7.31.2012

Doce mensajes a Hércules, novela de Elvira de las Casas

Cortesía de Conexos

La Editorial Silueta presentará la novela Doce mensajes a Hércules de la escritora cubana Elvira de las Casas el 24 de agosto a las 7:30p.m. La presentación, que estará a cargo del escritor Luis de la Paz, tendrá lugar en la tertulia La Otra Esquina de las Palabras, que coordina el poeta Joaquín Gálvez.




IGNACIO T. GRANADOS: ACERCA DE LA EXCEPCIONALIDAD: POR QUÉ ES DIFERENTE EdItPar?


Primero que todo porque no se trata de coordinar una impresión sin mayor criterio, no es precisamente una empresa de servicios; es sobre todo un proyecto der arte en sí mismo, al que por tanto se invita o del que se excluye a los artistas, según el perfil definido del proyecto. En este sentido, en Miami existen multitud de sellos y no exactamente proyectos editoriales; la mayoría son empresas encabezadas por escritores, que en  un esfuerzo un poco retorcido de promoción, centrado en su propia relevancia como figura intelectual, ofrecen este servicio. Esas empresas están destinadas al relativo éxito que se proponen, de eso no hay dudas; ya que construyen su público precisamente en la clientela que les provee material de trabajo, en lo que sin embargo puede ser un crecimiento engañoso,

Para explicar eso anterior, baste recordar que el éxito se traduce hoy día en relevancia individual y no necesariamente en impacto efectivo; un esquema construido sobre la base del mero talento común al artesano, y no en el genio que distingue al artista por su excepcionalidad. De ahí que la empresa editorial sea a nivel local una institución precaria, no importa su alcance y expansión; porque su relevancia no alcanza a distinguir un producto legitimándolo, sino legitimándose ella misma con ese producto, que puede no ser legítimo en lo absoluto. Todo eso conduce a la irrelevancia total a más o menos corto plazo, porque nunca alcanza a distinguir al artista de la media; que incluso si se trata de una media alta no deja de ser una media, y por tanto de ofrecer un producto mediocre. Recuérdese en este sentido la práctica común de antologarse junto a genios, aprovechando alguna coyuntura tan casual como oportuna; con convocatorias que no desmerecen en nada frente al clientelismo que caracteriza a la prensa cultural y el intercambio de premios más o menos espurios.

El arte en tanto arte y no mera artesanía, en cambio, se caracteriza por esta excepcionalidad que hace que su producto sea único; lo cual, además, responde a muchos otros y sutiles criterios. El éxito de estas empresas, por demás, es entonces relativo, lo que se nota en que no afecta realmente el status de los autores en ningún sentido; contribuyendo más bien a la saturación de propuestas, como la industria china, en el abaratamiento del producto final, que es así genérico. De ahí fenómenos casi perversos, como el que se puede llamar estilo Miami en ilustración de portadas, formato y hasta mercadeo; y con el que eventualmente  se afectan a todos los artistas, en dependencia de la ansiedad que tengan por participar de la cultura local con un falso sentido de élite.

De eso es de lo que no trata EdItPar, que en tanto proyecto de arte cuida la excepcionalidad total de su producto; no sólo basándose en el talento, que ya es común a la media poblacional, sino en ese interés extremo que lo hace excepcional. Esto se ve sobre todo en que no se alimenta de autores locales ni contemporáneos, sino que consiste más bien en la actualización de mitos excepcionales; en los que esta característica es incluso obsesiva, como garante de la calidad extrema con que se valora el producto. Ese elitismo es el que permite otras características también excepcionales, como la manufactura verdaderamente artesanal de sus libros; con lo que tiene en cuenta incluso las últimas transformaciones del mercado y trata de acodarse en ellas.

Este es sin dudas el punto máximo de excepcionalidad, al navegar en esta transición entre los libros tradicionales y los electrónicos; en la consciencia de que el éxito del libro electrónico no es aún masivo, dada su característica de generacional, pero que no alcanza a justificar la tirada y mercadeo del libro tradicional sino en base a esta posible excepcionalidad suya
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IGNACIO T. GRANADOS. Poeta, ensayista, crítico literario y editor. Ha publicado poemas en revistas culturales como el El Caimán Barbudo y La Gaceta de Cuba. En 1993 aparecen dos plaquettes de su poesía, Como león enjaulado y Sagrario, y su primer libro de ensayos, Nueva pasión de la figura. En 1994 viaja a Santiago de Chile, becado en el Instituto Pedro de Córdoba; y en 1995 entra al convento Santo Domingo de Río Lajas, en Puerto Rico. En 1997 toma los hábitos del Oratorio de San Agustín, en Miami [EUA], que abandona ese mismo año. En el 2004 se incorpora a la editora La torre de papel [Miami]; y publica la primera versión del libro de ensayos Maudits!, bajo el título La torre de marfil, y hace algunas traducciones de clásicos del romanticismo francés. En el 2005 comienza a colaborar como escritor independiente con la prensa, redactando una columna semanal de literatura, así como reseñas criticas. También colabora temporalmente con La revista Hispano Cubana, de Madrid [España]. Funda Ediciones Itinerantes Paradiso, reedita el libro de ensayos con el nombre original [Maudits!], y la traducción original completa de Los demonios de la noche [Charles Nodier] y Gaspar de la noche [Aloysus Bertrand]. En diversos trabajos firma como fra. Erasmo de la Cruz, en homenaje a Erasmo de Roterdam, el beato Angelico y San Juan de la Cruz.

