3.29.2011

MARCO TULIO AGUILERA: El CORAZON DEL REY

Cortesía de Otro Lunes

Ya no se escriben novelas como ésta. O sí se escriben pero no se publican. La industria editorial está interesada en otra cosa: compra, lee (o guarde) y deseche. El corazón del rey, novela del cubano Félix Luis Viera (Innovación Editorial Lagares, México, 2010) cuenta la vida y las reflexiones de un aspirante a poeta en medio de lo que se ha llamado, para bien o para mal, el proceso revolucionario cubano. Hay en la obra una armoniosa combinación: diálogo, monólogo, reflexión, discurso ideológico, narración de peripecias, todo en un solo flujo a la manera de Joyce, pero sin sus complicaciones eruditas. Muy bien manejado, el estilo indirecto le imprime un ritmo original a la obra. Frases veloces, directas, efectivas. Una sinceridad, léase naturalidad, que fluye directamente al corazón del lector. Desde la lectura de Tres tristes tigres de Cabrera Infante, no había leído una novela tan deliciosa, con la chispa del cubano medio y el substrato del buen lector que sin duda es Félix Luis, este cubano residente en México, que sobrevive en este país con los naturales aprietos que tiene todo buen escritor en estos países y en estos tiempos (difícilmente un buen escritor encontrará una editorial de difusión masiva que quiera arriesgar su capital: en estos días se busca más la producción en serie y el producto convencional que la calidad; se estimula más la imbecilidad que la inteligencia; se busca más obsecuencia que la saludable rebeldía). En la novela de Viera se presentan personajes que se oponen al régimen comunista pero también los que están a su favor. No es, por lo tanto, una obra maniquea: ni un alegato furibundo contra un régimen cuyas carencias ya se han señalado obstinadamente, ni un canto a un sistema que se ostenta idílico por encima de realidades más que contradictorias. El tratamiento del sexo en esta obra es de un realismo que podría ser golpeante para las almas pacatas, un realismo a veces bárbaro, carente de poesía o poseedor de una poesía diferente, sometido a una especie de pragmatismo casi biológico. Se muestra, más que demostrarse, que el rechazo a la religión promovido por el sistema, ha desarrollado nuevas pautas de comportamiento. Lo sexual es descarnado, pero no desagradable. Simplemente muestra una concepción diferente a la que prevalece en aquellos países en los que la religión es parte fundamental de la existencia. Sexualidad sin mitos, sin fantaseos, directa, muy caribeña. Gozosa, golosa, feroz, divertida, desesperada, sin reconcomios o perversidades, pero con todo.
Personajes: el poeta-protagonista que no quiere trabajar en nada que contribuya a la “revolución”, que lo aleje del corazón de la sinceridad absoluta y que se dedica a leer, a beber, a explotar a su amante y a hacer todo tipo de negocios ilícitos (ilegales en Cuba; legales en cualquier otro país). Otros personajes: el comunista convencido y fanático; el homosexual típico; el intelectual que le es infiel a su mujer con una jovencita.
El poeta-protagonista es un vagazo que detesta la revolución y sus procesos deshumanizadores y uniformantes. La obra está plagada de innovaciones lingüísticas y aportaciones originales, así como de sutilezas estructurales y verbales, lo que nos persuade de que estamos ante un maestro fabulador que maneja con pericia de prestidigitador sus materiales… que no podrían ser sino ricos hasta el extremo, jugosos, llenos de ingenio y alegría, como lo es el pueblo de Cuba, sin duda uno de los más alegres del mundo.
