Entre 10 y 15 (R.M. entrevista a Beatriz Maggi)
Cada vez que alguien dice el nombre de Beatriz Maggi me viene a la mente una persona contradictoria, ácida, corrosiva, en contra de su nombre que significa “mujer feliz”, en contra de su naturaleza y, como consecuencia, de sus afinidades. En contra de muchas cosas, ciertamente, pero también una intelectual recia a favor de la belleza y de la literatura. Ésta es la razón por la que dieciséis años después de esta entrevista decida su publicación. Pero presentémosla un poco más: profesora ya retirada, B.M. es una ensayista de estudios fundamentales en un país (y un continente) en el que el cuerpo ensayístico ha sido esbozado principalmente por poetas, narradores y filósofos. De alguna manera esta mujer es una diferencia: no es una poeta que escribe un ensayo. Es la ensayista que se resiste a entender el ensayo como mera información, aportando pensamiento condensado, poesía, inteligencia y claro, humor cínico. El ensayo recreativo "se dio" en Beatriz Maggi porque, según su confesión, siente una obsesión por la palabra. De ahí que proponga hoy esta entrevista, con el bisturí de Beatriz Maggi (Chaparra, Santiago de Cuba, provincia de Oriente, 1924). De ahí que prefiera sea ella quien diga de su vida y de sus actos, a través de su palabra, sin otra presentación. [1]
B.M.: Yo no sé. No creo que se dio. No estoy consciente de que empezara en ningún momento determinado. Dentro de mí y a mi alrededor, la única vía para tener conciencia de lo que alienta es la palabra. Aunque amo la pintura, todo lo que me habla --y me habla todo-- lo hace en palabras. A veces me creo que las palabras son sólo mías, (tan sin derecho a ello!) Yo sé que es una mengua, pues de cuando en cuando añoro haber nacido pianista, o haber sido un alarido --como la Piaff--, o haber tenido la sandunga peculiar de una Tina Turner. Ahora bien, si lo que quiere saber es en qué instante ocurrió algo exterior que en pequeña medida pueda haber inclinado la balanza --en mi opinión no tuvo ningún peso--, mi profesor de literatura en Bachillerato me pidió que impartiera en el aula una clase sobre el habla popular cubana y esa actividad todos la disfrutamos mucho. El curso siguiente, participé y triunfé, en un Concurso Nacional sobre la poesía amorosa de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
B.M.: Por todas esas razones, sí. Sea lo que fuere, hay un proceso de combustión, y cada vez que se crea una obra de arte, aquello en que se ha inspirado perece. Sale humo! Lo que surge es nuevo, distinto, es arte; pero es una resurrección, porque incluye lo anterior: la hendidura que produce un rayo, las crines desbocadas de un caballo, la música de las esferas, la mar embravecida, una lágrima inmensa, la nobleza de un pecho, un hilillo de sangre, un parto doloroso, un guiño malicioso de Satanás, la punta de una flecha perforando el corazón de un pájaro en vuelo. Pero todo eso muere para resurgir en la eleación que produce la presencia hialina de lo bello. Así se vence el misterio, se penetra en lo desconocido. Pero sólo parcialmente; nunca del todo.
B.M.: La respuesta mía es "sí". O mental, o nerviosa. Alteración en dos sentidos: el de metabolismo, proceso de cambio substantivo, y en el de anormalidad: pérdida o exaltación de algún elemento de la constitución normal. En esto, en opinar de este modo, no me guío por ninguna posición ideológica o filosófica, y sí por la praxis, por la experiencia de la observación, casi por estadística.
B.M.: Yo nunca me alegraré lo suficiente de haber hecho una Maestría de literatura inglesa y norteamericana en Wellesley College, o sea, no en cualquier College de ese país, sino en un College muy bueno. Nunca me encontré en un sitio más hermoso y con mejores condiciones para el estudio y tengo un recuerdo imperecedero de la mayoría de las profesoras, muy especialmente de Miss Ola Winslow y Miss Katherine Balderston. Su método de enseñanza, su rigor, la exigencia permanente de consultas bibliográficas, el apego a los autoress en sus textos; todo, lo debo a ellas dos, tanto en mi condición de estudiante como luego al convertirme en profesora. Mas, si yo volviera a ser joven y la vida tornara a depararme una oportunidad como la de Wellesley College, yo intentaría participar más en la vida de la comunidad, dentro y fuera del campus. Fui un ratón de biblioteca y desdeñé participar y aún observar, la vida del país; confraternizar con las otras estudiantes del albergue. Por lo que me gradué con muy poco conocimiento del país que visitaba, de sus pueblos pequeños o sus grandes urbes; las virtudes y defectos de su pueblo. Para aprovechar los estudios óptimamente me puse orejeras; viví intelectualizadamente y no compartí en grado suficiente las alegrías juveniles, ni la joya de la amistad que se me brindó.
B.M.: Creo que las influencias son legítimas e inevitables pero, para poder hablar de ellas debe hacerse evidente la persistencia de ciertos rasgos, de un sello distintivo. Estimo que ni yo, ni nadie puede hacer de mi poca prosa un escrutinio en que se destaque o discierna, en el estilo o en los enfoques, la influencia de una época, de una lengua, de una nación, o de un autor. Y no porque tenga yo un sello personalísimo; nada de eso, sino porque no ofrezco (al menos todavía) suficiente territorio que explorar. Por otra parte, nunca me hubiera interesado averiguar esto, ya que no me preocupa descubrir que soy original. Ojalá me pareciera a alguien que vale más que yo! Cómo querría que alguien dijera: “me recuerda a Henry James!”
