Fragmento de El negro en Cuba, ensayo
(La Habana: Editorial Alfa, 1939)
Cierto que muchos
negros se han destacado en todas las actividades de la sociedad cubana. Y cierto que en
inteligencia, talento y cualidades excepcionales, han igualado y hasta en
muchos cosas superado a los blancos. Pero cierto también que, con la excepción
de muy pocos, esos negros han servido para agudizar más los problemas del
negro. Surgían no para reivindicar a sus
iguales en la raza y en la explotación, sino para confundirse, para ensamblarse
con los blancos. Si el blanco político engañaba y explotaba tanto al negro como
al blanco trabajador, el negro político no se distinguió de él. Al contrario,
el complejo de inferioridad que fue índice de nuestra cultura en el alborear
republicano, le hizo imitarle, hacerle igual a él. Y con esta imitación se hizo
más fácil y menos responsable para los blancos la explotación negra. Se
permitía que determinados negros entrasen en el Congreso y hasta que
participasen en los Gabinetes. Aunque su papel era pasivo, ridículamente
pasivo, en función de figuras decorativas, servían para que fuesen
desnaturalizados los verdaderos factores que concurrían en la dolorosa realidad
del negro cubano. La presencia de un punto negro en la psuedo blancurade
nuestro tapete político-social, se aprovecha hábilmente para crear en las masas
negras el espejismo de que ellas eran respetadas y tenidas en cuenta. Partidos Políticos e
Instituciones hubo, que llevaban a sus
organismos dirigentes a un negro entre veinte o treinta blancos, simplemente
como ardid demagógico. Desconocido lo colectivo fue lógico que primase lo
particular. Abandonado lo nacional, imaginóse que el problema del negro no era
de teoría económico política y de ejecutoria gubernamental, sino de mera
representación física. Y aún más, se creyó
que estaba desvinculado el dolor del negro, del dolor de la nacionalidad.
Y
tanto como eso, primaba en el ambiente criollo el falso axioma de la
“inferioridad del negro”. Desconociéndose la civilización egipcia de los
faraones negros, que en la Capital deSonggahy existían nutridas y valiosas bibliotecas cuando en Europa escasísimos
países las tenían y que vivían de supersticiones alrededor de los eclipses,
cuando ya en varios puntos de África eran estudiados y comprendidos los fenómenos
atmosféricos. Ignorándose los factores de geografía que priman en el
desenvolvimiento de todo conglomerado y las causas económicas de todo fenómenos
político o social, echábanse a rodar fantásticas especies que tenían por base
el escenario africano. Escenario cuyas demostraciones asombran a sabios
occidentales. Ratton diría que de “Beniu” proceden los mejores bronces del
mundo, fundidos por el proceso maravilloso de la “cera Perdida”, y otro hombre
de ciencia Von Luschan, diría que “ni el mismo Cellini podría haber hecho
mejores fundiciones antes o después”. El propio Picasso se mostraría orgulloso
de inspirar muchas de sus obras en motivos africanos.
No
mirándose el estado de injusticia y de explotación en que yacían los núcleos
negros cubanos, se tomaban para juicios categóricos hechos esporádicos que hubiesen sido
realizados – quizás con más graves
consecuencias– por los propios blancos de estar en igual situación. A espaldas
de los números y de las estadísticas que demostraban el formidable avance
cultural del negro; no queriendo apreciarse los grandes esfuerzos del negro que
–pese a toda discriminación– se iba imponiendo en aquellas profesiones y
oficios que siempre fueron monopolizados por el blanco; divorciado el
enjuiciamiento, de los negro que por el propio esfuerzo o por la mejor economía
venían brillando en el cuadro cultural de Cuba, repetía cotidianamente que “el
negro era inferior al blanco”. Y lo característico no fue que se irguiesen
teorías raciales o racistas en un mundo cuyos espacios nacionales eran
retortas, fundiendo los más variados ingredientes étnicos; sino que la mayor
parte de los propios negros sobresalientes, aceptasen esas teorías, aunque no
pocos, exterior y públicamente lo negasen. ¡Vivían hipócritamente con unas
poses para galería y otras para la familia! No se recordaba a aquel Martí que
había exclamado al entregarse al movimiento insurreccional “que el negro por el
negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre”. Y que anticipándose
sagazmente a las luchas del provenir, exclamó: “Hombre es más que blanco, más
que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que
negro”.
