Para Olga Andreu
No sin cierta conmovida ternura suelo contemplar algunas
tardes la trampa que se abre, inadvertida para muchos, junto al Muelle de
Caballería. La oculta abertura lleva al túnel que, tendido por debajo de la
bahía, conduce las deyecciones de la gran ciudad: la cloaca máxima, el gran
vertedero de la urbe.
A veces
unos hombres desatornillan la trampa con gran estrépito de metal y cadenas. Por
una oculta escala se les ve descender hasta que los hombros y la cabeza se pierden
debajo del asfalto. Por el hedor que invade la calle al abrirse la trampa,
diríase que descienden al Averno, y se disponen a abordar el Tercer Círculo.
Creo más bien que abandonan el estruendo del presente y que se internan
conscientemente en el ámbito sosegado y más constante de lo que ya es pasado,
que la ciudad arroja de sí sin intermitencias. Los olores son solo circunstanciales.
Imagino el
Gran Túnel cuando al arrancar justo bajo el muro de contención se interna en
una pendiente suave bajo las aguas negras de la bahía, entre los restos
monstruosos, hinchados y comidos de orín que el puerto ha acumulado en su
vientre, a lo largo de cuatro siglos de civilización. ¿Qué vision surgiría ante
nuestros ojos si algún día decidieran cerrar la boca al agua fresca del Océano
y desecar la bahía con una succionadora gigantesca? ¿qué dejaría ver el limo en
la fosa inmensa cuando el sol consumara la evaporación? Culebrinas, femurs,
centavos de cobre; todo el gran amasijo del tiempo.
Por entre
el negro silencio adonde jamás llega la luz, junto a los restos fabulosos, el
túnel repta por la parte más estrecha de la bahía, se interna bajo el costado
de Casa Blanca, donde las aguas indescriptibles reciben un nuevo impulse,
desciende profundamente bajo el farallón de La Cabaña y más allá del arenal
anémico del Chivo, detrás del Morro, se le ve adentrarse en el Océano, llevando
tras de sí bandadas delicadas de gaviotas que se agitan husmeando el almuerzo.
En una
claridad lunar, bajo las arcadas del túnel revestido de ladrillos reacios a las
emanaciones, pasado el primer aluvión de la mañana cuando la ciudad se
despierta y se apresta para el día, imagino pasar la carga lenta cuando inicia
el gran viaje. Un silencio enorme, solo roto ocasionalmente por el latido
lejano de las grandes bombas de impulsión, o por el gotear de la bóveda que el
túnel agiganta, preside esta primera etapa. En este silencio astral la ciudad
se libera de su pasado. La vida animal y vegetal están excluídas de este mundo
de emanaciones letales, sedimento del ciclo de la existencia.
Bajo los
focos pálidos colocados a grandes tramos pasan lentamente los restos de la
vida, sellos, envolturas, cristales, sangre, ámpulas, uñas, apuntes, cabellos,
anillos, semillas, piedras, pagarés, gasas, peines, cigarros, supositorios,
topacios, lirios, hollín, parches, escamas, sedantes, lágrimas, insecticidas, depilatories,
cucarachas, cartas de amor, dedales. Súplicas, cálculos, gargarismos, revigorizantes,
lavativas, esmeraldas, poemas, vermífugos, balas, lentejuelas, notas de odio,
madejas, estupefacientes, increpaciones, esparadrapos, azogue, puñales, óvulos,
ojos de vidrio, navajas, secreciones, amenzas, pañuelos, cerumen, carbon, oraciones
por difuntos, dientes, transferencias, limo, medallas, cenizas, recados, astringents,
adioses, rosas, cal, lejía, no-me-olvides, lagartijas, agujas, notas suicidas,
encajes, espermatozoides, rectificaciones, botones, manifiestos, lentes de
contacto, pan, perlas, cheques, jabones, libros de misa, gorriones, monedas,
fetos, cosméticos, astillas, fichas de dominó, maderos, recibos, guantes,
golondrinas, naipes, espejos, lápices, flores, boletines, pus, recordatorios,
hostias, hierbas, estampas de navidad, sudor, reconstituyentes, ajorcas, tapas,
calmantes, jeringuillas, promesas, teteras, pétalos, algodones, suelas, támpax,
granos, polvo, ramas joyas, asas, zapatos, hojas de libros, resguardos,
diamantes, alpiste, excitantes, arena, jazmines, pastillas, marugas,
intoxicantes, alpargatas, zafiros, pestañas, radium, hemostáticos, gasoline,
caucho, chinches, venenos, conchas, ovillos, retractaciones, desodorantes,
rizos, cejas, alambres, velas,
panfletos, termómetros, ratones, medias,
esputos, albahaca,
Foto de Roberto Suárez. |
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CALVERT CASEY. Narrador cubano de origen estadounidense. Hijo de una madre cubana y un padre estadounidense, nace en Baltimore, Estados Unidos, en 1924 y fallece en Roma, Italia, en 1969. De su producción literar destacan los siguientes títulos, en cuento: El regreso, 1962, reeditdo en España con el título de El regreso y otros relatos, 1967; en periodismo: Memorias de una isla, 1964; en novela: Notas de un simulador, 1969.
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