5.13.2013

RITA MARTIN: CIUDAD DE PERROS MUERTOS Y PATOS CAMINANTES

 De Sin perro y sin Penélope

En esta ciudad no deja de llover dijo la mujer punteando el freno del automóvil.

—Lo comprenderías todo si vieras a los patos —terció la otra.
—Con tal de llegar rápido nadie mira a su alrededor —Ruth.
—Nadie ve, sí, nadie los ve —asintió Kelly.
—Supón que la gente ve, mira y que todos ven y miran verdaderamente.  Es decir, conocen.  Sería horroroso.
—Monstruoso —dijo Kelly— realmente monstruoso.
—Coincidimos —dijo la otra.
—¿Alguien más coincide con esto? —Ruth.
—Claro, claro, alguien más. Cuidado, no te acerques al otro carro — Kelly.
—Shssh, jamás he tenido un accidente. Bájate en el Liquors Store y compra alguna cosa.
—¿Cómo por ejemplo? —Kelly.
—Cualquier cosa menos cerveza. Apúrate que se nos acaba el rush — insistió Ruth.
—Mejor cuando pasemos por PublixI love Publix music —Kelly.
—Ahí solo venden vinos —Ruth.
—Un vino es lo que se me antoja —Kelly.
—Está lloviendo demasiado —Ruth.
—Aquí siempre llueve demasiado —Kelly.
—Sencillamente llueve —dijo Ruth— llueve y sale la podredumbre.
—Ahora sí que estamos bien —Kelly riéndose.
—Nunca entenderás nada.  Nada te apasiona, nada te importa —Ruth.
—¿Por qué debería interesarme algo? Es ilógico, Ruth —Kelly.
—Piensas que lo ilógico no existe —Ruth.
—No existe —Kelly.
—Tampoco lo absurdo —Ruth.
—Tampoco —Kelly.
—¿Viste aquel pato? — Ruth.
—¿Qué pato? —Kelly.
—El de la mierda —Ruth.
—Todos los patos comen mierda. No seas estúpida —Kelly.
—Lo soy —Ruth.
—¿Y? —Kelly.
—¿Qué? —Ruth.
—Nada, querida —Kelly.

Luego de una pausa prolongada: Ruth:

—Si al menos una plaza.
—¿Para que necesitarías una plaza, tonta? —Kelly.
—Al menos algunas palomas en lugar de patos y una fuente y un aire y un sabor de antiguo —sentenció Kelly.
—Acá todo es muy nuevo —dijo Kelly.
—No es lo nuevo, sino lo feo —Ruth.
—Nueva York es nuevo —Kelly.
—¿En relación con qué? —Ruth. —¿No te vas a bajar?
—Dije que en el Publix —Kelly por toda respuesta.
—Parece que hubo un accidente —Ruth.
—¿Cómo? —Kelly.
—¿No ves las ambulancias? Ruth.
—Ah, ya, claro —Kelly.
—¿Sabes que nadie se percata de los patos? —dijo Ruth.
—Tal vez... —Kelly.
—Esta ciudad nadie la camina —Ruth.
—Una ciudad que no se camina no se llega nunca a amar —Kelly.
—Hoy es tu día Kelly —dijo Ruth burlona.
—¿Por qué la gente no camina esta ciudad, Ruth?
—Vaya Usted a saber —dijo la otra. —Quizás porque necesita de una plaza.
—Y de una fuente —Kelly.
—Y de las palomas —Ruth.
—Y de sus ricos —Kelly.
—Y de sus desamparados —Ruth.
—Y de la podredumbre —Kelly.
—Una plaza, Kelly, la plaza son los ojos de una ciudad —Ruth.
—Esta ciudad no tiene ojos —Kelly.
—Hoy es tu día, Kelly —dijo la otra.
—Si la gente caminara viera los patos —dijo la otra.
—Y sus perros —dijo la otra.
—Los perros muertos que Sanidad nunca recoge —dijo Kelly.
—Esta es una ciudad infectada por los perros muertos —Ruth.
—¿Qué haces? —dijo Kelly.
— Morirme de nostalgia —dijo Ruth.
—Nosotros morimos siempre de nostalgia en cualquier lugar —Kelly.
—Juega a no morirte de nostalgia —dijo Ruth. —Al menos, inténtalo.
—¿Qué podemos hacer, Ruth? —Kelly.
—Esperar.
—¿No estamos esperando hace mucho tiempo? —Kelly.
—Ni tanto. Ahora el rush está en su punto crítico. Nos quedan dos horas más para comenzar a movernos. Todo porque no quisiste venir por el Expressway —Ruth.
—Quería ver la ciudad, los patos, los puentes, bajarme en Publix y escuchar la música de las máquinas —dijo Kelly.
—¿Es todo? —Ruth.
—¿A qué más? —Kelly.
—Claro —dijo Ruth.
—Si pudiéramos llegar a tiempo —dijo Kelly.
—Olvídalo. Nunca se llega a tiempo a ninguna parte.
—¿De qué te sirven, Ruth? —Kelly.
—¿Qué? —Ruth.
—Las teorías —Kelly.
—De nada, por supuesto —dijo Ruth. —Todo es ad infinitum, como decir un pato y otro pato y otro y otra lluvia y otro. Deja eso, quieres?
—¿Qué? —Kelly.
—Que dejes de bailar con esa música —Ruth.
—Es el número uno acá —terció Kelly.
—En otro lugar lo fue hace seis meses —Ruth.
—La otra ciudad sigue siendo el sitio donde todo se estrena —Kelly.
—Y donde todo se acaba —dijo la otra.
—¿Qué vas a hacer?—Kelly.
—Nada. Nunca he hecho realmente nada —Ruth.
—Nunca —Kelly.
—Sí, nunca —Ruth.
—Nunca —Kelly.
—¿Puedes callarte? ¿Quieres callarte, por favor? Es decir, ¿qué quieres realmente?—dijo la otra tocando a su lado el asiento vacío.
—¿Decías? —dijo finalmente la otra.

Hialeah, agosto de 1995

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