Desde su
primer libro, Diario del grumete Sonia fue capaz de esbozar una épica del viaje y el aprendizaje, y componerla con trozos de esmerado lirismo,
augurando el naufragio
y exilio que
no tardaría en sobrevenir. Aquí no
podremos anotar lenguaje
adusto o ironía expresa,
pues su verso es una mezcla singular de gracia
y oficio. Sonia sabe convocar
efectos y fluidez, llevar las cadencias hasta el término
que desea, y sabe dar sentido
a cualquier letanía que procure adicionar
para su causa. Casi una paradoja,
le ha dado cauce a la súplica dentro de la dignidad, al desgarramiento dentro de la resignación, y ha mirado a la pérdida como otro sacramento que encauza la palabra, para redimir
a quien ya no busca ni pregunta.
De
ahí el argumento inicial, pues nada seduce o desvía a la línea que insiste en su trazado, el punto de fuerza que se sostiene sobre
el caos, por gracia de su
centro que irradia con energía propia.
Es como decir que allí el viento no erosiona la tierra; es como decir que Sonia Díaz Corrales sigue imperturbable,
y no cede su sitio.
Manuel Sosa. "Sobre la utilidad de los puntos
de fuerza:
La poesía
de Sonia Díaz Corrales"
(Fragmento del prólogo de Manuel Sosa
a la antología Los días del olvido de
Sonia Díaz Corrales.
Colección Atocha de
Literatura Hispanoamericana
de la editorial Efory Atocha, en Madrid,
que dirige
L. Santiago Méndez (Chago).
Ilustración de cubierta e interior de
Margarita
García Alonso.)
Los elefantes rompen la cárcel de cristales que es mi
casa.
Como en un palacio de cristales caídos
me he sentado en el trono
desde donde mi casa se gobierna.
He visto a los elefantes
destrozar el vidrio de mi casa
los vidrios astillados de mi mesa
las vidrieras donde guardé mi corazón como un
pájaro inmóvil
casi exhausto.
¿Quién no tuvo detrás de los ojos una casa de cristales
y espejismos
para vivir el aire domesticado de los días?
¿Quién va y vuelve desfigurado entre las láminas
finísimas?
Se vive entre cristales la inusitada transparencia
la frustración de una libertad llena de límites y
exabruptos
llena de rotas paredes y tapiadas puertas.
Se sueña con los ojos detenidos
un sitio para irse
donde no haya que tener este excesivo cuidado
para no romper la casa
con solo el humo del aliento
con el ligero roce de los pasos
o el parpadeo
o la caída de una lágrima.
Tuve una casa que no pudo trasponer la pared del
cuerpo
apuntalada
de agudos vidrios
de dientes fabulosos.
Lástima
no se puede tener al unísono
una casa de cristal
y una manada de elefantes
cosas tan absolutamente necesarias
y hermosas.
Pero la vida estaba en todas partes
y no la vi
y no lo supe
llené todo de silencio
todo de la luz agobiante y densa
del pasado.
Aparté los ojos aparté las manos
aparté de mí el agua que caía y caía sin cesar
afuera
y adentro
y dejé el verde sin espacio
sin nada que decir
y borré el sol
o quizás no pude borrarlo
pero lo llevé como un estigma
y todas mis ventanas abrían
hacia un patio sin señales
a un vacío de pompas
que van a deshacerse
a una mañana llena de evidencias
y faltaba
el aire el aire el aire
faltaba todo
no había nada
o al menos
eso parecía.
SEGUNDA ORACIÓN DE LA MUERTE Y LA PARTIDA
Ahora que parto
¿podré dejar que los muertos entierren a sus muertos?
a sus muertos en las aguas
a sus muertos en las guerras
a sus muertos de esperar que pase ya la muerte.
Mira Dios
por los que parten sin sus muertos
sin otra cosa que su vida
donde acabamos de sembrar una semilla de la nada
una lágrima indigna de ser consumida por el fuego.
Escaso el grano
nos conformamos con la raíz
casi con el pánico
que siente la raíz sin la oscuridad sin la opresión de la tierra.