ROGELIO FABIO HURTADO UNA VIEJA ENTREVISTA CON EL PINTOR CUBANO VÍCTOR MORENO



R.F.H.: ¿Cómo y cuándo te descubriste a ti mismo como artista?
V.M.: Ser pintor es una cosa y ser artista es otra, mayor. Siempre dibujé. Aquí en Luyanó habíamos dos niños que pintábamos, desde muy pequeños. Reproducíamos en la escuela la iconografía revolucionaria de la época, te estoy hablando de los años 62, 63 del pasado siglo. Dibujábamos mucho en el aula. Pintar fue siempre para mí lo más importante. La cajita de pintura al pastel eran muy baratas, 0.25 centavos. Una tarde que fuimos al Parque Almendares, un hombre que me vio allí pintando, le dijo a mi madre que cuando terminase el 6to grado me llevase a la Academia de San Alejando, que él me garantizaba la matrícula. Desde los 6 años tenía ese don natural.

R.F.H.: ¿Cuál de las etapas de tu evolución estilística te satisface más?
V.M.: Siento especial cariño por una serie de cuadros que realicé sobre los pacientes del Hospital Psiquiátrico de La Habana, entre ellos el sin par Caballero de París. Se expuso en la Galería de Guanabacoa, en 1984. Tuvo la peculiaridad de que fue hecha en un momento muy doloroso para mí. Mi amigo el pintor y poeta cubano Raúl Majín me dijo que esos cuadros yo nunca los hubiese podido hacer tomando CocaCola sentado junto a una piscina. La actriz Lilian Llerena me escribió un comentario muy bello, citando un poema del peruano Vallejo...

R.F.H.:  Vallejo afirmó que el momento más grave de su vida fue en una cárcel del Perú...¿Y el tuyo?
V.M.: Fueron los años entre 1972 y 1974, cuando atravesé una grave crisis psicótica, tan violenta que yo mismo no sé cómo pude resistir aquello. Fue algo demoniaco. Estuve ingresado varios meses en el Pabellón Soreghi de la Quinta Dependiente, y después en Mazorra, en el Uriarte. Como no hay mal que por bien no venga, estar allí me permitió participar con varios amigos en el Taller Literario Rolando Escardó, organizado allí por el joven escritor Benigno Dou y su novia, la estudiante de medicina Ela Corona Aguilera. Publicamos un Boletín titulado Hojas, donde colaboré junto a otros pacientes talentosos, como Franklyn Romero Betancourt, Eddy Campa Bacallao y Nicolasito Guillén Landrián...

R.F.H.: Háblame de ellos...
V.M.: Aún conservo algunos textos de Franklyn, una persona muy interesante. Había estado movilizado durante la Crisis de Octubre, a las órdenes del Ché, él me contaba que oían por la planta las comunicaciones de los pilotos norteamericanos. Lo acompañé al aeropuerto cuando salió de Cuba, a reunirse con sus padres en los Estados Unidos.

R.F.H.: Donde nadie ha podido dar con él, ni Espino, ni siquiera Concha Bouza...
V.M.: Nicolasito fue mi amigo, dentro y fuera del Sanatorio. Era una persona muy honesta y muy inteligente. Para muchos conocedores y también para mí, que soy un simple espectador, es el mejor documentalista de Cuba. Yo participé como testigo de la defensa en el horrible juicio que le hicieron en el Tribunal Supremo. Lo acusaron de tres “delitos”: no saludar a la Presidenta del CDR, vestirse con ropa extranjera y de ser alcohólico, lo cual era un disparate. Aún así, le echaron 4 años. Era una persona muy creativa y amorosa, con todos.

Raonel Mayarí Cano, quien falleció este año, en el mes de mayo, apenas cumplidos los 60 años, fue un ser de una voluntad y un ansia de superación permanente. Contra todas las adversidades, estudió ciencias matemáticas y soportó gran número de electroshock y aún así podía enseñarle matemáticas a cualquiera. Una persona muy noble y valiente. A veces venía y me pedía prestados 500 pesos que yo no tenía. Como pintor, tuvo gran influencia de Angel Acosta León.

R.F.H.: Tus maestros, en el arte y en la vida...
V.M.: Verás, son muy diversos. El cantante catalán Joan Manuel Serrat me enseñó con sus canciones a apreciar a las mujeres, fue mi maestro sentimental. Un viejo amigo del barrio, Miguelito, que vivía en la calle Santa Felicia, una persona maravillosa. El Comandante Bernabé Ordaz fue alguien que se interesó y se preocupó mucho por mi salud y por mi vida.

R.F.H.: ¿Fuiste perjudicado alguna vez por la Ley del Diversionismo ideológico?
V.M.: No, en lo absoluto. Nunca usé el pelo largo, porque no lo tengo lacio y fui siempre un muchacho tranquilo. Cuando el Mariel, el Minint me citó mediante un telegrama,fui y se lo enseñé a Ordaz y él me dijo “manda a esa gente para el carajo”, pero yo fui, era en la Decimotercera Estación, en Lawton. Allí un teniente me propuso salir por el Mariel, me dijo que “ellos tenían conocimiento de que yo me reunía con elementos antisociales”. Le contesté que si los pacientes de Mazorra lo eran, entonces sí. Le dije que yo no quería irme de Cuba y el teniente entonces rompió el telegrama y me deseó buena suerte.

