Cuando triunfó la Revolución, circulaba un sticker que decía “Fidel, mi casa es tu casa”, y algunos inocentes y otros bien entendidos ya en la simulación, lo pegaron en sus fachadas. Comenzaba el progrom cubano contra aquellos que preferían legítimamente no abrir sus puertas al nuevo régimen. Ahora, los que rechazan abiertamente a ese régimen ya decrépito, aislado y violento, deben quedarse en sus casas bajo prisión domiciliaria cercados por policías, y considerarse afortunados de no estar en una celda incomunicada, sin colchón ni nada y bajo palizas. Los testimonios son de algunas voces que llegan “desde dentro,” que se ponen en circulación en las redes y en algunos periódicos comprometidos con Cuba, más allá de “la noticia” y de la lógica que mueve a medios convertidos en mercado de la Palabra.
Los que así hablan desde la Isla, y no lo hacen desde un micrófono o una institución estatal que les exige una toma de posición, han quedado, claro es, al margen del discurso oficial y se expresan “desde adentro”, en un espacio controlado, vigilado, asfixiado, “menor” quizás para la visión de la alta cultura como si fueran detalles que estropean un cuadro ya trazado y explicado. Porque toda forma de disenso ha quedado “fuera” de la Revolución cuya plataforma ideológica y globalizada impuso la lógica del estado totalitario sobre la opinión de la persona. Ahora, frente a ese estado totalitario, toca escuchar a la persona, rescatarla y oír sus razones, las que hay detrás de cada manifestante del 11 de julio. Si de entender se trata….
Entonces, los que desde acá, lejos geográficamente de la Isla, oímos sus quejas y protestas nos debatimos entre respuestas posibles, y quizás, me pregunto, debamos dejar espacio también para apelar a las imposibles, las que puedan tomarnos por sorpresa y no tienen aun, en este momento de tanta incertidumbre y manipulación informativa, una palabra clara. Algunos nos sentimos fuera del debate entre remesas y portaaviones, y estamos cansados de escuchar el ritornelo del embargo con sus pros y sus contras, nacidos de circunstancias hoy ya caducas. Pero permítaseme la primera persona, porque esta insistencia mía es sueño voluntarioso más que argumento de persuasión, yo apelo a los restos del naufragio del humanismo que quedan en algunas instituciones mundiales, aquellas que miran por los derechos humanos en un sentido lato, ese que debemos reclamar para los ciudadanos de nuestra nación.
Cuba es hoy un país sitiado, otro más en el hemisferio occidental. Pido por él porque es el mío, pero no olvido ni un segundo a los hermanos latinoamericanos que resisten en Nicaragua y Venezuela la ferocidad de las dictaduras comunistas acorraladas, o a los que cruzan fronteras a pie en busca de un sueño de mínimo bienestar porque sus “repúblicas” no se los permiten, mucho menos a los haitianos a quienes se les ha prohibido hasta la desesperación de tirarse al mar y ser rescatados de su pesadilla de siglos que ha acabado por ser aceptada con indiferencia. Cuba es parte de esas heridas infligidas por la Historia de una Modernidad que con una deliberada voluntad de poder se coloca por encima de la Otredad en un continente que no acaba de encontrar sus propios modos de practicar la democracia. Entre las dictaduras, los populismos, y los neoliberalismo irresponsables, estamos hartos y el anhelo de cambio llega como un hambre más que se comparte.
No somos excepcionales los cubanos y ser ubicados en un status especial y paradisiaco nos perjudica, como siempre pasa cuando los mitos operan sobre la realidad social. El mesianismo pesa ya demasiado y sigue determinando algunas de las reflexiones de quienes hablan desde centros legitimados para pensar las revoluciones. Suele ocurrir que la perspectiva intelectual académica se presente versus la espontaneidad del artista, o que se atrincheren las ideas en la Izquierda versus la Derecha como posturas políticas definidas. Esa brújula rompió sus nortes y es hoy inexacta. Me aventuro a decir que es tiempo de orientarse por lo desconocido, de aventurarse a lo prometido y sin cumplirse. Lo que pueda pasar en Cuba, que pase. Las metamorfosis en la Historia podrían inclinarse a seguir el ejemplo de las metamorfosis en la Naturaleza: pasan cuando son necesarias y hay un cosmos que las posibilita y acoge.
Quiero pensar que quedan indignación y decoro en el mundo para esperar que se reaccione con un compromiso de confrontar al Partido en el poder y a su presidente en funciones por la represión puesta en práctica en las calles. No solo en la capital de la Habana, sino en los escondidos pueblos que también estallaron, en las oscuras comisarias, en las cárceles, en las humildes casas adonde han venido las violentas fuerzas del Orden a arrastrar a ciudadanos, que poniéndose de nuevo en práctica aquella estrategia nefasta de los 80, son tildados desde los medios de prensa nacionales de “calaña”. Es hora de poner en evidencia que la maquinaria de deslegitimar a los subversivos se ha echado andar impávida, como si tuviera aun oportunidades de triunfar. El planeta cambió, la gente está conectada. Todas las desigualdades han protestado.
Hoy es 22 de julio. Leemos, escribimos, conversamos, nos informamos. Los jóvenes llevan el liderazgo, no hay duda, en la Universidad de La Habana hay estudiantes que expresan oposición como pasa en otros países, aunque hay funcionarios que los quieren callar como viene pasando en el nuestro desde hace décadas. Por eso muchos estuvieron en la calle el día correcto, y se negaron a ir el día de la Infamia. Eso es esperanzador, igual que el encuentro de generaciones que vimos el 11 de julio y que continúa en las manifestaciones de apoyo y en las redes. Nos estamos encontrando como pueblo, eso nutre y sostiene.
No se descansa después de ese día, al menos los que creemos que algo distinto se ha puesto en marcha. Pero para seguir ese ritmo pautado por una revuelta popular, intuyo que no es momento de detenernos en validar o atacar unas u otras opiniones aisladas, de uno u otro grupo intelectual o partido político. En mi sentir el momento es coral, anónimo, su fuerza es colectiva y natural y no es negociable ni divisible. Urge que el mundo vea la isla en su desgarradora evidencia. Fotos, testimonios, videos. El signo del momento cubano es el cuerpo y su voz. Toda nuestra atención debe estar dirigida a rescatarlos de su obligado silencio e invisibilidad. Nadie puede rechazar la voz del cubano que paga por su día una cuota inhumana de esfuerzos que es absurda y pudiera ser evitable con una economía funcional que no hemos tenido derecho ni a probar.
Por el precio a elegir protestó la gente, nadie tenía que pagarles para hacer eso, nadie tendrá que organizarlos para volver a repetir sus consignas y sus reclamos. Internet, electricidad, medios que ayuden a la voz a expandirse, apoyo total de las organizaciones mundiales de derechos humanos para proteger la integridad física de los detenidos. Internacionalizar el rechazo a un gobierno que ha convertido a la Isla en un panóptico.
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