B.M.: Creo que la crítica posee o desempeña más de una función. Sirve, en primer lugar, para ayudarnos a hurgar intensivamente en el sentido que una obra de arte tiene, en sí misma. Y otra cosa sería (la crítica también ayuda en esto) qué intención tuvo el autor al escribirla. Esto, quieras que no, nos acerca a desentreñar su sentido último. Si se trata de un crítico-teórico, nos enseña a desmontar y encontrar el esqueleto de la obra, y sus miembros y las funciones de éstos, coopera, pues, con el que busca preparación científico-literaria. Por otra parte, el crítico deja un testimonio de lo que una obra cualquiera significó, no para el autor del pasado, sino para la época posterior que la lee. Tanto la crítica contemporánea a una creación artística, como la que estudia una creación de una épica pasada, la crítica --en forma que se aleja un tanto de la literatura propiamente dicha-- tiene, ancilarmente, la función de colaborar con una historia del pensamiento humano; una historia de las ideas en una época dada, o en su despliegue y evolución. Si el crítico es un gozador --que no siempre-- intensifica, al extremo de multiplicar, el placer estético que deriva de la obra el lector. Mas, por creadora que sea la labor del crítico (y aquí se incluye al profesor) nunca es más importante que la obra en sí. Y la prueba está en que pueden existir textos artísticos sin crítica, pero qué sería de los críticos sin obras que criticar?
no consideraré literatura nada que no transmite en arte sus contenidos, por válidos que éstos sean
R.M.: ¿Cuál es su primera exigencia al acercarse a un objeto artístico?
B.M.: Lo mismo como lectora que como profesora, mi criterio es éste: exigir un nivel estético elevado a todo aquello que voy a considerar literatura. Un libro puede interesarme por su contenido (historia, filosofía, biografía, ciencias, etc), pero no consideraré literatura nada que no transmite en arte sus contenidos, por válidos que éstos sean. Si se me pregunta cómo mido esa transfiguración de vida en arte ha tenido lugar no, diré que lo mido por la inmediatez e intensidad de la experiencia perceptiva, por el efecto absoluto y totalizador que se opera en mí; por su auto evidencia sobrecogedora. Después vendrá el desmonte, la reflexión, el análisis, la corroboración. La obra de arte me tunde con su seco golpe; luego es que la estudio. Por lo general, si lo primero se cumple; el segundo movimiento renueva y aun acrece el disfrute, a no ser que no sean suficientemente delicados y expertos los instrumentos utilizados en esa segunda fase.
R.M.: ¿Cómo comprende el valor testimonial de la literatura?
B.M.: Si entiendo la expresión valor testimonial en su sentido más amplio, toda obra literaria tiene valor testimonial, por definición.
B.M.: Su pregunta irrita, pero se la agradezco mucho: me da la oportunidad de decir de unos y otros que se creen más intuitivos o conocedores de la cuenta. ¿Qué saben ellos, los unos y los otros? ¿Y qué importaría, o a quién? ¿Vieta es más, o es menos genio porque yo crea que lo es, o que no lo es?[3] ¿Sé yo acaso definir el genio? ¿Puede alguien testimoniar que he dicho eso de Vieta? ¿Cuántas esposas no tienen una inmensa opinión sobre el talento de sus esposos? ¿Y en cuanto al misterio de las relaciones humanas, quién fue primero, el huevo o la gallina? Vieta suele insistir en que yo fui la más temprana influencia en su vida de escritor; ¿quién puso a quién en contacto con el Universo, yo a él, o él a mi? ¿quién el huevo? ¿Quién la gallina? Cierto, mi relación con el Univesro ha sido vicaria, pero ¿cómo supo que había un Universo, de dónde las ínfulas para apropiárselo? No, ni siquiera a través de él he entrado verísimamente en contacto con el Universo, pero… más vale! … Habría que empezar a definir potencia y acto y no soy Aristóteles. En fin de cuentas, a unos y otros, dígales que no les incumbe, y que en nuestro caso, creo que lo sano y lo útil es sumarnos aritméticamente, y no restar a uno del otro. Sería raro si fuera excéntrico, pero él incide en el centro de las cosas. Sería experimental, si se dispusiera a hacer experimentos; él, simplemente, se hace eco - a veces retumbante- de la disonancia del mundo actual
¡Qué Beckett ni Beckett!
R.M.: ¿Cree que la obra de Ezequiel Vieta tiene una influencia predominante de Biam y Beckett como sostienen algunos críticos?
B.M.: ¿Qué cosa dice? ¡Qué Beckett ni Beckett! ¡Una o dos cosillas de Beckett se ha leído! ¡Qué Biam, qué Beckett! ¿De dónde diablos surge esa suposición? Tengo 69 años,[4] conozco a Vieta desde los 17 (de paso, pensando en la pregunta anterior, ¡qué clase de fósiles calcáreos seríamos si en 52 años no hubiera algún tipo de simbiosis?) En esos 52 años, le he visto leer con intensidad a Quevedo, Unamuno, Dostoievski, Kafka y punto! Como hombre culto, como profesor de literatura, conoce bien el Siglo de Oro español, la Generación del 98, y multitud de autrores (Shakespeare, Steerne, Homero, Conrad, Ibsen, Shaw. Deliberadamente ha rehuído a los contempráneos; no quiere influencias. Beckett, ni Beckett!
