Palabras leídas por Velázquez Callejas en la presentación de
El cementerio de las botellas, viernes 21 de septiembre, 2012.
Lorenzo intenta expresar un estado de conciencia, no un estado emocional, de los sucesos narrados. De modo que lo que pretende con este nuevo libro es adentrarnos en las profundidades del despertar de la conciencia narrativa; es decir, llevar al lector a recobrar la mirada perdida y que pueda darse cuenta del nivel de inconsciencia de la mente humana. Más que motivaciones del corazón, acciones fenoménicas de la conciencia emocional, a Lorenzo le interesa ahora la conciencia meditativa como fuente de superación y transformación humana. En este mismo orden de cosas, podríamos decir, sin riesgo de equivocarnos, que con este libro asistimos al esbozo de una nueva zona de la narración y su lenguaje: al lenguaje de la narrativa meditativa.
En tal
sentido, para mí, existen dos modos fundamentales (básicos) de visualizar las
utopías humanas: aquellas que, obviamente, abren el espacio imaginativo a
las ideologías, y apuntan hacia el futuro, y aquellas otras que
retroceden en el tiempo, al pasado de la Historia, y que corresponden a
un determinado arquetipo mítico del inconsciente colectivo, en busca de un
sentido espiritual del hombre. En este segundo caso, en el mítico, en el
que el tiempo se realiza de un modo retrospectivo, toman vidas los personajes
del libro El
cementerio de las botellas.
La dinámica de la narrativa de Lorenzo es de naturaleza mítica, desconocida para el promedio. Y esto es así porque lo mítico se contrae frente a una cultura ideológica --como la latinoamericana y la cubana--, como lo ideológico agoniza ante la cultura mítica que es la europea, por decirlo de algún modo. Uno de los aciertos de este texto es que, evidentemente, contrapone las funciones utópicas del mito en función de una búsqueda espiritual frente a las racionalizaciones de las utopías ideológicas y políticas.
El cementerio de la botellas, en su extensión, constituye un libro esencialmente narrado desde la perspectiva del autor que siente el mundo mítico como perceptivo de la realidad, la cual emerge de los símbolos residuales en el pasado y se visualiza en el entorno donde se desenvuelven los personajes, cuya situación lógica y cultural manifiesta valores humanos a tomar en cuenta desde una conciencia meditativa (trátese de la inocencia y la bondad, trátese también de la compresión de algunos atributos certificados por el despertar de la conciencia).
El libro está conformado por un largo relato, o novela corta, dedicado a la vida del pintor José Mijares, más seis cuentos que abarcan la otra mitad del volumen. Estos últimos son para mí lo más impactantes de su narrativa, y no porque la escritura sea degustar una narrativa en sí –que lo es también--, sino por el conocimiento que revelan sobre la realidad. Lorenzo señala un nuevo espacio que la narrativa insular no ha conocido del todo: la manera de cómo al hombre le suceden las cosas y como una eterna mirada del yo retrospectivo las convierte en hechos de la historia y aspectos de la identidad cultural, sin que nos percatemos que estos hechos son sueños y deseos de un mundo mítico que yace oculto al impulso del inconsciente.
Por otra parte, Lorenzo intenta entregarnos un mensaje que viene guardado dentro de la simbología de la botella. De ahí que se intente mitificar las historias y darle sentido meditativo a todo este asunto, que consiste en averiguar el sentido de la vida humana. No hay otro recurso narrativo para dar a entender este rasgo de la cultura latinoamericana y cubana que no sea el del estudio del mito. ¿Por qué? A mi modo de ver, es en los espacios vacíos del texto, no en la “epifenomenia” narrativa, donde subyace la unidad temática, esa corriente subterránea espiritual que origina un orden, quizás una coherencia oblicua indeterminada, pero que no es visible a la percepción de la conciencia del lector.
Por eso no es descartable que la ensoñación y el mito narrativo puedan venir perfectamente encapsulados dentro de una botella. Como Lorenzo cree que la vida es mito, nace de ahí su predilección por los cuentos, por narrar las historias que le son afines a partir de una perspectiva mito-crítica. Lo que quiero decir es que el impulso narrativo de este libro radica en la estricta condición de que el hombre recrea su vida entre lo mágico y lo que supuestamente considera real. Considera que el sueño es también parte de la realidad. De ahí la inconsciencia y el motivo por el que el narrador se expresa en un leguaje meditativo.
