1.28.2013

RUBÉN SICILIA: JUICIO Y CONDENA PÚBLICA DE CHARLOTTE CORDAY (MONÓLOGO)


A Raúl Alfonso y Nara Mansur por los antecedentes. 
Tercer texto de la trilogía de monólogos Los asesinos, 
estrenado con éxito rotundo en la sala “Llauradó” 
el 1ro de octubre del 2008.



Mirtha Lilia Pedro Capó. 
Foto: Jesús Camejo.


PRÓLOGO


Charlotte Corday en el instante de la ejecución. Máscara desencajada. Luz cerrada a Proscenio. Se escucha texto en off:

“La guillotina no está en las manos del verdugo, 
en el cuello de la víctima, es ahí donde está la guillotina”. Cesar Calvo


Salir al pasillo… afuera la multitud, y el repicar de los tambores… ¡La multitud! ¡La multitud enfebrecida! Ay Dios, no permitas que yo flaquee, no permitas que demuestre debilidad…no permitas que traicione lo que he defendido hasta con mi vida… ¡Ah que horrible máquina! Un golpe… ¡Un solo golpe y todo cesará! ¡Dios recíbeme, tú bien sabes por qué he hecho todo esto!

Escena I

Un salto en el tiempo. Presente. La actriz presa de un desasosiego visible habla al público.  Aún ella no sabe bien porque, pero lo hace. En el centro, atrás un tronco de holocausto. En otro punto del espacio una guillotina en miniatura que después ensamblará con el tronco convirtiéndose en una especie de espaldar.

Actriz: ¿Usted sabe lo que va a pasar? ¿Usted sabe lo que está pasando? (Pausa Larga, como secreto) Nadie sabe nunca lo que pasa por dentro de sí… ¡Tengo ganas de matar! Oui, hypocryte spectateur… cuando nacemos nos vacunan y perdemos la voluntad… (Entra temblando al público y ofrece un estuche con papeles para sortear) elija un papel… ¡Léalo! ¡Quién dijo que Charlotte Corday se parece en algo a mí! ¿Tiene que parecerse en algo a mí, Charlotte para poder interpretarla? No lo sé. Tal vez no lo sepa nunca… Ah, pero ustedes “dulces y amargos” espectadores, ustedes siempre aquí juzgándolo todo…ustedes han venido a ver este espectáculo y no otro… ¡¿Qué?! ¡¿Que quién es, Marie Anne Charlotte Corday D´Armont?! ¡Ja! ¡Con qué no lo saben, eh! Más conocida por Charlotte Corday a secas, fue una joven muchacha que llegó a París en el período más convulso de la Revolución francesa… llegó a París y esta fue la última estación de su viaje… (Suenan acordes breves de la marsellesa) ¡Liberté, Egalité, Fraternité! (La actriz remeda una marcha militar y se emociona. Luego lanza confetis al público con cada lema) Nada más lejos en el tiempo, pero más cerca en la esencia… Ja, la vida siempre nos muestra dos lados…Charlotte y Marat. Marat y Charlotte. Marat mas Charlotte igual a X. Charlotte más Marat igual a X 1. X 1 dividido por X igual a la Nada… ¡Ja! Para unos, Charlotte pasa a la historia como una vulgar asesina…. ¡La mujer que liquidó a Marat en la bañera! Jean Paul Marat, uno de los ideólogos siniestros de la comuna… ¡Marat el tirano, Marat el que mandó a tantos a la guillotina! Marat el que imploraba el apoyo del pueblo pero no creía en que el pueblo podía tomar sus desiciones… ¡Marat, Marat, Marat! Para otros Charlotte es una heroína… comparable a la heroína de la Biblia, Judiht, u otra francesa… ¡Juana de Arco! Solo que no murió en la hoguera.

Hace un gesto brusco para indicar el corte de cabeza, la banda sonora refuerza el efecto.

Mientras dice el texto anterior ha incorporado aditamentos del personaje. Ríe maliciosa.

Una actriz como yo… (Hace un gesto aludiendo al color de la piel) aquí y ahora, no podría interpretar este protagónico…como sí eso importará a la hora de vivir el personaje… Al final ser actriz es convertirse en recipiente…una vasija apropiada para el líquido deseado… ¡Ja! Mejor vamos a hablar de la Francia… ¡¿La gran nación o la gran pretensión?! No lo sé aún. Pero más temprano que tarde lo sabré. Y sabré también porque me obsesiona interpretar a Charlotte Corday… ¿Será porque no logro definir si es una asesina vulgar o una noble heroína? Hagamos entonces un juicio, quién sabe si real o representado. Un proceso a vivir entre ustedes y yo queridos espectadores. Nada como un juicio para esclarecer los contornos escurridizos de la VERDAD.