Hay capítulos magistrales, como los del corte de caña y los que relatan los avatares de los cubanos en las interminables filas para conseguir algunos artículos escasos o los dedicados a la vida íntima de criaturas literarias atractivas (pero en esta novela uno no piensa en personajes sino en personas: insisto: estamos ante una especie de nuevo realismo, muy atractivo, como es atractiva la realidad que refleja) hasta el delirio. La escasez de algunos productos básicos en Cuba es tema dominante, así como la alabanza ciega de los comunistas (convencidos o no) a los procesos revolucionarios. Asistimos a colas de tozudos cubanos que permanecen días enteros a la espera de conseguir una licuadora, una camisa, lo que sea. Hay escenas picarescas inolvidables. Muchos capítulos se desarrollan en bares y clubes nocturnos. Los personajes beben interminablemente y debaten sus puntos de vista. Hay abundancia de citas —al parecer librescas— que se refieren a los temas del comunismo, pero que se introducen adecuadamente. Fornicar, dormir, beber, rebuscar lo básico por medios ilícitos, soñar con que escribe... esa es la vida del poeta y de muchos disidentes.
La novela no sólo es interesante por ser un cuadro verosímil y descarnado de la realidad cubana. Es en realidad un tratado sólido, bien pensado, con indudable conocimiento de causa, en el que se analiza el sistema cubano, las costumbres, las carencias, los éxitos del sistema. La novela es también una sabrosa reconstrucción literaria de la ciudad de Santa Clara, reconstrucción distante por completo de todo costumbrismo.
Para los cubanos disidentes esta novela puede llegar a convertirse en una Biblia o un tratado minucioso de la vida en la Isla (terminada hace cinco años, es perfectamente vigente, hacia adelante y hacia atrás: Cuba sigue en lo mismo –bueno y malo— desde hace 50 años y quién sabe hasta cuándo: esta imagen de la eternidad está perfectamente plasmada en la novela). Para los pro revolucionarios puede contribuir a una toma de conciencia y un reconocimiento de los errores del sistema. Sin dejar de ser una novela exquisita, es un documento testimonial como pocos.
Generalmente, los textos que se anteponen a las novelas a manera de prólogos, me han parecido un expediente ocioso e incluso perjudicial: como que quieren prevenir al lector de la importancia de la obra a punto de ser leída. El que se le ha colocado a esta novela, escrito por Abel Germán, me parece pertinente, mesurado y útil. Leído tras el disfrute de la novela, nos permite revivir la obra y revalorar sus momentos y personajes, todos memorables, de la misma forma que un grupo de personas añoran a los amigos ausentes. No dudo que los personajes de esta novela de Félix Luis Viera se conviertan en amigos perdurables del lector: la Samaritana, “homosexual oficial”; Robertón, “lumpen, lacra social”; Benito de Palermo, comunista recalcitrante, sincero, ingenuo; Magalí, amante sincera, vividora, oportunista, todos son queribles, gente digna de largas pláticas, criaturas ricas, seres falibles y a veces irrefutables, compañeros indispensables. Lectura sabrosa, recomendable. Ya quisieran el premio Alfaguara o el Planeta haber premiado esta obra de un cubano que para ganarse la vida tiene que nadar entre Miami y el D.F. contra todas las corrientes. No hace mucho escuché una conferencia de un director de Planeta: “Si me preguntan qué buena obra literaria publiqué el año pasado, tendría que confesar que ninguna”. De verdad sentí lástima por el individuo, un personaje importante de la cultura mexicana, respetado por muchos grandes. Mientras siga mandando el mercado habrá que buscar las buenas obras literarias en las editoriales marginales. Como dijera Mercedes, la amante del poeta recalcitrante después de tremenda cogida en el capítulo final de la novela: tremendo hierro narrativo tiene este cubano. Lo que me recuerda la lectura de la novela Marginautas, de otro narrador extraordinario, el uruguayo Adolfo Guidali Etcheverri, de la que se publicaron ¡300 ejemplares! Definitivamente: la literatura está en otra parte, no en las trasnacionales. Dos veces leí la obra de Félix Luis Viera: una en manuscrito y otra en libro. En los dos casos la disfruté intensamente. Es como un corazón vivo en la mano.

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