De Sin perro y sin Penélope
En esta ciudad no deja de llover dijo la mujer punteando el freno del automóvil.
—Lo comprenderías todo si vieras a los patos —terció la otra.
—Con tal de llegar
rápido nadie mira a su alrededor —Ruth.
—Nadie ve, sí,
nadie los ve —asintió Kelly.
—Supón que la gente
ve, mira y que todos ven y miran verdaderamente. Es decir, conocen. Sería horroroso.
—Monstruoso —dijo
Kelly— realmente monstruoso.
—Coincidimos —dijo
la otra.
—¿Alguien más
coincide con esto? —Ruth.
—Claro, claro,
alguien más. Cuidado, no te acerques al otro carro — Kelly.
—Shssh, jamás he
tenido un accidente. Bájate en el Liquors Store y compra alguna cosa.
—¿Cómo por ejemplo?
—Kelly.
—Cualquier cosa
menos cerveza. Apúrate que se nos acaba el rush — insistió Ruth.
—Mejor cuando
pasemos por Publix. I love Publix
music —Kelly.
—Ahí solo venden
vinos —Ruth.
—Un vino es lo que
se me antoja —Kelly.
—Está lloviendo
demasiado —Ruth.
—Aquí siempre
llueve demasiado —Kelly.
—Sencillamente
llueve —dijo Ruth— llueve y sale la podredumbre.
—Ahora sí que
estamos bien —Kelly riéndose.
—Nunca entenderás
nada. Nada te apasiona, nada te importa
—Ruth.
—¿Por qué debería
interesarme algo? Es ilógico, Ruth —Kelly.
—Piensas que lo
ilógico no existe —Ruth.
—No existe —Kelly.
—Tampoco lo absurdo —Ruth.
—Tampoco lo absurdo —Ruth.
—Tampoco —Kelly.
—¿Viste aquel pato? — Ruth.
—¿Qué pato? —Kelly.
—El de la mierda —Ruth.
—Todos los patos comen mierda. No seas estúpida —Kelly.
—Lo soy —Ruth.
—¿Y? —Kelly.
—¿Qué? —Ruth.
—Nada, querida —Kelly.
Luego de una pausa prolongada: Ruth:
—Si al menos una plaza.
—¿Para que necesitarías una plaza, tonta? —Kelly.
—Al menos algunas palomas en lugar de patos y una fuente
y un aire y un sabor de antiguo —sentenció Kelly.
—Acá todo es muy nuevo —dijo Kelly.
—No es lo nuevo, sino lo feo —Ruth.
—Nueva York es nuevo —Kelly.
—¿En relación con qué? —Ruth. —¿No te vas a bajar?
—Dije que en el Publix —Kelly por toda respuesta.
—Parece que hubo un accidente —Ruth.
—¿Cómo? —Kelly.
—¿No ves las ambulancias? Ruth.
—Ah, ya, claro —Kelly.
—¿Sabes que nadie se percata de los patos? —dijo Ruth.
—Tal vez... —Kelly.
—Esta ciudad nadie la camina —Ruth.
—Una ciudad que no se camina no se llega nunca a amar
—Kelly.
—Hoy es tu día Kelly —dijo Ruth burlona.
—¿Por qué la gente no camina esta ciudad, Ruth?
—Vaya Usted a saber —dijo la otra. —Quizás porque
necesita de una plaza.
—Y de una fuente —Kelly.
—Y de las palomas —Ruth.
—Y de sus ricos —Kelly.
—Y de sus ricos —Kelly.
—Y de sus
desamparados —Ruth.
—Y de la
podredumbre —Kelly.
—Una plaza, Kelly,
la plaza son los ojos de una ciudad —Ruth.
—Esta ciudad no
tiene ojos —Kelly.
—Hoy es tu día,
Kelly —dijo la otra.
—Si la gente
caminara viera los patos —dijo la otra.
—Y sus perros —dijo
la otra.
—Los perros muertos
que Sanidad nunca recoge —dijo Kelly.
—Esta es una ciudad
infectada por los perros muertos —Ruth.
—¿Qué haces? —dijo
Kelly.
— Morirme de
nostalgia —dijo Ruth.
—Nosotros morimos
siempre de nostalgia en cualquier lugar —Kelly.
—Juega a no morirte
de nostalgia —dijo Ruth. —Al menos, inténtalo.
—¿Qué podemos
hacer, Ruth? —Kelly.
—Esperar.
—¿No estamos
esperando hace mucho tiempo? —Kelly.
—Ni tanto. Ahora el
rush está en su punto crítico. Nos quedan dos horas más para comenzar a
movernos. Todo porque no quisiste venir por el Expressway —Ruth.
—Quería ver la
ciudad, los patos, los puentes, bajarme en Publix y escuchar la música
de las máquinas —dijo Kelly.
—¿Es todo? —Ruth.
—¿A qué más?
—Kelly.
—Claro —dijo Ruth.
—Si pudiéramos
llegar a tiempo —dijo Kelly.
—Olvídalo. Nunca se
llega a tiempo a ninguna parte.
—¿De qué te sirven,
Ruth? —Kelly.
—¿Qué? —Ruth.
—Las teorías
—Kelly.
—De nada, por
supuesto —dijo Ruth. —Todo es ad infinitum, como decir un pato y otro
pato y otro y otra lluvia y otro. Deja eso, quieres?
—¿Qué? —Kelly.
—Que dejes de
bailar con esa música —Ruth.
—Es el número uno
acá —terció Kelly.
—En otro lugar lo fue hace seis meses —Ruth.
—En otro lugar lo fue hace seis meses —Ruth.
—La otra ciudad
sigue siendo el sitio donde todo se estrena —Kelly.
—Y donde todo se
acaba —dijo la otra.
—¿Qué vas a
hacer?—Kelly.
—Nada. Nunca he
hecho realmente nada —Ruth.
—Nunca —Kelly.
—Sí, nunca —Ruth.
—Nunca —Kelly.
—¿Puedes callarte?
¿Quieres callarte, por favor? Es decir, ¿qué quieres realmente?—dijo la otra
tocando a su lado el asiento vacío.
—¿Decías? —dijo finalmente
la otra.
Hialeah,
agosto de 1995
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