No voy a describir la fenomenología narrativa de los cuentos y el relato largo que conforman este libro. Pero sí quiero dejar una pista del fenómeno narrativo del que he estado hablando. Por favor, no se dejen llevar por la mítica razón de que las historias están bien contadas. Esta es una de las razones para leer El cementerio de las botellas, desde luego, pero no tan importante como el mensaje, el conocimiento en sí que encierra, en el fondo, la unidad temática Intenten hurgar en la propuesta oculta, en el mensaje a descodificar simbólicamente. Ese mensaje tiene que ver con la necesidad que siente el hombre de echar alas para volar y dejar atrás el espejismo, la multiplicidad de “yoes”, de apartarse de la frivolidad de la pose y de la división del carácter humano, desmitificados por Lorenzo en su esencial categoría social y cultural.
La dinámica de la narrativa de Lorenzo es de naturaleza mítica, desconocida para el promedio. Y esto es así porque lo mítico se contrae frente a una cultura ideológica --como la latinoamericana y la cubana--, como lo ideológico agoniza ante la cultura mítica que es la europea, por decirlo de algún modo. Uno de los aciertos de este texto es que, evidentemente, contrapone las funciones utópicas del mito en función de una búsqueda espiritual frente a las racionalizaciones de las utopías ideológicas y políticas.
El cementerio de la botellas, en su extensión, constituye un libro esencialmente narrado desde la perspectiva del autor que siente el mundo mítico como perceptivo de la realidad, la cual emerge de los símbolos residuales en el pasado y se visualiza en el entorno donde se desenvuelven los personajes, cuya situación lógica y cultural manifiesta valores humanos a tomar en cuenta desde una conciencia meditativa (trátese de la inocencia y la bondad, trátese también de la compresión de algunos atributos certificados por el despertar de la conciencia).
El libro está conformado por un largo relato, o novela corta, dedicado a la vida del pintor José Mijares, más seis cuentos que abarcan la otra mitad del volumen. Estos últimos son para mí lo más impactantes de su narrativa, y no porque la escritura sea degustar una narrativa en sí –que lo es también--, sino por el conocimiento que revelan sobre la realidad. Lorenzo señala un nuevo espacio que la narrativa insular no ha conocido del todo: la manera de cómo al hombre le suceden las cosas y como una eterna mirada del yo retrospectivo las convierte en hechos de la historia y aspectos de la identidad cultural, sin que nos percatemos que estos hechos son sueños y deseos de un mundo mítico que yace oculto al impulso del inconsciente.
Por otra parte, Lorenzo intenta entregarnos un mensaje que viene guardado dentro de la simbología de la botella. De ahí que se intente mitificar las historias y darle sentido meditativo a todo este asunto, que consiste en averiguar el sentido de la vida humana. No hay otro recurso narrativo para dar a entender este rasgo de la cultura latinoamericana y cubana que no sea el del estudio del mito. ¿Por qué? A mi modo de ver, es en los espacios vacíos del texto, no en la “epifenomenia” narrativa, donde subyace la unidad temática, esa corriente subterránea espiritual que origina un orden, quizás una coherencia oblicua indeterminada, pero que no es visible a la percepción de la conciencia del lector.
Por eso no es descartable que la ensoñación y el mito narrativo puedan venir perfectamente encapsulados dentro de una botella. Como Lorenzo cree que la vida es mito, nace de ahí su predilección por los cuentos, por narrar las historias que le son afines a partir de una perspectiva mito-crítica. Lo que quiero decir es que el impulso narrativo de este libro radica en la estricta condición de que el hombre recrea su vida entre lo mágico y lo que supuestamente considera real. Considera que el sueño es también parte de la realidad. De ahí la inconsciencia y el motivo por el que el narrador se expresa en un leguaje meditativo.
No voy a describir la fenomenología narrativa de los cuentos y el relato largo que conforman este libro. Pero sí quiero dejar una pista del fenómeno narrativo del que he estado hablando. Por favor, no se dejen llevar por la mítica razón de que las historias están bien contadas. Esta es una de las razones para leer El cementerio de las botellas, desde luego, pero no tan importante como el mensaje, el conocimiento en sí que encierra, en el fondo, la unidad temática Intenten hurgar en la propuesta oculta, en el mensaje a descodificar simbólicamente. Ese mensaje tiene que ver con la necesidad que siente el hombre de echar alas para volar y dejar atrás el espejismo, la multiplicidad de “yoes”, de apartarse de la frivolidad de la pose y de la división del carácter humano, desmitificados por Lorenzo en su esencial categoría social y cultural.
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