A qué mentir
habríamos querido enterrar a nuestros muertos
que estaban muertos desde antes
y desde antes enterrados
como corresponde a muertos decentes.
Nuestros pobres muertos
los que murieron en las aguas
los que murieron en las guerras
los que murieron de esperar
ya no pueden contarnos como hazaña
o como traición
esta partida.
PRELUDIO PARA LAS PARTES DEL ABRAZO
Un cuerpo que abraza
se hace atroz
monstruoso en el intento
de hacer del cuerpo abrazado su amuleto
contra la siguiente soledad.
Un cuerpo abrazado
se hace de una luz imposible
de una inocencia que lastima.
APARENTE OLVIDO
Cuando yo hablaba del olvido
del olvido a rajatabla
del nunca más de lo que olvidas
no sabía
que el olvido recuerda muchas cosas.
Yo quería olvidar
como esos locos geniales que se olvidan de todas las
palabras
y pareciera que siempre
estuvieron instalados en el espacio del silencio
pareciera que nacieron allí
que nunca salieron
de ese mutismo infranqueable
insondable
imposible a nuestro parecer.
De modo que ahora
necesitamos una especie de olvido plus
una dosis definitiva
que nos haga olvidar los viernes en la casa
esa cima del mundo
desde donde todo parecía tan pequeño
poco importante ambiguo.
Que nos haga olvidar
lo que el olvido no olvida aunque quisiera
aquello con lo que el olvido no puede
y digamos que de algún modo nos recuerda.
Yo quería el olvido
lo quería como el de esa gente
que olvida con tanta facilidad
como si se ensañaran en olvidar
y lo consiguen
y luego
cuando parece que ya no pueden más
siguen olvidando.
ONÍRICO PARA LAS PASCUAS DE UNA MESA
… en toda ofrenda tuya ofrecerás sal.
Levítico 2.13
Vosotros sois la sal de la tierra.
San Mateo 5.13
La mesa es sólida y baja
no disimula sus rasguños.
El café humea en una columna que se tuerce.
Pongo los codos en la tabla rectangular
pulida a tramos
incierta en sus orígenes.
Sé que hubo un lugar para esta mesa
en una estancia amplia luminosa
por las ventanas se ven los montes de Moab.
Coloco la mejilla sobre la superficie
y la mesa desprende los olores de su vida:
ese bosque en el Líbano
donde crecen los altos cedros de Dios.
Un hombre fuerte y paciente
mide corta
pule la madera
y conserva para el resto de su vida las manos olorosas.
La mesa estrena el aposento alto en la casa de José de Arimatea.
En el día de la fiesta de Pascua
el maestro y sus amigos celebran
a la luz de lámparas de aceite
en el Pésaj más excéntrico de sus vidas
se pasan el lebrillo con el agua de las abluciones
recuerdan la libertad
que les acompañó a la salida de Egipto
en el desierto
la columna de fuego y el maná
del que solo tomaban para un día
y cantan los salmos del Hallel:
Aleluyah! Alabad siervos del Señor, alabad el nombre del Señor...
Desde el levante del sol hasta el ocaso sea alabado
el nombre del Señor...
Al centro de la mesa la fuente del cordero pascual
ofrendado al mediodía
en el primer turno de sacrificios del templo
rodeado de ajos
de hierbas aromáticas y amargas
cuencos con salsas
y panes ácimos
redondos y planos.
Cada uno sostiene su cuchillo de hueso
y se acercan la sal
que acaba siendo derramada
por el traidor
y el maestro moja en la salsa oscura un trozo de pan
envuelto en una hoja de lechuga para dárselo.
Toman el fruto de la vid que sirven de jarras colmadas
haced esto en memoria de mí les queda encomendado.
La mesa
no recuerda si en verdad esta es su historia
pero susurra las palabras del maestro: misericordia
quiero, no sacrificio
y humildad
nuevas leyes de amor para los hombres.
Levanto el rostro y saboreo el café
caliente todavía.
Desentraño estas manchas
vetas claras
que simulan rostros
y entre todas está la cabeza decapitada del Bautista
para agasajar a Salomé.
