Testimonio personal de Roger Santiváñez
Collingswood, New Jersey, mayo 2012
Llegué a Lima procedente de Nueva York
muy temprano en la mañana del jueves 29 de marzo pasado. Mientras me inscribía
en el mostrador del Hotel Bolívar me encontré con Rodolfo Hassler, a quien
conocía por intercambio epistolar cibernético. Rodolfo, con su dulzura de
siempre, me presentó a Francis Catalano –canadiense- y a Leonardo Martínez de
la Argentina, quien –ipso facto- me
hizo entrega de un libro suyo. La poesía lo recibía a uno desde el primer
instante. Este sería el aire que se respiraría durante los cuatro días del
Primer Festival Internacional de Poesía de Lima, organizado por el poeta,
traductor y profesor Renato Sandoval Bacigalupo y un eficaz equipo de jóvenes.
Por la tarde me tocó re-encontrarme con
mi viejo amigo y profesor el poeta peruano Hildebrando Pérez. La cita fue en el Cordano –mítico bar de Martín Adán y escenario de su famosa reunión
con Allen Gisnberg en 1961- frente a la Casa de la Literatura Peruana, donde
estábamos programados para leer. Compartimos la mesa con Manuel Pantigoso,
Julio del Valle (peruanos) , Teódulo López (venezolano) José María Memet (chileno), Jordi Doce
(español) y Carl Lacharité (canadiense). Celebro con los viejos amigos Julio
León, Lucho Luyo, Fernando Obregón y la joven poeta Erika Meier.
Más tarde en la noche asistí a un evento
especial organizado por Piero Bustos y Jorge Acosta en el Centro Cultural El
Averno de la bohemia calle Quilca para leer poesía y espectar el Teatro de
Grupo de Fabiola Alcázar y escuchar a la banda de rock-fusión andina Delpueblo. Por allí vi aparecer en algún
momento al poeta mexicano Marco Antonio Campos con su característica gorrita
rodeado por la efervescente marea contra-cultural que se da cita en El Averno.
Y tambien al poeta colombiano Luis Eduardo Rendón acompañado por la musa y
poeta peruana Nora Alarcón.
Al día siguiente me tocó desayunar con
Jotamario Arbeláez y Marco Antonio Campos. Para mí una gran emoción volver a
ver al autor de Mi reino por este mundo
–uno de los más brillantes nadaístas colombianos de los 60s- Jotamario, a quien
le profesaba –y todavía- afecto y admiración por ser –junto a Gonzalo Arango,
Jaime Jaramillo Escobar (X-504) y Armando Romero- de los más importantes poetas
de aquel maravilloso y radical Movimiento Nadaísta, que –desde mi adolescencia-
me ayudó a configurar lo que sería –ya en los 80s- el estado de revuelta
poética denominado Movimiento Kloaka. Marco Antonio Campos –afable siempre- me
interrogaba sobre El Averno, mientras discurría la suave mañana limensi sólo
interrumpida por los agudos bocinazos de
los autos que llegaban a nosotros –de rato en rato- desde La Colmena.
El viernes desde la media mañana ya
estaba todo el mundo en la abovedada rotonda principal a la entrada del hotel,
esperando el momento de salir hacia las locaciones de las lecturas. Comparto
con José María Memet, conozco al colombiano Ramón Coté. Gran re-encuentro con
Juan Carlos Mestre y conocimiento de Verónica Zondek. Veo a Domingo de Ramos y
a Carlos Lopez Degregori. Saludo al uruguayo Luis Bravo, que ha traído su
excelente Historia transversal de la
poesía uruguaya(1950-1973). Recordamos con él nuestro todavía fresco
encuentro en el festival Poetas del mundo latino que organiza en México, Marco
Antonio Campos. Debo salir en busca de
los ejemplares de la re-edición de mi libro El
chico que se declaraba con la mirada / Historia
francórum para presentarlo en la libreria El Virrey de Miraflores. Hasta
allí llego con Enrique Mendoza –joven poeta, miembro del equipo organizativo-.
