11.29.2010

LEZAMA LIMA EN POESÍA

Un diálogo con José Lezama Lima de cuatro poetas:
Heberto Padilla, Roger Santivañez, Maya Islas y 
Virgilio Piñera  


HEBERTO PADILLA
De Fuera del juego, 1968
 A Lezama Lima 
Hace algún tiempo
como un muchacho enfurecido frente a sus manos 
atareadas
en poner trampas
para que nadie se acercara,
nadie sino el más hondo,
nadie sino el que tiene
un corazón en el pico del aura,
me detuve a la puerta de su casa
para gritar que no,
para advertirle
que la refriega contra usted ya había comenzado.
Usted observaba todo.
Imagino que no dejaba usted de fumar grandes
que continuaba usted escribiendo
cigarros
entre los grandes humos.
¿Y qué pude hacer yo,
si en su casa de vidrio de colores
hasta el cielo de Cuba lo apoyaba?


ROGER SANTIVÁÑEZ 

De:  Antes de la muerte, 1979

TRES POEMAS PARA DESCIFRAR

A LA MANERA DE JOSÉ LEZAMA LIMA
I. La sombra se veía


Al amanecer nos armamos de valor, simulamos
Pertenecer aún a la extremidad helada del sueño,
Deseando vislumbrar entre este encierro guardado
Del motivo que embutiría cápsulas destinadas
A combatir la corriente desmesurada de los cuerpos
Que imperceptiblemente trastocan su belleza
En oscuridad de invitaciones nunca aceptadas
Horadadas en un miedo permanente.
Las muelles recepcionistas del cansancio
O el sueño, empinan su horizontalidad
Para expulsarnos de un instante en el que

Veríamos una anatomía preocupando nuestra curiosidad,
Debida a la posibilidad no gozada
De nuestro callado favorecedor de movimientos,
Poroso castigado a pesar vestimenta que impide
Clausurar la distancia no conversada.

II. En el taller

Escuchábamos los ruidos de las latas estropeadas;
Una muchacha nerviosa vertía sobre nuestra casa
El infame olor del carburo
Por haber estrellado los faros de su increíble
Bebedor de gasolina contra la impaciencia de
Un repartidor de anhelos hechos de plástico
Para trastornar las noches de quienes no saben
De su propia placidez, anudados a la ceguera
Que dulcemente va labranbdo el afán inquieto
De cruzar dichas efímeras, temerosos de recibir
Un golpazo igual al que en verano
Nos despierta del párpado suavísmo, transportados
En la numérica mente de los hombres y es dorado,
Casi erótico al permitir que las muchachas
Plasmen lo que lleva a los adolescentes
A enviarse miradas de lujuria.
Ruidos practicados por las tardes de hábiles artesanos
Eficaces devolviendo belleza
A un asiduo trajinador de pavimentos.
Los insomnes hombres embadurnados con pintura al duco
Jamás desprenddios del halo azuloso del chisguete
Destructor de las pupilas más agudas.
Soportamos una presencia olfativa nauseabunda;
Sólo a la hora mas brisácea del día
Nos abandonaban a la caída,
Esa carencia de fierros torcidos sonando.

III. Ejercicios espirituales

La oscuridad del recinto donde un anciano
Bebía vino creído que era sangre, persiguió
Nuestras mentes como una exigencia palpable
De hallar una caída saludable después de
Bajar en vórtice hacia ningún lugar.
Producida la certeza del miedo:
El afán de aullantes invitaciones en
Esas profecías: estaciones incadescentes
O babosas nubes acariciantes
Casi orgasmos no eróticos complacidos
En la visión de manzanas suspendidas
Sin aire ni vergüenza, asistimos
Haciendo fila en una casa alejada
Donde la disposición solitaria de las monjas
Resbalaba con el ritmo que la mano
De una muchacha logra al tratar de
Aliviar la responsabilidad de su belleza
Con un toque improvisado de cabellos.

MAYA ISLAS


A LEZAMA LIMA  

Para Rita Martin y su Grafoscopio

Una mujer salvaje…
una mujer “que corrió con los lobos”
abrió un libro y se encontró el alma de un hombre, 
que casi en el destierro,
se despidió frondoso, como un árbol.
Ese poeta rondó las piedras
y las guardó para su futura casa
adonde pensaba descubrir la nada.
Después de tanto correr entre palabras,
su mito parecía un arcángel abandonado,
la espada, sin alas,
dormía con luz.
 Su principio fue la memoria del poema
que luego caminó todos los caminos,
tirando de sí mismo,
sintiendo el silencio como un cuerpo más.
Entre aguas y tierras, buscaba el aire,
todo salía de su cuerpo como un gran espejo
que reflejaba la penumbra de unas flores
a la distancia.
Jugó el fuego con el viento,
y el poeta ancló sus pies en un planeta abandonado;
el poeta nunca voló
pero las estrellas
aún contienen su secreto.
En aquellos tiempos este hombre nacido del lenguaje,
tuvo la misión de ser  juglar, ave perdida,
memoria y sonido,
                 un gesto viejo tras la reja.
Fue su amor por nosotros
que no lo dejaba morir
               agachado ante su saliva,
bañado de  su espíritu.
               Un día le sobró una tarde,
después de leerle a los demás su canto.
Ahí mismo supo que habíamos sido engañados
ante la turba que decía: vivimos en el centro del universo.
Todos sus poemas resucitaron al igual que sus células.
Bailó la noche sin los pies de los demás.
Lezama lo sabía,
era un navegante como todos nosotros,
entre pan y poema: la luna.


VIRGILIO PIÑERA


EL HECHIZADO
(Soneto)

A Lezama, en su muerte, 1976 


Por un plazo que no pude señalar
me llevas la ventaja de tu muerte: 
lo mismo que en la vida, fue tu suerte
llegar primero. Yo, en segundo lugar.
Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida: 
mortal combate del ser y del estar.
Es tu inmortalidad haber matado
a ese que te hacía respirar
para que el otro respire eternamente.
Lo hiciste con el arma Paradiso.
-Golpe maestro, jaque mate al hado-.
Ahora respira en paz. ¡Viva tu hechizo!


2 comments:

Magia Insular said...

Que se hace una mujer sola ante tantos hombres poderosos, si poder
es la palabra que nos salva de la
no-palabra?
Agradecida siempre, Rita, por tu gesto hacia Lezama, por tu gesto hacia nosotros que habitando la casa de Dante, pensamos en los cielos,
en algun lugar que honre a todos.

Teresa Dovalpage said...

Maya tan awesome y radiante...¡Qué buena idea hacer este homenaje!