R.F.H.: ¿Quién es Víctor Moreno?
V.M.: Tengo fe en Dios y en la existencia de otra vida después de esta. Trato de hacer el bien, aunque a veces mi carácter sea un poco ácido. Admiro la nobleza, porque en ella se encierran todas las virtudes. Soy martiano y comparto el signo de Géminis con el Che, alguien que supo morir por sus ideas y eso siempre merece respeto. Incluyo elementos de la fe yoruba, a los que les atribuyo cierto poder mágico y sanativo.
Mi ideología es personal, soy un hombre de pensamiento libre, muy autocrítico de mí mismo y de cualquier otro. Escogí el arte o el arte me escogió a mí. Admiro al Mahatma Gandhi. Lamento que la llamada Nueva Trova no le haya dedicado ninguna canción a Camilo Cienfuegos. Toco guitarra y canto un poco. No me inclino al deporte, ni como partícipe ni como espectador. Leo, sobre todo poesía. Me gustan las películas biográficas sobre todo las de pintores. El movimiento impresionista me toca mucho, fue doloroso para los artistas pero productivo para el arte.
Más que la Biblia, me impacta Cristo porque predicó con su ejemplo y fue consecuente hasta el fin con sus enseñanzas. Hay personas que se acomodan en la religión y hacen de ella un modus vivendi, y eso me parece incompatible con la auténtica fe.

R.F.H.: ¿Qué opinión te merecen los pintores jóvenes de hoy?
V.M.: Hay una generación de graduados del Instituto Superior de Arte (ISA), muy técnicos, dominan el oficio, pero creo que les falta alma. A Frida Khalo, por ejemplo, le sobraba el alma. Mis maestros cubanos en pintura son Raimundo García Parra y Portocarrero.

R.F.H.: Tus proyectos actuales...
V.M.: Sigo perteneciendo al Proyecto Yeti, de la UNEAC, con Santiago Villafaña. Pinto para un cliente alemán, que aprecia y valora mi obra. Estamos organizando un viaje a Budapest, para exponer allí y por supuesto vender. Sigo trabajando, Portocarrero me decía que ese era el único secreto del arte: trabajar. Participo también en las actividades del Grupo Sirio, junto a otros apasionados del mundo de la Ufología, como Enrique Pérez, el mayor conocedor de Ovnis de América, y Bruno Enríquez, gente que saben mucho y andan a pie, por ahí.

Marianao, La Habana, noviembre 6 de 2008, (SDP)
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VICTOR MORENONació en PlacetasVilla Clara,Cuba el 17 de junio de 1951. Nunca tuvo la posibilidad de conocer a su primo, el conocido pintor Servando Cabrera Moreno; pero pudo disfrutar del magisterio de Pepe Enríquez, primo de Carlos EnríquezRaimundo García Parra y del maestro René Portocarrero. Fue precisamente este último quien anotó los rasgos que se consolidarían en la pintura de Víctor Moreno: "Tiene la tristeza de Van Gogh, pero una tristeza iluminada. Sus Ciudades tienen algo de vegetal. Tiene maestría en el uso de los colores dramáticos. En sus estudios sobre pacientes ha logrado una gran profundidad sicológica y plástica”. Víctor tenía 19 años cuando le diagnosticaron una enfermedad mental progresiva. En medio de la enfermedad y de su rehabilitación, V.M. ha dado a la luz más de 40 exposiciones colectivas en Cuba, México y la República Dominicana, así como también más de diez exposiciones individuales en Cuba.En el año 2000 Víctor Moreno recibió el Premio “Combate”. Los Angeles County Museum of Art (LACMA) compró pinturas de Víctor Moreno, y en Caracas, Venezuela, una de sus obras forma parte de una exposición permanente en un museo. En el 2004 Victor conoció al escritor alemán Félix Busse e hizo los dibujos del los libros Die kleine Giraffe Guckindieluft auf Safari y Die kleine Giraffe Guckindieluft auf Weltreise.