Ese
acatamiento de los intelectuales negros a la hueca teorización que los interiorizaba,
culminó lógicamente en “el desdéndel
negro por el negro”. El prejuicio permeabilizó todas las capas de la sociedad
aunque este prejuicio, como afirma Luis Alberto Sánchez –de quien tomo prestado el nombre de este
capítulo– carece de realidad en
Indoamérica, que es un crisol en donde los más severos Aristarcos pasatista
–tal Monsieur Francisco García Calderón- comprueban el amalgamiento inmediato
de las más radicales discrepancias bajo el denominador común
de nuestra realidad”. Y recordando al Apóstol cuando decía: “los hombre
de pompa e interés se irán a un lado, blancos o negros y los hombres generosos y
desinteresados se irán a otro”, termina Luis Alberto Sánchez exclamando: “La
raza verdadera del mundo moderno, es la raza del dinero y la otra la raza del
dólar, no en balde negros ricos y blancos ricos, se dan la mano y se juntan en
las Salas suntuosas del Capitolio”.
Mientras
el blanco se deleitaba con la música negra y hasta recitaba poemas negros, para
después negarle a los atletas olímpicos la entrada en ciertos clubs y
sociedades, prohibiéndosele al boxeador
Joe Louis el hospedaje en el hotel “Sevilla”, el negro sobresaliente –en
función del medio en que se desenvolvía- terminó bailando el vals, despreciando
el son, tornando académico y rancio el lenguaje y en fin desdeñando lo negro.
¡La masa negra resulta aleccionada por los ejemplos más contradictorios!
Se
lucha, se batalla, se vive y se sufre por la “asimilación”. Ser como el blanco,
entrar donde entra el blanco, figurar donde figura el blanco, ser saludado por
el figurón blanco, constituyen un polifacetismo psicológico que llega, desde la madre negra o mestiza que
quiere que “sus hijos adelanten”, hasta la hija o el nieto que esconden a la
madre o a la abuela y practican la terrible máxima de “primero querida de un
blanco que esposa de un negro”. Desde el peine eléctrico y el engrudo para el
pelo, hasta el abandono verbal de la propia nacionalidad para justificar el color oscuro de la piel, a través de la
ascendencia de México y Sur América.
Como
ser negro o mestizo “atrasado” era incapacitación para el avance (“el adelanto”
del individuo en las actividades de la sociedad), la asimilación forzada se
hizo motos de descomposición en los conglomerados negros. El niño negro
evolucionaba sugestionado por su “inferioridad”. Unas reglas educacionales absurdas,
una moral estrecha y enervante y una
falta de organización colectiva era en todo orden, ponen enseguida al niño
negro y mestizo ante el terrible rigor del prejuicio y la discriminación. Hay
que venir ya de la cuna con cierta verticalidad de carácter, para no
desnaturalizar el fecundo arrebato juvenil, con ese primer choque –choque rudo-
de la escuela, sea pública o privada.
En el
orden sexual el negro degeneraba… Si en la Colonia el señorito o el caballero
irresponsablemente abusaban de las negras, en la República el “adelanto a
marcha forzada”, impuso un concubinato que adoptaba las formas más
perjudiciales para la mujer –negra o mestiza– y su prole. Los matrimonios –con
ser algunos en la Colonia y muchos en la República- no constituyen la regla en
este aspecto. El conglomerado étnico de Cuba tiene en el concubinato su impulso
más decisivo. Esto agrava el fenómeno
económico. Mientras la familia blanca se reintegra y en la mutua ayuda atenúa
los rigores de la concurrencia imperialista, la familia negra se disgrega, se desintegra.
El mestizo o la mestiza niegan a sus padres!
