un puente, un gran puente
J.L.L
toda conversación es un puente de
plata
y frente a usted Dulce María
el puente es un comienzo
inexpugnable
un comienzo de voz semitranquila
con el temor de diluir sus fuerzas
en el agua
con la rareza fija
pidiendo desde lejos que le
dejemos quieta
siempre buscando siempre
el río subterráneo de su casa
no ve Dulce María
que estoy pidiendo a gritos su
soledad
como pañuelo de mi lágrima
no ve que estoy torciendo mis
veintinueve años
por no alcanzar la fruta que su
dureza alcanza
no sé Dulce María
pero pienso que el sueño de ser
feliz no basta
usted más que tiniebla
más que misterio y ala
más que páramo triste es una orquídea
sola
jugando a ser la sombra que deja
la palabra
no sé Dulce María
pero siento que faltan aplausos a
su vida
aplausos que no pagan su verano y
su encierro
bien sé que a estas alturas los
aplausos amargan
yo que soy nada y todo
yo que apago mi vida o que mi vida
apagan
no podría ser sordo como lo fue su
pecho
ni podría ser duro
ni frágil
ni de España
intentaría apenas ser un cántaro
seco
sin río que lo abrace sin piedra que lo parta
mas como usted valiente es cosa
bien distinta
para eso hacen falta
un poema sin nombre la muerte de una casa
y unos cuantos hermanos que le den
a la vida
aquel sabor ambiguo que deja en la
garganta
el líquido inefable de seres que
se han ido
aun cuando sus pasos en la tierra
se alargan
no sé Dulce María
pero de ser posible yo entraría en
su casa
buscara sus papeles
hallaría con ganas el centro de su
vida
tan bien apuntalada con jazmines
metálicos
y hurtaría la estrella
y el guijarro
y su lámpara
ya ve Dulce María
se creía tan sola y esta ciudad la
guarda
cual ropa de domingo
cual semana que emula con la
semana santa
un puente
un gran puente de carne y de
silencio
de su vida a mi vida
de su cielo a mi calma
y una misma violencia aferrándose
siempre
siempre callando siempre
como un papel en blanco por no
sufrir no habla
ya ve Dulce María
usted se cree tan sola
y yo mientras converso como a un amor
la extraño.
Y su mano
sostenía
el vaso
intocado
con
telarañas donde
bebió el
poeta,
Federico
García Lorca.
El
cuerpo del valiente
desmembrado
por
cuatro caballos
españoles
y sus campos
de
concentración.
La
República desesperada
de
un 20 de mayo.
El
canto de la mujer estéril.
Las
tapias del jardín de Bárbara.
El
ataúd donde dormía
Flor,
la sabia. La locura de Carlos Manuel.
El
amor de Enrique por el hombre.
La
belleza de Lázaro. El breve
Almendares.
Los amplios
patios
mozárabes lanzados
al
sol desde la tierra. Los vitrales
de
Amelia. La música de Lecuona.
Los
cuentos negros de Lydia.
El
tabaco y el azúcar de Don Fernando.
La
tierra indefensa
de
mi antepasado, Arredondo.
El
absurdo de Virgilio. Las eras
imaginarias
de Lezama.
El
primero de enero
de
1959. La UMAP
que
a nadie en el mundo
ha
molestado. Las aguas
grises
y podridas
de
una bahía hermosa.
Las
palmas tan altas y lejanas
avizorando
la ruina del país.
La
invención
de
la otra Habana.
La
noche clara
en
que por propia mano
recibió
el Premio Cervantes
para
ir a dormir después
con
los pequeños.
Usted
tenía razón, Dulce María,
tantas
cosas en el mundo
nos
fue dada. Sólo es nuestra
la
pura soledad.
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