Sería raro si fuera excéntrico, pero él incide en el centro de las cosas
R.M.: ¿Vieta podría ser considerado como un raro o experimental?
B.M.: No me gusta, para Vieta, ni lo de raro ni lo de experimental: No es raro, sino original (está más insertado en lo que abunda de lo que parece). No es experimental, sino proteico, instrumento de percusión; percibe, a veces, con carcajadas, los estremecimientos y los estertores, del siglo. Sería raro si fuera excéntrico, pero él incide en el centro de las cosas. Sería experimental, si se dispusiera a hacer experimentos; él, simplemente, se hace eco --a veces retumbante-- de la disonancia del mundo actual[5].
Shakespeare … …es el único genio inglés que el paladar de las demás naciones acepta como suyo
R.M.: ¿Dónde el genio de Shakespeare en su contemporaneidad?
B.M.: Shakespeare sí, porque nunca se repite sin modalidades (tiene un diapasón muy sutil y discriminador); porque lo supo todo y lo abarcó todo; porque es el único genio inglés que el paladar de las demás naciones acepta como suyo; porque es en él donde el arte se parece más a la vida; porque en él como nadie, el arte tensa su arco y no por ello se adelgaza la textura de la vida; porque en él, el silencio es tan importante como la palabra, y ésta tan importante como aquél; porque, como Falstaff, es la causa de ingenio en los demás; porque, como a Terencio, nada humano le es ajeno; porque es el más pedagógico y el menos didáctico de los dramaturgos; porque no piensa por nosotros, sino que nos pone a pensar; porque es un gran mistificador, que lo esclarece todo, y lo oscurece todo; porque perdona todos los pecados; porque en él la vida bulle, pero la muerte espera siempre su bocado. Con esto le respondo, sin agotar, las razones por las cuales Shakespeare es para todos los siglos, y también aquellas por las cuales seduce particularmente al siglo XX; siglo que se solaza en -más todavía, esgrime- la ambivalencia y el misterio impenetrable.
el arte no inventa la belleza; la exprime del mundo y, por ende, nos hace amarlo más entrañablemente
R.M.: ¿Cómo entiende la relación entre Poesía, Historia y Filosofía --o aún entre estas pero quitándole las mayúsculas?
B.M.: La Filosofía y la Historia guardan relación, a veces íntima, con la Poesía, pero no son ella, Filosofía e Historia a menudo fuente de inspiración de obras inmortales; más frecuentemente aun, la subyacen. La Historia organiza el conocimiento del paso del Hombre sobre la Tierra; el Hombre se objetiva en la Historia; la Filosofía busca el conocimiento sobre la existencia del Universo, su esencia y consistencia, incluido el Hombre. Pero la Literatura, el Arte, por serlo, crean una nueva realidad, paralela a la vida y contaminada por ella, y ha de producir esa particular emoción que llamamos emoción estética. Filosofía e Historia buscan conocimiento; el arte, o conoce, o asume, o presume, y parte de allí. La literatura se origina en la vida y vuelve hacia ella. Parte de la vida, se nutre en ella, no habla de otra cosa que de ella, pero tendría la mitad de su sentido, de su contenido, de su valor, si no incidiera sobre ella. La Literatura sirve, y ha de servir, para vivir, porque nos revela la belleza inmanente en la vida y en el Universo, y nos inficiona en ella. El arte no inventa la belleza; la exprime del mundo y, por ende, nos hace amarlo más entrañablemente.
[1] Entre las publicaciones más importantes de Beatriz Maggi se encuentran Panfleto y Literatura; El pequeño drama de la lectura; La voz de la escritura; El cambio histórico en William Shakespeare; así como la selección y estudio que hiciera de Los dramas históricos del dramaturgo inglés para la Ed. Arte y Literatura. Dentro de su trabajo figura también la traducción. [2] Desde su temprana juventud, Beatriz Maggi unió su vida al narrador, dramaturgo y también profesor, Ezequiel Vieta. Entre las obras de éste se encuentran: Libro de los Epílogos (con prólogo de Beatriz Maggi); Swift: La lata de manteca y Pailock, el presdigitador. [3] Aunque respetada, la obra del fallecido narrador Ezequiel Vieta no ha sido aún cabalmente comprendida dentro de la literatura cubana, en virtud de su diferencia; a pesar de que serios investigadores y críticos han mostrado su integración dentro de una cultura constituida en sus mejores exponentes por esta cualidad, cómo si no asimilar Casal, José Martí, el infinito sistema lezamiano y el absurdo de Piñera. [4] Esta entrevista fue concedida por Beatriz Maggi en el año 1994. [5] A la muerte de Ezequiel Vieta, Beatriz Maggi escribió una nota para la Revista Unión en la que abunda sobre la simbiosis que hicieron el uno del otro.