Esto
no excluye, como es de suponer, la evolución del negro ya anotada y la
consagración de muchos negros a la liberación de su raza. Pero sí incluye
plenamente, a la mayoría de los negros que, destacados en la vida pública o
privada de Cuba, han podido acelerar la evolución negra atenuando sus
sufrimientos y lo que han hecho es “aristocratizarse” a espaldas de sus iguales
en la pigmentación de la piel. Como los avestruces, han proclamado la
inexistencia del “problema negro”, por el sólo hecho de meter la cabeza en la
arena para no verlo, o sea, porque esta
actitud era la que mejor convenía a sus intereses.
Explicable
es que, ante esa realidad y ante el surgimiento de algunas sociedades
“mestizas”, el negro “negro de verdad”
empezase a dar oídos a tendencias raciales, que penetraban en una larga serie de Sociedades y Clubs negros
que existían en toda la República. ¿No había dicho Martí que “el hombre blanco
que por razón de su raza se cree superior al hombre negro, admite la idea de la
raza y autoriza y provoca al racista negro?” Quería el negro usar del “derecho
a mantener y a probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y
derechos de la especie humana”. Lo negro por lo negro empezó a amarse y
cultivarse con apasionamiento.
Esta
fecunda reacción del negro, aunque empíricamente, llevaba en sí la auténtica
significación de la nacionalidad cubana. A ella deberían ser en gran parte los
movimientos de renovación que están culminando en la actualidad. El estudio de
lo negro por los negros y el estudio de lo nacional por los blancos, honrados,
llevaría a justos y realistas planteamientos en la económico y en lo político.
Porque si de algo había carecido el negro –como el propio blanco trabajador– era de conciencia de sus propios problemas. La mayoría de los negros que descollaban, lejos de estudiar
honradamente y divulgar tenazmente el carácter “anti-nacional” de la llamada
interiorización negra”, secundaba a algunos blancos en la tarea de ocultarle a
la población negra la verdadera raíz de sus males; y a la población blanca, la
analogía de sus problemas con los del negro. El estudio honrado y realista fue
demostrando que la cuestión de una y otra, sin distingos raciales era la
palpitante cuestión de la “emancipación económica”, o buscándole un casillero revolucionario,
de “la liberación nacional”.
Así
como la guerra de “Independencia” no fue una lucha racial entre cubanos y
españoles, la lucha anti-imperialista de “liberación nacional”, no supondría
tampoco, una guerra entre sajones y latinos. Lucha ésta por la soberanía
político-económica de Cuba, negros y blancos habrían de marchar unidos, por lo
mismo que ambos sufrían el rigor del sistema. Cierto que el rigor era más
fuerte en cuanto al negro. Pero cierto que el blanco lo padecía también. Uno y
otro, como cubanos, resultaban víctimas de los mismos fenómenos.
Si
educación política y social reclamaba el negro, educación integral también
venía reclamando el blanco. Habría que aplicar, pues un método educativo nacionalista que acostumbrara a uno
y otro a sentirse factores de una misma educación. Claro que por los grupos
renovadores esto se venía realizando. Pero se trataba de esfuerzos aislados, de
actitudes que no contaban con
multitudinario. Y si en gran escala se planteaban los problemas económicos de
la Nación, en gran escala también debió plantearse el imperativo de esta
educación integral del cubano. Las dos cosas estaban y están íntimamente
relacionados.
Del
más puro simplismo, es la creencia de que la discriminación y el prejuicio son
conceptos simplemente aplicables. Hay veces que un negro es más prejuicioso que
un blanco. Ocasiones se han visto, en que un mestizo discriminara más a los
negros que los propios blancos. Negros viven en Cuba que son más racistas que
los propios blancos racistas. Y los conceptos resultan de mucha más difícil
aplicación, cuando se quiere ir al análisis hondo de los motivos que pueden
haber provocado, en un instante, la reacción prejuiciosa o el hecho
discriminatorio.
