3.03.2012

CONSTANZA RÉVÉREND: LAS VIDAS DE ARELYS, DOS NOVELAS Y UNA HISTORIA


Cortesia de Neoclubpress 
Las vidas de Arelys (Ediciones Atenea), de José Lorenzo Fuentes, es una novela en donde se plantea el tema metafísico de la regresión para establecer las vidas anteriores que forman parte del proceso de perfección del alma en sus diferentes reencarnaciones. El tema básico pretende no ser ficción: Arelys, la protagonista del presente, está interesada en descubrir sus diferentes vidas y recibe la ayuda de su nuevo amigo –el alter ego del autor y creador dentro de la novela, voz y guía de la narración-- para alcanzar su propósito.
Este tema es la historia “real” que abre y cierra la ficción de la novela basada en un personaje histórico que representa una de las vidas de Arelys, cuando era Carmen Sylva, pseudónimo de Isabel de Wied, reina de Rumania y escritora.
Hay un manejo dialéctico del concepto de novela, por una parte se narran hechos de una historia verdadera que bien podrían parecer ficción pero se validan con los nombres reales, las fotos reales, autores que existen y cuyos libros se nombran. A la vez, se presenta la novela como el relato de hechos ficticios que ayudan a comprender con más intensidad el aspecto humano en la interpretación de la realidad, que no necesariamente es mentira, sino que es otra faceta de la verdad, vista en sus connotaciones más profundas y trascendentales, y en donde ese aspecto individual cobra un interés universal. El autor es a la vez un lector de la historia, es él quien tiene a su cargo interpretar y desentrañar el material literario y biográfico que encuentra: la vida es ficción (sueño) y la ficción supone la realidad.
Arelys, junto con sus amigos Frank Lewis y el autor (dentro de la historia), comparten un especial interés sobre la vida como la búsqueda por entender el proceso de perfeccionamiento a lo largo de la trayectoria del alma en las diferentes reencarnaciones, para encontrar la iluminación espiritual: “saber quiénes somos y de dónde venimos” (Pg. 103). Por otra parte, se trata de comprender a partir de la ficción, el ser histórico y los hechos acontecidos, con el divagar de una conciencia que se entiende e interpreta a partir de la creación literaria como pretexto y como texto, como revelación de una conciencia sujeta a un tiempo y un espacio determinados y de una inconciencia que pertenece a una trayectoria atemporal e ininterrumpida del alma en sus sucesivas reencarnaciones: la vida de Arelys-Isabel de Rumania,  sus relaciones, su diario, sus cuentos y su exilio obligado no sólo físico, sino de la misma historia de la literatura rumana a la cual, con su creación, bajo el pseudónimo de Carmen Sylva, se había hecho merecedora.
De esta manera la narración oscila entre la persona y el personaje, la narración historiográfica de lo cotidiano y la trascendental de los valores y hallazgos éticos más humanos. La voz que guía la narración es siempre la del autor que indaga por la más exacta percepción de Carmen Sylva, la autora de poemas y cuentos que parece ser un álter ego más que un pseudónimo de la reina Isabel de Wied. Así se mezclan la narración de Arelys cuando capta sus experiencias como reina-escritora, con los datos biográficos y la reflexión ficticia que establece la conciencia de la mujer que se ve sumergida en estos hechos históricos que la obligan a aceptar su destino no sólo como reina, sino como ser humano y artista.
Arelys es el pretexto para establecer la conexión con la autora que se pretende redescubrir y reivindicar y que mueve la narración en dirección a la interpretación del sentido de la vida, su expresión y esos aparentes accidentes que nos ponen en contacto humano con los demás, que nos enlazan a la misma existencia y al sentido de la conciencia e inconciencia colectivas. Todos estamos unidos en la historia, las vidas se cruzan y entrelazan en la búsqueda de la perfección, máximo estadio de sabiduría, de iluminación.
Al escuchar ese nombre tuve la vaga impresión sobresaltada de que podía ser el de un personaje de alguna de mis futuras novelas, algo así como le pudo ocurrir a Gustavo Flaubert cuando se oyó mencionar a escondidas por primera vez el nombre de Emma Bovary. Pero enseguida desestimé esa posibilidad. ¿Pretendía nada menos que escribir una novela a partir de regresiones a vidas pasadas? Sí, por qué no: detrás del traslúcido rostro de Carmen Sylva acaso se escondía una apasionante historia de amor que reclamaba, después de incontables años, ser sacada a la luz. (Pg.14)