Cada vez que alguien dice el nombre de Beatriz Maggi me viene a la mente una persona contradictoria, ácida, corrosiva, en contra de su nombre que significa “mujer feliz”, en contra de su naturaleza y, como consecuencia, de sus afinidades. En contra de muchas cosas, ciertamente, pero también una intelectual recia a favor de la belleza y de la literatura. Ésta es la razón por la que dieciséis años después de esta entrevista decida su publicación. Pero presentémosla un poco más: profesora ya retirada, B.M. es una ensayista de estudios fundamentales en un país (y un continente) en el que el cuerpo ensayístico ha sido esbozado principalmente por poetas, narradores y filósofos. De alguna manera esta mujer es una diferencia: no es una poeta que escribe un ensayo. Es la ensayista que se resiste a entender el ensayo como mera información, aportando pensamiento condensado, poesía, inteligencia y claro, humor cínico. El ensayo recreativo "se dio" en Beatriz Maggi porque, según su confesión, siente una obsesión por la palabra. De ahí que proponga hoy esta entrevista, con el bisturí de Beatriz Maggi (Chaparra, Santiago de Cuba, provincia de Oriente, 1924). De ahí que prefiera sea ella quien diga de su vida y de sus actos, a través de su palabra, sin otra presentación. [1]
La palabra, en su hora de peligro sobrevivirá
R.M.: En uno de sus ensayos, Ud. se muestra obsesionada con la idea de que la imagen visual ha desplazado la imagen que crea la lectura en la mente de los hombres. ¿Ha sonado la hora de la muerte de la literatura?
B.M.: De su pregunta me interesa referirme al correlato posible entre la disminución que se está produciendo en el interés por la lectura, en la eficacia de ésta, y el número real de lectores, por una parte, y, por otra, el aumento en los públicos televidentes y de los que acuden al cinematógrafo. En El pequeño drama de la lectura afirmo, como Ud. recuerda, que se debe parcialmente a la mayor velocidad de la imagen visual en comparación con la que toma la palabra para instalarse en nuestra conciencia. El progreso en las técnicas y la eclosión artística del cine acrecientan la preferencia por la imagen visual conjuntamente con otras causas. Se lee menos y se mira más; es un hecho. E inclusive, el libro con ilustraciones se desarrolla más y más, a expensas de la palabra. Se desprende la pregunta: “¿Ha sonado la hora de la muerte de la literatura?” Confío en que no. Pero todo en la vida muestra su verdadero valor a la hora del riesgo mortal. La palabra sobrevivirá, por derecho propio, si se sabe rebasar el peligro y esto no dependerá, en esencia, de recetas, sino de su valor real, eterno, intrínseco. ¿Qué puede hacer el profesor de literatura? A mi juicio, la palabra debe sobrepujarse a sí misma, contribuir a aumentar el riesgo que corre, evitar el engaño, la trampa; no compadecerse de sí, no comerciar con la imagen, no congraciarse con ella; ser más que nunca ella misma. El profesor ha de provocar el regodeo, ver en la palabra un Odiseo, o un hijo afiebrado. Cultivarla, abonarla, injertarla, podarla; dejarla que llore, que ría, que cante; susurrarla, vociferarla, declamarla. Y escucharla. Si la palabra tiene razón de ser, superará este momento. ¿Cómo? ¿Negando la imagen? ¿Oponiéndose a ella? No. Esto no sería realista. ¿Acaso buscando que el guión se engulla a la imagen? Bueno, sí, aceptar este reto, a ver si puede. El problema no está en la palabra, ni en la imagen. Si la voracidad desquiciada caracteriza el fin de siglo, si los públicos disfrutan cada vez más la instantaneidad, si se trata de apurar la copa de la vida del modo más fulminantemente rápido, es claro que la imagen es dueña del momento. La palabra, en su hora de peligro sobrevivirá tornando a su favor, su desventaja, su carácter más enrarecido y abstracto que el de la imagen; el intervalo mayor de tiempo que necesita. Debe aumentar su dosis de fermento, de hervidero, de refriega con el alma.
no llamo escritores a los que meramente informan sobre literatura.
B.M.: De su pregunta me interesa referirme al correlato posible entre la disminución que se está produciendo en el interés por la lectura, en la eficacia de ésta, y el número real de lectores, por una parte, y, por otra, el aumento en los públicos televidentes y de los que acuden al cinematógrafo. En El pequeño drama de la lectura afirmo, como Ud. recuerda, que se debe parcialmente a la mayor velocidad de la imagen visual en comparación con la que toma la palabra para instalarse en nuestra conciencia. El progreso en las técnicas y la eclosión artística del cine acrecientan la preferencia por la imagen visual conjuntamente con otras causas. Se lee menos y se mira más; es un hecho. E inclusive, el libro con ilustraciones se desarrolla más y más, a expensas de la palabra. Se desprende la pregunta: “¿Ha sonado la hora de la muerte de la literatura?” Confío en que no. Pero todo en la vida muestra su verdadero valor a la hora del riesgo mortal. La palabra sobrevivirá, por derecho propio, si se sabe rebasar el peligro y esto no dependerá, en esencia, de recetas, sino de su valor real, eterno, intrínseco. ¿Qué puede hacer el profesor de literatura? A mi juicio, la palabra debe sobrepujarse a sí misma, contribuir a aumentar el riesgo que corre, evitar el engaño, la trampa; no compadecerse de sí, no comerciar con la imagen, no congraciarse con ella; ser más que nunca ella misma. El profesor ha de provocar el regodeo, ver en la palabra un Odiseo, o un hijo afiebrado. Cultivarla, abonarla, injertarla, podarla; dejarla que llore, que ría, que cante; susurrarla, vociferarla, declamarla. Y escucharla. Si la palabra tiene razón de ser, superará este momento. ¿Cómo? ¿Negando la imagen? ¿Oponiéndose a ella? No. Esto no sería realista. ¿Acaso buscando que el guión se engulla a la imagen? Bueno, sí, aceptar este reto, a ver si puede. El problema no está en la palabra, ni en la imagen. Si la voracidad desquiciada caracteriza el fin de siglo, si los públicos disfrutan cada vez más la instantaneidad, si se trata de apurar la copa de la vida del modo más fulminantemente rápido, es claro que la imagen es dueña del momento. La palabra, en su hora de peligro sobrevivirá tornando a su favor, su desventaja, su carácter más enrarecido y abstracto que el de la imagen; el intervalo mayor de tiempo que necesita. Debe aumentar su dosis de fermento, de hervidero, de refriega con el alma.
no llamo escritores a los que meramente informan sobre literatura.
