Nuestra suerte, turbia,
ha corrido
como las aguas del Sena.
Solo el ansia de verlas,
de tanta sordidez puede salvarnos.
Creciendo en la obsesión de poseerlas,
de ser arrastrados nos libramos.
LA HABITACIÓN AZUL DE PABLO PICASSO |
1.
En Crítica postcolonial, Xerach
Smeding elabora una suerte de impronta analítica: “los historiadores de los
siglos XIX y XX han desarrollado un discurso histórico muy concreto,
caracterizado básicamente por un sesgo excluyente cuya principal función
era(es) la de arrojar hacia los límites mismos de lo moralmente aceptable a
todos aquellos que personificaban, en sí mismos, los atributos contrarios al
orden político-discursivo del momento. Afro-comunidades, asiáticos, chicanos,
mujeres, homosexuales, intersexuales, transexuales, paganos y un sinfín de
grupos diferenciados (...) constituyen lo que los teóricos postcoloniales
denominan los subalternos”.
2.
Todo lo que anteriormente se infiere conlleva a reutilizar el complejo sistema
binario: patriarcado/sujeto femenino como ente que sobrevive a las identidades
estáticas o predeterminadas por la Cultura, la Historia o la Política; cultura
de lo falogocéntrico/el Otro de la hegemonía falocentrista. Expresado de un
modo más nítido y explícito, la mujer, con independencia de su status
social-operacional, obrera textil, artista, escritora, reclusa, etcétera, solo
desde posiciones de alteridad y allanamiento de lo instaurado por la tradición,
pudiese emplazar a “ese otro silenciado venido de la memoria cultural”, léase
herencia hispánica, forjadora de un imaginario colectivo que fabula y se
estratifica en el cuerpo masculino, sus símbolos eréctiles, fortaleza física o
psicosomática, derecho de conquista y otras tantas legitimaciones que ya
cimentadas (y sedimentadas) en ese mismo discurso corporal, relegan a su
contraparte a planos de absoluta obediencia estamentaria: matrimonio,
concubinato, roles domésticos y demás constructos del poder[1].
3.
Transcurre, amén de las digresiones sociológicas, el mes de febrero. Estamos en
el año 2006. Iliana Aguila Castillo y el que esto redacta, abordan un ómnibus
ex-soviético o ex-marxista si es que el medioevo automovilístico admite dichas
exégesis. Viajamos a las antípodas del mundo, es decir, a la periférica
Manicaragua, por aquel entonces, subsede de la entrecomillas, "Feria Internacional
del Libro". Iliana toma y retoma el tópico del viaje, como se sabe,
añoranza, postergación y trauma insular desde el acontecer escritural
decimonónico hasta el presente, regido, dicho sea de paso, por la infiltración
casi tautológica del planteamiento piñeriaño "La maldita circunstancia del
agua por todas partes". Solo que esta vez el asunto transita por la ruta
de la experiencia propia y sus hierros lacerantes, por un trasiego que rehúye
cualquier vestigio de cosmos preciosista: la hija que opta por la condición
exílica, el ser amado que protagoniza un desgarrador episodio de abandono, un
viaje a Holanda en el que peligraran soportes culturales eurocéntricos y
dicotómicos mitos centros/periferia. Lejos estaba de imaginar (lejos estábamos
de imaginar) que este corpus
anecdótico de aparente transitoriedad catártica, sería como el acto de preñez
de lo que más tarde brotaría parte de la imago de lo que hoy conforma el
poemario Concluso para sentencia (Editorial
Capiro 2010).
4.
Desde los paratextos bíblicos que secciona el cuaderno a manera de exordios
(Lucas, 11.33, 11.34 y 11.36) hasta su estructuración heterodoxa y
mesuradamente tropológica, se advierte el manejo de recursos estilísticos
signados por la elipsis, la brevedad que se desentiende de la herencia Haikú,
el poder de síntesis, las connotaciones filosóficas, el rejuego desacralizante
con el mito griego de la heroína por subyacencia, la clásica Penélope imantada
al quietismo de un status imposible de revertir o reconceptualizar. Lo
percibimos a manera de interdicto en “Los labios de la Sibila”:
Pienso:
aún no he podido interpretar los jeroglíficos
y
el tiempo se acorta,
ya
el agua no me parece tan oscura
si
el gigante de hierro va quedando atrás.
No
encuentro artilugios para desenvolver esta
madeja...
Y
ya con mayor explicitud, desenfado y ansias de socavar la estereotípica
estructura de pasividad genérica venida de la Odisea alcanza su momento estético más logrado en “Rueca”:
Esta
rueca que he llevado conmigo desde otrora
siendo
vana me ha creado cicatrices.
[…]
Esta
rueca me hizo olvidar al náufrago
que
dejó de pensar en mi existencia
durante
el ovillo de ultramar,
pudo
haber sido deshecha por mortales
cuando
desviada fue la barca
pero
el oportuno Hermes salvó mi vida.
5.
Es de resaltar la irónica compartimentación textológica, mediante el uso de un
tríptico que recaba apoyatura semántica y desplazamientos lexicales por
terminologías pre-punitivas o indicaciones a la vieja usanza judicial: Las
Evidencias, Presuntos Culpables y Las Pruebas.
6.