Repentino redoble de tambor. Voz en off de un ujier: ¡Este es el Juicio y la Condena Pública de Charlotte Corday! La actriz grita:

¡No, condena, no! ¡De ningún modo condenaremos a Charlotte!

Pausa. Mira al público. Saca el cuchillo y lo blande en alto como poseída. Luz cerrada que baja sobre la actriz que ahora es Charlotte Corday.

Escena II

Forcejea. La luz cerrada sobre ella. Arma el espacio como en una tribuna de acusada.

¡¿Por qué quieren saber?! Si de todas formas me van a matar…sí lo hice, claro que lo hice… y si de nuevo ocurriera lo volvería a hacer… ¡¿Qué?! ¿Quién dijo que son explicables las razones para matar a un tirano? ¡No, no! Sé muy bien que pueden apelar a la tortura… ¡La Tortura no!...está bien, poco importa ahora todo… les contaré, claro que les contaré… Todo había echado a andar en medio de la condenada lucha entre girondinos y jacobinos… ¡girondinos y jacobinos! (Entra en un trance al recordar) Ordenaditos… ¡Muy ordenaditos! Los jacobinos como en la convención ubicados a la izquierda…los girondinos a la derecha… pero en verdad… ¿Quién es quién? Izquierda y derecha, derecha-izquierda centro, centro izquierda fundamental, derecha e izquierda… ¡Al infinito y más allá! Yo, huérfana desde pequeña y dejada por mi padre por necesidad en un monasterio me vi de pronto en Caen en la provincia, justo cuando cerraron los conventos. Mi vieja tía, Madame de Bretteville, me acogió en su casa. Yo, hija de un gentilhombre venido a menos, de repente me vi en medio de una fuerte confrontación. Desde entonces me incliné hacia lo mejor de las nuevas ideas. Era el tiempo en el que los girondinos luchaban contra sus enemigos en la Convención, era el tiempo en el que el jacobino Jean-Paul Marat, periodista y médico y no por ello menos sangriento, triunfaba en París, a costa de enviar a la guillotina a todo aquél que se oponía a sus ideas. Los girondinos proscritos y fugitivos se refugiaron en provincia. Tenían asambleas a las que yo, asistí en numerosas ocasiones. Fue así como conocí a Buzot, Salles, Pétion, Valady, Kervélegan, Mollevault, Barbaroux, Louvet, Giroust, Bussy, Du Chastel y Larivière. Girondinos todos. Todos defendiendo el derecho a una vida sin miedo de cada uno de los franceses, en contra de la violencia con que Marat azuzaba al pueblo… ¡Mi alma se incendió en aquellas veladas! Desde entonces sentí muy hondo el llamado de la patria, cuando conocí a mi amiga, este fue el último de los afianzamientos….

Con pocos aditamentos se transforma en la Girondina que sisea cosas hacia ella. Reminiscencia. Canta una extraña nana infantil. Transición.

--Hija mía, has vivido en nuestra comunidad…sí vas a París, debes recordar lo que has aprendido.
--Sé muy bien que Marat es nuestro enemigo más temido y terrible… sé muy bien porque es también enemigo de Francia.
--¿Estás dispuesta a todo?
--A todo y más. Soy solo una idea y un gesto en el aire, soy una obsesión.
--Que el Dios de los fuertes bendiga tus pasos hasta la meta. Cada uno de nosotros estará contigo en espíritu.