R.M.: ¿Es cierto que Ud. padece de un excesivo respeto a la creación en poesía y narrativa?
B.M: Ni como profesora, ni como ensayista, puede haberme perjudicado un excesivo respeto a la creación en poesía y en narrativa. Nunca podría ello ser tildado de excesivo. Como profesora esto no hace sino beneficiarme, pues sólo así extiendo a mis estudiantes aquel amor a las letras que inflama. Como escritora del tipo de ensayo que cultivo, éste puede o suele ser creador precisamente en razón directa de la llama que enciende en mí el poema o el relato que leo. En esa medida, siendo poseída por lo que leo, puedo padecer una experiencia creadora, así como comunicarla. Yo no niego que el ensayo pueda ser creador, pero estimo que lo es en la medida en que participa de lo que caracteriza a la poesía y a la narración, como la imaginación, el verbo preñado y represado, intensidad, organización. Creo haber leído muchos ensayos buenos que no eran creadores. (Lo de la perspiración en este caso no tiene que ver). Y no creo que esta fe en la poesía y la narrativa haya limitado o demorado nada en mí. Toda obra para bien; y mientras más tiempo se haya añejado dentro de mí las lecturas realizadas, más se habrán depurado, entronizado, emulsionado y contaminado de mí misma, y de otras lecturas hechas por mí, y de otros lectores, en un todo nuevo e inseparable. Lo que sí puedo haber obtenido con esta demora es una buena dosis de humildad y de modestia (que no le hacen mal a nadie). No llamo escritores a los que meramente informan sobre literatura.
B.M: Ni como profesora, ni como ensayista, puede haberme perjudicado un excesivo respeto a la creación en poesía y en narrativa. Nunca podría ello ser tildado de excesivo. Como profesora esto no hace sino beneficiarme, pues sólo así extiendo a mis estudiantes aquel amor a las letras que inflama. Como escritora del tipo de ensayo que cultivo, éste puede o suele ser creador precisamente en razón directa de la llama que enciende en mí el poema o el relato que leo. En esa medida, siendo poseída por lo que leo, puedo padecer una experiencia creadora, así como comunicarla. Yo no niego que el ensayo pueda ser creador, pero estimo que lo es en la medida en que participa de lo que caracteriza a la poesía y a la narración, como la imaginación, el verbo preñado y represado, intensidad, organización. Creo haber leído muchos ensayos buenos que no eran creadores. (Lo de la perspiración en este caso no tiene que ver). Y no creo que esta fe en la poesía y la narrativa haya limitado o demorado nada en mí. Toda obra para bien; y mientras más tiempo se haya añejado dentro de mí las lecturas realizadas, más se habrán depurado, entronizado, emulsionado y contaminado de mí misma, y de otras lecturas hechas por mí, y de otros lectores, en un todo nuevo e inseparable. Lo que sí puedo haber obtenido con esta demora es una buena dosis de humildad y de modestia (que no le hacen mal a nadie). No llamo escritores a los que meramente informan sobre literatura.
el ensayo pueda ser creador, pero estimo que lo es en la medida en que participa de lo que caracteriza a la poesía y a la narración, como la imaginación
R.M.: Además de los ensayistas ingleses, ¿qué otros prefiere La Maggi en su intercambio de ideas?
B.M.: Por los ensayistas ingleses siento devoción, es como si fueran míos; cuando alguien los cita, casi creo que se están metiendo en algo que no es asunto de ellos! Le siguen para mí, los franceses. En lengua española, al que más conozco, y admiro profundamente, es a Reyes, también en sus ensayos poeta verdadero.
pues de cuando en cuando añoro… … haber tenido la sandunga peculiar de una Tina Turner
R.M.: ¿Cuándo se dio en Ud. la vocación por la literatura?pues de cuando en cuando añoro… … haber tenido la sandunga peculiar de una Tina Turner
B.M.: Yo no sé. No creo que se dio. No estoy consciente de que empezara en ningún momento determinado. Dentro de mí y a mi alrededor, la única vía para tener conciencia de lo que alienta es la palabra. Aunque amo la pintura, todo lo que me habla --y me habla todo-- lo hace en palabras. A veces me creo que las palabras son sólo mías, (tan sin derecho a ello!) Yo sé que es una mengua, pues de cuando en cuando añoro haber nacido pianista, o haber sido un alarido --como la Piaff--, o haber tenido la sandunga peculiar de una Tina Turner. Ahora bien, si lo que quiere saber es en qué instante ocurrió algo exterior que en pequeña medida pueda haber inclinado la balanza --en mi opinión no tuvo ningún peso--, mi profesor de literatura en Bachillerato me pidió que impartiera en el aula una clase sobre el habla popular cubana y esa actividad todos la disfrutamos mucho. El curso siguiente, participé y triunfé, en un Concurso Nacional sobre la poesía amorosa de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
un guiño malicioso de Satanás
R.M.: ¿Cree que el artista crea, sobre todo, por la necesidad de superar una pérdida, de producir una recuperación, por vencer el misterio, por penetrar en lo desconocido?B.M.: Por todas esas razones, sí. Sea lo que fuere, hay un proceso de combustión, y cada vez que se crea una obra de arte, aquello en que se ha inspirado perece. Sale humo! Lo que surge es nuevo, distinto, es arte; pero es una resurrección, porque incluye lo anterior: la hendidura que produce un rayo, las crines desbocadas de un caballo, la música de las esferas, la mar embravecida, una lágrima inmensa, la nobleza de un pecho, un hilillo de sangre, un parto doloroso, un guiño malicioso de Satanás, la punta de una flecha perforando el corazón de un pájaro en vuelo. Pero todo eso muere para resurgir en la eleación que produce la presencia hialina de lo bello. Así se vence el misterio, se penetra en lo desconocido. Pero sólo parcialmente; nunca del todo.
