PREMIO PAZ DE POESÍA 2014
DEL THE NATIONAL POETRY SERIES EN NUEVA YORK
POR SU NUEVO LIBRO NUEVE MONEDAS
QUE SALDRÁ PUBLICADO EN EDICIÓN BILINGÜE POR AKASHIC PRESS.
EUCLID AVENUE
Euclid Avenue
separa
mi casa
de la casa del deseo:
los muchachos
-traídos acaso por el verano-
van y vienen
para que yo comprenda
la fugacidad de las cosas.
separa
mi casa
de la casa del deseo:
los muchachos
-traídos acaso por el verano-
van y vienen
para que yo comprenda
la fugacidad de las cosas.
Cada vez que salgo a la calle, pienso:
los muchachos,
el deseo,
la fugacidad de las cosas.
BLANCHE DUBOIS
I have always depended on the kindness of strangers.
A Streetcar Named Desired.
T. Williams
Me dices,
buen amigo, que el deseo
eternamente viaja en un tranvía;
el deseo, esa breve melodía
que fluye como el agua del Leteo.
Me dices, buen amigo, que ya olvide
que toda realidad también es magia,
¿será que todo sueño se presagia?
¿será que toda sombra en luz se mide?
Ah, no sabes, amigo, que los años
amables o crueles han pasado
como pasa el amor por el olvido,
(¿el olvido? esa flor que habrás soñado)
para que digas: “siempre he dependido
de la amabilidad de los extraños.
eternamente viaja en un tranvía;
el deseo, esa breve melodía
que fluye como el agua del Leteo.
Me dices, buen amigo, que ya olvide
que toda realidad también es magia,
¿será que todo sueño se presagia?
¿será que toda sombra en luz se mide?
Ah, no sabes, amigo, que los años
amables o crueles han pasado
como pasa el amor por el olvido,
(¿el olvido? esa flor que habrás soñado)
para que digas: “siempre he dependido
de la amabilidad de los extraños.
BOOKS & BOOKS, LINCOLN ROAD
La imagen es otra, adolece. El cambio de estación apenas se advierte. Leía Invisible
de Paul Auster cuando entraste al recinto: yo sentado y los libros, muchos
libros, el olor del papel y de la tinta y nada más. Entre Rudolf Born, Adam
Walker y ella, estaba yo como un testigo absurdo, de paso. Las páginas se
sucedían; pensaba en el impulso, en el deseo del impulso, esa materialidad con
que se forman las cosas. Invisible y yo, nada más; luego entraste.
Vuelve el deseo. Invisible. Invisible. Leo algunas palabras pero la
imagen regresa: tú vas de libro en libro, tus dedos rozan las cubiertas
luminosas, el papel que guarda todo un mundo en otro idioma. En algún instante
Born insinúa que el muchacho debería estar con su amante, con la amante de
Born. Yo quiero estar en el mundo del libro, ser un personaje más, decirle a
Born que el muchacho puede estar con su amante, con la chica francesa. No son
los ciclos del amor, sino del deseo. Todo sucede como en el libro, pero al
final estamos él y yo mirándonos despacio, sin lenguaje. Pienso en los límites
de la devastación, en la lluvia que afuera cae, en las pocas palabras que el
muchacho habla sin yo entenderlo; miro su piel blanca, sus ojos y mis ojos se
encuentran en el vacío del aire. No hay triunfo; no lo habrá. Es una imagen,
sólo eso, me digo. Antes de irse, sus ojos volvieron a mirarme. Sentí la
inutilidad y la idea de pertenecer sólo a un recuerdo momentáneo, a la ausencia
de todo y de las palabras.
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