Llegar a París fue la primera estación en mi peregrinar. ¡La ciudad luz! El 11 de julio de 1793 llegué al “Hotel de Providence”. Me parecía que todas las cosas giraban en torno a mí. Sabía la magnitud de mis intenciones…el compromiso y mis ideales me hicieron continuar. Continuar sin pensarlo, continuar a toda costa. Porque lo importante no era mi vida. ¡Lo más importante era Francia! ¡¿Por qué me miran así?! Sé muy bien lo que significan mis actos… ¡No me miren como si fuera irresponsable! Asistí a hurtadillas a varias sesiones de la Convención… Marat ya bastante enfermo para la fecha iba poco a la convención…el gran tribunal de los revolucionarios… ¡Pero un día lo vi desde las últimas filas!…endemoniado y encantador a un tiempo. Vi como Marat arremetió con su verbo implacable contra varios girondinos. Esto fue definitivo. La guillotina, la prisión o el destierro era lo que recibía todo aquél que se opusiera a su voluntad.  La decisión que había tomado antes saltaba a mi vista como la única posibilidad de vivir en una patria libre. Marat era mi destino, o yo era el suyo. Esta danza se fue concertando en mi cabeza cada vez más.
Estando en París cualquier cosa era posible. Encontrar un trabajo, aproximarme a mi objetivo paso a paso. Ganar su confianza. Toda esta sucesión de pequeños actos, se fue convirtiendo en un plan. Bien detallado con el paso de los días, un plan que me iba a llevar al éxito de mi misión y al mismo tiempo al desastre personal… Ja, ja, ja… ¡Marat, eres tú! ¿Estás ahí? Ja, los muertos de antes ya no nos hablan Marat, los muertos de Francia han enmudecido o son fósiles petrificados, símbolos de un tiempo donde el pueblo todavía soñaba con la libertad. Pero tú sí, Marat, lo mismo vivo, que enfermo, que ahora muerto hablas, hablas y hablas….

Las luces bajan. Charlote se transforma en Marat.

Escena III

Charlotte y Marat disputan, tal vez en otra dimensión o mundo.

¡¿Qué quieren de mí ahora?! ¿Quién me convoca delante del populacho? ¡¿Qué extraño sitio es este?! La masa, la masa adocenada que siempre necesita una mano firme que la guíe…Yo, Jean Paul Marat, el amigo del pueblo… (Saluda al público lleno de demagogia) Ah si hubiese tenido un poco más de tiempo… yo hubiera cambiado definitivamente la historia de Francia… ¡Y si no hubiese estado enfermo! ¡No me mires así! ¡Las vidas de unos pocos no significan nada ante el futuro de la nación! Seamos realistas, pidamos lo imposible… ¿Qué hubieran hecho ellos con nosotros? ¿Qué, qué quiénes son “ellos”? Pues claro, que los nobles, los burgueses, los renegados…todos aquellos que dan hacia atrás al carro sublime de la revolución…
Eso es lo que siempre has pensado… El horror siempre estuvo en tu pensamiento… ¡En este sitio de nada te vale todo eso!... ¡Al final todos hemos de morir! Y morir de manera estúpida, es ser doblemente estúpido… ¡No me arrepiento de nada, ni aquí, ni allá! Alguien debía detenerte…
¿Es que no te das cuenta?  500 o 600 cabezas más hubiesen garantizado nuestra libertad, felicidad y prosperidad… ¡La guillotina es la mejor solución para nuestros problemas! ¡El Reinado del Terror hubiera concluido con una limpieza formidable! ¡Una mera cuestión sanitaria! Yo lo escribí muy claro en “El Amigo del Pueblo”, el periódico más auténtico de la causa…yo mismo llegué a ser el amigo del pueblo… ¡Y sí, me ha servido de mucho estudiar medicina en Inglaterra! En las clases de anatomía se comprende mejor que en cualquier lugar la fragilidad de la naturaleza humana…recuerdo que entre los estudiantes, cuando nos quedábamos solos solíamos lanzarnos unos a otros los cerebros como juego…
Eso ha sido todo para ti… ¡La vida de Francia un macabro juego entre tus manos! No Marat, ni tu seducción, ni esta extraña fascinación que sentí al verte podían detenerme…
¡Ja, ja, como si los que vienen detrás serán mejores! ¡No se le puede dejar al pueblo solo! Mierda, si crees que el pueblo solo puede tomar las decisiones justas. La revolución debe arrasar con todo. ¡Solo sobre las ruinas puede construirse un mundo nuevo! ¡Yo tuve casi todas las posibilidades en mis manos! Pero todo se me deshizo de la noche a la mañana…entre mi maldita enfermedad pudriéndome la piel cada día y luego tú, condenada muchacha…justo cuando estaba al borde de obtenerlo todo… ¡Todavía no sé por qué te dejé entrar! Mi ama de llaves te miraba con recelo…creo que fueron las cartas, las dos cartas que me enviaste… me parecían llenas de tanta pasión, que me sentí joven y sano… ¡Yo también te sentí fascinadora y bella! En tus ojos cierta luz indomable se asoma…
Hay un abismo demasiado grande entre tú y yo Marat… ¡Tal vez como Judith y Holofernes! Creo que me dejaron estar aquí para tener nuestra última charla… ¡Más no parece servir de nada!
¡Tú, Corday, una pobre muchacha provinciana! ¡Cómo podía imaginarlo! Pero poco tiempo sobreviviste a tu acto… Legros, mi verdugo predilecto se encargó muy pronto de organizar tu viaje…Tuviste suerte de que la turba de mis partidarios no te despedazaran en la calle…
Sí tuve suerte en eso…pero tampoco me quedaré aquí…tu habrás de estar aquí solo, por mucho tiempo hasta que tus propios roñosos pensamientos te enloquezcan…
¡¿Qué dices?! ¡Solo yo! No Marat, nunca esta solo...tengo mis recuerdos y mis ideas, mis ideas y mis recuerdos….muchos recuerdos… ¡Sí! ¡Legros, un tipo raro ese hombre! ¡Siempre me agradó lo distinto! ¡Atiéndeme Charlotte! ¡Un filósofo de la muerte! ¡No te vayas Charlotte, no te vayas! ¡Tengo mucho que decirte todavía!