me guío… por la experiencia de la observación, casi por estadística
R.M.: ¿Cree que la creación nace en un estado de plena exaltación?B.M.: La respuesta mía es "sí". O mental, o nerviosa. Alteración en dos sentidos: el de metabolismo, proceso de cambio substantivo, y en el de anormalidad: pérdida o exaltación de algún elemento de la constitución normal. En esto, en opinar de este modo, no me guío por ninguna posición ideológica o filosófica, y sí por la praxis, por la experiencia de la observación, casi por estadística.
nunca me alegraré lo suficiente de haber hecho una Maestría de literatura inglesa y norteamericana en Wellesley College
R.M.: Wellesley College…B.M.: Yo nunca me alegraré lo suficiente de haber hecho una Maestría de literatura inglesa y norteamericana en Wellesley College, o sea, no en cualquier College de ese país, sino en un College muy bueno. Nunca me encontré en un sitio más hermoso y con mejores condiciones para el estudio y tengo un recuerdo imperecedero de la mayoría de las profesoras, muy especialmente de Miss Ola Winslow y Miss Katherine Balderston. Su método de enseñanza, su rigor, la exigencia permanente de consultas bibliográficas, el apego a los autoress en sus textos; todo, lo debo a ellas dos, tanto en mi condición de estudiante como luego al convertirme en profesora. Mas, si yo volviera a ser joven y la vida tornara a depararme una oportunidad como la de Wellesley College, yo intentaría participar más en la vida de la comunidad, dentro y fuera del campus. Fui un ratón de biblioteca y desdeñé participar y aún observar, la vida del país; confraternizar con las otras estudiantes del albergue. Por lo que me gradué con muy poco conocimiento del país que visitaba, de sus pueblos pequeños o sus grandes urbes; las virtudes y defectos de su pueblo. Para aprovechar los estudios óptimamente me puse orejeras; viví intelectualizadamente y no compartí en grado suficiente las alegrías juveniles, ni la joya de la amistad que se me brindó.
no me preocupa descubrir que soy original
R.M.: De sus influenciasB.M.: Creo que las influencias son legítimas e inevitables pero, para poder hablar de ellas debe hacerse evidente la persistencia de ciertos rasgos, de un sello distintivo. Estimo que ni yo, ni nadie puede hacer de mi poca prosa un escrutinio en que se destaque o discierna, en el estilo o en los enfoques, la influencia de una época, de una lengua, de una nación, o de un autor. Y no porque tenga yo un sello personalísimo; nada de eso, sino porque no ofrezco (al menos todavía) suficiente territorio que explorar. Por otra parte, nunca me hubiera interesado averiguar esto, ya que no me preocupa descubrir que soy original. Ojalá me pareciera a alguien que vale más que yo! Cómo querría que alguien dijera: “me recuerda a Henry James!”
el crítico deja un testimonio de lo que una obra cualquiera significó, no para el autor del asado, sino para la época posterior que la lee
R.M.: Papel de la críticaB.M.: Creo que la crítica posee o desempeña más de una función. Sirve, en primer lugar, para ayudarnos a hurgar intensivamente en el sentido que una obra de arte tiene, en sí misma. Y otra cosa sería (la crítica también ayuda en esto) qué intención tuvo el autor al escribirla. Esto, quieras que no, nos acerca a desentreñar su sentido último. Si se trata de un crítico-teórico, nos enseña a desmontar y encontrar el esqueleto de la obra, y sus miembros y las funciones de éstos, coopera, pues, con el que busca preparación científico-literaria. Por otra parte, el crítico deja un testimonio de lo que una obra cualquiera significó, no para el autor del pasado, sino para la época posterior que la lee. Tanto la crítica contemporánea a una creación artística, como la que estudia una creación de una épica pasada, la crítica --en forma que se aleja un tanto de la literatura propiamente dicha-- tiene, ancilarmente, la función de colaborar con una historia del pensamiento humano; una historia de las ideas en una época dada, o en su despliegue y evolución. Si el crítico es un gozador --que no siempre-- intensifica, al extremo de multiplicar, el placer estético que deriva de la obra el lector. Mas, por creadora que sea la labor del crítico (y aquí se incluye al profesor) nunca es más importante que la obra en sí. Y la prueba está en que pueden existir textos artísticos sin crítica, pero qué sería de los críticos sin obras que criticar?
no consideraré literatura nada que no transmite en arte sus contenidos, por válidos que éstos sean
R.M.: ¿Cuál es su primera exigencia al acercarse a un objeto artístico?
