2.28.2012

ELVIRA DE LAS CASAS: BELKIS PROENZA: LA ESTRELLA DE LA PENULTIMA NOCHE DEL FESTIVAL DEL MONOLOGO


Las secuelas del ataque al World Trade Center de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, han servido de tema a una buena cantidad de películas y programas de televisión, pero el teatro ha tenido peor suerte, aunque con honrosas excepciones, como The Shoemaker, de Susan Charlotte, que subió a escena en Manhattan a principios del verano del año pasado.
   La pieza Sirenas, de Julie de Grandy, estrenada en la última semana del Festival Latinoamericano del Monólogo “A una voz”, en la sala Havanafama de Miami, forma parte desde ahora de ese reducido grupo de obras teatrales cuya trama se desencadena a partir de los trágicos acontecimientos del 9-11.
   La actriz Belkis Proenza se desempeñó de manera magistral en la emotiva puesta en escena, al interpretar a una atormentada mujer que elige casualmente la fecha del 11 de septiembre de 2011 para hacer algo que ha deseado toda su vida pero que se ha negado a sí misma por respeto a las convenciones sociales y a un largo matrimonio sin amor.
   A partir de la catástrofe en la que queda sumida Nueva York y que le toca muy de cerca, pues todos sus compañeros de trabajo perecen en el ataque, esta mujer decide cambiar de identidad y huir en busca de la felicidad que siempre soñó. Solo que el recuerdo de las sirenas que recorrían la ciudad el día del desastre siguen resonando en su cabeza varios años después, provocándole un desequilibrio mental que va progresando hasta llevarla a un estado de demencia irreparable.
   Belkis Proenza entregó una de las actuaciones más apasionadas que le hemos visto, desde que su personaje hace un recuento de los trágicos sucesos del 9-11 hasta que increpa a aquellos que podrían juzgarla por haber abandonado a su familia y asumido la identidad de una amiga fallecida. Después de todo, ¿quién no tiene secretos que ocultar, pequeñas acciones de las cuales avergonzarse, frustraciones sexuales que nunca salen a la luz? El personaje de Sirenas sitúa a los espectadores ante un dilema moral: ¿Cómo actuarían ellos si se les presentara la oportunidad de cumplir los sueños más inalcanzables de sus hijos, a cambio de desaparecer para siempre de sus vidas?
   Imposible no dejarse llevar por la desgarradora interpretación de la actriz, mientras sus gestos compulsivos anuncian el avance de su locura. Una interpretación eficazmente apoyada por la proyección en una pantalla, a sus espaldas, de imágenes del fatídico día. El clímax del monólogo llega cuando la imagen de una bandera norteamericana ondeando se proyecta sobre el cuerpo de Proenza, como una prolongación de la pantalla, logrando una escena de gran belleza plástica y difícil de olvidar.
   Juan Roca fue el director de la puesta y es además, el alma del festival del monólogo que está a punto de concluir su oncena edición. Por lo que existe un motivo doble para felicitarlo de corazón y desearle muchos más éxitos el próximo año.

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