De nuevo pongo la mejilla sobre la mesa
y dudo
podría ser que la mesa y yo alucinemos
aun así es hermoso
me gusta esta mesa con historia.
La mesa sostiene el cuerpo de una mujer hermosa
en ella un hombre engendra hijos
dejan sobre la mesa jugos babas sudores trapos y
gemidos
una rosa de sangre virgen que luego difumina el roce
de los cuerpos
y derraman la sal
que cae y se dispersa
sin conseguir que paren
que detengan el amor
el sexo el ansia la agonía.
Sobre esta misma mesa han firmado papeles
de vínculo
con simples gestos de desidia
como quien se rinde a la evidencia
a la necesidad de los rituales.
Sobre esta misma mesa la mujer
menos hermosa ya pare los hijos con dolor
como Dios manda
a grito pelado
a puros sudores
y sangre pródiga
oscura
—que no debemos confundir con la limpia sangre del
cordero—
el cordero de Dios daría por limpia esta sangre
sacrificio que da vida
pero no puede
por cuanto todos hemos pecado y estamos destituidos
de la gloria de Dios.
La mesa rodeada de niños
y los abuelos se sientan en las cabeceras
como reyes distantes.
La mujer está cansada
escucha las horas los deberes
no quisiera besar a sus hijos cuando se los muestran
sanos e inocentes
tan pequeños
los que antes estaban alrededor de la mesa
ahora perseguidos
no quiere pero los besa
transida de miedo
para que los abuelos que se sientan en las lejanas
cabeceras
como reyes
no la llamen desnaturalizada.
La mujer obliga a todos a inclinar sus cabezas
aquí junto a la mía
sobre la tabla por tramos áspera
y dan gracias a Dios por los alimentos
y las bendiciones
por la libertad ganada en Egipto
por la paz que trae a todos a la mesa
aunque los niños se pateen con disimulo
por debajo
unos a otros la espinilla
y me enseñen la lengua
y yo les mire con cierto recelo
porque pueden verme bebiendo mi café
ya frío
a través del tiempo
de la miseria de la traición
que el tiempo separa de otras infinitas miserias.
Los niños derraman la sal antes de que la madre
finalice su oración
a la víspera instruidos por la lectura de Hagadá
en la celebración del Séder de Pésaj
quien encontró el afikomán escondido se sienta en la
cabecera con los abuelos
y cantan los salmos del Hallel
como ángeles greñudos y mocosos
marcados por la estrella de Israel
símbolo de los que morirán.
Debajo de la campana de cristal del cielo
cielo castrado
donde solo sobreviven nebulosas
que luego se tornan en esvásticas
en extremos que no comprendo o juzgo
porque para juzgar tendríamos que volvernos como
niños
y ver también a través del tiempo
cuestionar en qué momento
pasamos de ser el que muere
a ser el asesino
de ser la sal quien la derrama
a ser quien la pone en las heridas.
Termino el café con ganas de llorar
de abrazar los ruidos de esta mesa
usada frotada de vidas ajenas
regada con sangre y sal
como preparada para una ofrenda
salvada de momento
de ser llevada a la muerte sacrificial de las mesas.
La taza vacía sigue frente a mí
levito
hipnotizada en el olor cálido del cedro
y descubro con asombro que ya soy parte de esta
historia
no sé bien en qué momento
he derramado la sal.
INSTANTÁNEA DEL TIEMPO
El tiempo
doblegado ante la fealdad del mundo
invertido en un mundo que no se ha dado cuenta.
No consuela suponer que lo hemos compartido
que también recibimos el tiempo de los otros
cuando los otros se van
y se llevan el tiempo.
Y al siguiente día
al siguiente año
sigue cayendo una lluvia rota en las mañanas
un desengaño lento.
Amanece la fuente helada
como un espejo turbio
y si escuchas bien puedes oírme
soy estos cantos y silencios
yo soy esa que tose y se avejenta.
El tiempo el tiempo ido
invertido
incautado por los demás
helado en los chorros disímiles de la fuente.
Pronto será tiempo líquido
y se irá también hacia la entelequia o el después.
Está amaneciendo
y llueve
como si no pasara nada.
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