El Caballero de París

Nereida

Paciente

7.28.2012

MADELINE CAMARA: HABLEMOS DE NUEVO SOBRE EL ESPÍRITU KARAMAZOV





Ya no hay tiempo para hojear las páginas del periódico y el café de la mañana lo tomamos muchas veces camino del trabajo Muchos comenzamos el día con esa ventanita al mundo que aparece en nuestras computadoras con las noticias que nos llegan por las redes virtuales; otros las reciben en sus teléfonos multiusos, tanto, que parecen apéndices humanos, cada vez más ágiles y serviciales.
   Así las cosas, sería casi un milagro que estas páginas lleguen a la letra impresa o tan siquiera a  ser leídas. Pero escribo para un imaginario lector/a quien como yo ha reparado, entre la selva noticiosa, en la nota reproducida el día 20 de julio del presente año por Yahoo donde The Associate Press nos informa desde Moscú sobre la  detención de tres jóvenes rusas, integrantes del grupo musical “Pussy Riot”, acusadas de holiganismo y desecración religiosa. Sus actos, cantar una oración punk: Madre María, llévate lejos a Putin”, doble sacrilegio pues se trataba de retar al presidente del país, y porque el performance se hizo en el espacio sacro del altar de la Catedral de Cristo El Salvador --la más importante de la Iglesia Ortodoxa rusa-- que comenzó a construirse en 1839, cuando en ese inmenso país se leía con fervor, y a veces contra la censura, la obra de Fyodor Dostoievski.
   Nadezhda Tolokónnikova, de 23 años; María Aliójina, con 24 y Ekaterina Samutsévich, de 29, según reportan otros medios de difusión --The Independent y The ABC News, en Inglaterra; El País, en España y el Washington Post, en Estados Unidos-- deberán guardar prisión en una cárcel de Moscú por un período de seis meses hasta poder tener un día de juicio en enero 12 del 2013.
   La condena pedida es de siete años y según Kommersant, diario moscovita, el país está dividido en cuanto a la decisión; un 50 % entiende que no debería celebrase un juicio criminal contra ellas y un 36 % vota porque se les encause. Entre tanto la intelligentzia rusa, creyente y no creyente, firma cartas de apoyo para que se les libere; la Iglesia no levanta sus cargos de “blasfemia”; los blogueros escriben que “ellas no saben lo que hacen”, que solo son gamberras en busca de publicidad; y el propio presidente declara: “Si violaron la ley, yo presento mis excusas a los sacerdotes y a los creyentes”,  desinteresándose del asunto porque en realidad tiene el plato muy lleno conteniendo las justas sanciones que la ONU trata de imponer al dictador de Siria. Como es sabido entre ellos se apañan.
   Lo cierto es que no es la primera vez que Vladímir Putin oye del sonido y la furia de jóvenes rockeras y feministas. En enero de este año, cuando parecía inevitable su reelección --luego del período de presidencia tras bambalinas que se permitió con la complicidad de Medvedev, en una jugada muy acorde a las nuevas democracias post comunistas-- la Plaza Roja de Moscú vibró con las canciones del grupo “Pussy Riot” que pedían hacer del lugar un nuevo Tahir, en alusión a la revolución egipcia que estremecía al mundo. No fue la única vez que Putin tuvo que oír y ver a mujeres dispuestas a todo por ser escuchadas, pues un grupo de ellas, al desnudo, pararon a protestar en una estación de votos para su reelección.
   En Ucrania, otro movimiento feminista autollamado FEMEN --fundado en 2008 por la economista y experta en teatro Anna Hutsol-- se ha presentado en públicomás de una vez luciendo sus pechos como única arma para llamar la atención desus denuncias. Para Hutsol, estas manifestaciones van más allá de la política y la religión.
   Quizás no deba excusarme, pero no espere el lector que en la siguiente página trataré de discutir estas formas de protesta --solo anoto que el desnudarse tiene vieja tradición en el mundo del pacifismo y no es únicamente asunto de mujeres ni de europeas --ni comparar las manifestaciones punk con el nihilismo-- aunque aire de familia sí que tienen-- o plantearme que bajo la sombrilla del feminismo puede englobarse el análisis de la compleja pugna política que trae consigo la multiculturalidad de la región que primero llamábamos Rusia, luego URSS y hoy es un conglomerado de repúblicas luchando por su desarrollo independiente y por mantener sus identidades.
   No es la primera vez que mujeres rusas enfrentan a los dos grandes poderes que se han mantenido unidos con objetivos imperiales --me refiero a la política y la Iglesia--; el nefasto período del estalinismo suprimió al segundo, pues tenía el férreo control sobre la economía, la ideología y el ejército, y la iglesia se cerró sobre sus inciensos. Pero ahora corren otros aires.
   Fue precisamente en la gran Catedral de Cristo el Salvador --centro de la Iglesia Ortodoxa Rusa, cuya original fue destruida por Stalin y reconstruida fielmente en 1994-- donde se cometieron los sacrílegos actos de las rockeras; la misma iglesia donde una misa pascual recibió a 5000 invitados oficiales, al presidente y su doble --perdón, quise decir Medvedev-- y a las respectivas esposas. Es de esperar entonces que la herejía se castigue.
   No deberíamos olvidar tan rápido, así fue antes. En la convulsa segunda década del siglo XIX, en la Rusia de los zares, que también fueron castigadas de diferente forma otras mujeres de nombres más tradicionales. Recuérdese que Vera es “Ver”, en ruso, y “Sofía” sabiduría, en griego. Ellas fueron: Vera Nikolayevna Figner, eminente médica llamada por su belleza “la Venus de la Revolución”, miembro del grupo que asesinó al zar Alexander II y condenada a 20 años en Siberia, autora de Memorias de una revolucionaria; Vera Ivanova Zassoulitich, quien atentó contra la vida del gobernador de Moscú, pero fue perdonada porque que “actuaba solo por venganza personal”. Afortunadamente se le dejó con vida para seguir sus estudios de marxismo y convertirse en una importante figura política,  periodista admirada por Trotsky. Por último, y por mantener la comparación sobre el emblemático número tres, traigo a colación la figura de la más importante matemática rusa, Sofía Kovalevskaya, quien se casó por conveniencia para seguir sus estudios fuera del país y lograr un puesto de catedrática, algo que solo obtuvo en Suecia. Su obligada doble vida como esposa y ardiente mujer de ideales liberales se ha reditado en el libro Una nihilista, joya, entre otras de la literatura eslava, que la editorial independiente gallega Maldoror publicó en 2004.
   No  casualmente  el  escritor  que  mejor simbolizó aquello que antes llamábamos el “alma rusa” --Fyodor Dostoievski-- conoció a las tres; se dice que fue novio de la hermana de Sofía Kovalevskaya y que ésta estuvo secretamente enamorada de él a los trece años de edad. Se sabe, por cartas que cita la documentada biografía del autor hecha por Leonide Grasaman, que Dostoievski asistió al juicio celebrado a Vera Za Soulitich y escribió en su famoso diario “ella buscaba la verdad…”.
   La participación de la otra Vera, la Figner, en el primer atentado contra el zar Alexander I y el juicio contra los que lo intentaron --que Dostoievski siguió de cerca-- nos hace pensar que conocía su pensamiento o al menos sus acciones, aunque no creo que Dostoievski hubiera aprobado, de haber vivido entonces, la defensa que esta bakunista hizo del asesinato en nombre del pueblo, ya en 1881; desde luego, no quien concibiese una novela como Crimen y Castigo.
   El autor que escribiera Demonios --la más compleja de sus representaciones sobre el nihilismo ruso-- el hombre al que la revolución rusa no podía erigir en pedestal pues todo él era una revuelta, como diría espantado Tolstoi, no era tampoco un buen ejemplo para Gorki, quien en artículo con el mismo título que el que hoy usamos, dirigía a la juventud rusa hacia obras más edificantes como Padres e Hijos, de Turgueniev.
   Sin embargo, Dostoievski no usó o no quiso usar la figura de la mujer rusa nihilista en las escasas representaciones femeninas rebeldes en sus obras. Los ecos de estas figuras históricas aparecen en sus creaciones masculinas, en personajes-tesis como Raskolnikof o Kirilov. Sus mujeres fuertes encarnan otros prototipos: Polina Suslova, la jugadora; la pasional Grushenka de Los hermanos Karamazov o la calculadora Nastasia Filipovna, entre otras menos conocidas. Creo que reservaba una más completa imagen de lo femenino para representar a Rusia misma como utopía, algo que le resultaba indecible dentro del lenguaje del realismo que llevó a sus extremos. Pero todo esto es algo que aún está por estudiar.
   De acuerdo. Proponernos leer esta noticia de tres jóvenes rockeras encerradas en espera de un juicio anunciado --convenido entre el renovado poder de la iglesia ortodoxa rusa y el restablecido reino de Putin, y bajo amenaza por los pecados mortales de la canción protesta y el desnudo femenino-- desde una mirada fugaz hacia la participación femenina en la historia del país y la perspectiva dostoievskiana, es solo un acto de voluntarismo periodístico cometido en un sábado lluvioso en la Florida. Sin embargo no he querido dejar pasar, sin compartirla, esa visión que he tenido de aquellas mujeres rusas de final de un siglo --cerradas de ocre y negro y de miradas retadoras-- y de éstas al principio de otro, vestidas con chillones colores y sonrisa burlona que nos hacen un guiño desde yahoo y quizás esperan por nosotros pues varias campañas mundiales se han sumado a su liberación.
   Algunos hechos tienen su intrahistoria. Detrás de ellos hay una puerta; si nos disponemos a abrirla, habremos de encontrar una y otra vez testigos, testimonios: “No todo está permitido”, repiten ellas con sus cuerpos, con sus voces y con sus textos, a los viejos y a los nuevos poderes.