(Ríe y llora delirante mientras trata de atrapar a Charlotte que se desvanece de este sitio)

Escena IV

Charlotte, otra vez, ahora rememora.

¡Cuando llegué a París me di cuenta de muchas cosas! Todo tomó bruscamente otra velocidad, otro tiempo…en la provincia uno ve las cosas en pequeño…como si todo lo mirara diminuto y lejano, como un telescopio invertido… ¡Pero en París, no! En París todo era grande, rotundo y definitivo…en París comencé a ver el alcance universal de las cosas…cada cosa que estaba sucediendo hoy, iba a dejar una huella profunda para la humanidad en los siglos venideros… ¡Estaba segura de eso! ¡Salvar a Francia, era salvar lo mejor del espíritu de la revolución y su legado! Ay Dios, me sentía tan frágil y al mismo tiempo tan llena de fuerza…como si no me perteneciera a mí misma, como si algo más fuerte que yo me arrastrara, aunque fuera en ello mi perdición…
--¡Déjeme entrar, señora déjeme entrar en nombre de la revolución!
--De ningún modo puede verla ahora el “amigo del pueblo”…
--Pero qué dice usted, le he enviado dos cartas… ¡Dos! Estoy segura que él me espera…
--¡Apártese! ¡Marat está tomando su baño y no anda bien de salud! Así que respete usted su descanso…
--¡Usted no comprende! ¡Tendré que pasar como sea! ¡Está en juego el destino de Francia, Marat tiene que saberlo!
--¡Mil rayos, qué pasa allá abajo en la escalera!
--Nada ciudadano Marat, que una joven provinciana quiere entrar a verlo… y ya le he dicho mil veces que usted no recibe.
--Déjala pasar, mujer.
--¡Pero Marat, si usted siempre me ha dicho que tenga cuidado en no dejar entrar a extraños!
--¡Déjala pasar te digo! ¡La muchacha me envió unas cartas que me interesan!

Las luces bajan. Marat se revuelve y canta la marsellesa por lo bajo.

Escena V

Charlotte se dirige al público en confesión.

--Así sucedió todo…, allí en la habitación del temido Marat, llegué a convencerme que mi acto era el único posible…
--Has insistido mucho para este encuentro muchacha… y te confieso que si antes te hubiera visto, antes te hubiera dejado verme.
--En cambio yo sí lo he visto, Marat. Varias veces lo he escuchado hablar a la convención.
--¡No me digas! Esto se torna interesante.
--Sí querido ciudadano. Eso es lo que me hace creer que es usted el único adecuado para lo que vengo a decirle…
--¡¿De qué hablas, muchacha?!
--Vea con detenimiento esta lista.
--¿Son ellos los que mencionaste en tu segunda carta?
--Todos ellos. Uno por uno, girondinos peligrosos. Conspiran contra la revolución.
--Has prestado un servicio inigualable a Francia…
--Espero también haberle prestado un servicio también al gran Marat. ¡¿Qué hará con  ellos?!
--Te aseguro que no habrá piedad con ninguno. Mañana a primera hora, todos tendrán una cita con la guillotina.
---Entonces ya no hay dudas Marat, así como dispones de la vida de otros… ¡Tu vida ha de llegar hoy a su límite!
--¡Ahhh! ¿Quién eres tú, en verdad, acaso el ángel de la muerte? ¡El ángel de la muerte! ¡ahhh!

Ahora estoy aquí, y todos me miran como jueces…sin saber realmente la fuerza que tienen los acontecimientos… estamos tan inmersos en ellos que nunca podemos detenernos… ¡Nunca!