B.M.: Lo mismo como lectora que como profesora, mi criterio es éste: exigir un nivel estético elevado a todo aquello que voy a considerar literatura. Un libro puede interesarme por su contenido (historia, filosofía, biografía, ciencias, etc), pero no consideraré literatura nada que no transmite en arte sus contenidos, por válidos que éstos sean. Si se me pregunta cómo mido esa transfiguración de vida en arte ha tenido lugar no, diré que lo mido por la inmediatez e intensidad de la experiencia perceptiva, por el efecto absoluto y totalizador que se opera en mí; por su auto evidencia sobrecogedora. Después vendrá el desmonte, la reflexión, el análisis, la corroboración. La obra de arte me tunde con su seco golpe; luego es que la estudio. Por lo general, si lo primero se cumple; el segundo movimiento renueva y aun acrece el disfrute, a no ser que no sean suficientemente delicados y expertos los instrumentos utilizados en esa segunda fase.
R.M.: ¿Cómo comprende el valor testimonial de la literatura?
B.M.: Si entiendo la expresión valor testimonial en su sentido más amplio, toda obra literaria tiene valor testimonial, por definición.
lo sano y lo útil es sumarnos aritméticamente
R.M.: Muchos creen que ha entregado su vida a Ezequiel Vieta [2] en la creencia de la genialidad de este escritor. Otros, o los mismos, que debió Ud. luchar más por su propia creación para nuestra literatura. Y Ud., ¿qué opina?B.M.: Su pregunta irrita, pero se la agradezco mucho: me da la oportunidad de decir de unos y otros que se creen más intuitivos o conocedores de la cuenta. ¿Qué saben ellos, los unos y los otros? ¿Y qué importaría, o a quién? ¿Vieta es más, o es menos genio porque yo crea que lo es, o que no lo es?[3] ¿Sé yo acaso definir el genio? ¿Puede alguien testimoniar que he dicho eso de Vieta? ¿Cuántas esposas no tienen una inmensa opinión sobre el talento de sus esposos? ¿Y en cuanto al misterio de las relaciones humanas, quién fue primero, el huevo o la gallina? Vieta suele insistir en que yo fui la más temprana influencia en su vida de escritor; ¿quién puso a quién en contacto con el Universo, yo a él, o él a mi? ¿quién el huevo? ¿Quién la gallina? Cierto, mi relación con el Univesro ha sido vicaria, pero ¿cómo supo que había un Universo, de dónde las ínfulas para apropiárselo? No, ni siquiera a través de él he entrado verísimamente en contacto con el Universo, pero… más vale! … Habría que empezar a definir potencia y acto y no soy Aristóteles. En fin de cuentas, a unos y otros, dígales que no les incumbe, y que en nuestro caso, creo que lo sano y lo útil es sumarnos aritméticamente, y no restar a uno del otro. Sería raro si fuera excéntrico, pero él incide en el centro de las cosas. Sería experimental, si se dispusiera a hacer experimentos; él, simplemente, se hace eco - a veces retumbante- de la disonancia del mundo actual
¡Qué Beckett ni Beckett!
R.M.: ¿Cree que la obra de Ezequiel Vieta tiene una influencia predominante de Biam y Beckett como sostienen algunos críticos?
B.M.: ¿Qué cosa dice? ¡Qué Beckett ni Beckett! ¡Una o dos cosillas de Beckett se ha leído! ¡Qué Biam, qué Beckett! ¿De dónde diablos surge esa suposición? Tengo 69 años,[4] conozco a Vieta desde los 17 (de paso, pensando en la pregunta anterior, ¡qué clase de fósiles calcáreos seríamos si en 52 años no hubiera algún tipo de simbiosis?) En esos 52 años, le he visto leer con intensidad a Quevedo, Unamuno, Dostoievski, Kafka y punto! Como hombre culto, como profesor de literatura, conoce bien el Siglo de Oro español, la Generación del 98, y multitud de autrores (Shakespeare, Steerne, Homero, Conrad, Ibsen, Shaw. Deliberadamente ha rehuído a los contempráneos; no quiere influencias. Beckett, ni Beckett!
Sería raro si fuera excéntrico, pero él incide en el centro de las cosas
R.M.: ¿Vieta podría ser considerado como un raro o experimental?
B.M.: No me gusta, para Vieta, ni lo de raro ni lo de experimental: No es raro, sino original (está más insertado en lo que abunda de lo que parece). No es experimental, sino proteico, instrumento de percusión; percibe, a veces, con carcajadas, los estremecimientos y los estertores, del siglo. Sería raro si fuera excéntrico, pero él incide en el centro de las cosas. Sería experimental, si se dispusiera a hacer experimentos; él, simplemente, se hace eco --a veces retumbante-- de la disonancia del mundo actual[5].
Shakespeare … …es el único genio inglés que el paladar de las demás naciones acepta como suyo
R.M.: ¿Dónde el genio de Shakespeare en su contemporaneidad?
B.M.: Shakespeare sí, porque nunca se repite sin modalidades (tiene un diapasón muy sutil y discriminador); porque lo supo todo y lo abarcó todo; porque es el único genio inglés que el paladar de las demás naciones acepta como suyo; porque es en él donde el arte se parece más a la vida; porque en él como nadie, el arte tensa su arco y no por ello se adelgaza la textura de la vida; porque en él, el silencio es tan importante como la palabra, y ésta tan importante como aquél; porque, como Falstaff, es la causa de ingenio en los demás; porque, como a Terencio, nada humano le es ajeno; porque es el más pedagógico y el menos didáctico de los dramaturgos; porque no piensa por nosotros, sino que nos pone a pensar; porque es un gran mistificador, que lo esclarece todo, y lo oscurece todo; porque perdona todos los pecados; porque en él la vida bulle, pero la muerte espera siempre su bocado. Con esto le respondo, sin agotar, las razones por las cuales Shakespeare es para todos los siglos, y también aquellas por las cuales seduce particularmente al siglo XX; siglo que se solaza en -más todavía, esgrime- la ambivalencia y el misterio impenetrable.
el arte no inventa la belleza; la exprime del mundo y, por ende, nos hace amarlo más entrañablemente
R.M.: ¿Cómo entiende la relación entre Poesía, Historia y Filosofía --o aún entre estas pero quitándole las mayúsculas?