Enlaces relacionados:

Human Rights in Russia

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MADELINE CAMARA. Teórica, crítica literaria y periodista. Se desempeña como profesora de  literatura latinoamericana en la Universidad del Sur de la Florida (University of South Florida). Con un doctorado del SUNY en Stony Brook, Madeline Cámara ha recibido las importantes becas Rockefeller y Fullbright. Entre sus libros publicados sobresalen: Cuban Women Writers: Imagining a Matria (NY: Palgrave, 2008), La memoria hechizada (Barcelona: Icaria, 2002), La letra rebelde: estudios de escritoras cubanas (Miami:Universal, 2002), Cuba: the Elusive Nation (Gainsville, Florida UP, 2000),Vocación de Casandra (NY: Peter Lang: 2000) y Cuentos cubanos contemporáneos (Xalapa: Editorial Veracruzana, 1997).

7.02.2012

ALBERTO LAURO: HIJO DE MORTALES (POEMAS)


Selección de textos del poemario Hijo de mortales, 
Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina
Ciudad de Cieza.





VIDA DE POETA

(Konstantino Kavafis)

A través de mis lentes
He visto el mundo:
Un grueso cristal nos separaba.
Entre desoladas y tristes paredes,
Grises como mi traje de oficinista gris,
Transcurrió mi vida.
Nada de lo que me rodeó inspiró
Ni siquiera uno solo de mis versos,
No así los bellos e innumerables muchachos
Que por mi ser pasaron.


