NOSTALGIA
I
Suspiro por las regiones
donde vuelan los alciones
sobre el mar,
y el soplo helado del viento
parece en su movimiento
sollozar;
donde la nieve que baja
del firmamento, amortaja
el verdor
de los campos olorosos
y de los ríos caudalosos
el rumor;
donde ostenta siempre el cielo,
color gris;
es más hermosa la luna
y cada estrella más que una
flor de lis
II
Otras veces sólo ansío
bogar en firme navío
a existir
en algún país remoto,
sin pensar en el ignoto
porvenir.
Ver otro cielo, otro monto,
otra playa, otro horizonte,
otro mar,
otros pueblos, otras gentes
de maneras diferentes
de pensar.
¡Ah!, si yo un día pudiera,
con qué júbilo partiera
para Argel,
donde tiene la hermosura
el color y la frescura
de un clavel.
Después fuera en caravana
por la llanura africana
bajo el sol
que, con sus vivos destellos,
pone un tinte a los camellos
tornasol.
Y cuando el día expirara
mi árabe tienda plantara
en mitad
de la llanura ardorosa
inundada de radiosa
claridad.
Cambiando de rumbo luego,
dejara el país del fuego
para ir
hasta el imperio florido
en que el opio da el olvido
del vivir.
Vegetara allí contento
de alto bambú corpulento
junto al pie,
o aspirando en rica estancia
la embriagadora fragancia
que da el té.
De la luna al claro brillo
iría al Río Amarillo
a esperar
la hora en que, el botón roto,
comienza la flor del loto
a brillar.
O mi vista deslumbrara
tanta maravilla rara
que el buril
de artista, ignorado y pobre
graba en sándalo o en cobre
o en marfil.
Cuando tornara el hastío
en el espíritu mío
a reinar,
cruzando el inmenso piélago
fuera a taitiano archipiélago
a encallar.
A aquél en mi vieja historia
asegura a mi memoria
que se ve,
el lago en que un hada peina
los cabellos de la reina
Pomaré.
Así errabundo viviera
sintiendo toda quimera
rauda huir,
y hasta olvidando la hora
incierta y aterradora
de morir.
III
Mas no parto. Si partiera,
al instante yo quisiera
regresar.
¡Ah! ¿Cuándo querrá el destino
que yo pueda en mi camino
reposar?
Suspiro por las regiones
donde vuelan los alciones
sobre el mar,
y el soplo helado del viento
parece en su movimiento
sollozar;
donde la nieve que baja
del firmamento, amortaja
el verdor
de los campos olorosos
y de los ríos caudalosos
el rumor;
donde ostenta siempre el cielo,
color gris;
es más hermosa la luna
y cada estrella más que una
flor de lis
II
Otras veces sólo ansío
bogar en firme navío
a existir
en algún país remoto,
sin pensar en el ignoto
porvenir.
Ver otro cielo, otro monto,
otra playa, otro horizonte,
otro mar,
otros pueblos, otras gentes
de maneras diferentes
de pensar.
¡Ah!, si yo un día pudiera,
con qué júbilo partiera
para Argel,
donde tiene la hermosura
el color y la frescura
de un clavel.
Después fuera en caravana
por la llanura africana
bajo el sol
que, con sus vivos destellos,
pone un tinte a los camellos
tornasol.
Y cuando el día expirara
mi árabe tienda plantara
en mitad
de la llanura ardorosa
inundada de radiosa
claridad.
Cambiando de rumbo luego,
dejara el país del fuego
para ir
hasta el imperio florido
en que el opio da el olvido
del vivir.
Vegetara allí contento
de alto bambú corpulento
junto al pie,
o aspirando en rica estancia
la embriagadora fragancia
que da el té.
De la luna al claro brillo
iría al Río Amarillo
a esperar
la hora en que, el botón roto,
comienza la flor del loto
a brillar.
O mi vista deslumbrara
tanta maravilla rara
que el buril
de artista, ignorado y pobre
graba en sándalo o en cobre
o en marfil.
Cuando tornara el hastío
en el espíritu mío
a reinar,
cruzando el inmenso piélago
fuera a taitiano archipiélago
a encallar.
A aquél en mi vieja historia
asegura a mi memoria
que se ve,
el lago en que un hada peina
los cabellos de la reina
Pomaré.
Así errabundo viviera
sintiendo toda quimera
rauda huir,
y hasta olvidando la hora
incierta y aterradora
de morir.
III
Mas no parto. Si partiera,
al instante yo quisiera
regresar.
¡Ah! ¿Cuándo querrá el destino
que yo pueda en mi camino
reposar?
PAISAJE DEL TRÓPICO
Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus hondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.
Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus hondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.
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JULIÁN DEL CASAL. (La Habana, 1863-1893). Para algunos, uno de los precursores del
modernismo en la literatura hispanoamericana, para otros, el modernista por
excelencia, Casal incorporó a las letras de toda Hispanoamérica el tono de una
nueva sensibilidad, y fue el creador de algunas nuevas combinaciones métricas
que el modernismo generalizó. Maestro del soneto endecasílabo (Pax Animae, Salomé),
intentó también el dodecasílabo y el alejandrino (Profanación); bello ejemplo
de verso eneasílabo es Tarde de lluvia, y, de verso en diez sílabas, Horridum
Somnium. Casi al final de su vida
publicó los tres libros que constituyen sus obras completas: Hojas al
viento (1890); Nieve (1892) y, finalmente, Bustos y Rimas (1893),
conjunto de prosas y versos en el que se aprecia la influencia de la poesía
francesa y el pre/anuncio del modernismo.
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