El
aspecto sexual, brinda insospechable material para ese análisis. Si grande es
el problema económico del negro; si de difícil puede catalogarse su situación política; de terrible y de
extraordinario tenemos que calificar su problema sexual. La cultura que se le
ha impuesto al negro, es la cultura blanca, salvo insurgencias independientes
en el orden musical y artístico. La literatura con que inicialmente tropiezan
sus ojos, al llegar al brillante campo de la instrucción, es la literatura
española, que traduce obras francesas, inglesas, norteamericanas, y que recoge
la riqueza intelectual de esos países. El drama amoroso que el negro aprende a
estudiar, es el de Romeo y Julieta o el de Abelardoy Eloísa. Es un gran amor entre blancos, cuyas descripciones hablan de un
tipo de mujer bien distinto –estéticamente- a la mujer negra. Las novelas e
historias que lee, le hablan al negro de rostros sonrosados, ojos verdes, piel
de alabastro y ondulantes cabelleras. Las mejores telas de los más famosas
pintores, recogen a vírgenes y doncellas que ni por casualidad son negras o
mestizas. Los versos de los más talentosos poetas, son versos dedicados a
celebrar los hechizos de mujeres blancas. En la Opera son blancas las mujeres
que atraen la máxima atención del público. El negro, pues aprende a amar, a
desear, a soñar con un tipo de mujer o de hembra que es rotundamente blanca.
Hasta Plácido, poeta mestizo, le canta a la mujer blanca. La tragedia sexual
del negro es sencillamente terrible. No es él –Juan, Pedro o Diego- quien
desdeña a la mujer blanca. Es la realidad social que lo hace cómplice de una
discriminación, que lo obliga a ser un instrumento de un “desdén del negro por
el negro”. Y la mujer negra no queda exenta de esta dramática situación sexual.
El ambienta que la ha rodeado, le ha hecho amar a un tipo de hombre que no
encuentra entre los muchachos negros que le hacen la corte. Y si en la Colonia
el problema sexual del negro es grave, en la República se hace terriblemente
difícil. La ciencia y la revista llegan con ritmo presuroso. Negros y negras
–en trance de superación- llenan escuelas y centros educativos. La fotografía y
el cine, el radio y el teléfono vienen a darnos los esplendores de la
civilización, pero traen para el negro nuevos factores de agudización sexual. Todas
las mujeres que figuran en las exposiciones fotográficas son blancas. En los
concursos de belleza, los métodos estéticos se rigen por patrones blancos. Las
heroínas cinematográficas son siempre heroínas blancas. O Mary Pickford o la
Bertini o Greta Garbo. Las artistas de radio –llevadas y traídas y coladas por
todos los hogares- son artistas blancas. El pobre negro se ve con deseos que no
puede satisfacer; con anhelos que no puede complacer; con impulsos sexuales que
tiene que reprimirlos hasta que exploten, o desnaturalizarlos hasta que sean
vencidos. Y la pobre señorita negra, igual… Su tipo es Clark Gable o Valentino
o Robert Taylor. No ha leído ninguna novela en que un hombre de piel como el
carbón y de labios grandes y gruesos y de pelo ensortijado, sea otra cosa que
valet, limpiabotas o criado.
Y de
negros y negras se ven así víctimas de un complicado problema sexual que los
llevan al “desdén del negro por el negro”.
Por otra
parte, ¿en qué lugar se han enseñado a ver “negros superiores”, “negros jefes”,
“negros directores”? La psicología del hombre de color, se ha acostumbrado a
obedecer, nunca a mandar. Por eso le es tan difícil al negro, recibir las
órdenes o instrucciones de un Jefe de su color. Y por eso también, al blanco le
resulta intolerable verse mandado por un negro. Hasta en las instituciones más
liberales y en los partidos más revolucionarios y anti prejuiciosos, hemos
visto el “desdén del negro por el negro y por el blanco”.
¿Cómo
reprimirlo? Ante nosotros no hay más que un camino que la transformación
económica del país y la aplicación de integrales métodos educativos. Sólo
cuando las vanguardias honradas y renovadoras de Cuba –confundidos blancos,
negros y mestizos, plasmen en hechos de amplias proyecciones el imperativos étnico y
económico contenido en nuestra nacionalidad– podrá hablarse de que está en vías
de solución el problema negro. De ahí, a grandes realizaciones sociales, no
habrá más que un paso. Pero, mientras tanto, el problema negro existirá, será un problema para los propios negros, un
problema para los propios blancos y un problema para toda la nación que, sin
resolverlo, no alcanzará mejores destinos.
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