11.30.2012

ANTIDIO CABAL: POEMAS


De Campo Nublo. Antología. 1956.

1
HABÍA en el centro otro centro. Los lados estaban obscuros. Yo quería saberlo todo. Yo salía de mis partes temporales. Yo quería pasar a ningún sitio, a lo que está solo y en sí, a lo que no tiene desgracia esencial. Yo me negaba a sufrir en el sueño, yo buscaba un brillo que no pudiese ser sometido a interpretaciones.

4
CUANDO abrí la puerta me encontré con mi yo. Esto estaba completamente. Avancé hacia mí aproximándome a mí desde un yo y el otro. Me crucé conmigo  y me alejé según ambos sentidos de unidad. Temo confundir uno de mis dos cuerpos con uno de mis dos. El problema no es el alma.

5
MARCHANDO la belleza como marcha, corriendo hacia jefes de línea, hacia terribles tesoreros, hacia las desrelaciones con las criaturas. Larva, larva. Ella corre abdicando de su maternidad del mundo,  le hace caso a la viciosa élite, a la grasosa multitud. La publicidad vota por ella, la democracia vota por ella. Ella es destronada en lo alto de la plebe política. Entonces los desgraciado no la conocen, los intactos están reducidos para su alma. Desgraciada triunfadora, dama sin poeta. Yo la sigo en su acudimiento a las últimas sucias fiestas, ateniéndome a su mal uso en la ciudad. Arrastra su negror no  autónomo. La conozco en su autodesleal heterodoxia.

9
SER lo que soy me cuesta mucho, aproximarme a mi yo. En general, lo que cae  en mis sentidos no me corresponde, me corresponden los sentidos. Ni en los sueños consigo estar conmigo: igualmente me encuentro con la cultura, con los sujetos y con los objetos de no mí. No consigo soñar con mi yo. No consigo ser bello.

11
EXPLOTO de placer frente a la belleza, pero lo que quiero es explotar de belleza.

18
CANTA, oh musa, la innecesidad del espíritu en las ilusiones, su excesivo  trabajo para la apariencia en medio de la brevedad. Canta del cuerpo el tembloroso heno, canta los lados sanguíneos, la mente, la disparidad del uno. Canta a la poderosa verdad, como si existiera, canta sus inventadas vísceras, su vivir onírico. Canta el síndrome de la substancia. Canta toda esa agrupación  de individuos sacudidos por la finitud. Canta la espantosa obscuridad en la luz de la lógica simbólica. Canta más. Canta la belleza, sus fronteras de bengala, su permanente pubertad, su comida de hielo, su hierba blanca. Canta el radio de acción de la  psique en la penumbra. Canta las occisas ciudades, las aves cantando cerca de las cloacas, el plástico, las vitaminas, las constantes victorias del código genético, el rastrero triunfo del científico. Anda, canta los  bajos relieves del ser: hay espumas pastosas, bocio, la colisión de la nada contra las cunas. Canta el anhídrido carbónico, la cultura sin gritos del espíritu. Canta, oh musa mía, los nuevos sucios sueños, los nuevos sucios juicios, la peregrinación al dinero, la romería a los cheques, el perfeccionamiento contra las criaturas. Canta la persecución de la razón revelada contra Safo, contra sus  fuegos sobre el agua  y bajo el agua, la persecución contra sus conversaciones con la sangre, contra esta perversión, esta decadencia del logos y de la identidad, canta la ablación de Safo y la ablación de su poesía. Canta, oh musa mía, las células y los ganglios cálidos de San Juan de la Cruz, su quejido amarillo y sus tonadas contra la diversificación, y su ternura desde la grasa. Canta, oh musa mía, la investigación de Santa Teresa en los instintos, su estancia en las sensaciones, su capacidad de sollozar en la totalidad, su fabricación de Dios fuera de las usinas. Canta la soledad del cuerpo, el cuerpo y el espíritu corriendo solos, la carne y la sangre y las sienes sudando en las Olimpíadas. Canta la ausencia de Sócrates en el Senado, su nevada noche antes de la batalla de Platinea, la espesa cicuta de la ciudad, su banquete, su mercado, la multitud estética  de su mente, su visión ante el movimiento de la muerte. Canta la raza fatal de las Patrísticas, la espelunca de los políticos, sus dédalos, sus sesos. Canta la vulgaridad de la fe, las hordas en las basílicas, las hordas en las universidades,  las hordas en las playas,  en los hoteles. Canta el excesivo  martirio contemporáneo. Canta el exceso  escénico de Cristo en la  cruz, su excesiva producción del color blanco ahí. Canta, oh musa, la publicidad de la misericordia,  de los impuestos, de los electrodomésticos.  Canta, oh musa, la parusía de la basura, oh musa, la ética de la desigualdad compasiva, el vicio de los sentidos,  la perturbación de la Iglesia en la sangre, en la base de la sangre,  en la cúspide de la sangre,  un punto. Canta lo cursi como si fuera lo exquisito, lo sentimentaloide como si fuera lo emocionante,  lo sentimental, lo endeble como si fuera lo firme, lo burdo como si fuera delicadeza, lo efectista como si fuera lo auténtico, lo aparente como si no fuera la realidad, lo lacrimoso como si fuera lo tierno, lo llamativo como si no fuera el ser, lo monstruoso como si fuera la soledad, lo tremendista  como  si fuera lo trágico, lo desmesurado como si fuera la unidad. Celebra, oh musa mía, la multitud de imbéciles del ente, la masificación del cero. Celebra que seamos conducidos a ser genética, que seamos conducidos a la escasez de la razón, a la perfección de las enfermedades profundas. Oh musa, ten piedad de mí. Haz este trabajo antes de que seas ejecutada en las universidades y las artes sean esterilizadas y nadie quiera ser familia tuya y  sea   perdido tu murmullo original. Oh musa, hiere a los persas.

19
HEMOS suplantado lo visible por lo invisible, y sufrimos en la cicatriz.


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ANTIDIO CABAL. (Canarias, España, 1925-Costa Rica, 2012). Nacido en España y radicado en Costa Rica, este poeta de “las dos patrias”, ejerció también como profesor y desarrolló una intensa labor de promoción cultural.  Entre sus libros publicados sobresalen:  Poesía y error 1946-1955; Equipaje 1955; Días 1955; Relámpagos 1956; Campo nublo 1956; Guitarra 1957; El espacio como lenguaje 1957; Junia 1957; Rumor de la substancia 1958-1959; Guiniguada 1959 y Barranco 1959-1960.

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