Palabras de presentación a El cementerio de las botellas
de José Lorenzo Fuentes.
Viernes 21 de septiembre del 2012.
CubaOcho, Miami, Fl
Estaba en un evento de jóvenes narradores en La Habana, a finales de
los ochentas, cuando en compañía de Jorge Luis Arzola, llegué al Palacio del
Segundo Cabo y allí me encontré a mi amiga, la poetiza Cora Ramírez, que
trabajaba entonces en la editorial Letras Cubanas. No recuerdo en qué momento
de nuestra conversación salió el nombre de José Lorenzo, asociado con su libro
de cuentos Después de la gaviota, que
tanto Arzola —excelente narrador, hoy residente en Alemania— como yo, habíamos
leído y por el cual sentíamos una profunda admiración. Para sorpresa nuestra,
Cora nos dijo que José Lorenzo era tío suyo y que podía conducirnos a su casa,
muy cercana a la de ella, en El Vedado. Le dijimos que hablara primero con su
tío a ver si nos podía recibir; pero ella nos aseguró que ya estaba decidido,
que pasáramos por su casa (anotó en un papel su dirección), que esa noche nos
llevaría ante el escritor, al cual le agradaba mucho conversar con jóvenes autores.
Así lo hicimos. Y por primera vez conocimos al hombre detrás del
escritor, que resultó ser un conversador insaciable, idéntico a cada uno de sus
narradores, con el misterio flotando en cada una de sus intervenciones. Vivía
en un pequeño apartamento, acompañado por su esposa Lida, una anfitriona
increíble que, entre tazas de café y copas de vino, no nos dejaba marchar cada
vez que el reloj emitía sus urgencias. Entre anécdotas, cuentos, relatos de la
vida, y de la literatura sentimos las primeras guaguas del amanecer ronroneando
su presencia por las calles habaneras.
Casi treinta años después, un José Lorenzo Fuentes, con la misma
energía de entonces, sigue escribiendo y publicando en Miami; y hoy, siento el
honor de estar entre los presentadores de El cementerio de las botellas, un libro compuesto por la novela que le da
título y por seis relatos de exquisita factura.
Si voy a mencionar algún elemento que unifica los textos que componen
este libro, diría que es el misterio quien los marca. No importa los temas que
aborden cada uno de ellos, si son fabulosos o fantásticos, hay siempre un
enigma, un entresijo flotando en el hilvanar de las palabras, como ocurre
también con casi toda su obra anterior: el misterio como forma de lo inesperado
o de lo predestinado, el misterio como reflejo de la vida misma. ¿Y acaso no es
la vida, o lo vivo, el misterio más insondable para el hombre…?
Otra cosa en común es que el lector no abandonará las lecturas hasta el
final, cosa un poco olvidada en estos tiempos digitales. Veamos un fragmento de
prosa sabrosa y exquisita:
Si usted se acerca al lugar
con el ánimo de fisgonear puede darse cuenta que la parte delantera de la casa,
que años atrás sirvió de portal, la ocupa, ahora, la fragua, y si aún le queda
curiosidad para seguir mirando, se percatará muy pronto que al final de un
largo pasillo casi en penumbras, contigua al traspatio, hay una habitación con
una mesa de luz y una cama que el herrero utiliza solo para dormir, pues es de
sobra conocido que Vulcano, así se llama este hombre, no tiene mujer.
O este otro:
Ambrosio Cernuda tenía cierto
talento no disimulado para escribir guiones de cine, a partir de las historias
que, de noche, durante prolongados insomnios, trepaban hasta su imaginación.
José Lorenzo Fuentes sabe lo que quiere y cómo lograrlo. Envuelve al
lector con varias oraciones seductoras, con el misterio como ente
seductor, y luego, tomándolo del cuello,
lo sumerge en la lectura hasta que, finalmente, lo deposita al otro lado del
punto final, pero metido en otra metáfora que ha escapado del relato hasta la
imaginación de quien lo lee.
No siempre uno dispone de la posibilidad de acceder a un libro como
este. Libro alimento que ensanchará dulcemente nuestra imaginación, hacia la
zona misteriosa del saber y del interrogar.
Ahora recordaba que en aquella conversación inicial con el autor allá
en La Habana, me había dicho: No escribas
cosas tristes que luego te pasan. Y dejó esa profecía misteriosa rondando
mi cabeza. Todavía actualmente, cuando voy a abordar algún asunto escabroso,
evoco aquella frase como si estuviera conjurando un maleficio. Tampoco he
sabido si José Lorenzo es tío o no de Cora Ramírez (se sabe que uno tiene una
familia natal, y otra que va haciendo en el camino); y ese misterio, como
agradecimiento a mi amiga, también lo dejo en el terreno de lo misterioso.
No comments:
Post a Comment