B.M.: La Filosofía y la Historia guardan relación, a veces íntima, con la Poesía, pero no son ella, Filosofía e Historia a menudo fuente de inspiración de obras inmortales; más frecuentemente aun, la subyacen. La Historia organiza el conocimiento del paso del Hombre sobre la Tierra; el Hombre se objetiva en la Historia; la Filosofía busca el conocimiento sobre la existencia del Universo, su esencia y consistencia, incluido el Hombre. Pero la Literatura, el Arte, por serlo, crean una nueva realidad, paralela a la vida y contaminada por ella, y ha de producir esa particular emoción que llamamos emoción estética. Filosofía e Historia buscan conocimiento; el arte, o conoce, o asume, o presume, y parte de allí. La literatura se origina en la vida y vuelve hacia ella. Parte de la vida, se nutre en ella, no habla de otra cosa que de ella, pero tendría la mitad de su sentido, de su contenido, de su valor, si no incidiera sobre ella. La Literatura sirve, y ha de servir, para vivir, porque nos revela la belleza inmanente en la vida y en el Universo, y nos inficiona en ella. El arte no inventa la belleza; la exprime del mundo y, por ende, nos hace amarlo más entrañablemente.
Encuestas/Entrevistas © Rita Martin
[1] Entre las publicaciones más importantes de Beatriz Maggi se encuentran Panfleto y Literatura; El pequeño drama de la lectura; La voz de la escritura; El cambio histórico en William Shakespeare; así como la selección y estudio que hiciera de Los dramas históricos del dramaturgo inglés para la Ed. Arte y Literatura. Dentro de su trabajo figura también la traducción. [2] Desde su temprana juventud, Beatriz Maggi unió su vida al narrador, dramaturgo y también profesor, Ezequiel Vieta. Entre las obras de éste se encuentran: Libro de los Epílogos (con prólogo de Beatriz Maggi); Swift: La lata de manteca y Pailock, el presdigitador. [3] Aunque respetada, la obra del fallecido narrador Ezequiel Vieta no ha sido aún cabalmente comprendida dentro de la literatura cubana, en virtud de su diferencia; a pesar de que serios investigadores y críticos han mostrado su integración dentro de una cultura constituida en sus mejores exponentes por esta cualidad, cómo si no asimilar Casal, José Martí, el infinito sistema lezamiano y el absurdo de Piñera. [4] Esta entrevista fue concedida por Beatriz Maggi en el año 1994. [5] A la muerte de Ezequiel Vieta, Beatriz Maggi escribió una nota para la Revista Unión en la que abunda sobre la simbiosis que hicieron el uno del otro.
6 comments:
Muy buena la entrevista.
Le- o Te- pregunto algo. Esta senora tenia una hija que era disenadora y vivia en Calle I esq a 23 en el Vedado....? Me parece recordar que se llamaba o hacia llamar como su madre.
Gracias......Ivan
ivancanas@aol.com
Claro que te (el le es muy forma). Me alegra que te haya gustado. Beatriz tiene dos hijas, una es Roxana y la otra, cuyo nombre no recuerdo, vivía en santos Suárez. No sé si por el lado de Horacio (el hermano pintor) haya alguien con el mismo nombre. Prometo averiguar.
Rita, excelentísimo tu blog, redactado con estilo efervescente, desenfadado, elegantemente femenino. Hoy me has sorprendido de maravillas con tu genial entrevista de hace 16 años a Doña Beatriz Maggy. Tuve el honor y la mucha suerte de ser su alumno de Literatura Universal en la Facultada de Periodismo de la Universidad de La Habana, en 1970-72. Y aún más, tuve el orgullo de que ella coincidiera con mi explicación crítica sobre los objetivos psicológicos y sociales freudianos de Crimen y Castigo de Dostoiwesky.
Gracias a ti,y a Doña Maggy. Raúl I. Palazuelos
Me alegra tanto que te haya gustado, Raúl. Y compartimos, además, el amor por Dostoiwesky. Me encantaría leer tu crítica. Dónde puedo encontrarla?
Gracias, Rita, por dar a conocer esta maravillosa entrevista de ese icono de nuestra cultura. Tuve el privilegio de estudiar con ella, y aunque me llevaba recio, me dio 100 en mi trabajo sobre el Ulysses, que ademas, fue ella quien me lo impuso. Yo le pregunte algo al respecto, capciosisimo, y ella me contesto y al final, me lanzo: Ahora por relamido me vas a traer un trabajo sobre el Ulysses. Quien te manda a meterte en camisa de 11 varas! Pero me dio 100, a pesar de que yo me cague cuando me lo impuso!!! Cuanto ensenyaba, que suerte haber sido su alumno.
Exquisita entrevista. Super interesante la profesora, genial como la caracteriza y tu tan aguda como siempre en tu entendimiento y amor por la literatura ! La disfrute !
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