PARA LLEGAR A DELFOS

Cruzar el mar. Perdido en la ciudades.
Pasar entre brumas la intemperie.
Protegido está el que para siempre escapa
Extranjero hacia la noche de las islas.
Enmudecer pisando las fronteras.
Herido evadir las trampas, los ejércitos.
Evocarte en la presencia
De otros cuerpos. Oír de cerca la blasfemia,
Alabanzas, labios de dignos oradores,
Miserables. Padecer los riesgos
Del que avanza al caminar como un inútil.
Y llegar a Delfos, donde el Oráculo,
Entre humos perfumados, me grita
La ofensa irreparable para quien vive:
Mortal e hijo de mortales.


NUEVAS CANCIONES DE ORFEO
                                               
A Blanca Varela.
Yo
        Orfeo
Voy ciego y solo
Del fuego a la tiniebla
Del espanto al dolor
De la noche al cementerio
Del abismo al abismo del barro
           Sin cuerpo
                 Sin alma
Palpando con mis manos
Los huesos de otros que ya han muerto muertos
Alabando al sol
Con cristal de labios rotos

Yo
         Orfeo
Cantor de sombras
Hijo de sombras
Mendigo errante de las sombras
Busco a alguien entre brumas
Laberintos      cuartos oscuros     tinieblas
Preguntando qué es el amor
Dónde ha ido          fuego fatuo
Qué silencio lo sepulta
Yo que me he mirado en sus temibles ojos
Que estuve alguna vez vivo
Únicamente en ellos
Espero a qué cruel lazarillo
Para guiarme entre ruinas
Y tenderme trampas
Dádiva de anhelos insepultos
Imposibles sueños

Dirán
            Ahí va Orfeo
Antes brillante cantor
Virtuoso ejecutante de la cítara
Y el arpa de fiebre
El de la voz sublime
Ahora con lamentos
Aeda de lo Oscuro
Huésped del Hades
Príncipe de la soledad
Heredero del abandono
Y sólo las sombras
Saben que he amado

Qué hacer
Si el otros es ahora vacío
Cómo darle luz a la llama extinta
Con qué brisa alimentarla
Arrebatársela al hastío
Cuándo    dónde     por qué
Dije lo que no dije y sentí lo que sentí

Esculpir la estatua decapitada del amor
Esa mano cae
        Ese rostro es ausencia
Y olvido en el mar de la noche
Arrastra cuerpos
A la orilla de qué playas

En el deseo
Todos mis navíos se hundieron
Sin brújula
                 Sin Norte
Los voy reconociendo
Sólo veo náufragos
Sobre la arena
Las bocas de los muertos
Dicen mi nombre
Están cantando mi canción
Han hecho suya mi voz
Los siento    los oigo      los palpo
La ceniza del infierno es ya mi adiós
Y ese himno
Que olvidarán los hombres
Cuerpos dormidos
En los embates de la memoria de la sangre
Los cuerpos de los que amé dónde están
Cuándo se fueron
En qué arpía ahogan su furia
Negando a los que en otro tiempo
Me dieron su sed bajo la lluvia
La nieve       el fuego
Eran de hiel y rencor sus abrazos
Dónde has ido
Tú      el esperado
Ahora que ya no intento retenerte
Despierto con sed
Con estos ojos de arena
Este rostro de madera carcomida
Y en mi alma el incorrupto diamante
Hallado en el desierto
Ilumina a Nadie
Hecho del crisol del carbón de mi destino.
Como pájaros huimos
Despavoridos      sin  mañana      sin sueño
Sin vuelo ya      ni aire
Flotando en la nada        la tormenta
Es el ojo de un inmenso ciclón.

Qué espanto
La cercana primavera.
Como  inútil      absurdo
Torpe pájaro sin vida
Hablo aún mientras
Desnudo desciendo a los infiernos
Al Hades que es la ausencia
Cada día
            Cada instante
En que la estrella se apaga
En la baba del cíclope tuerto
Allí donde en silencio
Para siempre callarán
La voz
                El canto
                                La palabra.

7.01.2012

JOSÉ LORENZO FUENTES: RESPUESTAS A RITA MARTIN



R.M.: Tengo noticias de que Usted está escribiendo un libro sobre física cuántica y literatura. ¿Puede adelantarnos algunas formulaciones de ese proyecto?
J.L.F.: No es fácil sintetizar la idea, que reclama un ensayo o un libro. Pero vamos a intentarlo. A principios del siglo XX el industrial belga Ernest Solvay auspició en Bruselas una serie de encuentros internacionales de física. Durante uno de esos eventos, efectuado en 1927, surgió al mundo la teoría de la mecánica cuántica o de la física cuántica. Hasta entonces, tal como lo enunció Newton, el universo era concebido como una inmensa máquina, en cuya creación no habían intervenido las ideas, los sentimientos, las emociones y los deseos del ser humano. La física cuántica vino a demostrar lo contrario: el universo –o más bien los universos-- no pudieron ser creados sin que hubieran habitado antes en nuestra imaginación.
En efecto, según Hugh Everett cada vez que adoptamos una decisión o anunciamos un propósito, el universo se divide en dos copias, y cada una de esas copias no sólo cree que es la única sino que contiene una copia del experimentador. Pero como los estados cuánticos son infinitos, el universo se divide en un infinito número de copias, o para decirlo con mayor propiedad: en un infinito número de “universos paralelos” donde habitan un número también infinito de personas, más o menos idénticas a nosotros.
Este concepto de la física cuántica explica muy bien, a mi entender, el proceso de creación de una novela. Cuando el novelista se sienta a escribir, la idea original comienza a dividirse y subdividirse en un número indeterminado de personajes, cada uno de los cuales, aunque en contextos diferentes, en su trasfondo psicológico y en su comportamiento es idéntico al autor porque son criaturas de su imaginación, inseparables de los sentimientos, emociones y experiencias que él ha acumulado a lo largo de su vida.

