Cuando Julio Cortázar afirma:
“Extremos puntos de tensión de un arco de raíz ceden lo mejor de su fuerza son
los tres enigmas previos que harán del lector de Lezama un Edipo perpetuo”,
aventura el escritor argentino clavar la flecha en la diana de un aserto
indiscutible.
Félix Hangelini (nombre poético del
Dr. Félix Ernesto Chávez) obtiene el Premio de la Academia Castellano-Leonesa
de la poesía en el 2005 con su libro La
devastación, la imaginación de la bestia. Hangelini, poeta de
origen cubano, vivía en España para esa fecha y, sin desvincularse de la Isla,
había comenzado una rauda carrera que se caracterizaba por su multiplicidad de
géneros, pero en la que descollaba la poesía.
Un trágico
accidente le quitaría la vida muy pronto. Lo asesinaron en México para robarle.
El muchacho espléndido desaparecería de la existencia con un signo délfico.
Pero no obstante, en estos mismos momentos, se le realizan muchos homenajes en
universidades y centros culturales de todo el mundo, por lo que su obra ya
engrosa un mérito cualitativo que roza la frontera de la genialidad.
La devastación, la imaginación de la
bestia, se proclama un
libro mayor, en lo que de laberíntico y poseedor de meandros tiene para
estructurar los versos, de velocidades tácitas, y con componentes sabiamente
originales.
La reminiscencia parece advertir su
gruesa memoria: “El hijo pródigo sueña con volver/ a su vieja casa de
Porvenir/ a su casa, no a la Quinta invadida de turistas) y aguarda
paciente/ al hijo del otro...”.
Lo contrapuesto
parece una alternancia de su habilidad poética ya que subyace la realidad de
los opuestos: “no supe pronunciar/ esas palabras cíclicas de pasto y fuego…”.
Poesía nunca enajenada toma lo proverbial de la verdad humana para desacralizar
los mitos falsos. Y se da a la creación de nuevos mitos que impelen a abrir la
imaginación hasta el concepto animal de “bestia”.
El raro espécimen está escribiendo
una poética diferente porque su razonamiento, ágil, singular, descataloguizador,
se inspira en tomar hijos de la sabiduría y el verso fluye amplio y cerrado a
la vez para centrar una fórmula novedosa que lo particulariza y lo renueva.
Hangelini, que también tenía el don
del ensayo, no es nunca discursivo en su poética. El numen es concreto no
abstracto, y se perfilan un sinnúmero de imágenes visionarias que concatenan
asociaciones en las que lo esencial cultural, va a ser referencia obligada.
Se trata de un poeta inteligente, que
permeado por una extrema sensibilidad, crea mundos que no son paralelos a nada,
sino que creación pura, ubican su nombre en la breve estela de una estrella
fugaz que cruzando por el cielo estrellado dejó su impronta para siempre.
Cuando Félix escribe: “vísceras
abiertas por el suelo/ algo en la palabra vitalidad/ deja un latido en la
orquesta demorada”, se ve el entrecejo de cierta ironía con la que Hangelini
cifraba todo.
Lo angélico le
era dado por el Apocalipsis. Frases encontradas, imaginación multicelular,
tristeza y agonía, parecían predecir la sucesión de abismos que tuvo que
atravesar.
Es por eso que, a pocos meses de su
muerte, es justo hacerle en su país un recordatorio, porque como él mismo
previó cuando dijo: “puede morir de luz, puede morir”, su obra ya sólida e
innegable, nos permitirá concebir la vida mejor, desde el salto de la cascada
al espacio de la caída.
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Más de Lina de Feria en Grafoscopio:
Enlaces a Félix Hangelini:
Bitácora El bosque escrito (Primera Época)
La devastación: la imaginación de la bestia
Libros de Félix Hangelini:
La construcción de las olas (ensayo) (2003)
La imaginación de la bestia (poemario) (2006)
Restauración de la luz (poemario) (2007)
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La imaginación de la bestia (poemario) (2006)
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