¿Cuál es esa obsesión dominante? ¿El mundo
de su niñez? ¿La nostalgia de la patria lejana y perdida? Pudiera ser. Ya
señaló George Lukács, refiriéndose específicamente a la novela, que toda obra
de arte es un “exilio trascendental”. En efecto, toda la prosa latinoamericana
es una literatura del exilio. ¿Y no está ocurriendo así, en gran medida, con
los artistas plásticos de nuestro continente? Nadie escoge voluntariamente el
destierro como forma de vida. Se le impone. Una fuerza superior, ciega,
incontrolable, lo lanza a la otra orilla de esa tierra de nadie que de pronto
tiene que ser también la suya. Esa separación, que es una mutilación, implica,
acaso, el mayor de los desgarramientos y a menudo explica las reiteraciones
ideo-temáticas de un autor que, para ganancia del arte, en lugar de lastrar su
obra, logra comunicarle a cada óleo o a cada escultura, a cada trazo del
pincel, un inusitado esplendor.
Eladio González nació en Itabo, un pequeño
pueblo de la provincia de Matanzas, que ahora, cuando lo recuerda, tiene la
impresión de que está fuera del mundo, como si flotara en otra dimensión,
porque para él pertenece más al
territorio de la imaginación que al de la geografía. Como Wifredo Lam y Ángel
Acosta León, otros dos grandes de la plástica cubana, Eladio González es el
resultado de una mezcla genética y cultural que, por lo demás, tampoco ha sido
infrecuente en Cuba: su padre era un intelectual chino emigrado desde muy joven
a la Isla, y su madre una mulata. Del
padre, Eladio González parece haber heredado no solo el apego “a la austeridad y la paciencia” que, como él
mismo ha señalado, son las normas de su vida, sino ese riguroso equilibrio de
las formas que domina su obra, donde ninguna emoción está fuera de control,
donde todo apunta a la serenidad del infinito. En cambio, de su madre heredó
sin dudas la sensualidad del trópico que penetra a raudales en sus pinturas y
esculturas. “Uno de mis primos –recuerda Eladio González- era el dentista del
pueblo, y a mí me gustaba sentarme a su lado para verlo trabajar mientras hacía
los moldes de las dentaduras… eso despertó mi interés por la creación”. Sea
cierto o no que la actividad del primo estuviera en el centro de sus primeras
motivaciones artísticas, desde muy joven Eladio González comenzó a pintar
afiebradamente y a los 19 años de edad ganó un beca para estudiar en la Escuela
de Artes Plásticas de Matanzas. Dos profesores, Rafael Soriano, en pintura, y
Manuel Rodulfo-Tardo, en escultura, le ofrecieron su apoyo para que pudiera
ingresar más tarde en la renombrada Escuela de Artes Plásticas San Alejandro,
donde se graduó de profesor en Dibujo y Escultura.
Después de haber participado en Cuba en
numerosas exposiciones colectivas y personales, Eladio González salió de su
país natal en 1967. Mientras esperaba el permiso de
entrada a Estados Unidos, estableció su residencia en Madrid. “Durante aquellos
meses –dice- solo supe de libros, de exhibiciones y exposiciones. Pasaba ratos
y ratos en el Museo del Prado. Puedo describir de memoria cada galería de
Madrid… Me propuse asimilar las tendencias europeas: estar al día en cuanto a
técnicas y escuelas”. En 1968 se estableció en Chicago, donde reside
actualmente. En 1979 obtuvo la prestigiosa beca Cintas, y desde entonces ha
expuesto en Nueva York, Washington, Miami, México y, por supuesto, en Chicago,
ciudad donde ha recibido numerosos premios, entre ellos el que se le concedió
en la exposición Fine Art 88 y en el
concurso para la creación de la estatuilla de los premios Ovation 105, oportunidad –recuerda con emoción- que le permitió
reencontrarse, después de años, con su amiga Celia Cruz.
Mientras contemplamos una de sus
esculturas de bronce montada en una base de mármol, y que ha titulado “Yo
mismo” porque según él refleja su personalidad, Eladio González nos dice:
-El bronce es el material que más me
atrae, no solo porque es para siempre, porque es totalmente opuesto a lo
efímero, sino porque disfruto trabajándolo. Yo hago todo el proceso, excepto fundir.
Yo mismo pulo mis piezas, les doy la pátina caliente con ácídos, y diseño las
bases de mármol donde deben ser colocadas
-¿Qué opinión tienes sobre las influencias
en la creación artística?
-Que son necesarias a condición de
deshacerse de ellas a tiempo para dar paso a una genuina personalidad. No creo
que exista ningún artista que no haya sido deudor de otro. En mi caso puedo
decir que durante años no pude sustraerme a la influencia que sobre mí
ejercieron las obras de Willem de Kooning. Ëse y otros maestros me enseñaron
mucho. Yo siempre le he aconsejado a los jóvenes que deben estudiar
pacientemente la obra de todos los que le han precedido en esta labor, sin
temor a las influencias. También les digo que deben adquirir la disciplina y el
rigor necesarios para no encontrarle a la vida otro sentido y otro placer más
allá del que nos proporciona la propia creación, y finalmente no sentirse
satisfechos aunque hayan alcanzado fama y fortuna. Un hombre satisfecho nunca
llegará a alcanzar el sitial destinado a los grandes creadores.
Eladio González hace una pausa y sonríe,
una sonrisa en la que se mezclan su característica modestia pero también su
legítima ambición:
-En eso ando yo todavía: en busca de lo
perdurable.
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