R.M.: ¿No cree que, por el contrario, nosotros mismos podríamos ser una copia de los sentimientos y pensamientos de otras identidades?
J.L.F.: Para la física cuántica lo imposible ya es posible: hacernos invisibles, leer el pensamiento de otras personas, teletransportarnos, habitar un antiuniverso, y convertirnos en una entidad divina. De modo que también para la física moderna es perfectamente posible que nosotros seamos una réplica de alguien que nos haya pensado con intensidad. ¿Por qué no? En uno de mis libros más recientes y de muy pronta aparición, El cementerio de las botellas, uno de los personajes, el pintor Carlos Enríquez, de tanto admirar a Paul Gauguin, tuvo la noción cierta de que el genial pintor francés se había instalado en su cuerpo, y lo inducía a ser como él.

R.M.: ¿Cree en la inspiración? 
J.L.F.: Por supuesto. Considero que la mayor parte de los escritores han experimentado la sensación de que en determinados momentos, y en circunstancias difíciles de explicar, el trabajo literario comienza a facilitárseles. A ese estado especial, en el que se tiene la impresión de que alguien colabora con nosotros en la redacción de un texto, a falta de otra palabra se le ha dado el nombre de inspiración. Si acudimos al diccionario, vemos que la inspiración se define como iluminación divina. Otros dicen que la inspiración es trabajo acumulado. Para Proust, en todo libro hay un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración.
De modo que todos tenemos una Musa, tal vez aguardando, en lo más profundo del subconsciente, para acudir en nuestro auxilio en el momento en que más lo necesitamos.
Para no perder la conexión con la inspiración, con ese estado de gracia, con esa especie de soplo divino, los creadores alimentan todo tipo de manías. Se sabe que Marcel Proust nunca empezó a escribir sin antes tener a su alcance, en la mesa de trabajo, el olor de una manzana. Para atraer la inspiración, William Faulkner necesitaba escribir sobre un papel azul. Dostoievski  redactó sus mejores obras caminando en su habitación y dictándoselas a su mujer, que era taquígrafa. Hemingway a fin de que la inspiración no lo abandonara, también experimentaba la necesidad de escribir de pie. Gabriel García Márquez, durante una entrevista que sostuve con él en La Habana, me confesó que durante mucho tiempo tenía que escribir a la misma temperatura “porque aprendí a escribir en el trópico, en el Caribe –enfatizó-- a treinta grados de temperatura, y me cuesta mucho trabajo escribir a otra temperatura”. Para atraer la inspiración, García Márquez se ve obligado a escribir en papel blanco, tamaño carta, con tinta negra, y las correcciones también debe hacerlas con tinta negra.
Pero no sólo son los trabajadores literarios quienes acuden a esos recursos o manías para potenciar la creatividad.  Los físicos cuánticos también lo hacen. Werner Heisenberg, quien alcanzó el Premio Nobel de Física en 1932, lograba un estado de ánimo favorable a su labor creadora memorizando poemas de Goethe, mientras que Edwin Schödinger, cocreador de la mecánica ondulatoria, llegó a confesar que accedía con más facilidad a la inspiración durante sus aventuras amorosas con una bella mujer en un hotel del Tirol austriaco.

R.M. ¿Nos va a confesar qué hace Usted para atraer ese soplo divino?
J.L.F.: He acudido a numerosas variantes, entre ellas sentir que volaba entre las nubes mientras alcanzaba a divisar allá abajo un río cuyas aguas se deslizaban entre arbusto frondosos. Pero también, en muchas ocasiones, cuando experimentaba la sensación angustiosa de que la inspiración no se me entregaba, acudía al auxilio de algún escritor de renombre, y sentado a mi mesa de trabajo, lo visualizaba dictándome algún texto hasta entonces esquivo. Por cierto, William Faulkner siempre ha sido muy propicio a satisfacer mis reclamos.