Todo sale perfectamente, me acompaña en la mesa mi viejo y entrañable amigo el
poeta Rodrigo Quijano. Luego celebramos con una manchita en donde están Sandro
Chiri, Raúl Mendizábal, Manuel Liendo, Jorge Heredia, Miguel Lescano, Rocío
Ferreira, Anna Deeny, Alfredo Vanini, Ricardo Velasquez y Ayo Rivas-Plata,
personaje de El chico que se declaraba
con la mirada que milagrosamente apareció allí; entre los que pesca mi
memoria en este instante.
Volamos al hotel de vuelta porque esa
noche es la inauguración oficial del Festival en el Parque de Lima. Mientras
esperamos en la rotonda trabo conversación con Ledo Ivo, legendario poeta
brasilero. Luego nos metemos en el omnibus que nos llevará hasta el Parque.
Cuando subo –en la primera fila- me recibe Antonio Cisneros con un inmenso
abrazo. Al fondo hay sitio y allí me veo con Edwin Madrid, el magífico poeta
ecuatoriano a quien –por fin- conozco en persona. A la entrada del Parque me choco
con Enrique Veástegui y es una gran alegría para mí saludar al admirado autor
de Angelus Novus. Llego a la primera
fila de las graderías y me siento entre José Angel Leyva –poeta mexicano- y
Rosina Valcarcel. La noche se puebla de intensa poesía, pero yo no puedo
quedarme más tiempo: debo irme corriendo a un canal de TV, donde me espera
Manuel Escorza para entrevistarme. Pero llego tarde. Nos refugiamos en el
departamento de Borka y Paolo de Lima
que me ofrecen una santa comida. Cierro la noche conducido por Teófilo
Gutiérrez –mi editor- en El Directorio.
Al día siguiente, sábado, tengo un
almuerzo con José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo: rock and roll y poesía peruana a forro en la sobremesa. Hacia el
atardecer sufro un colapso nervioso y me veo obligado a encerrarme en mi
habitación del hotel. No pude asistir a las actividades programadas para esa
noche. El domingo amanezco mejor. Terminaba
el Festival. Voy a la lectura en el Parque Washignton donde me toca partcipar.
Junto a mí está Piero Bustos, quien interpreta una canción que acaba de
componer con mi poema Plegaria de mi
libro Roberts Pool Crepúsculos. Allí
me encuentro con Omar Aramayo y José Luis Ayala, vanguardia clásica de la
poesía del sur andino del Perú. Y con Miguel Ildefonso y Vanessa Martínez que
me acompañan un rato sobre el grama. Converso con Raúl Heraud y luego los
radicales Poetas de Asfalto: Richy
Lakra y el Primo Mugica me entregan sus
fanzines.
Giancarlo Huapaya me hace una entrevista
al vuelo, antes de saludar a Carmen Ollé y Jorge Luis Roncal, cuando ya tengo
que salir volando para tomar mi vuelo de regreso a los Estados Unidos. No pude
quedarme a la clausura. De paso slaudo a Mario Pera, a quien recien conozco en
persona. Pera me hizo una entrevista –en profundidad- publicada en los dias previos al Festival.
Con las justas alcanzo a decirle adios a Bruno Pollack. Y ya me voy recordando
a Ana Guillot, Susana Villalba, Graciela Zanini, Denisse Vega, Carlos Germán
Belli, Arturo Corcuera, Marco Martos, Jacobo Rauskin, Javier Campos, Pedro
Granados, Fernando Herrera, Martha Canfield,Enrique Sánchez Hernani, May Rivas,
Damaris Calderón a quienes pude saludar y/o conocer durante el feliz encuentro.
Javier Llacsacondor me despide –a nombre
de la organización- cuando dejo el Hotel Bolívar. Todo fue tan veloz y
vertiginoso, como esta memoria a la volada. Pero la belleza de la amistad y la
camaradería poéticas permanecerán por siempre. Muchas gracias, queridos poetas.
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