6.06.2010

Tres poemas de Joaquín Galvez























BALADA DEL PURGATORIO

Mis dedos entre tus piernas, en aquel cine de La Habana,
son hoy una balada que me justifica.
La oveja negra escribe su evangelio;
el rebaño es una doctrina, un cielo de mansedumbre
contra el nacimiento de la próxima estrella.
Madre, la luz de tu óvulo tiene un alma
para hacer del barro una escritura,
y el cuerpo de una bala para atravesar el mundo.
Ah Judas y Pedro (Pedro y Judas)
son mis amigos, son mis enemigos.
Dios juega con nosotros a la gallinita ciega.
Dios, devuélveme esos ojos para que no cometa otro crimen.

Cultivo todos los días esta imperfección
como un árbol que lo abandona la primavera.

Esta balada me justifica.

CALIGRAMA EN LA TUMBA DE APOLLINAIRE

Acaso porque para ti todo tiempo presente siempre fue mejor,
sobre tu tumba siguen germinando tulipanes de piedra.
Tus caligramas son los pasos que ya dejaron una huella
en el camino que ha de venir.
Tus caligramas ruedan hasta alcanzar el nacimiento de otro lector.

Bebes coñac en Montparnasse, junto a Picasso y Braque,
para que un día Breton nazca con tus pies
y ese epígono le cercene un ojo al perro andaluz.
Te comes la manzana y fundas una zona,
la semilla trashumante de una eclosión.

Qué importa, Tiresias, que no te sirvan los ojos,
si eres el único vidente que, desde su tiempo, toca
la consagración letrada de unas tetas,
con las que desnudo otra noche en mi ordenador.


Haber nacido en Roma y ser ciudadano francés,
para que venga a matarme la gripe española;
¿acaso porque para mí todo tiempo presente siempre fue mejor?

Te burlaste de la muerte, Guillermo.
Alguien quiso ofrendarte un epitafio,
pero desistió ante estos tulipanes de piedra
que, sobre tu tumba, nunca han dejado de germinar.

RETRATO DEL QUE YA NO VIVE EN LAS NUBES

En una nube corre un niño calzando las botas del viento…

Los gigantes, los cíclopes y los lestrigones nunca pudieron encontrar extremidades
para arribar a tu altura. Sobre tu cabeza pendía una espada, por eso el filo de tu
inocencia era la envidia de Damocles.

Con el alba, alguien languidece (no sabe que ha perdido su tugurio en las nubes):
firma un cheque para pagar la hipoteca, con ademán del que ya no es soberano…

Orinas tu fragmento de lluvia y te alimentas del aire sentado en tu trono. Ladrón y policía: a ti te encarcelan, te castigan, te matan… y al final demuestras que jugar es el único triunfo.

(Triunfador sólo fuiste con tu oficio en las nubes)

El conductor de ese auto se perderá por siempre de mi mirada, pero me dejó su sonrisa/ manchada de tanto pie en la tierra.

Puse un día los pies en la tierra, y ahora descubro que no hay memoria ni vuelo que me devuelva a mi villorrio en las nubes.

2 comments:

Magia Insular said...

Hola Joaquin...he estado leyéndote esta mañana. Las imágenes de estos
poemas fluyen hacia nuevas visiones.
Gracias por compartirlos.
Desde que te conozco te he sentido fiel a la poesía. Ese no abandonar la palabra, es algo que admiro en un poeta. Gracias por estar.

Joaquín Gálvez said...

Gracias, querida Maya. Como decía Neruda: "escribo para no morirme". Creo que el poeta que abandona la palabra muere prematuramente, deja de estar. Tu eres también un buen ejemplo de esa fidelidad que tanto admiramos. Abrazos