Las luces bajan sobre una extraña estática de Charlotte.

Escena VI

Charlotte en la celda, espera la ejecución… ¿O es la actriz que reconstruye la historia de Charlotte? Inicia un soliloquio.

La ilusión de un juicio ha terminado… ¿O es que todo está ahora exactamente como era de esperar?… (Ríe y llora a la vez. Se le produce un extraño trance donde los diversos personajes se agolpan, queriendo dominarla) ¡Basta, basta, basta! (Se retuerce y casi enloquece por un momento. Canta una triste canción y se domina un poco)…Ah, ¿Pueblo mío, qué te hecho yo? (Disloca el texto a continuación, repitiéndolo obsesiva, mientras entra al público) Mío, pueblo, yo, ¿Qué te hecho? Pueblo, Yo, mío, Hecho, ¿Qué?... etcétera. (Llora deshecha, transición brusca como si la llamaran) Y este maldito verdugo, Legros, partidario de Marat, que me ha hecho más dura mi cruz…
--Ya es hora condenada girondina…
--Girondina, sí y además patriota verdadera… ¡No como ustedes los defensores del terror y el miedo!
--¡Vas a pagar muchacha! ¡Vas a pagar y te veré suplicar clemencia!
--¡Nunca oirás palabras de clemencia de mi boca!
--¡Muy pronto abofetearé tu cabeza alzándote de la cesta, muchacha orgullosa!
--¡Nos veremos en el purgatorio, Legros! ¡Nos veremos!

Salir al pasillo… afuera la multitud, y el repicar de los tambores… ¡La multitud! ¡La multitud enfebrecida! Ay Dios, no permitas que yo flaquee, no permitas que demuestre debilidad…no permitas que traicione lo que he defendido hasta con mi vida… ¡Ah qué horrible máquina! Un golpe… ¡Un solo golpe y todo cesará! ¡Dios recíbeme, tú bien sabes por qué he hecho todo esto!

Golpe rotundo de la guillotina por banda sonora. Secuencia no verbal. Imagen de la muerte. En la obscuridad la mano de Marat y la de Charlotte luchan. Imagen de que Charlotte se levanta en espíritu. Imagen de Charlotte como la virgen en la caverna. Multitud que ensordece. Música ritual. Pausa.

Escuchadme, este es mi testamento:
«¿Hasta cuándo, oh malditos franceses, os deleitaréis en los problemas y las divisiones? Ya bastante y durante mucho tiempo los facciosos y bribones han puesto su propia ambición en el lugar del interés general; ¿por qué, víctimas de su furor, se han destruido a ustedes mismos, para establecer el deseo de su tiranía sobre las ruinas de Francia?
«Las facciones estallan por todas partes, la Montaña triunfa por el crimen y La opresión, algunos monstruos regados con nuestra sangre conducen estas detestables conspiraciones... ¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía que el que hemos empeñado jamás para conquistar la libertad!
 ¡OH franceses, un poco más de tiempo, y no quedará de vosotros sí continuáis así nada más que el recuerdo de la existencia! ¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”

Carcajada sarcástica. Las luces bajan.

Escena VII / Epílogo

La misma actriz del principio, observa como si todo lo sucedido fuera un sueño apenas, o una alucinación. Mira significativamente al público.

¿Será que todos tenemos una cita con el más antiguo tribunal, LA HISTORIA? (Desmonta la guillotina y avanza con ella a proscenio señaladamente) ¡¿Qué recordamos más de la revolución francesa, la declaración de los derechos del hombre o el reinado del terror?! Hay tanta muerte ligada a los actos del hombre que casi nunca podemos ver, que nos salva o que nos aniquila… Ustedes y yo queridos espectadores, tenemos sueños, ilusiones, anhelos… Entonces otra vez…. ¡¿Usted sabe lo que esta pasando?! ¡¿Usted sabe lo que va a pasar?!

Ciudad de La Habana. Enero-febrero 2008

*Nota del autor.
Los textos que aparecen en cursivas o en negritas 
generalmente son citas, en este afán intertextual de la contemporaneidad.


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Galería: Foto de la puesta en escena:

Mirtha Lilia Pedro Capó. 
Foto: Jesús Camejo.

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Más de Rubén Sicilia en Grafoscopio:
Prisionero y verdugo
Trabajando sobre la voz

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Marat/Sade (1967). 
Una producción de Peter Brooks 
con Glenda Jackson como Charlotte Corday





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