1
De Todos los sitios al que arrojaron mi cuerpo,
incluyendo ranuras donde solo cabría del zapatero la tenacidad
al colocar su puntilla invisible, el más confortable ha sido
Kamchatka. A medida que pasa el tiempo (y el tiempo pasa raudo
como lectura de haiku, incluso más raudo) amas el bajo cero y lo continuas
amando, del mismo modo en que generaciones copiadas al calco de otras
generaciones hicieron su tesis o su manifestación endocrina del amor, flotando
entre inexpugnables películas de inexpugnables hombres que arrasaron la Metro
con aliento a vodka presupuestado para un rígido minuto de filmación. Y el
deseo de haber nacido ensarta de tilapias, mágicamente
atravesadas por alambre que antes fue añejo tendido eléctrico, en vez de
persona, humana como llaman a todo lo no es partícula de aluminio ni rutilante
comida para perro, los que en el tráfico de palabras afianzan su currículum,
sin importar qué luz del semáforo ni que silbato en boca del guardia infiltra el
casi doméstico éter, para el robusto porvenir que se te cuela en casa, si la
tienes o llegas a tener antes de que tragedias de Sófocles llevadas a la
cultura Maya sucedan, y se te cuela en tú noche ártica por el perestroiko radio
que abre paso a la charada y al oso feliz de haber hallado hormigas en boca de
alguien. Aquel deseo, repito ciento una veces más, deja de ser la dura
motivación que te empujó a donde sugerir es un arte vikingo, arte o empleo de
ciertas píldoras, tranquilizantes dicen los que saben, borran cualquier
intermitente relación con crisantemos, palomas y todo ser de preferencia vivo.
2
Tribus visiblemente diezmadas en el sorteo de mares
a escondidas, enmienden bitácoras y presuntas nociones de Ítacas adquiridas al
por mayor y por menor. Olviden
sotaventos y náuticos seminarios
impartidos de hombre a iguana y viceversa. Comienza la era en que de niño,
obeso individuo de Trocadero, nadie tiene suficiente fuerzas astrales como para
dárselas de violinista encima de realidades que el violín manifiesta fuera de
su competencia. Plátano y anón hablan del país en sánscrito, en raro Morse
dicen cuanto desánimo para el
escuálido telegrafista y después con frívolo acento bolchevique conspiran
contra las químicas legislaciones huérfanas de Dios. En tanto vuestros padres
diluidos en su bostezo mesozoico, acuden por subsidios y otros folklores así al
banco de las empleadas matrioshkas.
3
No presumas de tus intentos de parcelar estrábicos
abedules en Kamchatka, inclinando proa hacia Bering. Rompe tú postal del
progreso y tu leitmotiv del remo. Acuérdate de Evtushenko y su tropismo de la
insatisfacción depositando huevos de codorniz en los cráneos vacíos. Acuérdate
que siempre serás Mujik, inoportuno Mujik sin cuadrícula para el respiro en la
tasa de cambio monetario, aunque diplomas y cosas parecidas infieran a tú favor
créditos de mariscal. Se llega a Kamchatka bordeando la híbrida carretera de
ahí en frente, mezclándote con el pasto compungido que pugna por un buen símil
aunque acuda luego el equino a trazar en fálico emblema su idea de las ideas.
Lidiando con manadas de automovilistas Sioux
que manejan para los Meyer Lanski de esta hora fatal, echada a empujones de
meridianos en algún lugar más/menos respetable, echada de licencias poéticas y
vanos intentos por enjaular ripios de la verdad en pellejo de buey, caduca
visión del vellocino que seguimos importando.
4
En Kamchatka me da gusto ser el salmón que
contradice la helada temperatura del agua y se exhibe ante el pescador,
coquetea con el juego de anzuelos impares, con su mujer que no se sabe protozoo
dando el saludo al vecino que vive de llamarnos al orden simbólico, al qué se
yo de la autoridad. Salmón dialéctico que se afana en insertarse en la vida de
este proletario de la ineficacia avalada por libros, escritos en pleno medioevo
filosófico. Va directo a unos útiles de pesca que sobrevivieron al diluvio
universal, incluso a su caricatura. Le place ahorrarle esfuerzo al ente
abstracto que erige su reino en el fugaz lance del arpón y el más tranquilo
desconocimiento de El tonel de amontillado. Me adelanto al e-mail que en la
mañana de mañana vagará por ahí comentando la falta de especias para poner en
orden el sabor a piedra de mi carne. Comentando en escasas palabras el rito si
lo hubo, las consecuencias que puede acarrearle a un país subyugado por
vegetación feroz, con instintos de soldadesca pudiera añadirse, el asado en
diciembre de un pez cualquiera.
5
Desafino todo cuanto penetra por mi oído izquierdo,
todo cuanto penetraba mejor dicho. Desafino a Celeste, la Lupe, Moraima. Véase
como la torcaza y el ludibrio, creídos mansos, tenues puntos de inflexión en la
hora volátil de poeta se espantan si
digo perdóname conciencia o simplemente perdóname. Desafino al señor Perucho entonando ansias de litigio brahmánico para elementales bayameses, puestos a congelar en nevera importada del Asia próspera para luego, mañana o dentro de un milenio quizás, conformar moderno lenguaje narrativo que llamarán con vocecilla en atraco quitada a la Montaner La historia. Desafino el zumbido de la abeja, su hipérbole de libación si una vez muerto reencarno en tallo seco de junquillo. Bien sé que en Kamchatka no sufragarán esas lezamianas transformaciones, y lo agradezco.
----
Más de José Luis Santos en Grafoscopio
digo perdóname conciencia o simplemente perdóname. Desafino al señor Perucho entonando ansias de litigio brahmánico para elementales bayameses, puestos a congelar en nevera importada del Asia próspera para luego, mañana o dentro de un milenio quizás, conformar moderno lenguaje narrativo que llamarán con vocecilla en atraco quitada a la Montaner La historia. Desafino el zumbido de la abeja, su hipérbole de libación si una vez muerto reencarno en tallo seco de junquillo. Bien sé que en Kamchatka no sufragarán esas lezamianas transformaciones, y lo agradezco.
----
Más de José Luis Santos en Grafoscopio
No comments:
Post a Comment