La hablante se sitúa a la par de Gómez de Avellaneda, la Condesa de Merlín,
Lourdes Casal o Magali Alabáu, al revisitar desde la escritura espacios
exaltados por la memoria y al mismo tiempo temidos, topográficamente
desconocidos. Alarmante leitmotiv que
en su momento Damaris Calderón se encargó de desentrañar o desjerarquizar: “El
mito de la insularidad, estimulado desde el Diario
de Cristóbal Colón, la poesía de Silvestre de Balboa, Manuel de Zequeira y
buena parte de la poesía del siglo XIX; la ineludible condición insular,
sinónimos durante mucho tiempo en la poesía cubana de Paradisiaco, se carga ahora de un valor semántico negativo. La
criatura de Isla, la alada criatura de Dulce M. Loynaz que siempre trasciende
el mar que la rodea comienza a manifestarse de otro modo"[2]. En tal sentido el poema "Legítima"
de Iliana Aguila Castillo, resulta un claro exponente de la indagación en el
paradigma de la extraterritorialidad:
No
estuvo acostumbrada al desamparo
ni
a su rostro dibujado en la bruma.
[...]
La
imperturbable ciñe las alianzas del desenfreno
cuando
Europa se percibe como símbolo,
se
adentra en la espesura de un dédalo incierto,
no
teme a sus pasadizos.
7.
La tesis exilar ovidiana, matizada, al decir de Luisa Campuzano, por un rechazo
del espacio de acogida, una nostalgia incurable y una obsesión por el regreso
es desplazada por el exilio como postura trasnacional, el exilio de Plutarco,
para quien “los límites del Universo, patria común del género humano, son los
mismos para todos (...) y nadie dentro de ellos es un desterrado, ni un
extranjero, ni un forastero: donde hay el mismo fuego, aire, agua”[3]. En uno u otro caso, las
coordenadas diaspóricas parecen imponer una vez más el giro mitológico de la
bonanza fuera de los límites geográficos. En una mezcla de evidencia/ambivalencia
lo postula Inmersión, a mi juicio uno de los textos más breves y concisos,
cuestionador de antiguas y trilladas visiones teleológicas:
Teje
su red un muchacho,
no
se detiene,
apuesta
sumergirse en esas aguas
explorar
cierta vida que imagina.
No
desiste del empeño ese muchacho
aunque
el mar le arrebate sus antojos
y
vuelva a deshacerle las redes
en
sus ansias está ganar Marbella.
8.
Con un debut en los predios de la letra de imprenta, y una apuesta sobria por
“la metáfora de esencia, la noción de metaforicidad”, Iliana Águila deviene en
hermeneuta de lo que pudiéramos nombrar: tópicos marginales: el in crescendo de
la violencia en las calles del país, detalle que la homogeneidad del discurso
oficial soslaya o patrimonio casi exclusivo del cuento y la novela[4]. Hagan los presuntos
lectores una parada en "Los cuernos del diablo", y experimenten la
sobrecogedora sensación que obtuve de su lectura no lineal:
La
bruma envolvía aquella noche
cuando
sentí los cuernos del diablo rosar mi boca.
Le
mordí, como si mi vida dependiera
de
lastimar su cuerno hasta quebrarlo;
el
diablo acariciaba su glande,
la
noche y la niebla eran sus cómplices.
Él
se sentía dueño de todos los adoquines,
de
mi angustia dependiendo de cuatro cardinales...
9.
Poemario transgresor, dialógico respecto a las otredades que exoneran al sujeto
femenino de ancestrales marcas y constructos desvalorizantes. En fin, sincero
hasta el denuesto, algo que “no se instaura desde la expresión de lo excluido
si no que ha creado zonas alternas de generación de sentido, que dan lugar a un
sujeto que no se afilia a las condicionantes heredadas sino que crea zonas de
desplazamiento donde aboga por su subjetividad y se instaura por sí misma"[5].
10.
Transcurre el mes de febrero y estamos en el año 2006. Como pasajero de un
ómnibus fabricado en la unión de repúblicas y demás siglas en fermentación,
atisbo paisajes vapuleados por la sequía, casas y rostros ferozmente tristes,
más que un poema de César Vallejo, diría yo. Es de suponer: son casas y rostros
que el país no incluye en el guión cinematográfico del día. En el asiento
contiguo, una mujer de inenarrable belleza me fulmina con su carcaj repleto de
flechas vivenciales. Sin que ella lo sospeche, comienzo a urdir lo que luego
sería el segundo poema de Los apagados
muchachos del verano: Iliana Águila dice "muchacha en Ámsterdam y
surge el poema".
[1] Helga Montalván: "El sujeto
femenino y la anarquía en el arte contemporáneo". La Gaceta de Cuba 2 (La Habana, 2006): 33.
[2] Damaris Calderón: "La
poesía es una pistola caliente". El Caimán Barbudo 276 (La Habana, año
XXX): 30.
[3] Luisa
Campuzano: "Tristes tropicales exilio y mitos clásicos en poetas cubanas
de la diáspora". La Gaceta de Cuba 6
(La Habana, 2008): 28.
[4] Carmen
Sotolongo: Canción del bosque de Nemí:
enigma y símbolo, Dimensiones regionales de la literatura cubana contemporánea.
Santa Clara, Cuba: Ediciones Capiro, 1994. p.28.
[5] Helga
Montalván: "El sujeto femenino y la anarquía en el arte
contemporáneo". Ob.cit. página 34.
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