(Reflexión sobre la escultura de Virgilio, aparecida en Clavileño. No. 3. Octubre 1942. Pág. 8)
A Bernard Reder que es el escultor
Ahora. Estoy frente a la obra. Nada veo, nada siento; nada percibo o toco. Siempre esta horrorosa sensación que me acomete en virtud de la cual, y según el caso, me veo, o rasgando violentamente la tela a causa de las embestidas de mi cabeza, o encerrándome con todas las llaves posibles en esa expresión de habitalidad sepulcral que es la arquitectura, o ensayando una violenta metamorfosis a hombre, animal o cosa, si se trata de la escultura. Sensación física de aplastamiento. Por eso digo que nada siento. En música o poesía el choque parece menos intenso, pues lo que estas artes tienen de puro –impuro--, oído amortigua un tanto ilusoriamente dicha sensación de estrellamiento del cuerpo contra una materia elástica que abre todos sus poros a fin de pulverizarse cabalmente. Por otra parte, no niego la posibilidad de que a su vez, la obra sufra ese mismo proceso de estrellamiento al chocar con nuestras miradas; pero con todo ella es la obra mientras que nosotros… La cuestión radica, como se dice, en saber cruzar las miradas. Nada tan peligroso, tan vacío, tan inútil, como la fascinación. ¡Ay de aquellos que hablan de estar fascinados por la obra de arte; de aquellos extasiados, de aquellos connaisseurs… Así, deberían cortar la cabeza al inventor al inventor de las exposiciones, y a los que salen de las exposiciones hablando de sensaciones placenteras, de deslumbramiento, de correspondencias, de desagrados. El más avisado se engañaría; aque; que vio mucho, pronto comenzará a estar entre tinieblas; el que chiflaba afirmando que nada veía, se sorprenderá bien pronto con repentinas claridades. ¿En qué momento se participa con la obra? ¿Cuándo se la contempla? Es el caso que podemos contemplarla precisamente cuando más alejados estamos de ella; cuando nuestros ojos físicos no pueden seguirla y perseguirla; cuando un hecho cualquiera, un suceso trivial en nuestra vida será el agente conductor que procure la armoniosa, anhelada contemplación hasta ese momento denegada.
Porque habrá que convenir que ella participa de esa especial condición que Miisand encontraba para la poesía de Browning””Son centro n’est pasa u milieu…” Hay en la obra un centro de referencia
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Algunas muestras de Reder:
"Lady with House of Cards"
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Bernard Reder (1897-1963). Escultor checo cuya presencia en La Habana en la década del cuarenta fue parte del aliento de los intelectuales nucleados en torno a Clavileño. “De la contemplación” es una reflexión de Virgilio derivada del quehacer de este artista.
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