4.30.2011

ALBERTO LAURO: CIUDAD SITIADA

                                        A  José Lorenzo Fuentes y Lida.
                                      
                                      Ah, Havanna, all of tropical night…
                                                                Mae West.

Las puertas de esta muralla invisible no se abren ni forzándolas.
Las ventanas de estos castillos tampoco. Ni los puentes levadizos.
Las murallas son infranqueables.
El mar la separa del mundo,
De todos el más cruel  de los carceleros.
Los que están dentro quieren salir.
Los que están fuera quieren entrar.
Las brújulas sin Norte, ni Este, ni Oeste ni Sur
Que todos los caminos que no sean a sí mismo son errados.
Que todo es perdición si hay orfandad. Falsa moneda es el amor.
Batalla perdida. Estandarte caído
Entre multitud de seres calcinados.
Casandra ha muerto y lo que auguran los cuervos es horrible.
Mientras tanto nada alivia esta insoportable calma,
Este sudor de sangre al mediodía.
Caronte sigue haciendo su trabajo puntualmente.
Nieva en el tedio y nieva en el hastío
Que cae como llovizna silenciosa de espanto interminable.
¿Es este el paraíso prometido donde estamos convictos?
¿Hasta cuándo esta agonía?
La quieta indiferencia de la Isla está inmersa
En la estulticia con sabor de alquitrán
Y esta aparente calma es verdaderamente obscena
Por el centro de esta ciudad pasa un río de iniquidad abominable,
Mezclado con aguas albañales del ultraje, infamias, ignominias y atrocidades.
¿Qué opinar de tantas y tan torpes profecías?
Vileza, abyección, perjurio, oprobio, fraudes y afrentas
Son las flores que perfuman sus jardines.
No huelen: hieden,
Falso es el verano y falso es el invierno.
Ridículo es creer que a nuestra edad en utopías y promesas.
Los edificios, la noche, todo se cae a pedazos: se desmorona
Sin que nadie pueda impedirlo ante los ojos delirantes del Caudillo.
No hay antorchas que se enciendan ni faros que iluminen.
Los que debían venir no llegan.
Los que deben partir reos son de sus edades.
¿Qué himnos procaces cantan tantas bocas mudas,
Tantos cuerpos hacinados, de ojos comidos por los peces?
Estamos los desertores esperando una primera señal.
Y todo sigue inamovible. Envilecido.
Aquí donde el ojo no amanece en la mirada.
                               
                                                 © Alberto Lauro, 1977


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ALBERTO LAURO.  (Holguín, Cuba, 1959). Poeta, escritor y periodista. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana y la Autónoma de Madrid. Autor del poemario Con la misma furia de la primavera (1987) y de los libros para niños Los tesoros del duende (1987) y Acuarelas (1990), todos premiados en Cuba. Además de los poemarios Parábolas y otros poemas (Ed. Rondas, 1977), El errante (Ed. Jábega, 1994), Cuaderno de Antinoo (Ed. Betania, 1994) y de varias plaquettes y libros de arte, aparece en numerosas antologías en Cuba: Como jamás tan vivo (1987), Andará Nicaragua (1987), Mi madre teje el humo de los días (1990). Y fuera de Cuba en: Un grupo avanza silencioso (UNAM, México, 1990), Poesía cubana: la isla entera (Betania, Madrid, 1995) y Poemas cubanos del siglo XX (Hiperión, Madrid, 2002). En el año 2004 fue galardonado en España con el VI Premio Odisea de Literatura por su novela En brazos de Caín. Vive exiliado en España desde 1993. Es articulista del diario La Razón.

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