Definir la producción de los escritores de origen cubano residentes en los EE.UU., en relación con sus raíces y dentro de la pluralidad de latinidades existentes en el panorama literario de dicha nación, ha generado variados calificativos entre críticos y académicos, y para los propios autores el autodefinirse casi se ha convertido en una obsesión. Para aquellos que emigraron en sus primeros años, o nacieron allí y se han formado lejos del enclave floridano –por consiguiente en diario contacto con diversas etnicidades y teniendo como primera lengua el inglés–, sus identidades culturales resultan bien distintas y ello se hace palpable en sus discursos, los cuales, al decir de Eliana Rivero, ostentan una “doble condición desterrada”, de ahí que sus obras han sido enmarcadas bajo términos como “cubanidad norteamericana de extramuros”, “literaturas de los márgenes” y “cubanidad plus o multiétnica”, entre otros.
En el ya lejano agosto de 1998 conversé animadamente con Achy Obejas (La Habana, 1956), en una acogedora y vetusta mansión de nuestra Habana Vieja, acerca de su “marginalidad” en relación con la mainstream literature y no obstante ello su reconocimiento como una de las principales voces femeninas de la literatura latina en los Estados Unidos, cuando sólo apenas tenía publicado dos títulos: We Came All the Way from Cuba So You Could Dress Like This? (cuentos, 1994) y Memory Mambo (novela, 1996). A estos seguirían, con el paso de los años, Days of Awe (novela, 2001), This is What Happened in Our Other Life (poesía, 2007) y Ruins (novela, 2009).
En el número 6 de La Gaceta de Cuba, correspondiente a los meses noviembre-diciembre de 2001 y cerrando la sección “Siglo pasado”, Achy afirmaba acerca de su relación con el país en el que nació: “Mi padre añora el regreso, pero yo nunca me fui; soy de aquí, estoy aquí”. Han caído muchas aguas sobre las calles de Chicago, ciudad en la que Achy vive desde la niñez, y otras tantas en esta Habana, a la que siempre viene, en breves o prolongadas visitas, pero ahora, y por fin, los lectores cubanos pueden conocer un fragmento mayor de su obra mediante una colección de narraciones que la autora preparó especialmente para el sello editorial Letras Cubanas y que lleva por título Aguas y otros cuentos. En siete, de los ocho reunidos aquí, dos temáticas se entrecruzan y complementan, como marcas distintivas también de su obra novelística y de sus constantes afirmaciones: el deseo de plasmar una identidad cultural en sus personajes que necesariamente será híbrida y la defensa de un homoerotismo lésbico como elemento también identitario. Sólo “La Torre de las Antillas”, primer cuento de la colección, se aparta de ambas temáticas pero metafóricamente abre las puertas para encontrarlas: recreación simbólica del pretendido ascenso, de la dispersión de los isleños (nativos), que al escalar y escalar una torre de botes tendrán como resultado la marginación y la mezcla de sus lenguas. Y entonces esta dispersión reunirá a disímiles personajes bajo el frío implacable de ciudades del norte: uno de ellos añorará el calor de California o Florida y será víctima de una sobredosis o hasta tal vez asesinado a consecuencia del descontrol mental de alguno de sus acompañantes (“Coño, viejo”); otros, como las voces narradoras (y protagonistas) anónimas de “Kimberle” y “Tierra natal”, esgrimen su erotismo lésbico (con relevante explicitez) no solo a manera de defensa de una alternativa amatoria válida al igual que la heterosexual, sino como reafirmación de la doble minoría a la que pertenecen: la sexual y la étnica. A su vez, sus deseos vitales se convierten en vías para alienarse de la realidad en la cual se hallan solas, frustradas y en perpetuo susto, pues ronda la muerte, a manos de sicópatas o a causa del SIDA, respectivamente.
La violencia y la muerte constituyen telones de fondo de más de una narración integrante de Aguas… La primera de ellas se perfila desde distintos ángulos, ya mediante la caracterización de los personajes masculinos (el padre de la protagonista de “¿Vinimos de Cuba para que anduvieras vestida así?”) como a través de la atmósfera que envuelve algunas de las historias aquí contadas. No irrumpe de pronto sino que va invadiendo poco a poco el espacio narrativo y puede hasta llegar a producir pavor en los lectores, según sea su intensidad. Así, en la bien tejida historia amorosa titulada “Respiro”, la protagonista y narradora (una vez más anónima) va conduciéndonos, mediante pasajes concatenados de sus affairs y misivas a su ex amante Diane, a un final donde la muerte violenta de esta última marca la imposibilidad de ya decir o hacer algo para salvar la relación.