En la narración la tercera persona tiene a su cargo describir la historia, contar las experiencias; el yo reflexivo que se entrecruza establece un juego de la conciencia individual y la colectiva que juzga; esta voz constantemente pregunta, inquiere razones, pide explicación de los hechos y recrea la incertidumbre y la ambigüedad que rodean los actos humanos, las decisiones, el curso de una historia llena de determinantes accidentales e imprevisibles que cambian el rumbo de la vida y en donde lo único que prevalece es la integridad del ser o su completa destrucción en un tiempo, en un espacio determinados, el ser y no ser que envuelve las determinantes de la historia.
Isabel conocía muy bien las leyes del país y por tanto no ignoraba que la Constitución de 1886 prohibía terminantemente que un heredero al trono intentara desposar a una mujer nacida en suelo rumano. Así que el matrimonio entre el príncipe Fernando y Helena Vacaresco no tenía la menor posibilidad de efectuarse. ¿Por qué entonces la reina Isabel se dio a defender con tanto énfasis la peregrina idea? (Pg.74)
La narración sobre la vida de la escritora termina siendo una historia de un amor prohibido entre Isabel y su mejor amiga, la también escritora Helena Vacaresco. Al interior de una relación amorosa las posibles connotaciones lesbianas trascienden en la lealtad entre las dos mujeres que saben y reconocen el valor humano y espiritual de la otra. Un amor de “almas gemelas” (Pg.84), dos mujeres ilustradas empeñadas en ser auténticas, que profesaban un profundo amor por el oficio de la escritura, poetas, cuentistas, biógrafas que querían profundizar sobre los rasgos más humanos del pueblo rumano y sus valores. La comunión entre estas dos mujeres se deja ver en la novela y queda en claro su unión en la  trascendencia de su amistad y su búsqueda de identidad como mujeres creadoras y seres humanos con determinación propia en una sociedad patriarcal, quienes, en última instancia, reciben el castigo supremo del exilio social, cultural y humano. Sin embargo, y siguiendo los lineamientos de la novela, como parte de una de las vidas de Arelys, Isabel queda reivindicada como el camino al proceso de perfección que la protagonista de la “vida real” de la actualidad está determinada a seguir y a continuar.
La eternidad es un principio innegable del aspecto existencial que mueve la búsqueda metafísica en el hallazgo de las vidas pasadas. La conclusión en el camino recorrido por el autor y Arelys queda a cargo de la voz de Frank Lewis, el alquimista, el mago, el nigromante, quien deja en claro sus ideas sobre el tema de la iluminación en el proceso de la vida del hombre; es él quien predice cómo el alma de Arelys llegará a la perfección de la diosa de la sabiduría y la belleza; es él quien deja en claro cómo el sentido de la vida individual está en darle significado a los demás como una misión a cumplir.
El lector entiende cómo en la figura de Isabel de Wied se ha enmarcado el proceso metafísico del ser, cómo el personaje de ficción adquiere valor humano a través de la dimensión que trasciende de su conciencia creadora y de los resultados históricos que la rodearon; el narrador-lector-autor define al personaje, la voz en tercera persona ubica a través de los soliloquios de introspección el alcance humano de los personajes: “pensó en las virtudes y posibilidades de la palabra “por”, pues en la vida, murmuró, todo debe hacerse por alguien o por algo, la palabra “por” debe ser el móvil de la existencia de cualquier persona, es decir: hacer algo por los demás”. (Pg.87)
El autor cede la palabra a la escritora para concluir el libro con uno de sus cuentos, ¡Alto! ¿Quién va? El cual se inscribe perfectamente en la ficción realista del siglo XIX y donde se narra desde la perspectiva de un soldado las grandezas del heroísmo de Carlos I de Rumania, quien ayudado por el espíritu de Esteban el Grande logra impedir la invasión de los turcos. No es un simple relato historiográfico, la conclusión da el rasgo humano que se quiere resaltar, el relato del soldado sólo lo creen los niños, los únicos capaces de aceptar con su imaginación la posibilidad de los espíritus guías.
La novela Las vidas de Arelys posee la inteligencia de las buenas narraciones no sólo por su manejo técnico del tiempo y las voces que se intercambian constantemente y que dan diferentes perspectivas desde la actualidad del pasado o la reflexión del presente, sino porque se realiza la lectura de dos novelas en una relación dialéctica como la que se establece entre Arelys-Isabel de Wied-Carmen Sylva. Por su tema tan interesante merece una evaluación juiciosa y una reflexión seria.

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