R.M.: Usted ha cultivado indistintamente la novela y el cuento. ¿Qué distinción establecería entre esos dos géneros?
J.L.F.: Quisiera ampararme en la autoridad de dos grandes cuentistas, que abordaron extensamente el tema: el uruguayo Horacio Quiroga y el cubano Alfonso Hernández Catá. A partir de 1929, año en que Horacio Quiroga publicó su novela Pasado amor, sin duda lo peor que salió de su pluma, se vio obligado, ante la crítica adversa, a defender sus ideales literarios. Fue entonces cuando subrayó que el cuento es síntesis y la novela es análisis, cuando también enfatizó que el cuento “sofocado”, el cuento corto, “es el cuento de verdad”, es decir, en su opinión, la forma artística insuperable que posee “la triple capacidad para sentir con intensidad, atraer la atención y comunicar con energía los sentimientos”. Acaso justificando su fracaso como novelista expresó: “Tan preciso es este límite de aptitudes que nadie ha podido salvarlo con gloria. Ni Tolstoi, ni Dostoievski, ni Zola, ni Conrad, ni novelista alguno de garra ha descollado en el cuento corto. Pero tampoco Bret Harte, ni Maupassant, ni Chéjov, ni Kipling han expresado más en la media tinta de sus novelas que en el aguafuerte de sus cuentos”.
Por su parte, Alfonso Hernádez Catá que abordó con la misma buena fortuna la novela, el cuento, el teatro, la poesía y el ensayo, no titubeó en señalar la prerrogativa que siempre le concedió al género cuento. En cierta oportunidad destacó que a veces es más fácil escribir una novela que un cuento. A la primera –declaró-- puede bastar el desarrollo de unas cuantas vidas y el examen del ámbito en que se mueven. El cuento, en cambio, exige concentrada fantasía, poder creador tremendo para cuajar en arte un estado de ánimo, un acaecimiento significativo, una relación de hechos que estremezcan y que a la vez nos deje el espíritu cargado de interrogaciones. Hernández Catá sabía que una novela puede ser una novela en sí misma, entregar un universo cerrado, pero que un cuento no es realmente bueno si no vuela más alto que sus alas, si no es capaz de sugerir un mundo más allá de sus fronteras.
No fue por ello gratuito que en el primer aniversario de su muerte, en la primera ocasión que sus amigos visitaron la tumba del gran cuentista, se anunciara la convocatoria del concurso nacional e internacional que llevaba su nombre. El premio “Hernández Catá” fue así, durante toda una década, el más alto galardón al que podía aspirar el narrador cubano, y bajo la advocación de Hernández Catá alcanzaron mayor prestigio autores ya sabidos y se dieron a conocer nuevos cuentistas, algunos de los cuales realizaron después una obra respetable.

R.M.: ¿Qué prefiere escribir José Lorenzo Fuentes, cuentos o novelas?
J.L.F.: No me es posible contestar esta pregunta, porque ahora mismo, la idea inicial de un cuento, empieza a transformarse en una novela.

R.M.: ¿No ha habido otras transformaciones hacia o desde la poesía?
J.L.F.: Nunca me explicaré por qué escribí poemas sin ser poeta ni pretenderlo: las fronteras entre los géneros literarios son infranqueables. Lo sabía muy bien William Faulkner cuando dijo que primero él pensó en ser poeta, y como fracasó, decidió dedicarse a escribir cuentos, y como tampoco logró el resultado previsto, optó por convertirse en novelista. Pero yo, que solo he deseado un puesto al sol entre los narradores, escribí hace años un número indeterminado de sonetos, pensando que me auxiliarían, a fin de que en mis textos las palabras fluyeran sin tantos tropiezos como hasta entonces.
Como después de mis tres años en el presidio político cubano, se habló de reinstalarme en la nómina de algún medio periodístico, y al parecer necesitaba del aval de Nicolás Guillén, entonces presidente de la Unión de Escritores, decidí mostrarle mi "sonetario". El primero de esos sonetos se titulaba “Oficio de perro”. Guillén no pasó de leer el título.
-¿A quién se le ocurre -me dijo visiblemente irritado- decir que escribir sonetos es un oficio de perros? Qué disparate es ése.
Yo permanecí en silencio. Había cometido un grave error. Mi necesidad de trabajar (y obtener un salario) no iba a contar con su anuencia.
¡Quieres conocer, Rita, el curso de ese soneto, que por nada del mundo publicaré?

OFICIO DE PERRO

Para escribir un soneto, y mucho antes,
antes de darle al título un ladrido
debe el perro escritor haber comido 
mucha carne de tiernas consonantes.

En el primer cuarteto no lo espantes
que ladrar el segundo ha conseguido
y un terceto se siente perseguido
por sus patas iguales y constantes.

Es de perros hozar en la basura,
correr, saltar, gruñir, estarse quieto
y alargar con el rabo su figura.

Es de perros hozar en un soneto
y ladrar sin dormir mientras procura
la piltrafa del último terceto.

R.M.: ¿Cuál es el momento de mayor satisfacción que usted ha experimentado en su vida?
J.L.F.: Son muchos esos momentos, no sólo de satisfacción, también de gran alegría que me ha
regalado la vida, entre ellos el momento en que, a poco de nacer, escuché los vagidos de mis dos 
hijos. Pero como me pides uno, quiero revivir ahora ese momento. Como yo estuve preso en Cuba por razones políticas, durante años mis libros no estuvieron al alcance de los lectores cubanos, y 
por tanto siempre pensé, con razón, que los escritores de las últimas generaciones no habían podido leer mis textos. Me equivoqué. Cierto día, una escritora de unos treinta años, cuyo nombre no voy a mencionar, estuvo de visita en Miami y expresó su deseo de conocerme. Alguien facilitó nuestro 
encuentro, y apenas estuvimos frente a frente me dijo, visiblemente emocionada: "El mayor sueño durante mi adolescencia era conocer a José Lorenzo". Y por la forma en que lo dijo, yo sabía que
no estaba mintiendo.