9.14.2016

MADELINE CAMARA: EN TODOS LOS PAÍSES DEL MUNDO LOS POETAS SE SUICIDAN...

En todos los países del mundo los poetas se suicidan... Pero en Cuba, parece más sórdida la noticia. Juan Carlos Flores apareció ahorcado, el cuerpo pendiente en el balcón de un apartamento en Alamar. Pero quizás este efecto es solo para los que tenemos memoria del sol que castiga esa zona costera, de su rústica y uniforme arquitectura, los que imaginamos las calles polvorientas que recorrió justo una horas antes, para “ir a buscar el pan”.  Y es inevitable pensar en Vallejo, sin forzar intertextualidad alguna, solo que al peruano la vida le ahorró el suicidio, muy por el contrario, le permitió cumplir su vaticinio en aquel poema donde anunció que iría a morir a París, con aguacero. También Flores dejó recado de lo que iba a hacer con su vida, un comentario a sus vecinos, los que le vieron partir a la panadería esa mañana. Esa mezcla de lo cotidiano con lo fatal es parte de ese efecto que, por economía de palabras, llamo sórdido, pero es solo tragedia a secas, esa substancia de la que está hecha la obra de Virgilio Piñera o las balsas que aún se tiran  al mar. El cubano es un ser empecinado tanto en sus ilusiones como en sus desesperanzas.
    Esto no es un obituario porque no lo conozco. Pero ha querido el azar, ese Dios al que obedezco ciega, que llegue  a mí la noticia de su muerte por una colega y una estudiante. Entonces, al escribir esta nota, me pliego a esa confluencia. Sentí en mi memoria el eco del nombre del poeta, y su rostro desde la foto que acompaña a la noticia en internet se me antojó próximo. Pudimos conocernos en Cuba, allá en los 80’, cuando yo andaba de crítica literaria, o de jurado de concursos de literatura, trotando por las provincias de la Isla, pero él sería muy joven. O a lo mejor nos vimos alguna vez en Miami donde todavía juego a ejercer el criterio en alguna tertulia, con muchísimo placer, además, de ver a mis amigos, de conversar, en la única ciudad de Estados Unidos donde el mar me devuelve un olor que reconozco o invento. No lo sé y da igual.
   Pero me comunica algo familiar esa mirada visionaria y dura del hombre que acaba de morir en su apartamento de Alamar, un cubano que había decidido dedicarse a la poesía -ampliamente premiado nacionalmente, según leo en la noticia-. El escritor nos habló de su muerte en “Franja”, el único poema de Juan Carlos Flores que he leído antes de escribir estas líneas. Y lo degusté y lo encontré amargo y me reconozco en ese sabor. Hablaba de un Mal que lo condenaría y del que quería escapar adelantando el ritual de la despedida por cuenta propia, controlando todos los detalles, como un personaje de Camus, obsesión que transportan la sintaxis de sus versos:

Soy un hombre obstinado, la idea era viajar para disminuir el
mal que padezco, gran mal o pequeño mal y sus daños

colaterales, sé que he de vivir mi vida entera soportando el
mal que padezco, y sus daños colaterales, sé que la causa

verdadera de mi muerte será el mal que padezco, gran mal o
pequeño mal y sus daños colaterales, no la presentación
pública del mal que padezco, grandes o pequeñas
representaciones, ni lo que daño colateralmente. Llevo diente
de ajo y otros atributos todo el tiempo, en el bolsillo trasero
del pantalón, pero esta táctica familiar tiene sus fallas. Necesito
pisar mierda, si fuera posible pisar mierda de vaca. Solo
encuentro terrones, la fauna está contraída.

Extraño sitio y extrañas las palabras que lo nombran

Quizás era un mal del cuerpo, o peor aún, uno de aquellos que Dostoievski llamaría sagrados, los de la mente. Que son los que producen el terror infinito, que es la única fuerza que pudiera explicar que Flores pusiera una cuerda alrededor del cuello, y en medio del calor sofocante, le cortara el aire a sus pulmones, le negara a su cuerpo el divino soplo.
Cruzó ya la Zona el poeta. Unos amortajarán su cuerpo en alguna funeraria habanera; otros, invisibles ayudantes, preparan ya su entrada a otros reinos. No sé porque necesitaba despedirlo y lo he hecho. Que se cumpla su viaje. Le agradezco por sus otros poemas que leeré otro día, cuando necesite la compañía de palabras valientes y desnudas.

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MADELINE CAMARA. Teórica, crítica literaria y periodista. Se desempeña como profesora de literatura latinoamericana en la Universidad del Sur de la Florida. Con un doctorado del SUNY en Stony Brook, Madeline Cámara ha recibido las importantes becas Rockefeller y Fullbright. Entre sus libros publicados: Cuban Women Writers: Imagining a Matria, La memoria hechizada, La letra rebelde, Cuba: the Elusive Nation. Vocación de Casandra y Cuentos cubanos contemporáneos.


1 comment:

poetahabanero said...

Excelente escrito de la Dra. Camara, proyectándose desde adentro hasta llegar al otro interior nuestro.