En tanto, en “Zenzizenzic”, el cuento más extenso del volumen, e incluido con anterioridad en una antología de narraciones de escritores cubanos sobre crímenes, preparada por la autora y titulada Havana Noir (2007), la muerte llega de improviso para cerrar la historia mediante un final abierto que puede llevar la imaginación del lector a un final-otro aun más terrorífico que el del propio desenlace. Y digo de improviso, pues el tema central gira en torno a un contrapunteo entre dos hermanas, de padres cubanos, y sus sentimientos de pertenencia y no pertenencia a Cuba, habiéndose criado ambas en Hawái. Aquí Achy Obejas problematiza el tópico de la indagación sobre el imaginario nacional, pues esta vez la protagonista (como una gran parte de los personajes del resto de su obra publicada), al cuestionar y tratar de definir una identidad cubana, asume una perspectiva crítica y más cercana a marcar las diferencias dictadas por el biculturalismo y el bilingüismo que a adscribirse a supuestas regularidades de una afianzada nacionalidad: “Me han dicho que los exiliados que regresan a Cuba sollozan en cuanto la puerta del avión se abre y el deslumbrante cielo del Caribe se derrama sobre ellos. Yo no” (p.49). “Ser cubana sin haber nacido en Cuba es algo peliagudo de entender. El concepto de exilio es aún más complicado” (p. 51). En el seno familiar, espacio de debate de primordial preferencia de la escritura de mujeres, se manifiestan las diferencias de matices, la imposibilidad de una total asimilación, la conciencia de extrañeza.
A manera de subtema, en “Aguas” la autora conduce la polémica del bilingüismo, en lo relativo a la inserción o no de los autores de origen cubano que escriben en inglés, en la considerada literatura nacional, por caminos de la sorna y la ironía, para enfatizar su desacuerdo con clichés establecidos al respecto, a la vez que prioriza la identidad erótica que de inmediato se establece entre su protagonista no residente en la Isla y una joven que acaba de conocer en una fiesta gay de un barrio del Vedado: “No tengo idea de en qué lengua habla. Pero, húmeda y febril, poco a poco me abro paso hacia a ella” (p.39). De tal suerte, su concepto de identidad cubana pone en solfa las diferencias culturales preestablecidas (lengua de la escritura y hasta de los sueños) para sobredimensionar las cercanías que pueden trazar las afinidades entre dos cuerpos, tesis ya esbozada en ese relato que dio título a su primer libro publicado –quizás el texto de ficción de Achy más autobiográfico– y que como en aquel también ahora le ha tocado el cierre de esta selección. En “¿Vinimos de Cuba para que anduvieras vestida así?” se desenmascara la verdadera realidad del emigrado cubano, encubierta por temor a reconocer los fracasos, las discriminaciones, por su perenne estado de tránsito y, al mismo tiempo, la voz narradora se cuestiona si su elección sexual y su actual devenir social hubieran sido similares de haberse quedado en la Isla y no ser traída por sus padres a los Estados Unidos, atravesando las aguas, sin apenas conciencia de lo que acontecía. Sólo algo le queda claro, y es que ha conocido allí la plenitud del placer por su libertad de elección, pero eso sí, y no casualmente, cuando hizo por primera vez el amor con una mujer cubana.
Sin linealidades narrativas tradicionales; transgresores del lenguaje y de preceptos normativos sexistas y patriarcales, exponentes de una prosa que no revela ni por asomo (lo cual también es atribuible a la excelencia de la traducción de Teté Ortega) las fisuras de una concepción original en inglés, estos cuentos confirman, una vez más, los merecidos reconocimientos que la totalidad de la obra de Achy Obejas ya ha recibido en los Estados Unidos y la buena acogida que de seguro recibirá en su país natal la llegada de estas esperadas Aguas.
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Vitalina Alfonso Torres (Ciudad de La Habana, 1960). Crítica y editora cubana. En 1983 terminó estudios de Filología por la Universidad de La Habana, en la especialización de Literatura Hispanoamericana. De 1985 a 1988 fue redactora de la revista Casa de las Américas. De 1988 a 1996 responsable de la Redacción de América Latina y España de la Editorial Arte y Literatura, así como miembro del consejo de redacción de la revista literaria Opción. En la actualidad es editora de Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Durante más de 15 años ha participado en numerosos ciclos de conferencias, paneles, charlas y Ferias del Libro en Cuba, México, Estados Unidos, República Dominicana y Puerto Rico. Ha sido jurado en concursos literarios nacionales e internacionales y colaboraciones suyas han aparecido en publicaciones como Anales del Caribe, Casa de las Américas, Letras Cubanas, La Gaceta de Cuba, Archipiélago, Lectora, Revista de Dones i Textualita, Letra del Escriba, Unión y La Siempreviva, entre otras. En 1990 obtuvo mención en el Concurso Caimán Barbudo, en el género de ensayo y Premio de ensayo en el concurso Pinos Nuevos de 1993. En 2001 recibió el auspicio del Cuban Research Institute de Florida International University, para un proyecto de investigación sobre narradoras de la diáspora del Caribe hispánico y en ese mismo año obtuvo una de las Becas de Creación de la Asociación de Crítica de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es coautora de la antología Cuentos para ahuyentar el turismo. 16 autores puertorriqueños (1991) y autora de los volúmenes Narrativa puertorriqueña actual. Realidad y parodia (ensayo,1994) y Ellas hablan de la Isla (entrevistas, 2002). En 2009 obtuvo nuevamente una de las Becas de Creación de la Asociación de Crítica de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba por el proyecto de libro de ensayos titulado Un país para narrar, en el cual se encuentra ahora trabajando.
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