciprés enfermo y la gente se aglomera antes de entrar en las oficinas del Consejo de Europa, se encuentra desierto y continúa barrido, de vez en vez, por el aire que arrastra hojas y flores mustias. Hay otros objetos que se deslizan sobre el pavimento y se traban en las grietas. Materias dispares, llenas de incongruencia y maldad: dientes recién extraídos, algodones húmedos, cabellos atados con cintas de colores, y papel sanitario seco, doblado en dos, con manchas de sangre y acartonamiento de trombocitos. ¡Muslos demasiado suaves, cánceres, orines, escaras, delirios! Los trombocitos brillan como el ámbar milenario. En el inicio mismo de la madrugada, tres niños de nueve o diez años consiguen unos sables y combaten en el parque con pertinaz elegancia. No falta nitidez en el resuello de los metales. Pero ahora, por los iluminados corredores de la Casa de los Muertos, dos tipos metidos en sobretodos blancos transportan un carro de lata donde brillan tazas de loza y el chocolate se deja oler.

Un sujeto que representaba al Consejo de Iglesias del Levante había llegado el día anterior  con una carga de cruces de madera labrada —obsequios venidos de la impar Constantinopla— y las había distribuido dentro y fuera de las salas. Cada una de las cruces mostraba un bonito neón anaranjado que contribuía a acentuar el fervor. Los sarcófagos resplandecen ahora bajo la iluminación del Altísimo, y en los pasillos un aura nueva atempera la tristeza.
Gata de Angora había mandado sellar el ataúd de su marido. El maquillista, un connoisseur proveniente del Teatro Imperial, no había podido disimular del todo el feo agujero en la frente de Roberto, practicado en vivo con un taladro eléctrico y una broca de media pulgada, mientras tres esbirros lo inmovilizaban, con cuerdas elásticas, en una silla de soberano estilo. Un cuarto esbirro, disfrazado de payaso, afincaba la broca —que, al ir perforando el hueso frontal, soltaba un humillo encantador—, y un quinto y último filmaba la totalidad del proceso, al tiempo que el payaso cantaba un aria de Purcell.
En su casa, encima de una mesa habitualmente llena de revistas, y dentro de una inopinada bolsa de nylon para evidencias criminales, había visto Gata de Angora el taladro homicida. La sorpresa de llegar y encontrarse con todo revuelto no le impedía recordar perfectamente que en la empuñadura del taladro fulguraba un diminuto sello plástico con una marca desconocida y casi ilegible: Red Snake.   
Pero regresemos a Flor de Cactus, que es una chica atrevida. A pesar de las circunstancias, se mete en un baño para quitarse la tanga negra —calada con meticulosidad— y regresa a la sala donde Gata de Angora rumia su pena. Se acomoda frente a ella, encaramando las piernas y separando las rodillas. El borde del vestido está en alto y empieza a resbalar a causa del peso de una cenefa de satín de la que penden cuentas de vidrio. Con las caras muy alegres los tipos del chocolate invaden el recinto. Y es entonces cuando Gata de Angora le susurra ¡Tápate eso, cochina! a Flor de Cactus, en el estilo de una cobra real, mientras intenta borrar un sollozo en el que nadie hubiera creído jamás.  Al oír semejante mandato y ver el balsámico trasiego de las chicas, uno de los chocolateros queda clavado en el piso de mármol gris, con la boca abierta, sin reparar en el horroroso encanto de un hilo de sangre que se escurre, inoportuno, por una de las patas traseras del catafalco.
Lectura de Alberto Garrandés de su novela Las nubes en el agua, la noche de la premiación del Ítalo Calvino, el pasado viernes 4 de junio del 2010.

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